Siento
que lo que sigue no es más que el intento de
formalizar algunos lineamientos aprendidos en la vasta,
multitudinaria y desordenada academia que construyen
hoy las voces de quienes protagonizan los conflictos
socio ambientales en la Argentina. Academia de voces
diversas, muchas veces alejadas entre si, casi siempre
perseguidas; que al presentar un discurso complejo al
análisis suelen complicar la mirada foránea
impidiendo a veces observar que en la productividad
de sus luchas van quedando huellas de historia y de
pensamiento emancipatorio.
Los conflictos socio ambientales, lejos de limitarse
al acotado cerco de “la ecología”
pueden ser leídos en continuidad con el proceso
abierto en 2001. La consigna “que se vayan todos”
que desnudaba una feroz descomposición institucional
(y no solo una crisis político/partidaria), es
la mama de los NOes posteriores. No a la mina, no Botnia
son la sombra que proyectan los hartazgos generalizados
de antaño, al mismo tiempo que revelan un surco
vivo, abierto en aquellos años y hoy buscando
imponer en un amplio territorio el doble debate sintetizable
en las preguntas ¿Cuáles son las alternativas
para el desarrollo de los pueblos? Y ¿Quiénes
son los que deben decidir al respecto?
En ese sentido la búsqueda por parte de los auto
convocados de Tinogasta de proponer un proyecto de desarrollo
local construido en base a las necesidades y las expectativas
de los tinogasteños constituye al mismo tiempo
un desafío al modo de organización político
institucional (al estilo 2001) y una superación
del mero desafío en sí.
La pregunta: ¿Quién va a controlar a las
empresas? que repiten asambleístas de cada uno
de los pueblos en conflicto, remite a la misma “nada”
que aquel “que se vayan todos”. Nada institucional,
sinsentido subjetivo que se muestra diagramando las
patologías mentales de la época al mismo
tiempo que configurando las oportunidades para la creación
de formas sociales.
Frente a esa realidad, el gobierno nacional y los provinciales
pretenden imponer una visión legalista, lo cual
seria como pedirle a la tropa que salude al general
muerto y en estado de putrefacción sostenido
a penas con hilos de marioneta. Es en esa búsqueda
de “coherencia” que aparece la profundización
de la matriz represiva expresada como criminalización
y judicialización de la protesta social, junto
con un amplio abanico de acciones de tinte mafioso (aprietes,
amenazas telefónicas, destrucción de inmuebles,
etc) al mismo tiempo que un interés creciente
en los medios de comunicación masivos quienes
podrán, si no devolverle la vida al muerto, al
menos disimular el olor a podrido.
Es interesante que en la construcción de estos
proyectos de desarrollo locales también se busque
generar anticuerpos frente al clientelismo político,
seguramente una de las problemáticas que mejor
iluminan los conflictos socio ambientales, señalándolo
como un aceitado engranaje de control social.
Algunos asambleístas de Famatina lo dicen con
claridad: el poder político ofrece dinero y niega
obra pública, por caso un acueducto. El acueducto
significa agua para las chacras. Esa agua es producción,
pero producción independiente. Al no responder
a los modos de control social vigentes, los aparatos
políticos partidarios ven en ello un problema
que amenazaría uno de los pilares centrales que
hacen a su propia existencia (el clientelismo). Como
diría Miguel Arca, el modo de ser propio de los
aparatos políticos vigentes en el país
es incompatible con la generación de empleo siempre
que ese empleo sea empleo independiente.
Al mismo tiempo los auto convocados advierten sobre
un “desamparo estratégico” que realiza
el gobierno provincial en detrimento de los municipios
plausibles de ser explotados por las empresas mineras.
Estas empresas aparecen en el momento oportuno como
las salvadoras ofreciéndose a suplir al estado
en sus obligaciones, y es digno de notar el caso de
muchas localidades en las que los pobladores no saben
distinguir con exactitud entre un funcionario público
y un empleado de la empresa minera.
Por último hay que mencionar que esta forma
de control toma ribetes mas dramáticos cuando
se la utiliza quitándosele la ayuda social a
las familias que hayan tenido alguna participación
en los movimientos de resistencia, como ha pasado en
Neuquén, Catamarca y La Rioja, o cuando se utiliza
los planes sociales como sueldo para matones que se
constituyen en verdaderas fuerzas de choque, como ocurre
en Tinogasta.
Esta enorme academia a cielo abierto florece en los
valles cordilleranos regada por la convicción
de personas que no están dispuestas a ver que
en sus localidades tenga lugar nada menos que la duplicación
del modelo socioeconómico vigente o dicho de
modo mas acotado y menos dramático, la extensión
de las fronteras productivas. El polvo que el viento
remueve jugando con los restos de lo que otrora fue
monte de algarrobos y quebrachos en Chaco y Santiago
del Estero es el mismo que flota en el cielo de Guandacol.
Las aguas que bajan arruinadas de Catamarca hacia Tucumán
son las mismas que se prenden fuego en los abandonados
pozos de Neuquén, Chubut o Santa Cruz. Son lo
mismo en tanto responden a una lógica que las
hermana y que ha decidido obviar todo tipo de límite.
Tanto es así que este redoble se atreve a buscar
petróleo en las nacientes del Nirihuau (que desemboca
en el Nahuel Huapí), fumigar con glifosato pueblos
del norte de Córdoba capital y pretender explotar
yacimientos mineros en el ejido urbano de la ciudad
de Andalgalá. Ese redoble que pone en riesgo
ya no las áreas sacrificables de antaño
sino a la totalidad del territorio, necesita hoy y necesitará
en el futuro de poderosos socios políticos que
sostengan la apariencia viva del general, cubriéndola
de cuanta bandera la historia y la coherencia popular
les permita.
Mientras tanto continúa la lenta construcción
de una subjetividad sociopolítica alimentada
por el cotidiano debate asambleario, fortalecida al
calor de los encontronazos propios de cualquier corte
de ruta, reafirmada frente a los embates violentos del
poder.
La convicción generalizada en relación
a no entrar en los canales políticos convencionales
es la llave que abre las puertas más interesantes,
sobre todo cuando se lo lee teniendo en cuenta la explícita
voluntad de los asambleístas de impulsar proyectos
socioeconómicos que fomenten las actividades
productivas sustentables, facilitando el acceso a créditos
y a tierras a pequeños productores independientes,
reorientando la obra pública hacia el beneficio
de este tipo de actividades, al mismo tiempo que reemplazando
los planes sociales por trabajo genuino y lo más
importante, sometiendo sus lineamientos generales a
la voluntad popular y la discusión asamblearia.
Como dice el profe Taborda: “mirar al mundo desde
Tinogasta porque Tinogasta es el mundo”. Profe
de una academia peculiar, cuya diversidad cada cordón
montañoso multiplica y cada valle acuna; desenterrada
por error del poder que buscando oro en las entrañas
de la tierra se ha encontrado con las voces de mujeres
docentes, de campesinos postergados, de paisanos de
pueblos alejados y pobres que se atreven aun hoy, en
los tiempos de la descomposición y la resignación
generalizada, a decirle NO a los poderosos tomando con
mano firme el destino de sus pueblos.
Dulce e intrigante moraleja arrojó a la historia
el pasado 14 de abril cuando mostró en el mismo
día a la presidenta de la nación estrechando
la mano de Peter Munk y a Carina Diaz Moreno ofreciendo
su cuerpo para impedir que un emprendimiento, propiedad
del mismo Peter, destruya lo que ella llama “su
pueblo”. |