Autismo. Entrevista a la Psicoanalista María Luján Iuale

Serena Sottile entrevista a María Luján Iuale ,psicoanalista argentina (UBA) Autora del libro: "Detrás del espejo. Perturbaciones y usos del cuerpo en el autismo infantil". Letra Viva (2011)

Por M. Serena Sottile

serenasottile@elpsicoanalitico.com.ar

Asistencia técnica: Lara De Vicenzo

María Luján Iuale es una psicoanalista argentina, reside y ejerce su práctica en Buenos Aires Además es Profesora Universitaria y de enseñanza media (UBA). Autora del libro: «Detrás del espejo. Perturbaciones y usos del cuerpo en el autismo infantil». Letra Viva (2011); Coautora de Posiciones perversas en la infancia», Letra Viva (2012) y de múltiples publicaciones científicas y capítulos de libros.

Desde la revista El Psicoanalítico hemos observado con preocupación la proliferación de casos de autismo, tal como en una época pasó con el diagnóstico de déficit de atención por hiperactividad. Esto nos ha llevado a inaugurar en el número anterior un espacio para entrevistar a analistas que trabajen con niños y puedan ayudarnos a pensar estas problemáticas. Queríamos saber tu opinión respecto de este aumento de los diagnósticos tanto en niños como en adolescentes y adultos.

El problema de la cuestión diagnóstica en relación con el autismo acompañó al surgimiento mismo del síndrome, en principio porque Leo Kanner lo aísla en 1943 en tensión y en diferencia con otros dos diagnósticos prevalentes en la infancia que eran el de esquizofrenia infantil y el de debilidad mental; o sea que hace un esfuerzo por distinguir al autismo de estos dos grupos etiológicos. Ya en los años 60, Juliette Louise Despert ,que era una médica que trabajaba con Kanner, escribe un texto donde plantea que a cualquier conducta extraña se la diagnosticaba como autismo, el aumento de la prevalencia tenía que ver fundamentalmente con que estaba mal hecho el diagnóstico. Se confundían ciertas presentaciones con el cuadro, y si bien había niños que podían tener algunas conductas disruptivas o incluso propias del cuadro eso no bastaba para diagnosticarlos.

Algo similar ocurre con la llegada del DSM V y el famoso trastorno del espectro autista. Ya con los trastornos generalizados del desarrollo había un problema en los DSM anteriores: primeramente, respecto de la etiología porque se mezcla el cuadro de autismo con otros síndromes que nada tienen que ver, como el síndrome de Rett o el trastorno desintegrativo de la niñez.

Con la llegada del DSM V y este paraguas amplio del trastorno del espectro autista se empuja no solo a una proliferación de casos en la infancia sino también a que gran cantidad de adultos sean diagnosticados hoy a troche y moche porque no les gusta el color tal o porque sienten una sensación rara, o porque les cuesta integrarse en un grupo, y entonces me parece que se pierden ciertas especificidades.

 No toda rareza es sinónimo de autismo y tener dificultades para integrarse en un grupo, por ejemplo, puede tener que ver con una inhibición o episodios traumáticos o incluso otras causas que no hacen a la condición.

Pareciera que todo se hace entrar en el concepto de neurodiversidad

El problema no es el concepto de neurodiversidad, está muy bien si efectivamente termina teniendo el efecto de propiciar la integración y la circulación en lo social de personas que en otro momento quedaban excluidas del sistema, o si lo que produce es, en algún punto algo de eso. Pero en otro punto produce una patologización encubierta porque conlleva una tramitación masiva de certificados de discapacidad (CUD) que son importantes y necesarios porque no vivimos en Disney las obras sociales y prepagas no cubrirían nada de esto. Pero ese recurso no deja de quedar pegado a la cuestión discapacitante. Ese es el punto complejo, eso es lo complicado. No es simplemente que todos somos diferentes. 

Cuando decimos eso o interpelamos algo de la neurodiversidad quedamos como fuera de tiempo, como poco respetuosos de lo nuevo. Y sin embargo hace un siglo que el Psicoanálisis como discurso viene sosteniendo el derecho a las diferencias, a la singularidad, el respeto por el síntoma. Nadie se va a pelear con la idea de que somos todos diferentes. Eso es así. El problema es que, si se hace de la neurodiversidad una generalidad, lo que más me preocupa es que bajo una creencia de que se va a hacer entrar a un montón de gente en cierto rango de normalidad se termina generando el efecto contrario que es la patologización.

¿A qué crees que se debe ese empuje a la patologización donde paradójicamente lo que se pierden son las especificidades y las diferencias?

Se viene produciendo un movimiento y no vayamos a creer que hay una cuestión ingenua detrás, viene habiendo un cambio de paradigma donde desde el momento en el cual se empieza a pensar todo a nivel del neuro desarrollo, el discurso que empieza a imperar nuevamente es el discurso médico. Por eso yo recojo también esta diferencia planteada por Kanner, que, aunque viene de la Neurología, pone el énfasis en distinguir al autismo de las otras problemáticas que tuvieran que ver, por ejemplo, con la debilidad mental. Sin embargo, cuando surgió la clasificación de trastornos generalizados del desarrollo, parecía que volvíamos a un tiempo anterior a este intento de Kanner de distinguir un cuadro de otro, se vuelve a poner el énfasis en lo no logrado.

Actualmente vemos en TV y en redes sociales personas, niños, sobre todo, enunciándose como autistas y hablando con gran conocimiento sobre su condición. Algunos profesionales advierten de que estos menores y sus padres son coacheados para difundir un discurso que tiene detrás un gran negocio. En otro momento, chicos así, se consideraban al menos para el comùn de la gente, como superdotados o genios, por ejemplo.

Cuando hablamos de Asperger, hablamos de una dificultad severa en el lazo con el otro, no estamos hablando de un chico que tiene islotes de capacidad o que por diferencia de intereses es considerado por sus pares como medio nerd, y le cuesta integrarse con otros, por eso digo que hay como un empuje a la patologización. Habrá que ver qué efectos le genera a cada uno ser nombrado desde este lugar, quizá estos niños que vemos por TV han hecho de eso un rasgo y en todo caso habrá que respetar las identificaciones que les han sido ofrecidas y han tomado del otro social y del Otro.

Entiendo que hay que distinguir la respuesta del campo médico de las respuestas de los padres, puede que para ciertos padres sea un alivio que eso que aparece como una rareza en sus hijos tenga un nombre, y que además ese nombre los descuente a ellos de tener alguna participación en la causa. Me parece que en todo caso ahí es para trabajar con los papás en el sentido de que eso que vino del otro-el diagnóstico- no coagule el modo de leer a este niño o niña. Como psicoanalistas sabemos que el modo en que se mira a un niño tiene efectos en su configuración subjetiva entonces, si yo considero que todo lo que le pasa tiene que ver con que es autista o que tiene una condición autista, poco margen va a quedar para poder leer ciertas cuestiones que este niño pueda querer o desear o hacer, van a quedar opacadas, por así decirlo, subsumidas a la cuestión diagnóstica.

En la época de la prescripción indiscriminada de ritalina y el aumento de casos de TDDAH se decía que hasta las maestras estaban imbuidas de un discurso de la neurología y hasta terminaban diagnosticando.

Recuerdo haber estado dando alguna charla en escuelas de educación especial, donde docentes y directivos del colegio se interrogaban sobre cómo y por qué cada vez más avanzaban los tratamientos cognitivo-conductuales y que esto los incomodaba, porque venían a decirles lo que tenían que hacer y cómo lo tenían que hacer. Como si ellos no tuvieran un saber respecto de cómo manejar o cómo trabajar con estas cuestiones. Más que un trabajo interdisciplinario parecía que venían a imponerles una metodología de trabajo.

Entonces yo les hice una pregunta: ¿la escuela dónde deriva hoy por hoy cuando un niño o una niña presenta dificultades? A Neurología, contestaron. Ahí claramente hay una respuesta: hay un cambio en el modo en que generan las derivaciones. Antes frente a alguien que tenía ciertas dificultades en la escuela se derivaba al psicólogo, se suponía que podía haber alguna problemática vincular, o cierta demora en las adquisiciones pero que probablemente tuvieran algún componente afectivo, se hacía en todo caso una consulta con el pediatra, y el pediatra o la pediatra mandaban a psicología.

Hoy la primera hipótesis es que hay un problema en el neurodesarrollo y entonces muy tempranamente se somete a estos niños a un Test ADOS-2. Lo mismo pasaba antes con la encuesta en relación con el déficit de atención, encuesta que llenaban los padres, los maestros, y a veces incluso sin ver al niño se hacía el diagnóstico de déficit de atención con la consecuente medicalización.

 Lo que ha venido a cumplir el relevo de aquellas entrevistas es el Test ADOS-2, y luego los tratamientos son estandarizados: dos veces por semana de terapia cognitivo- conductual, dos o tres veces de sesiones de tratamiento neuro lingüístico, una o dos veces de terapia ocupacional, y eso es así para todos.

 Al neurólogo o profesional o institución que arma el dispositivo quizás le paguen mucho, pero lo que estos dispositivos les pagan a los profesionales son dos pesos con cincuenta, entonces en general quienes toman esos trabajos, es gente que se está iniciando.

Pero yo quiero poner el acento además en otra consecuencia que tienen muchos de estos dispositivos y es que van a las casas a brindar los tratamientos, y este tipo de prácticas son claramente segregativas. Estos chicos dejan de circular en el afuera, digamos.

En algunos casos puede que algunas de esas prácticas sean necesarias, pero lo estandarizado hace perder de vista lo neuro diverso, si para todos el tratamiento es el mismo ¿Dónde está lo neuro diverso?

María Serena Sottile

Psicóloga, ejerce su práctica como Psicoanalista.
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