“Diversidad” familiar Transformaciones de la familia y sus repercusiones en la clínica y teoría psicoanalítica

La familia a lo largo de la historia ha tomado rumbos muy diversos. ¿Cómo se estructuran los diferentes modos de familia y los roles tradicionales en la actualidad? Las nuevas organizaciones familiares: ¿son la causa de las presentaciones clínicas actuales?

Lic. Laura Trotta

Psicoanalista. APA.IPA.FEPAL.

lauratrotta65@gmail.com

La familia a lo largo de la historia ha tomado rumbos muy diversos. ¿Cómo se estructuran los diferentes modos de familia y los roles tradicionales en la actualidad? Las nuevas organizaciones familiares: ¿son la causa de las presentaciones clínicas actuales?

La constitución de la familia a lo largo de la historia ha tomado rumbos muy diversos. Teniendo en cuenta la llegada a nuestros consultorios de una mayor cantidad de consultas respecto a cuestiones de diversidad sexual y problemáticas de género, el mito de Edipo al que Freud recurrió en su momento para dar cuenta de la neurosis, parece destinado a desaparecer como aquel instrumento que sirvió al psicoanálisis para orientar su escucha.

Cuando hablamos de un padre o de una madre como mencionaremos luego: ¿en qué figuras pensamos? ¿Cómo se estructuran y organizan los diferentes modos de familia y los roles tradicionales en la actualidad, cuando nos encontramos con padres maternantes o madres que no están dispuestas a renunciar a sus ideales profesionales para ocuparse de las cuestiones domésticas de sus hijos? Estas nuevas organizaciones familiares: ¿son la causa de las presentaciones clínicas que nos consultan?

La familia: una institución plástica

Hoy, “la familia” de los pacientes que nos consultan pasó por varios ensambles, dejando muy atrás a la familia institucionalizada por el Código Civil Napoleónico (1804) en la que la organización de esta institución fue abandonando el modelo de las tribus patriarcales para concentrarse en unidades matrimoniales monoparentales en las que comenzaba a asociarse el amor a la sociedad conyugal, a la que se refería tanto Freud, como se cita en Roudinesco (2007), en el modelo de familia victoriana, como Lacan (1938) respecto a la familia burguesa de su época.

Frente a todo este panorama, es tentador pensar que tanto el planteo freudiano como el lacaniano han perdido vigencia, o que la concepción lacaniana del Edipo no es más que un aggiornamento a la Revolución sexual de los años cincuenta o sesenta. Como veremos, sin pasar esto por alto, no hay que dejarse apresar tampoco por las facilidades que ofrece el sociologismo.

Pensaremos algunas respuestas posibles a propósito de algunas novedades que se hacen muy presentes en los casos actuales y que parecen dejar en el pasado a buena parte de los desarrollos de la teoría psicoanalítica.

La cuestión de los géneros LGTBIQ+

Ni Freud ni Lacan pensaban que el tratamiento psicoanalítico podía cambiar la orientación sexual, ni tampoco tenían una posición crítica respecto a la emergencia de otra orientación que no fuera la heterosexual en un sujeto.

El 27 de febrero de 1976, Lacan en una de las presentaciones de enfermos en Sainte-Anne entrevista al señor M H, un caso de travestismo y transexualismo. El paciente necesitaba vestirse de mujer, pues así experimentaba una particular satisfacción.

H era un paciente que tuvo intentos de suicidio y quería operarse, hacerse un tratamiento hormonal, depilarse, cambiar su rostro, porque no soportaba verse como un hombre. Luego de la extensa entrevista, los médicos del equipo interrogaron a Lacan, quien deja de lado cualquier posibilidad de que esa “enfermedad” se repare con una cura analítica.

En 1970 comenzaban las marchas del orgullo gay. En esta década los trabajos de los historiadores como Michel Foucault, como se cita en Roudinesco (2007), o John Boswell (1992, 1996), entre otros, junto a los movimientos de liberación sexual permitieron que la homosexualidad ya no se considere una enfermedad y sea vista como una práctica sexual caracterizada, además, por la diversidad; ya no era una estructura con características de fijeza, sino un componente que puede tomar múltiples formas en la sexualidad humana. En 1974, ante las presiones que los movimientos gais y lésbicos ejercían, la American Psychiatric Association, citado en Peidro (2021), retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.

La década del setenta se caracteriza, entre otras cosas, por mostrar de varias formas que las fronteras entre lo masculino y lo femenino como categorías de género comenzaban a fusionarse, confundirse, ya no estaba tan clara la diferencia. Los roles sociales y estereotipos de hombre y mujer comienzan a cuestionarse de diversa forma. Algo que comenzó en la década del sesenta y que, por ejemplo, figuras del espectáculo comenzaban a mostrar: Elvis Presley, en los Estados Unidos; Sandro, en Argentina; también David Bowie, en Reino Unido; Steven Tyler, por los años setenta y luego, cerca de la década de los ochenta encontramos a Prince, Michel Jackson y muchos más. Algunos de ellos utilizaban maquillaje en el rostro provocando una ilusión; el género no quedaba tan claro. Usaban prendas de vestir que un hombre en aquel momento no se atrevía a lucir públicamente. La tendencia unisex emergía en el mundo de la moda reflejando esa cuestión. Fue la manera en que comenzaron a mostrarse cambios en la identidad, una ilusión yoica que no coincide con lo que conocemos como elección sexual o de objeto, que es consecuencia del complejo de castración.

Esta ambivalencia, esas oscilaciones las podemos encontrar en los pacientes o familias que consultan, por ejemplo, en la actualidad, cierta vacilación aún se nota. En la primera entrevista que tuve con la madre de un paciente respecto a la homosexualidad de su hijo de la cual parecía estar orgullosa y decir que no tenía ningún problema con ese tema, relató con angustia que él le pidió depilarse todo el cuerpo. Lo que da cuenta de las presentaciones en la clínica en este momento de transición, por un lado, una supuesta apertura frente a la diversidad sexual y, por el otro, esta angustia. Una madre que ya no pide que cure a su hijo de su homosexualidad, pero frente a lo que esto implicaría se sentía sin recursos y viene a pedir ayuda.

Es el comienzo de una ruptura del orden simbólico que declaraba a la homosexualidad como una categoría excluida para garantizar una organización social heteronormativa.

Los homosexuales aspiraban casarse, tener hijos, armar familias, igual que los heterosexuales. Y lucharon para obtener una legalidad que se los permitiera. Deciden prestarse a que se les realicen peritajes, como señala Roudinesco (2007): “Quisieron “probar” que eran buenos padres y que sus hijos adoptados, procreados artificialmente o procedentes de familias recompuestas, se comportaban tan bien como los criados en las llamadas familias “heterosexuales”.” (p. 203).

Estas pruebas realizadas en los Estados Unidos evaluaban las aptitudes psicológicas de los homosexuales para la paternidad. Entre 1973 y 1995 se publicaron gran cantidad de investigaciones que dieron aval a los reclamos de los homosexuales.

Para las teorías de género el psicoanálisis considera que estamos construidos desde una matriz heterosexual que: “nos obliga a ser según la norma” (Bochar Pizarro, 2018, p. 72). Las teorías queer cuestionan la idea de identificación femenina con la madre y masculina con el padre, pues consideran que es un ideal que tiene como finalidad “reproducir la matriz heterosexual hegemónica”, y la familia es quien garantizaría que esto se produzca.

De esta forma el género es producto de relaciones de poder y los casos que no responden a la hegemonía hetero quedan excluidos. Para estas teorías, introducir esto en el psicoanálisis podría cuestionar la teoría del complejo de Edipo e incluso haría peligrar el psicoanálisis, la autora cuestiona: “¿Qué significaría aceptar que el género con su matriz necesita reinscribir el sexo y citarse repetidas veces en nuestro cuerpo para que este se reproduzca en tanto hombre/mujer?” […] “¿Seguiría existiendo el psicoanálisis si esto sucediera?” (p. 72). El psicoanálisis sería el último invento del siglo XIX para “producir sujetos anormales”:

El Complejo de Edipo patologiza a los sujetos, captura identidades, fija estructuras psíquicas, encarcela el deseo […] Dispositivos de control de la norma que necesitaba de lo loco, lo abyecto, lo anormal, para delimitarse a sí misma en su existencia; es decir, para existir. El dispositivo de género necesita capturar identidades: femenino, masculino, lésbicas, gay, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales e intersexuales (LGBTTTI). (p. 71)

Con una postura muy crítica hacia el psicoanálisis, hay ciertos pensadores provenientes de la filosofía que me parece importante citar como, por ejemplo, Michel Onfray (2011) quien realizó una lectura minuciosa de toda la obra de Freud y su historia, pero sin transitar la experiencia de un análisis. Para él, la obra de Freud es una réplica del pensamiento sobre todo de Nietzsche y otros pensadores, con alguna que otra cuestión cosmética para, según él, velar las fuentes con las que construye su teoría que considera un relato autobiográfico del que desprende verdades universales: “No es más científico que Shakespeare o Cervantes […] Gústele o no, es un filósofo que, con sus intuiciones, elabora verdades presuntamente universales” (Onfray, 2011, p. 62).

En esa línea también podemos mencionar los planteos de Paul Beatriz Preciado (2002), representante de la teoría queer, en su libro Manifiesto contrasexual, de los que se desprende una teoría en contra del psicoanálisis y el Edipo:

En la teoría queer americana y en las relecturas perversas del psicoanálisis que esta ha fomentado, hay que buscar los escasos análisis del dildo en las discusiones más generales sobre el «falo femenino», «la envidia del pene» o en los textos que tratan de la rearticulación de la noción freudiana de fetichismo con la de deseo femenino. (p. 60)

De alguna manera los nuevos feminismos maridan con estas argumentaciones y apuntan hacia el patriarcado y al Edipo como algo circunstancial, histórico.

El feminismo: postura crítica al psicoanálisis

La crítica al psicoanálisis y al patriarcado viene también de parte de ciertos feminismos atentos a argumentos de la teoría queer con respecto a la repartición binaria de los géneros.

El feminismo, que podríamos llamar “clásico” y que tiene más de cien años de existencia, encontró, sin embargo, sobre todo a partir de mediados del siglo XX un aliado en los planteos freudianos sobre una sexualidad humana menos represiva. No cuestionaba el tema de los géneros, en todo caso su crítica era si la mujer era el “género débil” o “el segundo sexo” como decía irónicamente Simone de Beauvoir (1999).

Más tarde, comenzaron a plantearse ciertos cuestionamientos a conceptos como envidia del pene de la teoría edípica freudiana. En ese marco, por ejemplo, para Luce Irigaray (1982) la mujer funciona como un espejo: “a través del cual el hombre dispone de una auto representación fálica sin posibilidad de falla alguna” (p. 68).

Estos feminismos alentaron salir del estereotipo de mujer que propiciaba cierto patriarcado, que se encargaba de definir qué era lo masculino y lo femenino, y de esa forma puede coexistir un lugar femenino con actitudes que se asocian típicamente a los hombres, como la rudeza. Pensemos, por ejemplo, en mujeres que participan de la escena musical como Alejandra Mavir, baterista de Gilgamesh, una banda de death metal, o Bianka García guitarrista en Mystica Girls, o Grace Perry, quien tiene una voz potente y manifestaciones impactantes, también Ángela Gossow, una vocalista femenina pionera del uso de guturales en el death metal melódico. Lo mismo encontramos en otros ámbitos como el deporte, la novela erótica e innumerables escenarios que históricamente eran mayoritariamente dominados por hombres; estos fueron siendo poblados por mujeres que se destacaron y obtuvieron reconocimiento. No son mujeres del estilo muñeca Barbie, sino aquellas que se pueden insertar en una escena que clásicamente era un lugar para hombres sin renegar de su feminidad. Este feminismo ha logrado interesantes conquistas en el ámbito social en muchos países, como, por ejemplo: el voto femenino, derecho al aborto, igualdad de oportunidades a nivel laboral y salarial, y muchas cosas más que van dejando atrás diferencias que ubicaban a la mujer en posición de desventaja respecto a los derechos que sí tenían los hombres.

En los comienzos del siglo XXI, esto se acentúa aún más e incluso da un nuevo giro. Por el efecto generado por las redes sociales, se logra que cuestiones que ya existían aparezcan con mayor énfasis y empiezan a tener una eficacia que antes no tenían; por ejemplo, entre otras cosas, la visibilidad de la violencia de género con el #Me Too[1]. En estos nuevos feminismos también se da un giro que los distinguirán de los anteriores. Podemos mencionar dos características respecto a esa distinción: por un lado, algunas temáticas son nuevas, como volver suyos ciertos aspectos de la teoría queer, que concibe la sexualidad rechazando el sexo biológico y el de la normatividad social tradicional, y proclama que cada persona puede adoptar “la posición de uno u otro sexo, su vestimenta, sus comportamientos, sus fantasmas, sus delirios” (Roudinesco, 2007, p. 129).

La violencia de género no es algo nuevo, pero el #MeToo permite hacer de lo mismo una versión aumentada por efecto de las redes sociales. Lo que antes quedaba archivado en los juzgados y sin demasiada resonancia, ahora, a gran velocidad llega masivamente al público por las redes y esto no es sin efectos. El #MeToo logra a través de las redes que personajes que antes hubieran sido intocables comiencen a ser mostrados y juzgados, y que las mujeres se animen cada vez más a realizar una denuncia por violencia de género.

Una posición más extrema, que ya tiene que ver con el giro queer, la encontramos en Virginie Despentes (2007) cuando formula su teoría King Kong, siendo esta un replanteo respecto a las posiciones clásicas del feminismo teniendo implicancias de ruptura con cualquier imaginario respecto al estereotipo femenino:

Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro… Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss. Yo soy ese tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda… demasiado viril. (pp. 7-9)

Bregar por el divorcio o el aborto, por ejemplo, o incluso como en el libro de Tamara Tenembaum (2019) El fin del Amor. Querer y coger, declarar la muerte del amor romántico entre el hombre y la mujer es muy distinto a lo que podemos encontrar en la teoría King Kong.

Crece así un feminismo que podríamos nominar como de nueva generación, que se radicaliza cada vez más, cuestionando, por ejemplo, a la familia y el hecho de cómo alguien llega a nombrarse hombre o mujer. Lo que predomina en estos planteos es el tema de la identidad sexual y cuáles son los mecanismos por los que se llega a ella.

Para ilustrar, las argumentaciones de Judith Butler toman ese rumbo. En 1990, publica El género en disputa. Feminismo y subversión de la identidad y en 1993 Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo y con estos contribuye de manera decisiva a dar expresión pública a la teoría queer, echando mano principalmente a la teoría de actos de habla que plantean los desarrollos de la filosofía del lenguaje y la gramática, entre cuyos representantes encontramos a John Searle

Butler apela al psicoanálisis, no lo rechaza totalmente. Considera aportes de las teorías de Freud y sobre todo de Lacan, de quien toma el término “forcluido” para mencionar aquellas posiciones sexuales que podría ser traumático ocupar para el sujeto.

Los cambios sociales, desde estos planteos lacanianos a la actualidad, fueron muchos, y las presentaciones clínicas también variaron. Pero ¿son consecuencia de la declinación del lugar del padre en la familia? ¿O podemos pensar que, frente a una multiplicidad de variables entre las que puede estar los nuevos ordenamientos de la institución familiar y consecuentemente el lugar del padre en la familia, se origina un nuevo orden simbólico? ¿Cuántas costumbres que escuchamos a nuestros padres y abuelos relatar respecto a cómo eran los ritos de pasaje han quedado en desuso? Por mencionar alguno: pasar de usar pantalón corto a largo.

Considero importante revisar con detenimiento las transformaciones que vayan ocurriendo en la institución familiar y las variantes que traen al complejo de Edipo antes de precipitarnos a sepultarlo festivamente bajo la última teoría de algún feminismo, así como la pretensión de achacar esa misma caducidad a toda práctica psicoanalítica.

La familia se ha mostrado hasta el momento como una estructura de gran plasticidad, así fue como entró en las regulaciones de las leyes de la conyugalidad del Código Napoleónico, y luego con los años sus roles parentales pudieron volver a transformarse en la dialéctica de los cambios sociales. 

Es así como los lazos de parentesco ya no son una cuestión de sangre, sino de un modo de relación de los individuos con determinado grupo. Un padre ya no es solamente un progenitor, sino que cualquiera que cumpla esa función puede serlo, y para el lugar de la madre y los hermanos es igual.

Podemos concluir entonces que la función simbólica, “lábil y polimórfica” va adoptando nuevas formas, estas evolucionan y consecuentemente tienen efectos de subjetivación diferentes a los que Freud o Lacan conocieron en su época. Sin embargo, eso está lejos de volver a sus textos completamente caducos. En varios aspectos están por delante de sus críticos contemporáneos y mantienen vigencias inesperadas.

*Fragmento del libro “El Edipo en cuestión”. Freud, Lacan, el binarismo y su deconstrucción. Se publicará por Letra Viva Editorial en 2024.

Bibliografía

Bochar Pizarro, J. E. (2018). Género y Psicoanálisis (primera ed.). México: Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Boswell, J. (1992). Cristianismo, tolerancia sexual y homosexualidad. Los gays en Europa occidental desde el comienzo de la Edad cristiana hasta el siglo XIV. Barcelona: Muchnik.

Boswell, J. (1996). Las bodas de la semejanza. Uniones entre personas del mismo sexo en la Europa premoderna. Barcelona: Muchnik.

Butler, J. (1990). El género en disputa. Feminismo y subversión de la identidad. Paidós.

Butler, J. (1993). Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo. Paidós.

Butler, J. (2002). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo (primera ed.). Buenos Aires: Paidós.

de Beauvoir, S. (1999). El segundo sexo. Buenos Aires: Sudamericana.

Despentes, V. (2007). Teoría King Kong. España: Melusina S.L.

Durkheim, E. (1892). La famille conjugale. París: Les Éditions de Minuit.

Irigaray, L. (1982). Cosi fan tutti. Ese sexo que no es uno. Madrid: Saltés.

Lacan, J. (1938). Los complejos familiares en la formación del individuo en Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1976a). Transcripciones de las presentaciones de Lacan. Inédito.

Onfray, M. (2011). El Crepúsculo de un ídolo. La fabulación freudiana. Buenos Aires: Aguilar Eltea, Taurus, Alfaguara, 2011

Peidro, S. (2021). La patologización de la homosexualidad en los manuales diagnósticos y clasificaciones psiquiátricas. Revista de Bioética y Derecho. Obtenido de http://www.ub.edu/fildt/revista/presen.htm

Preciado, B. (2002). Manifiesto contra-sexual. Madrid: Editorial Opera Prima.

Roudinesco, É. (1994). Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina.

Roudinesco, É. (2007). La familia en desorden. Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Searle, J. (1994). Actos de habla. Barcelona: Planeta Agostini.

Tenembaum, T. (2019). El fin del amor. Querer y Coger. Buenos Aires: Ariel.

Zafiropoulos, M. (2006). Lacan y Lévi-Strauss o el retorno a Freud (1951-1957). Buenos Aires: Manantial.


[1] #MeToo es un movimiento iniciado en forma viral como hashtag en las redes sociales.

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