Colores invisibles. Apuntes para un psicoanálisis contemporáneo. Carolina Polak Sokol

Colores invisibles está escrito con notable rigurosidad conceptual y un estilo fresco como el de una conversación. La autora nos ofrece un collage en el que aparecen recuerdos de sus primeros tiempos de análisis siendo una niña y más adelante su paso por la Universidad Nacional de Rosario con las dudas sobre si seguir Psicología o Letras.

Por M. Serena Sottile

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Colores invisibles está escrito con notable rigurosidad conceptual y un estilo fresco como el de una conversación. La autora nos ofrece un collage en el que aparecen recuerdos de sus primeros tiempos de análisis siendo una niña y más adelante su paso por la Universidad Nacional de Rosario con las dudas sobre si seguir Psicología o Letras.También situaciones imaginadas alrededor de hechos históricos con los maestros. Por ejemplo, nos trae al Freud que camina con Katarina por los Alpes, en un intento de descifrar los síntomas de la joven, o en su llegada a Manhattan sorprendido por los rascacielos y la magia del cine. O un Lacan en las escalinatas del Panteón advirtiendo a los jóvenes del mayo francés que estaban buscando un nuevo amo. El mismo que escondía “El origen del mundo” de Courbet para darlo a ver sólo a los más íntimos, y que con gran lucidez podía vislumbrar un porvenir hecho del triunfo de los gadgets, la religión y la segregación.

 Carolina nos interpela y nos invita a no dejar de lado las cosas del deseo y del amor, a asombrarnos y seguir sosteniendo enigmas, significando sueños-leyendo imágenes-, interrogando a la angustia.

Se sirve para nominar su texto de la idea de Marcel Duchamp que considera al título de una obra como su color invisible, algo que va a orientar la forma de leer la misma. El artista utilizaba con ironía los calambures y retruécanos que acompañaban al arte encontrado –objet trouvé-. Las imágenes son algo a leer, son escritura.

Algunos críticos ubican a Duchamp y sus readymade como bisagra entre el arte moderno y el contemporáneo. Al desfuncionalizar objetos como es el caso del famoso mingitorio al que da vuelta y nombra “Fuente”(1917) no va detrás de un efecto estético, sino que busca provocar, conmover lo instituido, generar olas. Como un analista en el agieren de la transferencia cuando interpreta y apunta al sujeto en su desgarro, en la división que lo interroga.

Hay una clara apuesta a contemporaneizar la transmisión del Psicoanálisis sin tecnicaturizarlo. Para lo cual la autora cree necesario seguir a los clásicos en sus desarrollos, realizando lecturas no canónicas sino más bien creativas. Un Psicoanálisis no normativo, no disciplinador, no endogámico, no limitado a una hermenéutica y que además establezca diálogos con los discursos de nuestra época como los feminismos o el high tech y su último boom: las I.A.

El sujeto contemporáneo, siguiendo a Agamben, no es quien se adapta perfectamente sino el que mantiene con el tiempo que le toca vivir cierta asincronía y desde allí lo puede interrogar en sus luces, pero sobre todo en sus sombras.

En el capítulo ¿Psicoanálisis en la Universidad? hay una anécdota hermosa que nos cuenta la autora, sobre sus años de formación y que tiene que ver con la transición de la sangrienta dictadura a la democracia y sus promesas de futuro. Este periodo histórico se denominó normalización universitaria, fue una lucha, una gesta por la cual se buscaba restituir la legalidad y legitimidad en la elección de autoridades, los centros de estudiantes, los planes de estudio anteriores, se solicitaba el aumento del presupuesto educativo, etc. Todo esto en medio de un clima de inestabilidad y amenazas, no estaba asegurada la continuidad democrática.

En una clase pública dictada en plena peatonal rosarina en medio de transeúntes fastidiados, frente a una paqueta confitería los alumnos psicobolches sentados en el piso, las pancartas reivindicativas del centro de estudiantes, Juan Ritvo con un megáfono puntuaba el texto: La instancia de la letra en el Inconsciente o la razón después de Freud” de Lacan. Cómo no leer esa escena como una intervención en el espacio público, una performance si se quiere, con todas las connotaciones que se les da desde el Arte a esas dos nociones. 

“El sujeto del Inconsciente es un sujeto dividido, no es un sujeto transparente, el yo no puede conocerse a sí mismo” Se escuchaba en la calle. Adiós ilusión de autoconocimiento. Esas palabras me atravesaron de tal manera que algo se desenclaustró en mi para siempre.

A partir de allí la balanza se inclinó hacia la carrera de Psicología. Una forma de transmisión que indudablemente la interpeló, conmovió y dejó en ella una huella indeleble que hoy recorre en Colores invisibles.

Una transmisión contemporánea para ser vivificante y renovar las miradas se pregunta por su estilo, ética, y política, pero también realiza una propuesta estética, es decir las formas que adquiere esa transmisión. ¿Qué formas hoy, en este contexto incierto donde asistimos a una siniestra repetición de las sombras?

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