Análisis en las fronteras (*)

Estos tiempos nos exigen un cambio en el dispositivo clásico del Psicoanálisis, un reordenamiento de la manera en que pensamos nuestra práctica clínica.

 

Carolina Cesari, [email protected]

María Serena Sottile, [email protected]

Marina Terrádez, [email protected]

 

 

 

Estos tiempos nos exigen un cambio en el dispositivo clásico del Psicoanálisis, que incluye la revisión de las nociones teóricas sobre las que nos apoyamos, así como la reorganización de nuestras formas de intervención; en definitiva, un reordenamiento de la manera en que pensamos nuestra práctica clínica. Los nuevos desafíos y la posibilidad de abordarlos analíticamente comprometen íntimamente al analista y su encuadre interno, incluyen sus producciones conjuntamente a las del analizando, generando el marco continente para lo que está y lo que puede advenir en la relación analítica, para la edición de lo que no adquirió contenido representativo en tiempos constitutivos.

¿Cómo se posiciona el analista frente a estos padecimientos?, ¿Cuáles son las dificultades con las que nos encontramos en el encuadre?, ¿Qué particularidades se evidencian en el lazo transferencial?

André Green planteó una nueva configuración sobre lo que se llamaba hasta entonces “el paciente borderline o fronterizo”. Se lo pensaba como en el límite entre la neurosis y la psicosis, y esta conceptualización apuntó a otorgarle una carta de ciudadanía a las organizaciones no neuróticas al describir sus características y mecanismos específicos, más allá de su gran variación sintomatológica, y definir un modo de abordaje clínico diferenciado. La frontera, más que una línea divisoria, se convierte en un vasto territorio.

La lógica de los casos límites, para este autor se encuentra marcada decisivamente por el rol del objeto. Considera que estos pacientes tienen la sensación de haber sido manipulados y explotados por sus imagos parentales. Se imponen la desesperanza, la indiferencia, la vivencia de vacío y el sinsentido. El trabajo de lo negativo es decirse no a sí mismo, atacando los vínculos con el objeto y con el yo. Se trata de un proceso de desinvestidura, lo que Green denomina función desobjetalizante.

Para que alguien se instale en la cadena significante, es necesaria esa alienación fundante que lo va a despojar de su sentido originario. Luego, la función de afánisis le permitirá sustraerse del deseo del Otro, descompletándolo. Cuando esa función falla o fracasa y alguien queda a merced de las demandas constantes de ese Otro, la afánisis reaparece como pérdida de deseo. Siguiendo a Yago Franco, pensamos que esa retrotracción del sujeto a una afánisis de su deseo no es por depresión ni represión sino por haberse perdido o alterado el registro deseante en una suerte de réplica del movimiento originario pero que, en lugar de instituir, eclipsa al sujeto.

¿Qué posibilidades tiene el Psicoanálisis en el trabajo con lo fronterizo? Dice Green:

“Si se consigue analizar la transferencia- que se expresa ´gracias´ a pasajes al acto, episodios somáticos o situaciones locas con los objetos externos- el psiquismo tenderá a organizarse, a temporalizarse, por así decirlo. En tal caso, se verán surgir recuerdos, y se asistirá también a un despliegue de la memoria”. (Green, Urribarri, 2013. P. 31).

Lo fronterizo es una tierra de nadie, una tierra en la que falla el yo, claudica en sus intentos de cohesión, no estamos frente a una organización neurótica típica estabilizada con un síntoma. El discurso que habitan estos pacientes no es del orden de la represión, con su modo de retorno de la verdad típico de ese mecanismo de defensa (síntoma o cualquier formación del inconsciente) sino que se presentan como si no tuvieran síntomas neuróticos o los tuvieran todos (polimorfismo sintomático) y esbozan un discurso más bien renegatorio. El modo de reencuentro con la verdad es por vías accidentales (pasajes al acto, implosiones somáticas) que hacen imposible continuar con la desmentida.

Hay un fracaso en la creación de los productos del espacio transicional, como el sueño y el juego. El objeto transicional de Winnicott es y no es el pecho. El fronterizo de Green, ni-es-ni-no-es, es un rehusamiento a decidir. ¿Está el objeto muerto (perdido) o vivo (descubierto)? ¿Estoy muerto o vivo? Ni-si-ni-no.

Hugo Lerner nos advierte sobre una posible confusión: no es lo mismo un trastorno narcisista que un cuadro fronterizo, aunque este último sea la expresión más rica de lo que se entiende por trastorno narcisista. Estamos frente a una clínica de narcisismos convulsionados, pero eso no significa que todo lo que vemos en los consultorios sean patologías borderline, por lo que sugiere ser muy cuidadosos a la hora de diagnosticar.

Si bien diversos autores han manifestado la incidencia del contexto histórico social en el modo que los sujetos organizan las manifestaciones sintomáticas, Susana Sternbach (2016) sostiene que este indicador, debe tenerse especialmente en cuenta, cuando ciertas problemáticas se presentan de manera más habitual. En este sentido, podemos distinguir la prevalencia de nuevas conformaciones de la subjetividad contemporánea, en las que se complica la diferenciación del yo con el objeto, una búsqueda de soluciones desprovistas de rodeos que implican una descarga inmediata, cierta labilidad identificatoria, desinvestidura del pensamiento y la palabra, entre otros mecanismos, que se engrampan a un modo de lazo temporal, en el que se prescinde de proyectos futuros.

La sesión se sostendrá entonces gracias al encuadre interno del analista y la pluralidad de su funcionamiento durante la sesión: el trabajo psíquico del analista se vuelve un eje conceptual que articula una serie de dimensiones y operaciones heterogéneas.  En aparente contradicción a la nominación que recibe, el encuadre interno no sólo remite a lo intrapsíquico. Es lo que permite la integración de lo intrapsíquico y lo intersubjetivo como una matriz abierta a la singularidad del otro, a su alteridad radical. Es como dice Winnicott sobre la paradoja, no se le pregunta al niño si el pecho está adentro o afuera. El encuadre interno del analista es un concepto transicional, ni adentro ni afuera. ¿Podríamos decir “entre” paciente y analista?

(*) Este texto es el resumen de un artículo publicado en el Libro “Vanguardias: Aportes al Psicoanálisis” Colección Mujeres Psicoanalistas. Ricardo Vergara Ediciones. 2021

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