Equipo de Psicología de Domus Monte Grande
Coordinador: Lic. Diego Venturini
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Integrantes: Lic. Julieta Vazquez, Lic. Francisco Padin
Algunas consideraciones generales sobre la adolescencia
La adolescencia es una etapa esencial del desarrollo humano caracterizada por la aparición de cambios corporales y psíquicos que van a perdurar a lo largo de la vida. Tales cambios generan efectos diversos y muy particulares en cada joven que derivaran en manifestaciones de conducta singulares propias de esta etapa vital y no de otras.
Debemos pensar esta etapa y sus cambios desde diferentes perspectivas. Algunos de esos cambios físicos y psíquicos son generadores de notables movilizaciones a nivel intrapsíquico, esperables en este período.
Desde lo físico se desarrolla altura, masa muscular y caracteres sexuales secundarios, en cuanto al desarrollo cognitivo se pasa de un pensamiento concreto a un pensamiento formal/abstracto (Piaget) (1), desde el desarrollo psicosexual se darán notables transformaciones afectivas que influyen en los vínculos con el propio cuerpo, con los pares, con los padres y con la sociedad. Desde lo social, entre muchas otras manifestaciones, se podrían dar a veces conductas opuestas como la tendencia al aislamiento (refugio en las pantallas de pc, celular, etc.) y/o a la necesidad permanente y obsesiva de interacción exclusiva con los pares (grupos de referencia, tribu) retaceando su presencia en otros ámbitos como el familiar.
Es así, que el adolescente entra en una etapa de crisis que Aberastury y Knobell llamaron “Síndrome normal de la adolescencia” (2). Cuyas características pueden resumirse en: 1) búsqueda de sí mismo y de la identidad; 2) tendencia grupal; 3) necesidad de intelectualizar y fantasear; 4) crisis religiosas que pueden ir desde la intransigencia al misticismo más fervoroso; 5) desubicación temporal, en donde el pensamiento adquiere las características del pensamiento primario (predominio de la fantasía); 6) evolución sexual manifiesta va desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad genital adulta; 7) actitud social reivindicatoria con tendencias anti o asociales de diversa intensidad; 8) contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta, dominada por la acción, que constituye la forma de expresión conceptual más típica de este período de la vida; 9) una separación progresiva de los padres, y 10) constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo.
Este síndrome pone en juego una sucesión de crisis y duelos típicos de la etapa adolescente que no constituyen por sí mismos una patología sino que más bien son parte esencial de la necesaria elaboración de la misma.
Cuando decimos crisis nos referimos a un cambio importante en el desarrollo de un proceso que da lugar a una inestabilidad. En este caso se da la puesta en cuestionamiento de lo aprendido en la niñez y eso conlleva a una movilización interna que implica angustia, ansiedad, temores, etc.
Cuando nos referimos al duelo, en términos generales hablamos de una sensación de pérdida, del dolor psíquico, de la aflicción y del proceso de elaboración que estos conllevan. Es en esta etapa que se dan los tres duelos fundamentales que generarán los cambios más perdurables en la historia del sujeto dependiendo de cómo estos se resuelvan. Nos referimos a: 1) el duelo por el cuerpo infantil, 2) el duelo por la identidad infantil y 3) el duelo por los padres infantiles.
Es por todo esto que los adolescentes están enfrentados de manera permanente a la sensación de pérdida y a la elaboración de duelos intrapsíquicos y también a los duelos, desafíos crisis e imposiciones que proporciona el entorno en el que viven. En este sentido las situaciones familiares y socioculturales también serán motivo fundamental de una exigencia de trabajo para el psiquismo del adolescente. Si a ello le sumamos situaciones particulares vivenciadas como enfermedades, accidentes, acontecimientos traumáticos, etc.; la etapa adolescente debe ser considerada de notable fragilidad y/o vulnerabilidad.
El adolescente debe encarar dos grandes desafíos, por un lado el lograr la autonomía e independencia de sus padres y la formación o logro de una identidad en un contexto sociocultural determinado, la cual posibilitaría el sentido de mismidad y continuidad.
¿Qué podemos pensar sobre los adolescentes y la pandemia?
La pandemia del COVID 19 y en especial los efectos del aislamiento prolongado durante la misma han sido, sin lugar a dudas, generadores de un incremento exacerbado de las problemáticas adolescentes. En este sentido, el aislamiento obligatorio al que todos hemos estado expuestos han generado dificultades notorias que en el caso de los adolescentes representaron un trabajo extra a la hora de elaborar esta serie de duelos lógicos antes mencionados.
La imposibilidad de salir con amigos, de frecuentar espacios de socialización, de enfrentarse con la complejidad de la sexualidad, etc., dificultaron los procesos intrapsíquicos que deberían llevarlos a una salida exogámica, necesaria y saludable para el adolescente.
El contagio masivo y la circulación de un virus, en muchos casos mortífero, ralentizaron y/o detuvieron los procesos y elaboraciones psíquicas propias de la etapa. Podríamos pensar la pandemia como un gran paréntesis y pausa obligatoria en la construcción de la identidad subjetiva, que sin dudas, ha dejado marcas en el psiquismo adolescente y que aún hoy a más de dos años de su inicio y uno de la disminución de la circulación masiva requiere de simbolización.
La pandemia y el aislamiento preventivo se han convirtieron en un factor de adversidad psicosocial que afectó a las familias en su totalidad.
En general, se da un afrontamiento más adecuado de la situación cuando en el entorno cercano del adolescente se encuentran adultos presentes que brinden estabilidad y un rol protector frente a esta situación. Sin embargo, no se ha dado esto en todas las familias y por ende han sido más numerosos los casos en los que se vivenciaron niveles de estrés significativo, no solo para los más jóvenes, sino también para aquellos encargados de brindar los cuidados necesarios en el hogar. Esto dio lugar a un fuerte crecimiento de conflictos familiares, presencia de irritabilidad, hiperactividad, impulsividad y ansiedad, viéndose limitada la capacidad de ofrecer un entorno seguro, estabilidad y cuidados adecuados para los más jóvenes.
Los adolescentes se han visto expuestos a cambios más allá de lo esperable no solo vinculados al ámbito educativo, físico y social sino también familiar, necesitando para dichos cambios elaborar estrategias y respuestas de afrontamiento como intentos de sobrellevar esta situación.
Las restricciones de contacto social vivenciadas en el período de aislamiento obligatorio llevaron a la puesta en pausa del proyecto vital con la singularidad que caracteriza a cada adolescente. Ello generó una diversidad de síntomas, algunos de los cuales se mantienen hasta hoy en algunos casos.
La falta de contacto con los pares en los ámbitos escolar y social dio paso al incremento generalizado de la angustia y el desgano como síntomas principales de esa etapa siendo notorio el incremento de consultas por estas causas y el ausentismo escolar.
La idea de la muerte rondando en la cabeza de los adolescentes no es algo nuevo, forma parte de la elaboración psíquica, entre otras cosas, de los antes mencionados duelos, pero el Covid-19 le dio a la muerte entidad de presencia en la realidad material con casos directos o cercanos de personas fallecidas o internadas en grave estado que hicieron efecto de sentido en las crisis y duelos esperables de la etapa.
Este forzamiento del trabajo psíquico que implicó la elaboración de aquello proveniente de lo social aún se está procesando.
Los duelos de la adolescencia requieren de un tiempo lógico de elaboración que sumados a los efectos del aislamiento en pandemia retrasaron tal proceso.
Otros efectos notados fueron la afánisis (como fantasmática de la falta de deseo) y la disminución del interés en el contacto con el otro.
En este sentido, el concepto de fondo de memoria acuñado por la psicoanalista Piera Aulagnier (3) recobra todo su relevancia a partir de la puesta en valor del trabajo psíquico que deberá emprender el adolescente en este camino sinuoso que implicará por un lado, establecer esos puntos de certidumbre que harán al sentimiento de mismidad y continuidad entre quien fue y quien es así como también, asegurar la disponibilidad de un capital fantasmático al cuál pueda recurrir. Por ello, para el adolescente se trataría de hacer un trabajo de elaboración y modificación del texto autobiográfico, agregando comas, puntos o nuevos párrafos en especial del periodo y las consecuencias acarreadas por la pandemia. Trabajo de puesta en historia que no pretende el exceso de la instancia represora, así como tampoco la coagulación de un capítulo que no puede constituirse como tal. Sino más bien, construir (se) un pasado para causar el deseo hacia lo desconocido del porvenir.
En resumen, podemos evaluar a la pandemia y sus consecuencias como una crisis de alto impacto en cuanto a los ajustes que fueron necesarios ejecutar y a las diferentes condiciones a las que nos hemos visto expuestos todos y en especial los adolescentes.
La pandemia requirió del uso de respuestas tanto de índole cognitivas como psicoafectivas para intentar contrarrestar el impacto de la misma generando nuevas condiciones para la adaptación (tomada como inteligencia en el sentido Piagetiano) a la nueva normalidad.
¿Qué alternativas de intervención tenemos con los adolescentes en este contexto?
Las consecuencias están claras. Entonces, ¿cómo podemos acompañar a los adolescentes en este momento? Y ¿Qué alternativas de intervención tenemos con los adolescentes en este contexto?
Desde el mundo adulto cercano al joven, se deberían generar ciertas condiciones necesarias para la producción y elaboración del pensamiento en la vida del adolescente. Ello implicaría, generar propuestas de ofertas significativas de sentido y/o que les permitan estar en proceso de lograrlo con el fin de fomentar la figurabilidad psíquica.
La oferta identificatoria de referentes adultos saludables; la oferta de límites y pautas claras que pudieren tomar pero a la vez cuestionar y desafiar; la oferta de escucha y comprensión que les facilitaría la puesta en palabras de lo que les pasa con el fin de limitar los pasajes al acto (autolesiones, situaciones de riesgo, etc.); la oferta de un entorno en el que las vivencias pudieren ser pensadas y elaboradas adecuadamente con la familia y los pares; la oferta de poner en pausa las tecnologías para intentar pensar la excesiva velocidad en la que vivimos y que genera enormes desatenciones y por ello cierto grado de desafectivización; la oferta de contención ante situaciones traumáticas (desde abusos, bullying hasta el aislamiento en pandemia en algunos casos, etc., etc.); la oferta de espacios compartidos con los pares y la familia; etc. etc., son algunas de las propuestas que desde el mundo adulto permitirían intentar generar algunas de las condiciones necesarias para sobrellevar esta tan importante etapa vital que tendrá consecuencias para el resto de la vida.
Desde el trabajo clínico en sí, la escucha sigue siendo la clave para generar un vínculo en el que se dé la chance que el adolescente se aloje en la consulta y se genere la transferencia necesaria para iniciar el trabajo de análisis.
La lectura del analista tomando en cuenta los duelos típicos de la etapa integrados al contexto de la psicoesfera (4) actual sería fundamental en la posibilidad de generar intervenciones que puedan ser tomadas como inicio y/o continuidad del pensamiento y elaboración en un yo que se encuentra vulnerable por la etapa vital y fragilizado por el contexto psicosocial.
La capacidad del analista para no minimizar o invisibilizar los efectos psíquicos de una pandemia, que a estas alturas aparece como olvidada y lejana, sería un aliado a la hora de permitirle al joven una pausa elaborativa en el contexto actual de aceleración y sobre estimulación digital y mediática que induce a olvidar todo y seguir como si nada hubiese pasado.
La memoria, vapuleada y endeble por tanta saturación informativa, seguirá siendo el refugio que nos permitirá develar aquello de lo que no se habla, se padece o actúa. Por eso, será fundamental apelar a ella como aliada en una búsqueda conjunta (paciente-analista) que le ayudará al adolescente a develar aquello que insiste sintomáticamente desde el inconsciente y también a elaborar aquello de la realidad material que insiste en ser integrado al yo y se resiste.
La adolescencia sigue siendo una etapa compleja pero igualmente rica en cambios, posibilidades y realizaciones. La generación paulatina de un proyecto vital es otro de los desafíos a tener en cuenta en el trabajo de análisis con los adolescentes, más aún en este contexto psicosocial en el que la velocidad, la desatención, el desinterés, el exitismo y el olvido se proponen como valores. La búsqueda de una pausa para pensar y elaborar en el espacio analítico podría generar una riqueza de proyectos y creaciones, necesarias para la creación de seguridades internas que permitan cuestionar y a la vez concretar proyectos.
En suma, la extensa pausa de la pandemia generó (entre muchas otras) salidas ansiosas y/o maníacas del encierro que aceleraron aún más los tiempos de la psicoesfera que les toca vivir a los adolescentes hoy. La alternativa para darle un nuevo sentido a lo traumático de la pandemia es otra pausa, la del análisis, una pausa para pensar y elaborar en acción pero a la vez dinámicamente lo que les sucedió, lo que sucede y lo que vendrá.
Bibliografía
(1) Psicología de la inteligencia. Autor: Jean Piaget. Editorial Siglo XXI. 2013.
(2) La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. Autores: Arminda Aberastury y Mauricio Knobell. Editorial Paidós Educador. 1991.
(3) Construir (se) un pasado. Autora: Piera Aulagnier. Publicado en Journal de la Psychanalyse de l`enfant. N°7. 1989
(4) Franco “Bifo” Berardi, El tercer Inconsciente, la psicoesfera en la época viral, Ed. Caja Negra, 2022.