Hacer pensar es hacer sonar otra cosa

“¿Qué es lo que no vimos?" Recorrido por algunas omisiones que anteceden al surgimiento de Milei.

Por Roque Farrán

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Investigador independiente (CONICET) Programa de Estudios en Teoría Política (CIECS-UNC-CONICET). Actualmente dirige el Programa «El giro práctico en el pensamiento contemporáneo».

El éxito de Milei es tenernos a todos contestando las imbecilidades que dice en lugar de pensar cómo desatar el nudo de servidumbre imaginaria que nos ata a los argentinos: el estar sujetos al valor del dólar y sus manipulaciones incesantes; o lo que es lo mismo: el carecer de una estructura de valor propio y referentes confiables. Esto se traduce rápidamente en todos los órdenes de la vida porque es la racionalidad político-económica que nos domina; la consecuencia inmediata es el desorden. El Otro no existe, sabemos, pero lo que hace sus veces de representante se encuentra asediado por redes informático-comunicacionales que repiten incesantemente los mismos mensajes alienantes.

Mi hipótesis es la siguiente: el modo de subjetivación que promueven las redes sociales es sumamente débil, sujeto a la expresión más burda y la necesidad de refuerzo constante; no es extraño entonces que se compense con un imaginario fuerte y la necesidad de proyectar en alguien que dice barbaridades la impotencia vivida a diario. Por otra parte, no hace falta redundar en el malestar real que nos embarga, sean pandemias o guerras, colapso ecológico o inseguridad ciudadana, siempre habrá motivos de sufrimiento. Lo real es lo imposible que nos desborda a todas luces. El asunto es cómo anudamos los registros de la experiencia, y el problema mayor que hoy atraviesa a todas las clases sociales es la extrema pobreza de lo simbólico en red y el exceso imaginario que es su correlato. No estamos ante una mutación antropológica, estamos ante la dificultad de producir una nueva modalidad de subjetivación. El problema es que no nos estamos dando los medios adecuados para transformarnos.

Parte del problema que nos aqueja es tratar de explicarlo o refutarlo todo; el régimen de la explicación está agotado, es lo que nos muestra la efectividad de los videítos explicativos en la red más popular: Tik Tok. Un sonido bobo, replicante como una gota electrónica. ¿Cómo recuperar el sonido de la palabra que retumba en el cuerpo, que conmueve, que hace pensar y actuar en consecuencia? Que cuando diga carro, un carro pase por mi boca; que cuando diga cortar el nudo, un temblor recorra todo el cuerpo. Parte de nuestra responsabilidad en este lío es haber dejado que el sujeto se pierda entre gráficos y algoritmos, en simplezas argumentativas y sofismas de opinión. Sensacionalismos. No hay interpelación del sujeto a asumir una verdad que lo forme y transforme, entonces hay redes repletas de agujeros, vacíos de la palabra ocupados por imágenes reproducidas infinitamente. No importa, aun al borde del abismo seguiremos insistiendo en romper el encantamiento y hacer sonar otra cosa.

¿Qué hacer? Como escribí en La razón de los afectos: populismo, feminismo, psicoanálisis (Prometeo, 2021): la estrategia es el conatus, seguir el contento de sí, aumentar la potencia de obrar. Debemos aprender de Spinoza al menos tres cosas (*)

1) Que la base de la sociedad son los afectos (deseo, alegría, tristeza) y que todas las prácticas (económicas, ideológicas, políticas, técnicas, éticas) se orientan en función de ellos. Por tanto, la cuestión es bien simple: o bien se apunta a incrementar la potencia de actuar y se generan afectos alegres, o bien se disminuye y limita la potencia, con lo cual se generan afectos tristes, resentimiento y odio. Siempre hay que partir de situaciones y prácticas concretas, de los materiales y recursos disponibles al caso, para hacer y potenciar lo que se viene produciendo y no insertar modelos abstractos e ideales que exigen esfuerzos extras, sacrificios y promesas de cumplimiento o recompensas a futuro. El aumento de la potencia es en acto, es ahora mismo no mañana.

2) Que las prácticas se conectan a través de un continuum que es la causa inmanente de todas las cosas, todos nos encontramos afectados (afectamos y somos afectados) y por eso mismo no hay límites a priori sobre lo que pueden los cuerpos y las mentes al componerse. No hay jerarquías de valor ni evaluaciones externas o trascendentales sobre lo que incrementa nuestra potencia de actuar: desde el uso de los placeres hasta la sofisticación de los saberes y pensamientos, son accesibles a cualquiera que lo desee y pueden producirse en cualquier situación. Las preparaciones, formaciones, transformaciones y desarrollos son singulares y se retroalimentan conjuntamente. No es necesario responder a demandas de utilidad inmediata, fines y objetivos instrumentales, pero tampoco consentir extravagancias y superespecializaciones eruditas. La clave de la diferencia está en el modo de gozar, en el despliegue de la propia potencia, y no en el menoscabo o la falta de los otros. Afirmarse en la propia potencia es lo que contagia virtuosamente y multiplica. Deberíamos saberlo y practicarlo en consecuencia.

3) Que es necesario llegar a desplegar la máxima potencia del pensamiento y practicar la libertad con conocimiento de causa acerca de lo que nos determina, transformar los afectos pasivos (pasiones) en afectos activos (acciones) depende esencialmente de concebirnos como causa adecuada de lo que nos afecta, es decir, entender cuál es nuestra singular naturaleza, de qué materia estamos hechos, y a partir de ahí indagar cada cosa que se nos presente con total franqueza. Mientras más conocemos cada cosa singular a partir de nuestra propia singularidad, más conocemos el conjunto y nos sentimos parte responsable.

Por último: la gente no vota contra sí misma, vota contra el Otro que supone existe y le roba su goce. Si el correlato de esa mala lectura le lleva a lo peor, es otra historia. Probablemente el fin de la historia. Pero en un mundo donde la estructura se basa en la promesa de un goce diferido, que nunca llega, esa respuesta es absolutamente lógica. Todos estamos locos. Lo peor es encontrar un representante cabal de esa locura.

(*) Agrego una que estaba sugerida pero no explicitada.

Una versiòn previa de éste artículo fue publicado anteriormente en la tecl@ Eñe

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