Reflexiones a propósito del día del respeto a la diversidad cultural en Argentina
Introduciendo el contexto
El pasado 12 de Octubre se celebró en Argentina el Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
Un día para ser pensado.
Las fechas son algo importante para recordar o mejor dicho para que se eviten los olvidos.
Nuestra memoria acerca del pasado nos obliga a revisarlo permanentemente y este será el caso.
Diariamente me ocupo de historizar vidas en las que los olvidos se transforman en síntomas que vuelven permanentemente haciendo del dolor psíquico y de lo no pensado su principal marca. Tal vez es por deformación profesional que he llegado a intuir que los hechos históricos inevitablemente nos dejan huellas así los hayamos vivido o no.
Está pandemia de Covid-19 inevitablemente nos las dejará, como también nos las dejó la llegada de Cristóbal Colón a América el 12 de Octubre de 1492.
La historia por suerte es dinámica y nos promueve a pensar, a crear y a tener cambios principalmente de miradas frente a las cuestiones sintomáticas no pensadas.
Cada etapa generacional va construyendo así una subjetividad propia de su época.
Les mencionaré algo en ese sentido.
Recuerdo que en mi infancia y adolescencia no existía el Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
El 12 de Octubre se festejaba el Día de la Raza.
Colón llegó a América, la humanidad cambió y hubo un encuentro entre razas, las que hoy llamamos pueblos originarios y los europeos inicialmente provenientes de España y Portugal.
Las crónicas de los discursos escuchados en mi infancia pintaban las modalidades de ese encuentro con un tinte positivo y de agradecimiento al descubridor de América que amplió el mundo conocido.
Eso nos enseñaron, eso aprendimos.
Pero siempre es interesante cuestionarse ambas cosas: lo enseñado (*) y lo aprendido (*).
Algunas cuestiones sobre la historia contada
La historia se ve modificada en cierto sentido por quienes la cuentan. Muchas partes de la historia se van silenciando o, si se dicen en su momento, dejan de ser miradas más tarde. O sea, se reprimen, olvidan o se desatienden.
La llegada a América de los primeros seres humanos a través del estrecho de Bering cuando estaba congelado hoy está discutida por indicios de otras posibles y previas llegadas de humanos en barcazas provenientes de África u Oceanía.
La llegada de Colón como la primera al continente americano también se discute ya que, como hemos dicho, se han encontrado indicios de la presencia de la llegada previa de otras culturas como los vikingos.
Lo que no se discute es el interés y continuidad del vínculo entre América y Europa hasta el día de hoy, iniciado por Colón y las coronas de España y Portugal y continuado luego por ingleses, franceses y holandeses.
Ese encuentro sostenido marcó con su huella la historia humana para siempre.
Ese encuentro tuvo grandes consecuencias, cambió la economía mundial y generó enormes riquezas para las coronas europeas pero también resultó en la caída de los reinados americanos, la muerte de millones de personas pertenecientes a las etnias originarias por sífilis, gripe y explotación esclavista y también la de algunos europeos en las luchas por la conquista de los territorios y sus riquezas.
Ese encuentro significó el choque vincular entre las antes llamadas razas, pero también implicó la marca de la imposición por la fuerza de unos humanos sobre otros, la repetida ley del más fuerte con la muerte como moneda de cambio. Algo que se repite desde siempre en la historia humana.
Ese encuentro derivó en una muestra más de la normalización de las diversas manifestaciones de la violencia.
Algunas dudas flotando en el aire
Entonces me pregunto: ¿está en la raíz de la constitución psíquica humana tomar distancia temerosa y temeraria del otro, del otro diferente (si lo tildo como diferente) de los que conozco, del otro que me comparte (como los Aztecas a Hernán Cortes) un rasgo de su historia y que por ser diferente a mí luego traiciono, cuestiono o destruyo?
¿Qué es entonces la diversidad? ¿Lo que dice el diccionario? ¿La distinción entre personas, animales o cosas? ¿La variedad o infinidad o abundancia de cosas diferentes desemejantes, dispares o múltiples?
Supongamos que sí.
Entonces mi pregunta va hacia el interior de los sujetos ¿Quién es el que distingue? ¿Qué mirada tiene acerca de un otro? Y ¿Cómo ese sujeto construyó esa mirada?
La única respuesta posible es la historia, su historia y la historia de su pueblo. Entonces se trata de la historia psíquica y la historia cultural.
Por eso, me interesa hacer foco en la percepción y la memoria y en lo que ellas significan en la construcción de la “realidad” y por ende de la diversidad de las miradas acerca del otro.
¿Somos iguales?
¿Es así realmente?
¿O somos diversos y únicos desde nuestro origen genético, biológico, psíquico y cultural?
Me preguntaba ¿porqué antes festejábamos “el Descubrimiento de América”, después el Día de la Raza y hoy el Día del Respeto a la Diversidad Cultural?
¿Hemos podido cambiar real y profundamente como humanidad o les fuimos cambiando el título a los hechos históricos aggiornándolos a las modas de una subjetividad de época?
Perdón, creo que me he referido mucho a la diversidad y no tanto a la cultura o ¿sí he hablado de cultura? O ¿quizás lo hice sin nombrarla?
Algunas referencias sobre los sujetos en la cultura ¿y la diversidad?
La cultura es obviamente un producto social con variantes de época y en su devenir generalmente aspira a producir un intento de mirada consensuada que -en su constitución- siempre lleva una inevitable marca de diversidad pero no siempre de respeto por esa diversidad.
Una muestra cabal de ello es el “descubrimiento” de América y sus consecuencias: la conquista, el sometimiento, la explotación, las riquezas y su distribución, etc., etc.
La raíz de nuestra cultura somos nosotros. Seres arrojados al mundo tratando de comprender nuestro transcurrir en el contacto con la naturaleza, la que es en gran parte incomprensible e inabarcable y a quien, sin considerarla parte esencial de nuestra constitución, hemos expoliado sin medida hipotecando las bases que sustentan nuestra efímera existencia.
Somos también esos seres arrojados a la otredad, al vínculo con nuestros semejantes, a quienes calificamos, etiquetamos y clasificamos para no tener que enfrentarnos a nuestro propio temor de conocerlos en profundidad temiendo que no sean iguales a nosotros o temiendo encontrarnos con lo peor de nosotros mismos cuando despreciamos al otro.
¿Es posible intentar de-construir en nuestro interior esa mirada desconfiada y temerosa del otro, basada en la estructural e inconsciente seguridad de que ese otro en algún momento nos atacará, nos devorará o nos someterá?
¿Es posible evitar el aviso acerca de la inevitable generación de inseguridad que nos provoca ese otro y al que, a pesar de todo eso, en algún momento le tendremos que tender una mano con confianza y apostar a que nuestro vínculo se despliegue?
Desde esta perspectiva me pregunto: ¿Cómo enseñar (*) que el otro no es un enemigo estando inmersos en una cultura que sobrevalora la segregación y el etiquetamiento con claros fines de lucro y dominación estimulando (en diversas modulaciones) la aparición de los supuestos básicos Bionianos (*) de dependencia, ataque y fuga y emparejamiento como modalidades fijas para vincularse en grupos y evitando por ende, el aprendizaje?
¿Cómo aprender a ver a un otro, diverso, estando inmersos en una cultura que nos condiciona a etiquetar para dividir y en consecuencia para utilizar el temor estructural al otro con fines de dominación?
¿Cómo aprender a animarnos al encuentro con un otro, diverso, estando inmersos en una cultura que intenta privilegiar el temor al otro pero que a su vez y a pesar de todas sus falencias, en ocasiones nos deja un margen de libertad y la oportunidad de apostar a la confianza y a la construcción mutua de puentes de conexión y no de barreras de distanciamiento?
Tal vez, la respuesta estaría en seguir buceando y de-construyendo la arqueología freudiana que da cuenta del origen y la formación del aparato psíquico. Ese entramado vincular iniciado por el amor de una madre suficientemente buena a un hijo y en un padre cumpliendo con amor su función configurando ambos (o quienes cumplan sus funciones) los destinos del sujeto.
El aparato psíquico se constituye con un movimiento de expulsión de lo doloroso y lo displacentero escindiéndose entre un yo y un no yo, el cual se convierte en el depositario de todo lo originariamente vivenciado como malo/rechazable/intolerable pero que es a la vez y en cierto sentido propio.
Ese es el primer mecanismo de defensa psíquico: la proyección y es el que posibilita delimitar un yo de un no-yo, un adentro de un afuera, un objeto bueno/amoroso/tolerable de un objeto malo/rechazable/intolerable.
Ese no-yo será la raíz donde se asentarán paulatinamente los productos rechazados desde lo propio y también luego, los productos rechazados de origen social y cultural.
Ese movimiento constitutivo quedará aprendido y fijado y será utilizado para siempre con la singularidad de cada caso pero se pondrá muy en juego en las participaciones del individuo en los grupos.
Podríamos inferir entonces que nuestros temores inconscientes individuales se proyectarán de alguna manera en las dinámicas de los grupos a los que pertenecemos y activarán mecanismos complejos (supuestos básicos (*) en los que harán que, por ejemplo, nuestros temores al rechazo o al ataque confluyan proyectivamente en la segregación (del otro) o que nuestros temores al sometimiento confluyan en la multiplicidad de intentos de dominación (del otro) o que nuestros temores a ser devorados (anulados) por el otro deriven proyectivamente en el consumo desenfrenado (como muestra de avidez vital), etc, etc.
Por ende, la segregación tiene éxito porque se apoya en esa raíz constitucional.
¿Somos iguales?
No.
¿Y la diversidad?
Es constitutiva del psiquismo.
Es inevitable. Pero, tan movilizante que para algunos se transforma en inaceptable porque representa aspectos inconscientes rechazados de nosotros mismos.
La pregunta sería entonces ¿quién y desde qué lugar de su interioridad habla de la diversidad y del respeto por la misma?
Entrar en sociedad nos obliga a hacer renuncias. Freud dice que las aceptamos a cambio de la seguridad que nos brinda la sociedad, el agruparnos. Pero las renuncias no anulan las marcas de la constitución.
En mi forma de concebir el mundo, de mi percepción y mi memoria, he aprendido más de lo diverso que de lo igual pero claro, esa es mi respuesta.
Tuve que hacer un gran trabajo de análisis interno para abrir la puerta de los prejuicios que me enseñaron y aprendí para poder arrojarme a lo desconocido con confianza.
Cada quién debe recorrer su propio camino.
Notas
(*) Las menciones a enseñar y aprender tienen que ver con el modo en el que se deben planificar las materias de manera obligatoria en Argentina de acuerdo con la didáctica de los profesorados. Mis menciones se dan en función de cuestionar los conceptos de enseñanza y aprendizaje no por inválidos sino más bien para no dejarlos anquilosados y vaciados de sentido por una obligatoriedad que los limita en su aplicación práctica. Enseñar, es una de las tareas imposibles según Freud (como la política y el psicoanálisis). Tal vez revisar el concepto de enseñanza desde la idea de de-construir aprendizajes previos sea un aporte a pensar en este sentido. Lo mismo diría si tuviese que revisar el concepto de aprendizaje ya que intentaría correrlo del lugar pasivo del aprendiz al lugar activo del sujeto.
(*) W. Bion propone la «existencia de una mentalidad grupal que actúa como recipiente de todas las contribuciones anónimas que se hacen, y a través de las cuales se gratifican los impulsos y deseos implícitos en dichas contribuciones». Ahora bien, esas contribuciones expresadas de forma anónima también son un obstáculo para la realización de los objetivos que desea, generándose una tensión en el grupo y en el individuo. Y de ahí proviene la frustración constante al constatar que el supuesto en el que el grupo se ha instalado, no satisface plenamente esos deseos, forzando al cambio hacia otro supuesto. Los supuestos básicos son mecanismos inconscientes de estados emocionales tendientes a evitar la frustración inherente al aprendizaje, el cual implica inevitablemente esfuerzo, dolor y contacto con la realidad y por ende alude a las renuncias mencionadas por Freud ante la necesidad de agruparnos.