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Sociedad

Población de riesgo

Por Jorge Besso

jorgebesso@yahoo.com.ar

Psicólogo. Dr. en Psicología. Universidad Nacional de Rosario (UNR)  


La especie humana tan frágil como poderosa consiste y constituye una población de riesgo. En un doble sentido, para sí misma y para los otros. Una parte de ese doble riesgo ya lo conocía y lo advertía el propio Heráclito cuando sentenció que el mayor riesgo para el ser humano es él mismo, el propio humano. Podríamos entender la sentencia heracliteana aplicable al humano en modo especie o a los humanos en su formato individual.

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Para el imaginario colectivo siempre hubo otros habitantes en el cosmos aparte de nosotros mismos, los inefables humanos. Las noticias que nos llegan de dicho cosmos parecen confirmar aquella impresión, algo tradicionalmente impensable para el rancio narcisismo humano. En definitiva, es bien posible que no seamos el único planeta habitado en medio de tantos universos con lo que aumenta el riesgo de ser probablemente una de las peores especies del todo cósmico (si hay un todo) ante el hecho maldito de estar transformando nuestro planeta en una tierra cada vez menos habitable.

Para los tiempos del primer siglo XX los extraterrestres eran todos de Marte por tanto marcianos. Cualquier espécimen más o menos raro era un “marciano”. Al mismo tiempo -en algunos ambientes, de un modo casi afectivo con cierta pigmentación irónica- un marxista era un marciano tal vez por ser en definitiva una rara avis o bien un extraterrestre con el aberrante propósito de venir a desterrar nuestra idiosincrasia derecha y cristiana. Al respecto, una certeza epistemológica se adueñó de Posadas, dirigente comunista-trotskista, un marciano por partida doble. Sintiéndose dueño de la esencia marxista, Posadas proclamaba sin demasiado pudor la posibilidad de que una guerra nuclear termine con muchas cosas entre las cuales podría estar el sistema capitalista, lo cual daría paso a la instauración del comunismo. Por lo demás, ante la hipótesis de una invasión extraterrestre según Posadas correspondía alegrarse en tanto y en cuanto si nos invadían eran con toda evidencia  una civilización superior a la nuestra. En suma, estaban en una fase superadora del sistema capitalista, en tal caso una especie comunista tal cual la previsión del razonamiento marxista, apuntando al progreso indetenible de la especie humana, arrasando con el estancamiento capitalista.

Esto que lleva a muchas preguntas: ¿El progreso es un sinónimo de evolución? ¿Lo es a pesar de los daños principales o los llamados daños colaterales inherentes a todo avance? ¿El objetivo del progreso es un absoluto por tanto un indiscutible a pesar de todo? Semejante problema exige delimitar un contexto donde reflexionar sobre la actualidad pandémica y el futuro de las diversas sociedades del planeta con una exigencia insoslayable. A saber, la especie humana tan frágil como poderosa consiste y constituye una población de riesgo. En un doble sentido, para sí misma y para los otros. Una parte de ese doble riesgo ya lo conocía y lo advertía el propio Heráclito cuando sentenció que el mayor riesgo para el ser humano es él mismo, el propio humano. (1) Podríamos entender la sentencia heraclitanea aplicable al humano en modo especie o a los humanos en su formato individual.

El año 2020 pertenece al tipo de año bisagra o bien es el cierre de la segunda década del siglo XXI o la apertura de la tercera. Polémica tan inútil como insolucionable. Con una singularidad absoluta respecto de otros años puentes: se trata de un año que nos “robaron” y, si bien existen (bien que mal) instancias practicantes de la defensa del consumidor. no se vislumbran oficinas de defensa del existente. Del existente en tanto tal, es decir el bicho loco de todo tiempo y espacio en las innumerables configuraciones histórico-sociales al decir de Castoriadis. Si en la canción de Sabina se robaron el mes de abril, en fechas aproximadas entre marzo-abril del 2020 y marzo abril del 2021 se evaporan un invierno una primavera un verano y un otoño según la secuencia meteorológica de estas latitudes. Esto a partir de las declaraciones de Hugo Sigman –nuestro enlace con la vacuna de Oxford- anunciando la tan esperada esperanza más o menos para esas fechas. (Hay pronósticos-anuncios más alentadores)

Se trata de una evaporación planetaria con diferencias espacio temporales en definitiva independiente de los distintos gobiernos planetarios. Una gripe a-sintomática en bastantes ocasiones, por tanto una gripe silenciosa, in extremis afásica. Sin embargo, con la capacidad de contagio intacta. Por otro lado, en la vertiente sintomática del covid se constata la presencia de fiebre o su ausencia, otro tanto para el dolor de garganta o el dolor de cabeza, los dolores corporales tan típicos de la gripe o la pérdida específica del gusto o el olfato. En suma todos signos del corona pero también de cualquier gripe o corona estándar. Los recuentos y las correspondientes estadísticas no aportan ni demasiada ni mucha tranquilidad. Se nos dice que hay una población de riesgo conformada por los viejos o aquellos con patologías previas. Si Ud. forma parte de las dos poblaciones puede que padezca una muerte a-sintomática en cuyo caso ni usted ni los otros lo saben. Eso sí: al no entrar su muerte a-sintomática en las estadísticas Ud. en verdad no está muerto por lo cual puede seguir circulando hasta que se haga invisible del todo. Lo cierto es que ni siquiera pueden estar seguros los que ya han padecido el corona en tanto ya se registran casos de reincidentes o sea los enfermos que no fueron capaces de aprovechar la oportunidad para ser inmunes.

El cuadro no puede ser más preocupante. Dos frases se trillaron en estos meses pandémicos: “el enemigo invisible” y el “no se sabe” una respuesta respecto de casi todas las vicisitudes del maldito virus. Lo del invisible era la preferida de los primeros tiempos más precisamente aquellos primeros días en que no sabíamos que en realidad eran los primeros tiempos de un invisible fuera de agenda. En realidad, lo de invisible no aporta demasiado saber  ya que si algo caracteriza a los implacables virus es su condición de no visibles salvo en modo laboratorio, pero ahí circulan sólo algunos de los nuevos héroes de estos tiempos. En cuanto al “no se sabe” se aplica o corresponde más o menos a todas las preguntas disparadas a partir del virus corona: origen, número de cepas, fortaleza, tiempo de elaboración y distribución de la vacuna y demás preguntas posibles e imposibles.

Como se sabe, no saber lo que va a pasar está en el ADN de la existencia humana con la debida aclaración de que las investigaciones sobre el ADN, más allá de su gran importancia, tampoco iluminarán el futuro antes de tiempo por la muy sencilla razón de que el inquietante futuro aún no está escrito. Sólo es perceptible en Acto. En ese punto la controvertida percepción humana se encuentra con uno de los mayores problemas: la remanida percepción de la realidad. La experiencia clínica y la experiencia a secas testimonian que todo el mundo en todos los mundos tienen la certeza de ver la realidad sin que la frágil conciencia humana les advierta de las alteraciones de la realidad producto de la híper complejidad de la percepción de cada cual. La dolorosa e invalorable experiencia de la pandemia aún en curso ofrece un ejemplo y quizás una oportunidad para la capacidad de reflexión humana en hacer experiencia por parte de una especie tan propensa a tropezar con la misma piedra. Si no se la percibe no se la ve.

Conspiranoicos

Aunque muchas veces no lo parezca, estos raros bichos también son humanos. El neologismo condensa dos palabras, conspiración y paranoia. Aunque la paranoia con sus densos paranoicos en verdad siempre nadan en las aguas de la conspiración. La paranoia se extrema  en el exceso de sentido. Conviene no olvidar (fundamentalmente para que la percepción humana no se estanque en la patología naif del optimismo) una evidencia: los torturadores, los dictadores, los asesinos en general, los femicidas, los violadores varios y demás seres monstruosos (muy abundantes) forman parte del amplio y variado conjunto de los humanos. También forman parte de nuestra especie ciertos especímenes, aparentemente nuevos, reunidos por la impactante palabreja -conspiranoicos-  circulando por el mundo desde hace algún tiempo. Dos tipos clásicos de estos aberrantes son los negacionistas y los terraplanarios. Transitan circuitos distintos y en cierto sentido épocas diferentes pero tienen en común una esencia muy importante: la negación. En verdad, no se trata de la negación freudiana que en la fineza del vienés apenas oculta una afirmación nítida. Tampoco es una negación equiparable o incluible en la fenomenología de la forclusión lacaniana, aunque sea cierto que constituyen un rechazo rotundo de la realidad y de lo que caiga. Este extremo de la negación y esta negación extrema destilan literalidad. Los negacionistas son seres literales. Para ellos no hay grises por lo tanto la cuestión o las cuestiones son o blancas o negras. En rigor, para ellos sólo hay blancas. Es el caso de los negacionistas, primarios seres fascinados a la vez estupidizados por la pureza blanca en general aunque aria en particular. Niegan la existencia misma del holocausto nazi. Con bastante difusión y desarrollo en Europa -fundamentalmente en Alemania y Austria- donde el negacionismo está tipificado como un delito en sus dos dimensiones. Un negacionismo absoluto denunciando que el holocausto no existió y uno relativo señalando que la matanza de judíos + otras víctimas sólo alcanzó una cifra menor a lo dicho, a lo sumo un diez por ciento de los seis millones. Es decir, se habrían asesinado apenas unos 600.000.

Hay también la versión local del negacionismo con sus afiebrados negacionistas en la ocasión al servicio de negar el terrorismo de estado. En la menor de sus hipótesis para relativizarlo con la teoría de los dos demonios y, si bien en estos tiempos contamos con dos Papas, el Demonio instalado en el Estado terrorista es uno solo. En cuanto a los terraplanistas, muestran su entusiasmo con una causa Anti, quizás habría que decir Anti Cosmos pues su prédica consiste básicamente en sostener que la Tierra es plana. Bien podrían completar su certeza volviendo a anunciar que en realidad es el sol quien gira alrededor de la Tierra; en tal caso un planeta no sólo plano sino absolutamente quieto, totalmente acorde a su milenaria esencia conservadora. La versión más actual  de estos extremos  delirantes son los anti cuarentena manifestando por todo el planeta según los lugares, las circunstancias y los diferentes estilos y contextos. En algunas oportunidades, mezclados con los conspiranoicos más la extrema derecha. Dentro de las vicisitudes locales de los anti cuarentena, destacan los quemadores de barbijos reunidos en el obelisco porteño para el ritual de los barbijos chamuscados. Convocando a una fogosa protesta, a la vez purificadora, por parte de verdaderos negacionistas de la tríada tan olvidada como temida: libertad, solidaridad, igualdad. Pueden berrear libertad, pero nunca clamar por los otros dos valores supremos.

Lo cierto es que la pandemia es un fenómeno devastador e inesperado que trastoca la vida, la muerte, la política, la economía, el espacio y el tiempo de las sociedades, de los individuos, de las instituciones, y demás. Todo en una dimensión desconocida hasta el momento. Todavía no es posible conocer el listado de daños definitivos que dejan la pandemia y la cuarentena. Es decir, la cuarentena y la no cuarentena más las variaciones en ambas. Tampoco es posible saber las enseñanzas que tal vez deje esta pesadilla. Y menos aún si la especie a la que pertenecemos podrá aprovechar la oportunidad que la gravedad de la crisis actual nos ofrece de aprender de dichas enseñanzas.

Percepciones 

El Covid 19 ha puesto sobre el tapete de la reflexión muchas cuestiones que tal vez ayuden a dilucidar si estamos frente a un Antes y Después o todo seguirá igual; es decir. si el homo sapiens seguirá como si nada haciendo comparaciones estadísticas con porcentajes que muestran que ni son tanto los contagiados ni tanto los muertos. La crisis pandémica muestra la híper complejidad de la percepción humana no comprendida por la psicología y bastante desatendida por el psicoanálisis posfreudiano.

La primera noticia sobre el Covid 19 fue el 31 de diciembre de 2019. No sabemos la fecha de nacimiento del virus, ni si es creado o auto creado; en cualquier caso, no hay forma de festejar un cumpleaños que jamás festejaríamos. No conozco las vicisitudes de su vida biológica pero de su existencia social no caben dudas, es una de las grandes novedades de lo que va del siglo XXI. Es posible que ningún ser biológico de los visibles y de los invisibles haya alcanzado una dimensión político-social como el sars-cov-2. Es el hijo destacado de la familia corona, hasta el momento victorioso ante la ciencia y las políticas. En los comienzos de la pandemia, era impensado un septiembre con el maldito bicho gozando de buena salud más un futuro inmediato sin poder matarlo ni acorralarlo. A las híper complejas relaciones entre la naturaleza y la cultura se agregó este ser implacable desalojando a la humanidad de una normalidad bastante relativa (percibida como absoluta) y expulsándola a un laberinto del que, por el momento, no puede salir. Oscilando entre avances y retrocesos, la humanidad vislumbra una sola luz al final del túnel llamada vacuna de la cual esperamos tenga un parto prematuro, en lo posible sin muchas consecuencias negativas

Ahora bien, el covid 19 ha puesto en juego la cuestión de la percepción humana respecto de la cual decir que no es objetiva no es muy novedoso, hasta quizás es decir demasiado, sobre todo cuando también puede serlo. Por lo demás, decir que es subjetiva es como darle un valor absoluto a la sentencia tan conocida advirtiendo que las cosas son según el cristal con que se las mira. Tomando de frente esta cuestión, Freud encontró en su aparato psíquico un problema quizás obvio y al mismo tiempo inesperado; ¿cómo se percibe la realidad?  Para nuestra lengua, la realidad tiene tres dimensiones: una con la existencia real de algo, otra con la verdad y otra con lo que es efectivo, no ilusorio. ¿Cómo encaja el psicoanálisis en esta instancia tridimensional de la realidad? Pero más aún ¿cómo se las arregla la especie humana, por tanto el espécimen de cualquier versión y época, para transitar todos los días y todas la noches? ¿Cómo hace dicho espécimen para que el espejo de cada mañana no le presente un extraño?

En 1911 Freud formuló su célebre y enigmático Principio de Realidad (2) que viene a tramar la vida junto a su coequiper el gran Principio del Placer. Por su parte, André Green promueve una localización de la realidad al decir que “la realidad es lo más exterior de lo interior y lo más inmediato de lo exterior” (3). Señala también una decisiva limitación del juicio de realidad al alertar que dicho juicio no se transmite de sujeto a sujeto (4). Semejante señalamiento por parte de Green explicaría la dificultad o la imposibilidad de transmisión de la realidad (a veces llamada experiencia) de padres a hijos o de una generación a otra. El caso es que dicho principio o juicio de realidad viene a ser algo así como un capital intransferible.

Así las cosas, la cuestión del estatus de la realidad para el ser humano y los humanos, en tanto tales, es una problemática de alta dificultad diaria. Para ello, el psicoanálisis acuñó el concepto de “realidad psíquica”, una referencia a una forma de existencia del sujeto distinta de la realidad material. La tensión entre realidad psíquica y realidad material instala al sujeto en un “entre dos” inerradicable en la existencia formando parte de lo que Freud llamaba psicopatología de la vida cotidiana, una suerte de patología generalizada elevada a una potencia incalculable por la pandemia que envía al año 2020 a la papelera de reciclaje con la notable diferencia de que no tenemos un ícono para poder rescatarlo. Todo lo cual confirma, por si hacía falta, la bipolaridad ancestral del homo sapiens, atrapado en un laberinto del cual necesita rescatarse entre el poder y la fragilidad de una especie que supo para bien o para mal quedarse sola en el planeta respecto de las 5 ó 6 especies humanas con las cuales coincidimos hace 50.000 años o más. La soledad de esta especie tan rara con sus miles años de historia persiste mientras el viejo Sapiens en sus infinitas versiones sigue soportando la grieta entre el Poder y la Fragilidad en una lucha despiadada que el covid 19 ha actualizado una vez más.  

La clase política

Un viejo aserto reformulado dice: Los hombres hacen a la sociedad que hace a los hombres…que hacen a la sociedad. Se puede invertir el orden al modo de un quiasmo y decir: La sociedad hace a los hombres que hacen a la sociedad…que hace a los hombres. Tanto como decir que la llamada clase política hace a la sociedad… que hace a la clase política…que hace a la sociedad. Sociedad y clase política constituyen síntomas recíprocos, conformando una especie de síndrome de la baja conciencia social, acorde a la privatización de los individuos al decir de Castoriadis. Las sociedades contemporáneas están agrietadas. La palabra grieta se popularizó hace unos años aunque de ninguna manera es una novedad sociológica. Las sociedades no son armónicas y una armonía generalizada sería de temer. La Argentina obviamente no es una excepción pues nuestras grietas no son ni siquiera disimulables. Para muchos, como mínimo está entre los peores países del mundo, aunque todavía se escuchan voces en sentido contrario como aquellas pregonando que en ningún país del mundo se come como aquí. Polaridades de la percepción humana siempre atraída por los extremos. Notables ejemplos se pueden constatar en los comienzos optimistas de la generación del 80. Ernesto Quesada, en la Nueva Revista de Buenos Aires (1882), destilaba argentinocentrismo al sostener que “la atención de los hombres pensadores del mundo entero está fija aquí, porque aquí se elaboran actualmente los destinos futuros de la humanidad”. Para no ser menos, Florentino Ameghino proclamaba en la misma época, sin mucho pudor, que Darwin bien podría considerarse “uno de nuestros sabios ya que fue aquí donde recogió los materiales de su teoría y donde tuvo su primera idea”. (5)

Inconclusiones

Las cuarentenas van y vienen, la pandemia sigue. El implacable virus  llegó en el último día del 2019, se apropió del 2020 y será, según pronósticos, por lo menos un co-determinante de las realidades del 2021. Sin poder volver a la vieja normalidad ni menos aún vislumbrar la nueva. Sin saber cómo serán los saludos de fin de año, con o sin los abrazos del año nuevo. Sin saber, en definitiva, si nos recibirá un año nuevo o seguiremos hasta ese momento preguntándonos qué pasó y que nos pasó. Con razón se nos exhorta a que sigamos con los cuidados mientras las espigas del covid sigan entrando por las puertas de los innumerables descuidos aun en medio de los cuidados. Al igual que en cada crisis, también se ha dicho y se dice que la pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de los humanos. Lo sabemos tanto como lo olvidamos por aquello de que no es lo mismo saber que darse cuenta.

Por lo demás, la incertidumbre sigue…En algún momento, tal vez no tan lejano, dejaremos de ser población de riesgo con relación al covid19. Aun así, la percepción humana no podrá disipar la incertidumbre esencial de y en la existencia humana siempre pendiente de un equilibrio inestable entre las vicisitudes internas y externas de la vida de cada cual. Lo que recuerda la notable intuición de Epicuro en su aproximación al tan mentado y transitado equilibrio. Su reflexión lo llevó a concebir el placer como un límite, un estado que no admite ni de más ni de menos. Dirá que es como “el sentimiento de bienestar que experimenta un hombre que no tiene sed ni bebe” (6). Entre la sed, fisiológica en su origen, y la satisfacción de esa sed hay un salto que va de la naturaleza a la cultura. No es igual el agua para calmar la sed que la “birra” para “apagar” la sed donde empuja el fuego pulsional.

Desde los tiempos en los que el humano estaba indefenso y a merced de la Naturaleza a los actuales, con espectaculares progresos pero con la persistencia de evoluciones sin confirmar, siguen vigentes las reflexiones freudianas sobre el malestar humano en su existencia siempre tensa entre la Naturaleza y la Cultura. De forma tal que las tres fuentes de nuestro penar de las que hablaba Freud, a pesar de los cambios siguen vigentes: “la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el estado y la sociedad.” (7). También resultan ser las tres fuentes de la ineliminable incertidumbre, esa suerte de virus en la base de tantas angustias de la existencia social de los humanos. Al mismo tiempo, dichas fuentes son las bases de un doble proyecto de trasformación interminable: de la sociedad y del propio sujeto.

Notas

  1. Presocráticos: Cap. “Heráclito”. Edit. Losada.
  2. Sigmund Freud: “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico.
  3. El inconsciente y la ciencia: André Green, “El desconocimiento del inconsciente”
  4. André Green: “La metapsicología revisitada”. Eudeba.
  5. Oscar Terán: “Positivismo y Nación en la Argentina” – Introducción.
  6. Historia de la Filosofía: “Filosofías Helenísticas”. Pierre Aubenque.
  7. Sigmund Freud: “El Malestar en la Cultura”. Amorrortu.

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