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Todo lo que quiero es mujer en la casa, y un hijo, un macho
en el campo.

Patrón, Abelardo Castillo.




A modo de copete

El patriarcado es la manifestación y la institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y los niños, y la aplicación de ese dominio en la sociedad en general. Ello implica que los varones tienen el poder en las instituciones importantes de la sociedad, privando a las mujeres de acceder a él. Un sistema de estructuras sociales basado en la subordinación de las mujeres por los hombres. Según Irene Meler, “patriarcado” es un término que enfatiza el carácter asimétrico de las jerarquías sociales basadas en el sexo, mientras que “dominación masculina” alude al hecho de que la pertenencia al género masculino implica ventajas, más allá de que cada varón logre o no, efectivizar los desempeños requeridos para integrar el género dominante.

Tanto el cuento Patrón de Abelardo Castillo, como el film homónimo de Jorge Rocca, son una lectura metafórica sobre el patriarcado, donde su consecuente autoritarismo es llevado a extremos de crueldad. Las tramas de ambas narraciones, permiten además, ser leídas en claves histórico-político-económico-social. La analogía entre el personaje del patrón de estancia y las figuras autoritarias de los regímenes dictatoriales del país, son más que evidentes.


Patrón: Un cuento y un film sobre la crueldad del patriarcado

El cuento

Patrón pertenece al libro Cuentos Crueles (1966), segundo libro de cuentos del escritor Abelardo Castillo (San Pedro, Pcia. de Bs.As. 1935). Y alude al personaje de Antenor Dominguez, protagonista, dueño y señor feudal de hombres, mujeres, animales y cosas. Patrón de una estancia mal habida a través de una recompensa política, decide tener un hijo varón, un macho para dejarle su herencia. A partir de obtener espuriamente la posesión de la tierra, del sometimiento y la exacción, Don Antenor, amasó una fortuna. Y un poder social basado en el temor, que lo hace patriarca de una micro-sociedad rural que lo rodea.

Desde esta perspectiva, la necesidad de descendencia tiene que ver con la continuidad del linaje, de la sangre y de la riqueza, más que con la paternidad:

El campo y el vientre hinchado de la mujer: las dos únicas cosas que veía.

Lo central, tanto en el cuento como en el film es la cuestión de la reproducción, tanto del linaje-riqueza, como el de la continuidad del sistema patriarcal/totalitario, que requiere tanto de la riqueza acumulada, como de los herederos del poder. La dificultad del viejo patrón para engendrar un varón para proyectar su dominación, tiene su correlato con la incapacidad de los sistemas autoritarios, para reproducirse legítimamente, democráticamente.

El despotismo de estos sistemas, se sostiene por el miedo, la obediencia, y la amenaza de la violencia. El odio de clase de Antenor por Paula (mujer joven, analfabeta y pobre), hija de uno de sus peones muerto en un accidente de trabajo, se convierte en intervención política. La joven no tiene escapatoria ante la tiranía del patrón, ni puede resistirse a la violación sexual como consumación violenta de un matrimonio no elegido ni deseado.

En el espacio de la estancia, el patrón-patriarca, como en el territorio del país, los tiranos de turno, disponen con total impunidad y crueldad, de la vida tanto pública como privada de sus habitantes.

En cuanto a lo formal, la estructura narrativa del cuento se divide en seis partes:

1- Se inicia con el quiebre temporal (flashback) de la historia. Paula queda embarazada. Un breve diálogo significativo da cuenta de la tensión y la violencia a la que está sometida la protagonista. El sí, claro, con que se cierra el diálogo, nos lleva al pasado cuando ella acepta el casamiento humillante con el Patrón, quien anuncia a la también sometida abuela, la decisión de casarse con su nieta para tener un hijo a quien dejarle las tierras: que por algo me he ganado el derecho a disponer. Después del casamiento forzado, mientras vuelven para la casa, el patrón, señalando el Cerro Negro, le dice a Paula: Cerro Patrón. Esta parte cierra con la orden: Vení a la cama.

2- Comienza con la iniciación sexual de Paula: un verdadero acto de posesión, una violación, en la que el patrón: “No la consultó. La tomó, del mismo modo que se corta una fruta del árbol crecido en el patio. Estaba ahí, dentro de los límites de sus tierras, a este lado de los postes y el alambrado de púas.

” Otro quiebre temporal nos remite a treinta años atrás, cuando Antenor se cobra “un favor” y llega a ser dueño de las tierras: “Una noche – se decía- muchos años antes, Antenor Domínguez subió a caballo y galopó hasta el amanecer. Ni un minuto más. Porque el trato era ‘hasta que amanezca’, y él estaba acostumbrado a estas cláusulas viriles, arbitrarias, que se rubricaban con un apretón de manos o a veces ni siquiera con eso”. Esta recompensa política, inevitablemente, nos conecta y se relaciona directamente con la historia argentina, la conquista del desierto. Campaña militar llevada a cabo entre 1878 y 1885 sobre los territorios de la región pampeana y la Patagonia, ocupados por aborígenes, los primitivos y verdaderos dueños de la tierra. Estas tierras se repartieron entre los potentados que habían financiado la campaña dirigida por Julio “Argentino” Roca y los oficiales de alto rango. Las que ya habían sido asignadas antes de la operación militar genocida. Mediante la suscripción de 4000 bonos de $400 por 2500 hectáreas cada uno. De ahí que muchos de los pueblos del sur, llevan hasta hoy en día sus nombres.

Un total de 10 millones de hectáreas fueron vendidas a estancieros bonaerenses, mientras que el excedente, lotes de 40.000 hectáreas cada uno, se remató en Londres y París en 1882. Como dice Fernando del Corro: “y como aún quedó más y nadie pensó en los aborígenes, en 1885 se cancelaron con tierras las deudas acumuladas con los soldados desde 1878, ya que llevaban siete años sin cobrar, pero como tanto los oficiales como la milicia necesitaban efectivo, terminaron malvendiendo sus partes a los mismos que habían sido los financistas primitivos, de manera que toda esa superficie pasó a manos de 344 propietarios a un promedio de 31.596 hectáreas cada uno.”

A propósito, comenta Osvaldo Bayer: “es increíble la forma en que se repartió la tierra después de la campaña del desierto; fíjense en el resultado que sacamos del Boletín de la Sociedad Rural Argentina fundada en 1868, fíjense que entre 1876 y 1903, en 27 años, se otorgaron 41.787.000 hectáreas a sólo 1.843 terratenientes, vinculados estrechamente por lazos económicos, políticos y familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período, principalmente a la familia Roca.”

La segunda parte termina con estas líneas tan emblemáticas: “- De acá hasta donde llegues- y el caudillo, mirando al hombre joven estiró la mano, y la mano, que era grande y dadivosa, quedó como perdida entre los dedos del otro-. Clavas la estaca y te volvés. Lo alambras y es tuyo.”

3- Pasan dos años. Muere la abuela de Paula. No queda embarazada. El patrón se siente estafado. La insulta. Le pega. La humilla: “El viejo miró a Paula, y de nuevo al peón que ahora se levantaba, encogido como un perro apaleado. Si andás alzado, en cuanto me dé un hijo te la regalo”. Al año siguiente la muchacha queda embarazada. Siente miedo: “Paula se reconoció en los ojos de la ternera”. Un toro (animal simbólico si los hay) embiste por atrás al patrón y lo voltea contra el alambrado, donde queda reducido “como un trapo viejo puesto a secar”. El grito del patrón para que lo ayuden, será su última orden.

4- El viejo no volverá a moverse, ni a hablar. Le anuncian que va a tener un hijo. Pide que lo trasladen a un cuarto alto de la casa para poder ver su campo. Todas las noches se repite un diálogo brevísimo: “Va a tener el chico”. Él asiente con la cabeza.

5- Nadie lo visita. Transfiguración de Paula que da rienda suelta a su odio, a su venganza. Paula echa a la doméstica. Él siente miedo de ella por primera vez.

6- En invierno Paula tiene sola a su hijo, antes se deshace de Fabio y Tomás, hombres de confianza del ex patrón. Al día siguiente, Paula le lleva el niño a Antenor. Se lo deja sobre las sábanas. El viejo extiende una mano hacia ella, quien se aparta violentamente. Sus ojos se encuentran por primera y última vez. “Fue un segundo”. Paula los abandona. El viejo patrón, con esfuerzo se ha sentado, y con una mano se aferra a la correa y con la otra sostiene a su hijo que llora sin parar. Paula sale de casa y antes de atar el sulky, tira la llave al aljibe. Delante de Antenor y el niño se ve el campo y, a lo lejos, el Cerro Patrón.


El Film

Si en el cuento, “la crueldad patriarcal” se sugería a través de lo verbal, de la resonancia de las palabras, de sus sustantivos y adjetivos violentos. La reiteración de la frase Va a tener el chico, que adquiere la significación de contrapunto al mande. Sumado a las alusiones a los personajes como animales, acentuando un clima impiadoso sin redenciones, como las descripciones que hace el patrón -que huele a potrillo-, de Paula como un animal, una bella bestia y chúcara. O la comparación de Paula con la ternera boca arriba, que será marcada en la cama con una gran “A” (símbolo de la posesión del patrón Antenor). Junto a los otros personajes que funcionan para acentuar la relación de amo y esclavo, de dominador y dominado: la mujer de la casa, el capataz Fabio, el peón Tomás, Tomasina la partera, la abuela de Paula, y el médico. En el film la crueldad se multiplica, está ahí, la vemos a través de la contundencia de las imágenes, que incluyen sonido y palabras. Las situaciones tensas y los personajes se encarnan en rostros, en gestos inequívocos.

Antenor, nombre que significa antes que todos, y Domínguez: Domingo, Dominus. “El día del señor”. El Patrón se encarna en el actor Walter Reyno. Paula (nombre latino que significa la pequeña) toma la figura frágil e inocente de la actriz Valentina Bassi, y la mujer de la casa es la gran Leonor Manso.

El film del director y guionista Jorge Rocca, se rodó entre 1993 y 1994 en el departamento de Florida. Coproducido por CEMA de Uruguay, el Instituto de Cinematografía Argentina y Aleph Producciones. Se estrenó el 6 de julio de 1995 (disponibilidad en DVD). La fotografía es del excelente artista uruguayo Daniel Rodríguez Maseda, y la música de Lito Vitale.

La acción transcurre “campo adentro”, escenario tan propio de nuestra llanura pampeana. El tema rural con una historia sombría, con personajes como extraídos de la tragedia griega. El patrón, símbolo del poder absoluto, solitario, cruel, violento. Y la víctima propiciatoria, joven, inocente, pobre. Necesaria como un surco en la tierra para sembrar. Del encuentro y choque de estos extremos se desarrolla el film.

La fotografía muy cuidada, es sobrecogedora y acentúa el contraste de los protagonistas. Sugiere y marca indicios. Concebida como pieza de relojería, hace de la concentración espacial y temporal, una atmósfera dramática y asfixiante. El film mantiene las secuencias narrativas principales del cuento, así también como el clima y el sujeto enunciador. Sin embargo, el texto fílmico se amplía con algunos episodios, escenas y nuevos personajes, que se justifican y le dan al texto más fuerza vital. Como un “duelo a malambo”, donde se pone en evidencia el poder del patrón, y la escena final, poético-dramática frente al mar.

El film comienza con el sonido de una respiración intensa, mientras la cámara realiza un travelling de un campo en toda su extensión, continua en el interior de la casa y lentamente “se mete” en el cuarto del patrón: la cama revuelta, y en la mesa de luz una navaja, con toda su dimensión simbólica. La misma que aparecerá al final en las manos de Paula, con la cual, antes de partir, se cortará el pelo. Luego la cámara realiza un primer plano del rostro de Antenor que se ha despertado de una pesadilla. Recuerda la muerte de un hombre que lo sigue atormentando. El recuerdo tiene su continuidad en la escena en donde otro hombre le da cuatro estacas (una para cada punto cardinal). El galope posterior del joven Antenor y las estacas adquieren su máxima significación cuando Antenor clava la cuarta estaca, seguida de un sonido que retumba como un trueno. La sobreimpresión del título del film PATRÓN, y el pasaje del uso del color al blanco y negro, son una síntesis contundente de la problemática que nos ocupa. Esta secuencia, que funciona como prólogo, en realidad un microifilm en sí mismo, es un rito de iniciación –que nos conecta con el pasado histórico de la Argentina, comentado anteriormente- a partir del cual este joven empezará a ser el señor, el dueño y amo de las tierras que en una sola noche “se ganó”.

También podríamos establecer una conexión, una continuidad entre la figura patriarcal de Antenor, patrón de estancia, con ciertos personajes siniestros de los regímenes dictatoriales del país.

La otra inclusión interesante que hace Rocca, es la creación de un “triángulo femenino” que acentúa la posesión-objeto patriarcal del protagonista: la viuda y amante, como contrapartida de Paula (sólo un vientre que le dará un heredero). Y Delia (Leonor Manso), la mujer silenciosa. Alguien que siempre se sintió ignorada. Delia, la mujer que el patrón eligió sólo para ocuparse de la cocina.

Otra secuencia emblemática es la que muestra la vuelta a la casa, después de la “fiesta” de casamiento. Su significación se completará al final del film. Paula pregunta dónde queda el mar. Su padre le contó una vez que alambrando el campo del patrón, había llegado al borde: “Es como el campo pero de agua”. Antenor le agrega, “el mar anda donde sale el sol”.

En el final del cuento, Paula arroja la llave de la casa al aljibe, en el film la tira al fuego. En ese preciso momento se cambia del blanco y negro, y se vuelve al color del principio. La tragedia queda así enmarcada por la historia del Patrón, y la historia de Paula, que nunca pudieron ni podrán unirse.

Comenta el propio director: “El blanco y negro nos permitía estilizar la imagen, sintetizarla al máximo. Sabíamos que el sonido, la dirección de arte y la fotografía eran claves”.

La utilización del blanco y negro, de la iluminación, del claroscuro a la manera expresionista, es más que pertinente, ya que remarca el contraste de los personajes. Recordemos, que dicha estética fue y es utilizada principalmente, para representar los sistemas opresivos y totalitarios. Según Goethe, este tipo de iluminación “es con seguridad una violencia, y podéis decir que está contra la naturaleza”.

El film parecería estar planteando que la fusión, “la horizontalidad”, no es posible dentro de la verticalidad jerárquica del patriarcado. No hay convivencia democrática cuando la opresión, la crueldad y las desigualdades sociales son la base de una sociedad: “Sin querer, las palabras fueron ambiguas; pero nadie dudaba de que, en toda La Cabriada, su voluntad quería decir siempre lo mismo. Y ahora quería decir que Paula, la hija de un puestero de la estancia vieja –muerto, achicharrado en los corrales por salvar la novillada cuando el incendio aquel del 30- podía ser la mujer del hombre más rico del partido, porque, un rato antes, él había entrado al rancho y había dicho: -Quiero casarme con su nieta-…
¿Cuántos años tiene la muchacha?
-Diecisiete, o dieciséis”

Conclusión

No hay superación dialéctica en esta historia, sino tragedia. El destino es irrevocable para el amo Antenor, ahora devenido esclavo. Su poder se transformó en postración, y en la incapacidad de hablar. Nunca más podrá emitir una orden. Ni “enseñar” a ser patrón a su hijo. Paula, tampoco podrá escapar a su destino trágico, de esclava se transformará en amo, en patrona. Pero utilizará el poder, no buscado, para deshacerse de todos los que la rodeaban. No hay culpa, ni piedad. Sí venganza y castigo. Paula, víctima del patriarcado, no puede superar su dolor, la soledad y el abandono. De ahí su desequilibrio y locura final. Ella se va hacia el mar -donde la abandona la cámara-, con el pelo corto como un varón. Es “otra” Paula, con la mirada perdida y completamente sola. Es como si se la tragara el mar.

Antes, como una Medea de la mitología griega tomada por la hybris, el descontrol y el des-madre, abandonó y condenó al niño. El hijo, víctima inocente que nació para morir en brazos de su padre, el Patrón. *

PD: A modo de sugerencia, interesante sería hacer la comparación, por oposición, en cuanto a la problemática del patriarcado, con el clásico film de Paolo y Vittorio Taviani, Padre Padrone (1977), sobre la novela homónima de Gavino Ledda, protagonista junto a Omero Antonutti del film: una fuerte crítica a la sociedad patriarcal de Cerdeña de los años 50. Donde un pastor sardo arranca a su hijo de la escuela para que se ocupe de cuidar el rebaño de la familia. Aislado en las montañas, el niño crece analfabeto y tosco. Ya en la juventud asiste a un colegio militar, se socializa y aprende a leer y escribir. Al final, desafiando a su padre-patrón, deja la carrera militar para ir a la universidad y recibirse de lingüista. Y vuelve al pueblo a enseñar. En este caso, y salvando las obvias diferencias en cuanto a la situación, el contexto histórico- social, y gracias a la educación, hay superación dialéctica del conflicto. No hay tragedia. Pero esa, esa es otra historia,

 
(*) El 2 de Mayo de 2017 fallecía a los 82 años el gran escritor Abelardo Castillo. Vaya a modo de recordatorio el siguiente texto.

 

 
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Bibliografía
 
Amado Ana. Domínguez Nora (Compiladoras), Lazos de familia. Ed. Paidós. Bs.As. 2004.
Castillo Abelardo, Cuentos crueles, EMECE, Bs.As., 1992.
Eisner Lotte, La Pantalla Demoníaca, Ed. Cátedra. Madrid, 1988.
Hazaki César (Compilador), La crisis del Patriarcado, Ed. Topia, Bs.As., 2012.
Peña Fernando M., Cien años de Cine Argentino. Ed. Biblos, Bs. As., 2012.
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