Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
I.
El 23 de diciembre cuando se me propuso realizar esta presentación, mi respuesta fue que aceptaba estar el 24 de marzo en el plenario de apertura. Fui advertido de mi lapsus, y quedé cavilando en el mismo. Entiendo que asocié la reconfiguración del campo simbólico que produjo la dictadura cívico militar con la reconfiguración que pienso que significa el gobierno de ultraderecha neoliberal de Javier Milei. Una reconfiguración del campo simbólico que hace que el desconcierto sea algo generalizado. Todos estos son ejemplo de errores en la matrix simbólica. Alteran modos de representar, decir y hacer. Determinando los registros pulsionales e identificatorios.
Alicia Leone pronunció en diciembre pasado que “Hace años que venimos pensando las transformaciones de la subjetividad … el dominio de la lógica del Yo placer, la dominancia de patologías narcisistas, las dificultades de razonamiento, de concentración, la dominancia de la posición esquizo paranoide, sin la menor consideración por el otro…y todo eso nos ha estallado en la cara, para nuestro horror. Es también por eso que, quizás por primera vez, aparece directamente en los consultorios.” Entiendo que lo dicho por ella es un señalamiento respecto de que no alcanza con las herramientas conceptuales habituales para analizar el evento que estamos atravesando.
Personalmente me referí en 1992 -en el entonces Colegio de Estudios Avanzados en Psicoanálisis-, a que “Esta es una época en la cual parecía haber finalizado la hegemonía de la Represión secundaria como mecanismo Psíquico, dando la impresión de que se había pasado a la circulación de otro tipo de mecanismo, más acorde a esta época, la Renegación (…). Tomando en consideración, el carácter de traumático de lo renegado para el Sujeto”. Y me preguntaba entonces:
“¿Sobre qué otros elementos podrá recaer la renegación? ¿Su presencia debe siempre dar lugar a sujetos perversos? ¿Podrá la renegación afirmarse sobre el terreno de traumatismos sociales?”
Y agregué: “Parecería estar surgiendo un nuevo tipo de Sujeto humano, del cual el actual es una mera transición. Nos encontramos inmersos en una cultura en la que impera la fragmentación de los lazos sociales”
En octubre de 2023, en el intercambio con Franco Berardi en Murcia (1), entre otras cuestiones, sostuve:
(que) El siglo XX había sido un siglo marcado por el encuentro de las sociedades con lo real. Que es aquello que hace su aparición cuando caen los paradigmas simbólicos instituidos. Las grandes guerras, el riesgo atómico, el holocausto, el gulag, el terrorismo de estado, ahora una Pandemia, la devastación del medio ambiente y las catástrofes naturales que implica, –y entre nosotros, en particular, el terrorismo de estado, hiperinflación, guerra de Malvinas, atentados de embajada de Israel y de la Amia, la crisis de diciembre de 2001, son todos ejemplos de crisis de los paradigmas simbólicos del momento. Cada confrontación con lo real, es decir, con el vacío de sentido, es traumática – deja al sujeto frente a la desnudez del mundo -.
La aparición de la caída de sentido, desencadena la serie de lo traumático, la catástrofe y el estrago.
Sostuve entonces que a la serie de eventos de lo real había que agregar la forma actual de la vida capitalista, causante de un estado traumático permanente. Y que el advenimiento del régimen de gobierno actual en Argentina generaría más trauma aún.
En el trauma no hay lugar para la realidad psíquica, que es arrasada. Y si se mantiene a lo largo del tiempo, la psique queda disminuida en sus capacidades. El Yo no logra ligar las cantidades que aporta lo traumático y libera pulsión de muerte. Esta forma de vida libera pulsión de muerte.
Bifo habló de la deserción como respuesta ante la forma de vida actual –una deserción de esta forma de vida-, yo remarqué que es el Otro el que ha desertado, generando angustia de desamparo, lo que lleva a la fragilización de las fronteras intrapsíquicas e intersubjetivas. Y amenazando con que todos podemos pasar a formar parte de esa nueva categoría que en estos días se hace cada vez presente: me refiero a la amenaza de pasar a ser parte de una población sobrante, descartable.
En ocasión de la Pandemia tuvo lugar una Omisión universal (se sabía, estaba la información, pero… se produjeron una forclusión y también una renegación –como puede apreciarse en el negacionismo-), fue un Desencadenante universal, y sostuve que previamente hubo un Trastorno generalizado de atención.
Esto sucede en una sociedad habitada por una subjetividad que finalmente adoptó a la renegación como mecanismo psíquico predominante. Últimamente ha sido denominada como fingir demencia. Una suerte de traducción al discurso diurno de la escisión que habita en los sujetos merced a la renegación.
Entiendo que es lo mismo lo que ha estado presente previamente al advenimiento del gobierno actual. Se trata de dos tragedias anunciadas. Si la pandemia fue un error en la matriz simbólica, hoy lo es Milei y su programa de ultraderecha neoliberal.
En esa línea, sostuve también que muchos eventos sociales actuales no pueden pensarse dejando de lado las consecuencias que dejó la Pandemia. Esta agregó más trauma al que la sociedad capitalista ya genera, el aislamiento, el pánico, la pérdida de esos momentos que implican la salida tanto de lo edípico como de la niñez, a la universidad (para los que pueden) y a la salida del hogar familiar sufrieron accidentes de consecuencias aún no del todo mensuradas. La vida laboral quedó trastocada. Todo ha sido por el error en la matrix que implicó la pandemia.
Esta ha sido un para todos, al mismo tiempo y para todo el planeta. Encontró a la humanidad en un estado de fragilización psíquica previa por estar afectadas funciones fundamentales del Yo (la percepción, la atención, el pensamiento, el juicio de realidad, la memoria). Todo lo que genera una falla cognoscitiva generalizada.
Una sociedad con un ideal central: gozar, que es lo que el Otro ordena.
Otra de las marcas de la Pandemia ha sido para muchos sujetos el gran grado de frustración producido por el encierro –en medio de un pánico generalizado-, la desconfianza hacia el Estado, el enojo por los privilegios de algunos dirigentes. Eso ha sido un caldo de cultivo de odio que se incrementó una vez finalizadas las restricciones sanitarias. Y del surgimiento de una reacción inmune frente al semejante ligada al aislamiento y el distanciamiento, por el riesgo que todo acercamiento producía. Entiendo que ese trauma lejos está de ser elaborado.
Sigue entre nosotros y su continuidad está propiciada por la distancia presente en lo tecnológico. Lazos virtuales, un contacto virtual con el que convivimos. Y los traumas colectivos deben elaborarse colectivamente y en contacto con el otro. Escucho día a día que los vínculos en los lugares de trabajo se han trastocado, suele estar presente el aislamiento, la fragmentación, y ahora, desde diciembre en Argentina, el desámino, la apatía y la resignación.
Nacer es traumático, pero hay un otro que amortigua el trauma, ese Otro prehistórico e inolvidable. En nuestro caso actual es como si no hubiera un Otro a quien apelar. El terrorismo estatal, la Pandemia, la hiperinflación, la crisis de 2001, ahora Javier Milei y sus secuaces, tienen en común la puesta en crisis de ese tercero a quien apelar, nos deja a la buena de dios. La fragmentación es el gran tema del momento: la psíquica y la colectiva. Esto es a consecuencia del trauma permanente debido a una forma de vida que ahora genera –entre nosotros- un trauma psíquico y colectivo aún mayor.
II.
El aislamiento y el distanciamiento social fueron de la mano de la entronización de las redes sociales y de los dispositivos de trabajo a distancia, el aspecto más visible e inaugurador de la nueva normalidad en la que vivimos. Un nuevo instituido de los lazos sociales. Las redes sociales tienen la capacidad de externalizar el inconsciente de los sujetos: generan el hundimiento de la censura, de todo filtro, de la metáfora, de lo simbólico finalmente. Profundizan la precarización simbólica. Permiten que se manifieste el inconsciente sin castración, sin tope. Eso es lo que las hace atractivas. El odio puede expresarse sin ambages.
En este punto, Javier Milei es el representante representativo de una subjetividad surgida de lo virtual y de la Pandemia, y hace una performance que es de carácter performativo. Insisto: El odio se viraliza en las redes: la viralización como significante va de la mano del virus que azota a partir de la Pandemia. Un virus que ha provocado una reacción autoinmune desmesurada y que a nivel social se expresó como una reacción inmune ante el otro, portador de la peste. Razón de más para establecer una defensa virtual en las redes, o segregatoria en la vida real.
En medio de todo esto, se ha fundado un nuevo territorio para la militancia: la red digital, ya no más el contacto personal con los votantes, que de modo muy escaso asisten a actos políticos, en una sociedad desmovilizada salvo en las redes, pero movilizada en las mismas muchas veces en torno al registro imaginario. Con la caída de lo metafórico y el privilegio de lo metonímico, mostrando así una claudicación de lo simbólico. Como sostuve previamente, el más eficaz en la utilización de la red es Milei.
Así, entiendo que fue durante la pandemia que se generó el caldo de cultivo de las ultraderechas. Fue Javier Milei quien supo ocupar el lugar del descontento y el odio, dándole sentido a muchos sujetos que se encontraron con un vacío del mismo. Este fue llenado por lo que conocemos como negacionismo. En ese entonces decía (lo cito) “La pandemia no existe. Los infectólogos son unos chantas”. Y rechazaba vacunarse.
Si bien es obligatorio el análisis político de la performance de los gobiernos de los últimos años –de su fracaso- que entiendo que está muy lejos de poder realizarse, sobre todo por sus máximos responsables -pero no solamente por ellos- entiendo que en el centro de todo análisis debiera estar la subjetividad como clave para abordar todo lo que devino posteriormente. El régimen actual no puede ser abordado sólo con las categorías conocidas.
III.
Ahora, desde diciembre pasado, un discurso perverso domina el panorama, ya que invocando a la libertad como proyecto lo que hace es combatirla. Y dicha perversión es acompañada de un ejercicio de la crueldad sin velo alguno, gozando del sufrimiento de los otros – que son rebajados de su condición de semejantes – que al mismo tiempo son ignorados. Una cosificación que ha llegado al punto de definir a esos otros –sobre todo si se oponen – como orcos, una especie subhumana. (2)
Hay que recordar que la crueldad anida en la psique de todos los humanos y esta disposición puede activarse en determinadas circunstancias. Ejemplos sobran.
Hay que prestarle mucha atención a ese discurso perverso y a sus adherentes, que no son pocos y son representativos (descaminados) del hartazgo y fracaso de una forma de vida que da muestras de extinción, aunque esto no signifique la desaparición del capitalismo. El cual tiene la astucia de cambiar de forma sin cambiar de fondo, por lo menos de eso ha dado muestras hasta ahora.
Una cuestión es cierta: si el mileinato llegara a estabilizarse –y lo haría alrededor de la turbulencia que como causa hace girar todo alrededor de sí (aún de aquellos que no participan de la idea)-, estaremos ante un nuevo período histórico, imprevisible en su desarrollo. Lo que ya implicaría el pasaje de una identificación claramente imaginaria, a una ideología.
IV.
En este punto surgen estas preguntas:
¿Qué subjetividad es la que está en juego para poder sostener este proyecto que lleva la depredación capitalista al límite, un «experimento social», tal como se señala desde el exterior? ¿Qué subjetividad va produciendo a su paso? ¿Qué sufrimiento sobrante produce en la mayor parte de la población y qué desafíos para la clínica representa (tal como durante la pandemia) estar «todos en el mismo barco»?
Tal como durante la pandemia, los analizantes y nosotros compartimos una realidad que nos afecta por igual, una realidad que por momentos deja de cubrir lo real del sin sentido, el caos, el abismo. No eludo intercambios con mis analizantes sobre lo que sucede, conocen mi posición, y el arte está en defender la realidad psíquica frente al arrasamiento de la misma por parte de la realidad. Estamos ante un realismo capitalista recargado. En muchos casos se trata de trabajar a contrapelo de la escisión que produce la renegación o la fragmentación producto del splitting, en otros rescatar la potencialidad que habita en cada sujeto para atravesar situaciones traumáticas, historizando sus traumas. En otros evitando pasajes al acto.
Se trata, en la clínica, de abrir una brecha en ese sinsentido y en una realidad apabullante, llena de números, de amenazas, de agresiones, Pero, además –como dije-, de la presencia de la crueldad ejercida desde el gobierno y sus adherentes, que puede llevar a una identificación con el agresor al producir una encerrona trágica. Se trata de que la presencia de este exceso de realidad no atente contra la realidad psíquica.
V.
Ante esta forma de vida traumática – llevada al extremo en Argentina en estos momentos- para Bifo –como mencioné- la única salida es la deserción, en el sentido de desertar de esta forma de vida. Castoriadis hablaba de que todo dependía de un cambio antropológico. El surgimiento de un nuevo ánthropos. Cuyo advenimiento no puede programarse. Fisher habla de un deseo postcapitalista. Clama por una economía comunitaria, es decir, una economía centrada en consideraciones éticas que reconocen y negocian la interdependencia con otros humanos, con otras especies y con el medio ambiente. propone “sobrevivir juntos y equitativamente; distribuir el excedente para enriquecer la salud social y medioambiental; interactuar con los demás de formas que fomenten su bienestar tanto como el nuestro; consumir sustentablemente; cuidar -preservar, reponer, cultivar- nuestros bienes naturales y culturales; invertir nuestra riqueza en las generaciones futuras para que ellas puedan vivir bien”.
Tanto Castoriadis como Bifo y Fisher coindicen en la necesidad de llevar a cabo una vida frugal. Sitúan al anticapitalismo como eje central. A lo que adhiero plenamente. Sostengo que, ante este realismo capitalista recargado, la única posición es la de un anticapitalismo. Lo que implica la deserción de las formas políticas habituales. Ciertamente, nadie puede no ser capitalista en una sociedad capitalista, de lo que se trata es de ir gestando, en el propio movimiento de destitución del capitalismo –abriendo brechas en el mismo- formas de la subjetividad que se sitúen por fuera del mismo, aún mientras permanezcan en él.
Es momento de recordar que los cambios políticos más significativos de los últimos tiempos han pasado la mayoría de las veces por fuera de todo programa político, a partir de luchas y reivindicaciones de parte del colectivo social. Muestra del poder del imaginario social instituyente. Entonces se trata, en los consultorios, de promover la figurabilidad, realidad psíquica. En las calles, promover, acompañar y apoyar la expresión del imaginario social instituyente. Porque se necesita de un despertar de la imaginación del colectivo. No sabemos, en estas circunstancias, qué forma tomará, ya que siempre trabaja subterráneamente. Pero tenemos que ayudar a que se manifieste.
- Trabajo presentado en el Colegio de Psicoanalistas, 21-03-2024
- https://www.youtube.com/channel/UCwU0qaPTcMAVd5jPczLGIbw
- No voy a detenerme en la discusión habitual respecto de la diferencia entre sadismo y crueldad. Sintéticamente entiendo que en ambas hay satisfacción en el perpetrador, sea por gozar del sufrimiento ajeno como por ignorar al otro como semejante ignorando hasta su sufrimiento, desechándolo.
Bibliografía
Fisher, M., Deseo postcapitalista. Las últimas clases, Buenos Aires, Caja Negra, 2024.