“A propósito de Shakespeare, hablemos de Kurosawa”

Por Héctor José Freire

(A 450 años del nacimiento de William Shakespeare)

Akira es genial, maravilloso. Es el único cineasta, aparte de mí, a quien consiento, con gusto, que se ponga a prueba con Shakespeare; y debo reconocer que, entre nosotros dos, él es el mejor.
Orson Welles

El crisantemo y la espada

Akira Kurosawa nació el 23 de marzo de 1910 (último período de la época Meiji), en el distrito Omori de Tokio. Fue el séptimo hijo de una familia acomodada: su madre provenía de una familia de comerciantes de Osaka, que según el propio Kurosawa, era una típica mujer de la era Meiji, sumisa y dispuesta a sacrificarse por su familia. En cambio, los orígenes de su padre se remontan al siglo XI, y era descendiente de antiguos samuráis. Profesor de gimnasia y artes marciales. Ambas “líneas” confluyen y se sintetizan en la obra del director. Desde el comienzo de su carrera con el film La leyenda del gran judo (1943), hasta el último Madadayo de 1992.

A lo largo de sus 88 años filmó 31 films, entre ellos: Rashomon (1950), Vivir (1952), Los siete samuráis (1954) de éxito internacional, y que con el título Los siete magníficos (1960), John Sturges filmara la popular remake hollywoodense; El trono de sangre (1957), Dodeskaden (1970), Dersu Uzala (1975), Kagemusha (1980), Ran (1985), Sueños (1985), ya forman parte del patrimonio cultural-cinematográfico de la humanidad.Siendo su filmografía una de las más densas, reconocidas y eclécticas de la historia del cine. Sus films supieron conjugar los diferentes géneros, el cine social (Vivir, film emotivo, y a la vez crítico hacia los funcionarios públicos y sus políticas burocráticas, como a la forma en que desperdician el tiempo) ; el thriller (El perro rabioso, 1949) y el policial de marcada referencia occidental (Rashomon, ganadora del León de oro en el Festival de Venecia en 1951, obra emblemática que le haría conocido en el mundo), también el melodrama (Escándalo, 1950) , las tragedias de Shakespeare (Macbeth y Rey Lear), o las de Esquilo (Los siete contra Tebas), las novelas psicológicas de Dostoievski (El idiota de 1951, basado en el texto homónimo del autor ruso), sin olvidar el cine de aventuras y épico arraigado en la cultura tradicional japonesa (Mercenario de 1961, o La fortaleza oculta de 1958) junto a las estructuras del western planteadas por John Ford, por quien Kurosawa nunca ocultó su admiración
.
El 22 de diciembre de 1971, la prensa de Tokio publicó su intento de suicidio. Se había cortado las venas en el cuello y las muñecas. Casualmente lo encuentra una criada, que le salvó la vida.

Su filmografía ostenta el título de ser la más conocida en Occidente. Y constituye el testimonio más certero de los cambios culturales padecidos por la sociedad japonesa en los últimos trescientos años, y especialmente a lo largo de la mitad del siglo XX. Interesado por el género humano y atraído por su sufrimiento. Para la gran mayoría de los cinéfilos occidentales, el cine japonés comenzó con su film Rashomon. Donde la orfandad de los personajes, reunidos bajo una implacable lluvia, semejan a los sobrevivientes de una hecatombe nuclear, que sólo tras Hiroshima y Nagasaki pueden comprenderse en toda la magnitud de su tragedia. Cabe recordar también, que en 1990, a través de su film Sueños, Kurosawa advirtió 21 años antes, el trágico accidente nuclear de la central de Fukushima. Su vocación “profética”, nos re-vela algo del futuro, pero que ya estaba latente en el pasado.

En el año 1990 recibió el definitivo reconocimiento internacional, al recibir el Oscar honorífico por su trayectoria. Akira Kurosawa, murió en Tokio el 6 de septiembre de 1998.

Ran, “un rey Lear japonés”

Tres son las adaptaciones cinematográficas más importantes realizadas sobre esta obra de Shakespeare: King Lear (1971) de Peter Brook, King Lear (1971) de Grigori Kozintsev, y la más impactante e imponente (en cuanto a lo visual) Ran (1985) de Akira Kurosawa. También tenemos la “delirante” versión de Jean Luc Godard, King Lear (1987), y Mil Acres (1997) de Jocelyn Moorhouse, recreación de una tragedia contemporánea norteamericana. Rey Lear, fue la base del western Lanza rota (1954) de Edward Dmytrik, con la actuación inolvidable de Spencer Tracy.

Sin embargo, la visión de Kurosawa del Rey Lear, es la más contundente a nivel estrictamente cinematográfico: imágenes inolvidables, tratamiento del color, fotografía deslumbrante, diseño de vestuario, locaciones increíbles y escenarios naturales: laderas de montañas, amplias planicies volcánicas de la isla de Kyushu, sumado al maquillaje, actuaciones impecables, manejo de la acción a gran escala, cientos de hombres con sus respectivas armas, y caballos desbocados en medio de batallas y castillos incendiados. Y si esto fuera poco, la música compuesta por Toro Takemitsu. Cuyo efecto sonoro amplifica la acción, y produce una progresiva intensificación dramática.

Ran, es una palabra japonesa que significa básicamente desorden o caos. El film como la obra de teatro de Shakespeare es una tragedia sobre el poder, la ambición y la venganza. La estupidez de los hombres por su inclinación a la guerra. También la locura y la vejez, problemáticas que junto a la conciencia culpable, Kurosawa remarca especialmente.

En realidad, Ran no sólo está basada en el texto de Shakespeare, sino también, en una leyenda japonesa: la de un jefe militar del siglo XVI llamado Motonari Mori, y sus tres hijos bondadosos. Kurosawa se plantea cómo sería la historia si estos hijos no fueran virtuosos, sino ambiciosos en forma desmedida. La respuesta, el director la encuentra en la obra de Shakespeare. Las hijas de Lear se convierten en los hijos del militar de 70 años.

Recordemos que King Lear, es una tragedia en cinco actos, en verso y prosa, escrita en 1605-1606, y estrenada en este último año. Y publicada en 1608 con el título de La verdadera crónica de la vida y muerte del Rey Lear y sus tres hijas. Gran Bretaña siglo XII, el rey que envejece, divide su reino entre sus tres hijas (Regan, Goneril y Cordelia).El tema del Rey Lear, es la descomposición y el derrumbamiento de un mundo. Y cómo en toda tragedia griega, el triunfo de la hybris (el des-control, el des-madre, el caos) sobre la fronesis (la autolimitación, la responsabilidad).

El Rey Lear como Ran, empiezan por la división del Estado y la abdicación del monarca, y termina con el advenimiento de un nuevo poder. Entre el prólogo y el epílogo, trascurre una guerra civil. Pero contrariamente a los dramas históricos, el mundo no vuelve a componerse.

Ninguna otra obra de Shakespeare muestra tan vasta gama de creación empática, podríamos decir que nos encontramos ante la humanidad entera. Rey Lear-Ran, en su complejidad, en el juego interno de propósitos, en su “evolución”, es una visión trágica de la humanidad. La obra es un microcosmos de la especie humana. Y como en toda tragedia, no hay superación ni resolución dialéctica. La tensión, enfrentamiento, y el conflicto no se resuelven nunca. Incluso en Ran, el final, el clímax aún es más apocalíptico que en Rey Lear. La secuencia final es inequívoca: a lo lejos, en la cima de la montaña, Tsurumaru (a quien Hidetora mandó arrancar los ojos) pierde la lámina con la imagen de Buda, que su pacífica y religiosa hermana Sué, le había entregado como guía. “Buda cae lentamente al abismo”. Tsurumaru, ciego y sólo anticipa su trágico final, acaso el mismo destino que le espera a la humanidad si sigue enredada en sus devastadoras guerras.

Ran, nos muestra una visión pesimista del ejercicio del poder, una reflexión sobre la crueldad para conquistarlo, y la devastación que provoca mantenerlo, a través de sus “salvajes” estrategias para perpetuarse.
Su capacidad terrorífica y su abominable dominación. En este sentido la estructura del film va de la “estabilidad” expuesta en la primera secuencia, hasta la sangrienta batalla final, y de ahí a la desolación.
La actualidad de este film radicaría en la siguiente aseveración: detrás de cada hombre político que aspira al poder, se esconde en la sombra otro u otra dispuesto a manipularlo.

En Ran, las apariencias son también el lugar común donde el ejercicio del poder (que termina en delirio y locura), se apoya para construir un conjunto de mecanismos “maquiavélicos”, que impregnan todas las relaciones, los comportamientos y las actitudes de los protagonistas, de los que se aprovechan de él y de los que le padecen. Sin las apariencias no sois más que una sombra: es el consejo que da Kaede, la mujer de Taro, primogénito del viejo señor feudal Hidetora (Rey Lear), sobre el que éste ha delegado el poder y la dirección del clan. Lo que no sabe Taro, y lo que no le dice su mujer, es que toda sombra depende del agente que la produce: la luz. Y en la medida en que este sistema se descompensa hacia uno u otro agente, el resultado es la desaparición de la sombra o su exageración que termina en la oscuridad total. En este sentido, en el film también juega un papel importantísimo la idea de que cuando la desterritorialización en cadena finalmente se produce, con el abandono del propio territorio, conduce al desastre, a la locura, a la muerte, al caos. Desde este punto de vista Ran (1985) conformaría una serie con otros dos films del director: Kagemusha, la sombra del guerrero (1980) y Dersu Uzala, el cazador (1975).
Y compartiría, al mismo tiempo otra serie, en cuanto a la adaptación y transposición del mundo estrictamente shakesperiano: Ran: Rey Lear – Trono de sangre: Macbeth – Los canallas duermen en paz: Hamlet.

Kurosawa fue un cineasta muy sensible a Shakespeare, y se muestra particularmente capaz en su versión de Lear, captando lo esencial de la situación, insertándola en el contexto histórico japonés entre los años 1467 y 1582, cuando los diferentes clanes del país se destrozaban entre sí para conservar su poder feudal, remarcando lo universal de la temática y el comportamiento de sus personajes. Con la diferencia de que donde Lear dividía su reino en vida entre sus tres hijas, en Ran son los hijos los supuestos beneficiarios de la decisión ingenua de su padre.

Algunas cuestiones técnico-formales

Kurosawa tardó 10 años en realizar el proyecto Ran. En 1975 comenzó a estudiar la época en la que finalmente iba a ubicar el film, y a preparar los bocetos, los dibujos, y las pinturas sobre el vestuario y los decorados. Y no fue hasta 1983 que el director encontrara un productor que financiara su obra: Serge Silberman, colaborador habitual de los últimos films de Luis Buñuel. Recordemos que su film anterior (Kagemusha) fue posible gracias a la ayuda económica de sus admiradores norteamericanos, los directores George Lucas y Francis Ford Coppola. Ran, terminó siendo uno de los films más caros realizados fuera del circuito hollywoodense. Por ejemplo, se construyó una réplica del castillo medieval, construido totalmente en piedra y madera. Y que luego ardería totalmente. Kurosawa planeó minuciosamente todos los detalles formales, demostrando una vez más, que no sólo era un excelente lector de Shakespeare, sino un exquisito en cuanto a la planificación y la puesta en escena, ya que Ran, no traiciona nunca al espectáculo. Dio especial relevancia al uso del color, haciendo hincapié en el vestuario de época. Atribuyó un color a cada uno de los bandos enfrentados en las distintas batallas, otorgando así una cierta simbología con los caracteres que representaban. La brillante coreografía y el sentido plástico de escenas tanto de masas como intimistas. El uso suave de los travellings laterales, más la profundidad de campo hacen que el drama que se nos narra, adquiera una singular “elegancia trágica”.

Una composición sabiamente orquestada (en su sentido musical), en la que cuenta tanto o más que la historia de Shakespeare que se narra, la puesta en forma de la misma. Ya que en cine, el texto literario es necesario pero no es suficiente. Incluso, es un elemento más, que forma parte de un conjunto heterogéneo mucho más complejo. Por ejemplo el diseño de “encuadres excéntricos”, dominados por una notable asimetría compositiva. El uso de potentes teleobjetivos en numerosas escenas, que le permiten tratar la pantalla como un auténtico lienzo en blanco, sobre la que los desplazamientos de los actores funcionan como pinceladas, trazos como si fueran un gesto caligráfico propio de la pintura tradicional japonesa. En esta manera de hacer cine, Kurosawa reencuentra un pasado y lo reconcilia con el presente, a través de la tecnología moderna puesta al servicio de la tradición.

Otro aspecto técnico-formal, determinante en el resultado estético final, es el uso de varias cámaras. Y que el director japonés utiliza, para neutralizar la tan usada retórica cinematográfica del plano/contraplano. Elaborando así una auténtica poética del espacio. Que al decir de Gilles Deleuze: puede dar lugar al nacimiento de un “espacio-.aliento”, en el que cuenta, más su dimensión conflictual que su característica (vital en el cine clásico occidental) de marco ideal, continuo, capaz de unificar sensiblemente la narración.

Por último, citemos las propias palabras de Kurosawa: No me considero un realista. Me esfuerzo por serlo, pero no lo soy. No consigo nunca ser realista porque soy un sentimental. Me siento vinculado profundamente a las artes plásticas, a la belleza. No puedo mirar fríamente a la realidad.

En cuanto a la obra de Shakespeare, lo trasciende todo: épocas, culturas diferentes, fronteras artísticas y distintas artes. Y esa es una riqueza que alcanzan muy pocos creadores. En este sentido, y volviendo al acápite inicial, tiene razón el gran Orson Welles, al afirmar que Akira es genial, maravilloso. Es el único cineasta, aparte de mí, a quien consiento, con gusto, que se ponga a prueba con Shakespeare; y debo reconocer que, entre nosotros dos, él es el mejor.

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