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Clínica

Triste está Eros

Por  Franco Bifo Berardi

franberardi@gmail.com


En las tres décadas pasadas, la explosión psicótica del Inconsciente provocada por la gran aceleración, ha puesto en peligro al campo erótico. Pero ahora, en el despertar de las pandemias, se nos empuja a un más allá de ese límite ya que se está dibujando una nueva constelación de la sensibilidad: ¿qué podemos vislumbrar más allá del umbral? ¿un rebajamiento de la intensidad del deseo o un desplazamiento creativo de la fuerza pulsional?


Cuando Sigmund Freud murió, Auden le dedicó un poema. que oscila entre un sentido de sabiduría  resignada y la percepción de una inminente tragedia. Estamos en 1939, está comenzando la Segunda Guerra Mundial y el poeta tiene plena conciencia de sus implicaciones apocalípticas.

Freud es el exiliado judío que muere en Londres en el momento preciso en que Europa se hunde en el más aterrorizante de los abismos, y el poeta lo describe como alguien que ha iluminado el sendero de la humanidad justo cuando ésta se encuentra al borde de una catástrofe.

Only Hate was happy, hoping to augment

his practice now, and his dingy clientele

     who think they can be cured by killing

   and covering the garden with ashes.”

.

“Sólo se alegró el Odio, esperando aumentar

su tarea, y su sórdida clientela

        que cree curarse asesinando

      y cubriendo de cenizas los jardines.”

Los predicadores del odio reciben con alegría el fallecimiento de Freud porque el Psicoanálisis está encaminado a tratar el dolor que genera odio, partiendo de la elaboración linguística de los contenidos negados del funcionamiento mental.

Cuando habla de sórdida clientela, el poeta se refiere claramente a los regímenes fascistas que,  en esos años, estaban devastando Europa: son aquellos que creen curarse asesinando. Esa sórdida clientela no desapareció después del desmoronamiento del Fascismo; por el contrario, ha resucitado y ahora la vemos desparramándose por todos lados, ambicionando tomar en sus manos el destino del mundo.

Precisamente porque el dolor psíquico no ha estado nunca tan difundido como lo está hoy es que el nacionalismo y el racismo han crecido de modo tan invasivo como para estar tomando ahora las riendas del falso faro de la democracia, EEUU de América. La relación entre dolor psíquico, locura, demencia es clara en ese país en el que 67.000 personas murieron en 2018 por sobredosis de medicinas opioides y (según el New Statesman) donde cada día un promedio de 500 personas son baleadas y (según https://www.bradyunited.org/key-statistics) en el que diariamente matan, con armas de fuego, a 103.

Auden, en este texto, sugiere que el poder le teme al Psicoanálisis porque éste apunta esencialmente a liberar a los individuos del conformismo y la sujeción.

“One rational voice is dumb. Over his grave

the household of Impulse mourns one dearly loved:

     sad is Eros, builder of cities,

   and weeping anarchic Aphrodite.”

.

“Una voz racional calla. En su tumba                                                                     

llora de amor el hogar de la Pulsión:

         triste está Eros, constructor de ciudades:

     y llorando la anárquica Afrodita.”

Desde este texto surge una pregunta: ¿cómo puede actuar el Psicoanálisis, más allá de su función terapéutica, sobre el proceso de subjetivación consciente? ¿Cuál es la contribución del Psicoanálisis a la evolución mental colectiva en situaciones apocalípticas, como la que  Auden describe y  como la que atravesamos hoy en día?

Para encontrar una respuesta a esta pregunta ahondaré en el tema de la sublimación, palabra que Freud presenta brevemente en sus escritos pero que, si no me equivoco, no ha sido investigada en sus implicaciones filosóficas. Trataré de repensar el concepto dentro del contexto de la pandemia, el cual en mi opinion está delineando un futuro de catástrofe irreversible en el ambiente humano ya que no hay decisión política que pueda frenar la expansion de un virus cuyos efectos parecen estar poniendo en riesgo la posibilidad misma de la proximidad física.

Así como esta situación está enfatizando la impotencia de la politica, simultáneamente está destacando la función del Psicoanálisis, si lo pensamos no sólo como una terapéutica individual sino como una conformación consciente de las esperanzas sociales y del ritmo mismo de la respiración colectiva.

Malestar en la sublimación

Freud habla de sublimación en muchas páginas de su obra:

”Llamo sublimación a la facultad de intercambiar la meta sexual original con otra, ya no sexual sino psicológicamente equivalente a la anterior” escribe Freud en Tres ensayos de Teoría sexual.  

En términos de economía afectiva el concepto de sublimación explica la dinámica que conduce hacia actividades que no tienen ninguna relación directa con el sexo pero que tienen la capacidad de absorber y catalizar la energía sexual: el arte, la poesía, la filosofía, la vida espiritual, la elección moral, la investigación científica y, hablando en sentido amplio, el proceso todo de la cultura.

Estas actividades extraen su energía de una transformación, una traducción del deseo sexual hacia metas que no son directamente sexuales.  La sublimación, en Freud, juega un papel protector frente  a la angustia: en la medida en que la cultura implica la negación de una gran parte de nuestra imaginación sexual, dice Freud en Malestar en la cultura; la energía que proviene de esa pulsión original tiene que ser desviada e invertida en una dirección diferente a la del placer erótico y la descarga corporal de la tension.

La postergación y el desplazamiento del deseo sexual no se realiza sin pagar un precio a nivel psicológico: la patología neurótica es el precio de la cultura. La sublimación, en aquel contexto, funcionaba como protección frente a la angustia ya que las energías que se reprimían podían ser invertidas en una dirección diferente a la de la satisfacción libidinal. ¿Es esto aún verdadero? ¿Aún está o no operando el proceso que Freud llamó sublimación? Si es así, ¿cómo opera hoy?

En el desplazamiento sublimatorio de las energías están implicados tres niveles: el primer nivel es el rechazo (Verdrangung), el segundo es el desplazamiento libidinal, el tercero es la sublimación como creación lingûìstica. Pero este desplazamiento no se opera sin contratiempos, no es una serena transferencia de energías de un nivel al otro. Puede tener un efecto represivo cuya consecuencia emerja como patología neurótica. De hecho, algunos pensadores antiautoritarios, que reflexionan acerca del Psicoanálisis (Reich y Fromm, Marcuse y Guattari entre otros) reaccionan con cierta sospecha a la noción de “sublimación” porque  ésta puede ser vista como un modo de reprimir o de posponer el deseo al derivarlo hacia metas menos inmediatas y egoístas. De hecho, las energías sublimadas pueden acumularse hasta el punto de transformarse en agresividad, de empujar a la gente hacia formas de exaltación espiritual o religiosa.

Así que el tema es cómo la remoción-desplazamiento puede resultar en una sublimación creativa en lugar de convertirse en represion patogénica,

La sublimación puede considerarse como un subrrogado, un Ersatz, pero puede también considerarse como un nuevo cableado del deseo conscientemente compartido,  una elaboración cultural del deseo en un nuevo nivel.

La aceleración neoliberal y la cultura del “Házlo ya” que le corresponde, ha empobrecido nuestra capacidad para sublimar. Se ha incitado a la gente a consumir más y más, a extraer un placer rápido de experiencias establecidas y a disfrutar el máximo posible tan de prisa como sea posible. Pura descarga pulsional sin elaboración emocional. En tal circunstancia, la capacidad de sublimar desaparece y las condiciones de represión persistente -que la cultura de “Házlo ya” no borra  -y que se intensifican enormemente por el confinamiento y la fobia que provoca la pandemia- generarán agresividad, violencia, fascismo.

No sé qué sendero tomará el proceso de la sublimación en la psicoesfera que se está desplegando, pero desde este umbral puedo ver diferentes evoluciones posibles: una huída de los espacios metropolitanos sobrepoblados; una posible evolución es la creación de zonas autónomas autoprotegidas y autosuficientes.  La otra posibilidad sería una guerra extendida en el nivel civil, internacional,  urbano y  sexual.

La sublimación ha adquirido una nueva dimensión desde que la tecnología virtual y la mutación conectiva provocaron la esterilización del contacto y reemplazaron el tacto con fantasmagorías. Pero la distancia social, reforzada por la pandemia, puede profundizar esa dimension y pavimentar el camino hacia una automatización del lenguaje, hacia un congelamiento final de la empatía.

En abril The Guardian publicó un artículo de Ciara Gaffney titulado: ¿En qué se convertirá la vida sexual? ¿Qué será del sexo en los meses de cuarentena, especialmente para la generación más joven de la así llamada generación Z (por Zoom)?:

“Es con una casi naciente nostalgia  que recuerdo el acuñamiento del término ‘recesion sexual’ de la Generación Z: una procupación condescendiente acerca de que nuestros jóvenes  se volverían sexualmente atrofiados, incapaces, o no dispuestos a fornicar a causa de la sobreexposición a los smartphones (teléfonos inteligentes), las redes sociales y la pornografía. Hasta cierto punto, las estadísticas lo confirmaron; entre 1991 y 2017, el número de estudiantes secundarios que tenían sexo disminuyó del 54% al 40%.  Pero oportunamente, llegó una pandemia, se expandió por el mundo entero y despertó, a su paso, un incipiente renacimiento sexual.”

La tesis bizarra del artículo de Ciara Gaffney es que la pandemia está creando las  condiciones para una nueva revolución sexual cuyo núcleo sería el desarrollo de una sensibilidad sin contacto. “— la época color de rosa anterior al coronavirus se avergonzó amargamente ante el envío de desnudos. Se los percibía como torpes, incluso como patéticos. En la era del confinamiento, sin embargo, los señuelos para sedientos (thirst traps) y los desnudos están haciendo no solo un retorno glorioso e irredento sino que ahora son una especie de gestoría envalentonada en el floreciente renacimiento sexual de la Generación Z. (…) Estratificada por la distancia, la Generación Z está atareada por igual en reinventar a qué se puede parecer el sexo en un mundo en cuarentena en el que el sexo físico es frecuentemente imposible. Así como el amor libre destrozó las convenciones de su época, el renacimiento sexual de la Generación Z está haciendo lo mismo con la conexión sexual orgánica.”

Me recuerda a la imaginación cíber sexual que pululaba en los 80 y los 90. Es bastante probable que en un futuro cercano la tecnología de la realidad virtual desarrolle nuevos modos de estimulación a distancia y placer sexual. Pero este no es el punto para Gaffney, quien escribe: “La cuarentena no solo estimula sino que fuerza la exploración sexual, la experimentación con desnudos, los señuelos para sedientos, los encuentros con cámaras y el sexting para el  libertinaje, sin mayores repercusiones en la vida real”.

Señuelos para sedientos significa trampas que te dejan sediento, está bien, ¿pero qué si no hay agua?

La transmission y la recepción de estímulos sensuales en la realidad virtual puede tener una función útil desde el punto de vista demográfico ya que prevendría por fin la procreación, por lo menos por los próximos cien años. Pero no creo que pueda existir un universo de placer sin ningún contacto de epidermis con epidermis, sin ningún guiño irónico (de complicidad) a muy corta distancia, desprovisto del sentido del olfato.

Mientras tanto, en el New York Times, Julie Halpert escribe acerca de la propagación de los ataques de pánico entre los jóvenes americanos, encerrados en el hogar y expuestos a flujos ininterrumpidos de información.

El cambio proxémico, reforzado por la condición pandémica, está cambiando la percepción del cuerpo del otro y esto puede generar tanto un sufrimiento temporario como una alteración permanente de la sensibilidad corporal, pero también nuevas formas de sublimación cultural.

Durante el confinamiento, y también después del mismo, mientras persista el contagio como un peligro inminente, hemos desplazado las relaciones afectivas hacia la esfera virtual. También el cortejo, los intercambios eróticos se han virtualizados con efectos ambigüos.

El desplazamiento de la comunicación erotica desde la dimension de la presencia física a la dimension del lenguaje y las imágenes puede resultar en una sublimación tranquila, pero también en una frustración depresiva.

La intensidad emocional que está despertando la comunicación ausente está creciendo y creciendo en una especie de aspiración hasta llegar al punto de una angustia intolerable.  Estoy deseando violentamente los cuerpos que no puedo tocar, que no puedo oler. El cuerpo se revela en su presencia emocional que, sin embargo, no evoluciona hacia la presencia física, hacia el tacto. Esta situación puede desembocar en angustia depresiva.

Cortesía

“Lo que necesitamos“, dice el autor de Mille Plateaux, ‚‘‘es una nomadología, lo contrario de la historia.“ En su ultimo libro, Guattari dice que la historia contemporánea está más y más  caracterizada por el auge de la reterritorialización identitaria de la subjetividad.

Ha fallado una cierta representación universalista de la subjetividad, basada en el colonialismo occidental, pero -hasta ahora- la escala de este fracaso no ha sido apreciada completamente.  El umbral pandémico nos está obligando a sopesar el efecto de esas energías oscuras que siguen a la desintegración del universalismo ilustrado. La resistencia contra esta desintegración toma formas identitarias que emergen en racismo, nacionalismo, fundamentalismo.

Considerando el tema de la identidad, quiero volver sobre el origen histórico del problema y quiero decir algo acerca del concepto de aristocracia y sobre los significados antinómicos que pueden ser atribuidos a este concepto  Esta palabra (el poder de los mejores) está basada originalmente en el privilegio social que se basa en el pertenecer, la pureza de sangre, la relación directa con el origen (étnico, religioso, nacional, …); pero la palabra aristocracia no está necesariamente ligada a esta definición estrecha.

En los países europeos precapitalistas, al final de la Edad Media, en una época de guerras religiosas, de contaminación étnica, la aristocracia emergió como la representación de la pureza, de lo incontaminado, de la relación directa con el origen y, por lo tanto, con la verdad.

Pero, con el paso del tiempo, la palabra aristocracia adquiere un significado diferente, casi opuesto. Ya no es la  verdad sino el saber el problema de la segunda aristocracia, la aristocracia de la cortesía, la contaminación y el amor.  En Europa esta divergencia ocurrió en los siglos de la “cultura cortese” cuyas fuentes se pueden encontrar en Al Ándalus, en Sicilia, en Cataluña, Provenza y la Toscana, sitios donde la contaminación de las culturas musulmana, cristiana y judía nutríó la revolución moderna de la subjetividad.

En el Seminario VII, en el que habla de la sublimación, Jacques Lacan distingue entre la sexualidad pre moderna, en la cual la pulsión (Trieb) es la prioridad de Eros,  y la sexualidad moderna en la cual el foco de la emoción erótica es el objeto de deseo (la persona amada). El principio aristocrático de devoción al Rey, a la Iglesia, al Papa y a Dios es igualado y recodificado  por un nuevo principio de devoción:  la devoción al amor (fedeltà d’amore).

En El amor en Occidente, Denis de Rougemont identifica esta divergencia en la historia de la novela del  amor cortés par excellence: Tristán, la historia de un noble a quien se le encarga traer de Irlanda a Isolda, la prometida de su Rey, Marco. Durante su viaje, Tristán e Isolda se enamoran, a causa de un filtro mágico que representa lo irresistible de la pasión. La divergencia entre la devoción al Rey y la devoción al amor traerá inenarrables sufrimientos, inenarrables placeres y finalmente la muerte para Tristán e Isolda.

Se subvierte la concepción feudal: en tanto la aristocracia de sangre alaba la clausura y la pureza como el rasgo de la superioridad social y spiritual; la aristocracia cortés valora especialmente la disposición para ser atravesada por el otro, la promiscuidad, como apertura a la contaminación.

La cultura cristiana ha enfatizado la individualidad y la introspección, de modo que, en el ámbito cristiano, el hilo del amor cortés conduce al romanticismo moderno: este hilo es la erotización del saber. La curiosidad por la singularidad es el gatillo del deseo, y el saber acerca de la singularidad es el núcleo del placer erótico.

La revolución filosófica que pavimenta el camino a la cultura humanística está aquí: en la época tradicional-patriarcal, el saber es visto como remontando hacia el origen, como la protección obsesiva de una verdad original expuesta constantemente al riesgo de la dispersion; la feminización cortés anuncia una nueva manera de pensar y de percibir: saber inexacto, dispersion del self, disolución de la identidad, experiencia de lo desconocido.

El alocado vuelo (“folle volo”) del Ulises del Dante está exactamente en este punto de subversion; Renacimiento, revolución científica, la dinámica misma de la modernidad presupone esta subversion de la relación entre saber y alteridad.

¿Que es la cortesía finalmente? Creería que la cortesía es la evolución lingüística del deseo, la elaboración de la pulsión en cortejo. Eso significa que la aristocracia ya no es más la clase de los más puros sino la camarilla de los que pueden entenderse unos con otros incluso sin compartir el mismo linaje: la intención lingüística toma el lugar del origen ontológico. La permeabilidad reemplaza a la integridad.

El concepto de comunidad (Gemeinshaft) está en riesgo aquí, en su oposición a Gesellshaft, la participación negociada en una entidad política supra-comunitaria: el Estado nacional, la sociedad institucionalizada. En nuestra época de desintegración, la idea de comunidad ha retornado, ambiguamente, porque “comunidad” es un concepto tan ambiguo como la palabra aristocracia.

Hay una comunidad nómade basada en compartir conscientemente valores intelectuales y estéticos, una comunidad que se reúne tan abruptamente como se dispersa, una comunidad de personas que permanecen en el mismo sitio sólo mientras el deseo los une. Y hay una comunidad de pertenencia basada en la ilusión de un origen y un territorio comunes. Esta comunidad se alimenta del autoritarismo, el patriarcado y la guerra. El primer tipo de comunidad no protege sus fronteras porque no protege su identidad. Es esencialmente dispersante y aspira a la proliferación. No está basada en la identidad y alimenta una dispersión de las identificaciones socioculturales y étnicas.

Marx dijo que el principal éxito de la lucha proletaria es la abolición del proletariado como clase. Del mismo modo, podemos decir que el éxito de una comunidad nómade es transformarse en otra, disolver su identidad, olvidar los orígenes. De hecho, la comunidad nómade es simultáneamente opcional y  dispersiva. Es opcional porque se basa en la elección y en el deseo y es dispersiva porque apunta a proliferar.

Pero, si los besos se convierten en una amenaza, un fantasma de miedo para el Inconsciente, ¿no ven el peligro de cercenamiento  de la fuente misma de la energía que lleva a la acción, al conocimiento y la aventura?

En las tres décadas pasadas, la explosion psicótica del Inconsciente provocada por la gran aceleración, ha puesto en peligro al campo erótico. La pornografía ha invadido la imaginación erotica, la estimulación visual ha reemplazado al contacto corporal. Pero ahora, en el despertar de las pandemias, se nos empuja a un más allá de ese límite ya que se está dibujando una nueva constelación de la sensibilidad: ¿qué podemos vislumbrar más allá del umbral? ¿un rebajamiento de la intensidad del deseo o un desplazamiento creativo de la fuerza pulsional?

Traducción por María Cristina Oleaga

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