Algunos efectos de las pantallas en la vida cotidiana
«La tecnología es el arte de organizar el mundo de acuerdo con la mente.»
“Desde una perspectiva dataísta, podríamos interpretar a toda la especie humana como un único sistema de procesamiento de datos en el que los individuos hacen las veces de chips”.
Yuval Noah Harari (*)
Por Diego Venturini
Los actuales avances tecnológicos han tejido una intrincada red que se mete en nuestras vidas y, por ello, surge una pregunta innegable:
¿Nos afecta el exceso del uso de la tecnología en forma de pantallas en nuestra vida cotidiana?
Cuadro de situación
La necesidad del uso de la tecnología en la vida cotidiana ha sido una constante en la historia humana desde que se inventó el primer cuenco para beber o el primer cuchillo de caza. Los desarrollos tecnológicos aportaron y siguen aportando grandes logros que implicaron mejoras en todos los ámbitos. Entre muchos otros, y en mi opinión el más importante, es el incremento en la calidad de vida de nuestra especie a través el manejo de ciertas enfermedades que nos han llevado a pasar de un promedio mundial de esperanza de vida al nacer de 52 a 69 años -entre los años 1960 al 2008- a una expectativa de 70 a 73 años entre el 2009 y el 2020 (1). Tales avances no han sido ni son ni serán sin un costo, tanto para la naturaleza en la que estamos inmersos como también para la humanidad. Entre la gran cantidad de costos que podríamos enumerar se encuentran los ecológicos, los socio-económicos y culturales, los del cuerpo y -sobre todo- los psíquicos, que son los que intentaré abordar en este trabajo.
I. Luego de la pandemia de la Covid-19, el uso de pantallas se transformó en un hábito permanente en los ámbitos urbanos y cada vez más frecuente en los rurales. Su uso atraviesa hoy todas las edades y clases sociales. La sobreexposición cotidiana a una oferta permanente y, en cierto sentido, propagandística de las supuestas bondades y beneficios del uso de la tecnología en la forma de pantallas ha ido generando en algunos sectores sociales un cierto consenso acerca de la necesidad de su utilización en todo momento. Este tipo de uso de las pantallas se encuentra, en algunos sentidos, totalmente desligado de la naturaleza psíquica y de los ritmos neurobiológicos de nuestro funcionamiento cerebral y, en otros sentidos, se aprovecha de los mismos. Esto que observamos no se ha dado de manera repentina sino más bien de manera paulatina a lo largo de años y años de marketing y publicidad específica (2).
II. La tecnología, especialmente la informática, se ha convertido en un logro humano prácticamente indiscutible en la actualidad. Y justamente esta percepción de lo indiscutible hace resaltar una discrepancia que resulta incómoda y debería ser objeto de estudio. Los avances en diversos campos de la ciencia aplicada suelen presentarse de manera tal que, paradójicamente, buscan estimular una respuesta afectivo – emocional en el receptor, tratando de inspirar un sentido de seguridad básica y esencial en la psique humana, en lugar de fomentar la posibilidad de un análisis profundo. La difusión de estos avances a menudo se plantea sin muchas objeciones y se da más importancia al producto o servicio comercializable, que proviene de un nuevo desarrollo tecnológico, que a las posibles complicaciones que esto podría traer para los seres humanos o el medio ambiente. La promoción de las ventajas del uso de tecnologías en forma de pantallas intenta apelar a nuestras creencias, nublar el pensamiento objetivo y conectarnos con la esperanza de un futuro mejor. Si bien esta esperanza es esencial para estimular el deseo de vivir, también puede ser un punto de partida para evitar pensar en nuestra realidad inmediata. Quizás incluso pueda considerarse como un medio colectivo de evitación, al alcance de todos, para desconectar de un presente que, por diversas razones, puede resultarnos tedioso, incómodo, doloroso, frustrante y, por ende, evitable.
Sin embargo, podríamos perder la capacidad de estar verdaderamente presentes en el aquí y ahora si siempre estuviéramos inmersos en la imaginación del futuro o en la evasión que implica el uso excesivo de pantallas. La forma de vida de nuestra época estimula en varios sentidos la desconexión del presente a través de la exposición excesiva a las pantallas, ya sea en el ámbito laboral o en las redes sociales. Los porcentajes de aumento en su uso han sido notables: cada año en los últimos cinco años, cada dos años en la última década y cada cinco años en los últimos veinte años (3) y (4).
¿Podremos lograr cierto equilibrio entre el progreso tecnológico y nuestra calidad de vida y la de nuestro entorno?
Efectos generales observables
1. La constante necesidad de revisar las redes sociales, la compulsión por verificar el correo electrónico o la sensación de vacío cuando el teléfono no está al alcance son hoy nuevos motivos para el incremento de la ansiedad que otrora no provocaban las herramientas que usaba cualquier persona hace 50 años. No se escuchaba, en los consultorios, noticias, datos o rastros acerca de una crisis de angustia ante la ausencia de un martillo, un clavo o -incluso- de una computadora de datos IBM antigua. Hoy, el incremento de los niveles de ansiedad se ha naturalizado en nuestra forma de conectar con el mundo más allá de la naturaleza psíquica que le da sustento dando lugar a un fenómeno de índole socio-cultural generalizado. La nomofobia se ha vuelto un motivo frecuente de trabajo en las consultas y también un comentario frecuente entre los usuarios de celulares pero, aun así, nada cambia el incremento exponencial en su uso ni la naturalización ni la justificación de tal exceso por infinitas razones, todas ellas discutibles en algún sentido.
2. Freud señaló, en su momento, que los deslices en nuestra vida cotidiana, como olvidos, errores y lapsus linguae, a menudo revelan deseos y conflictos inconscientes que acechan bajo la superficie de nuestra psique. Estas acciones aparentemente insignificantes son, según Freud, manifestaciones de nuestro mundo interior que emergen en el escenario de la vida diaria. En este sentido, podríamos considerar nuestras interacciones digitales y nuestra relación con la tecnología como el escenario contemporáneo en el que se despliegan algunos de estos deslices. Así como Freud postuló que los actos fallidos son ventanas a lo reprimido, ¿podrían nuestros comportamientos tecnológicos compulsivos enmascarar ansiedades y deseos que buscan una salida? La interacción constante con dispositivos electrónicos, las redes sociales y la información digital potencialmente ¿podrían ser un intento de llenar vacíos afectivos o permitir la evasión parcial de la realidad actuando como mecanismos de defensa en un mundo cada vez más abrumador?
3. El auge de las herramientas tecnológicas también plantea cuestiones sobre la autenticidad y la construcción de una identidad en línea. La presión para presentar una vida perfecta en las redes sociales ¿se asemeja a los ideales sociales introyectados que Freud describió en su teoría del superyó?; en esa necesidad ¿hay aspectos de la psique que buscan conformidad con las normas sociales que se imponen en las redes? El contraste entre lo que mostramos en línea y lo que experimentamos internamente en ocasiones denota cierta disonancia que podría generar angustia, dando lugar a una modalidad psicopatológica actual en la que luchamos por mantener una coherencia entre nuestra vida digital y nuestra vida «real». Un mensaje mal enviado, una publicación accidental o un «Me gusta» inesperado suelen desatar situaciones conflictivas ¿podrían ser vistos como una extensión de los actos fallidos freudianos al ofrecer una ventana a nuestros deseos subyacentes que buscan su expresión en un mundo digitalizado? Tal vez la respuesta sea un sí rotundo teniendo en cuenta que hasta las compañías de mail o de redes sociales hoy nos preguntan si nos hemos arrepentido de enviar un mensaje o correo electrónico o publicación y han generado formas de revertir tal error para que el mensaje o correo o publicación no llegue a su destino, evitándonos así un posible problema al obrar como si fuesen ayudantes y posibles censores, al mejor estilo superyóico.
4. La tecnología, en su capacidad de conectar a las personas globalmente, también podría actuar como una pantalla que refleja nuestros anhelos más profundos. El deseo de ser reconocido en las redes sociales ¿sería una manifestación artificialmente instituida de la necesidad de aprobación y amor, tan esencial para nuestra constitución psíquica? La compulsión por mantenernos «siempre en línea» ¿podría ser una respuesta a la ansiedad de estar solos con nuestros pensamientos, como si temiéramos enfrentarnos a nuestro inconsciente o a nuestra realidad?
En la era digital, la vida cotidiana ha adoptado nuevas dimensiones, ¿Qué deseos subyacen en nuestra búsqueda constante de validación en línea? ¿Cuáles son los miedos que intentamos aplacar mediante la distracción digital?
A pesar de las diferencias temporales y contextuales, el psiquismo aún sigue teniendo constantes.
Efectos concretos observables:
1. La fatiga de la atención y el agotamiento cognitivo
Franco Berardi explora cómo la tecnología ha acelerado la producción de información y ha fragmentado nuestra atención en pequeños estímulos. Advierte que esta fragmentación constante puede resultar en una fatiga de la atención, en la cual la capacidad de concentración se ve profundamente comprometida. Esto se manifiesta en la clínica, entre muchas otras formas como olvidos triviales y distracciones constantes. Tal como Freud señaló que los nombres propios a menudo se olvidan debido a su carga emocional, hoy día los nombres y detalles importantes se desvanecen en la vorágine de notificaciones y distracciones digitales. Franco Berardi, sostiene que la hiperconexión digital ha contribuido a una sobrecarga de información que desemboca en una nueva forma de ansiedad existencial. Esta ansiedad, manifestada en la necesidad de estar siempre al tanto y actualizado, podría entenderse como una respuesta a la constante necesidad de validación en el mundo virtual y -como contrapartida- podría generar una «desensibilización conectiva», que aparecería como defensa ante el exceso de información que nos haría progresivamente insensibles a los estímulos.
En el mismo sentido, Yago Franco en sus seminarios y exposiciones nos viene advirtiendo hace tiempo que estamos ante la presencia de un Déficit de Atención Generalizado, cuyo resultado es una notoria dificultad de los sujetos para poder pensar y elaborar aspectos elementales de situaciones que viven cotidianamente; déficit originado en la modalidad vertiginosa de vida que llevamos y la crisis de la ternura que eso conlleva (5). También nos refiere que, tal vez, estos lapsus, olvidos y errores tal vez ni siquiera llegan a ser registrados por los sujetos ya que las fallas de los mecanismos participantes del juicio de realidad, ni siquiera permiten hacerlos conscientes. Lo resume en una frase muy interesante y que tomo aquí: “Hoy en la clínica es necesario hacer consciente lo manifiesto” en complementación de la propuesta clínica freudiana clásica de “hacer consciente lo inconsciente”.
En la clínica actual, se observan cada vez más fallas en pacientes neuróticos respecto del criterio o juicio de realidad, vinculadas a interpretaciones erróneas de lo percibido ¿Esto tendría que ver con el aceleramiento constante en el que vivimos y que nos lleva al agotamiento cognitivo?
2. La narrativa digital del Yo y la ansiedad existencial.
Yuval Harari plantea que la tecnología está permitiendo la construcción de narrativas digitales de nuestras identidades. Sin embargo, esta construcción podría llevar a una ansiedad existencial a medida que buscamos validar constantemente estas narrativas en línea. En la clínica, esto se traduce en una obsesión por la validación en las redes sociales y una sensación de vacío cuando no se logra. Los lapsus digitales y las acciones impulsivas en línea podrían ser interpretados como actos fallidos en el camino de la búsqueda desesperada de afirmación en el mundo virtual. Harari advierte que la tecnología contemporánea, si no se maneja con cautela, podría erosionar la coherencia de la narrativa personal y colectiva conduciendo a una alienación más profunda. En ese sentido, los actos fallidos y los olvidos podrían ser manifestaciones sutiles de esta desconexión entre la autopercepción y la realidad fragmentada.
3. El Inconsciente y sus manifestaciones en la era digital: los actos fallidos tecnológicos
Byung-Chul Han plantea la idea de la «sociedad del cansancio», en la cual la constante productividad y la falta de pausa generan estrés y agotamiento. Como él apunta, la sociedad actual está marcada por la hiperconexión, lo que nos lleva a un agotamiento constante y a una obsesión por el rendimiento, todo ello enmascarado bajo la aparente búsqueda de eficiencia tecnológica. En este sentido, tal vez los actos fallidos tecnológicos podrían ser entendidos como el «retorno de lo reprimido» en un contexto digital. Byung-Chul Han observa que la sobreexposición a dispositivos tecnológicos ha llevado a una «transparencia del yo» en la que la autoexposición constante crea una presión psicológica desgarradora. En este contexto, los lapsus y olvidos podrían entenderse como momentos de escape, una liberación momentánea de la demanda de autenticidad y conexión constante.
¿Los actos fallidos tecnológicos, la fatiga de la atención y la ansiedad existencial son todos reflejos de un inconsciente hiperconectado y tensionado?
Efectos futuros y nueva religión
Harari nos advierte acerca de la pérdida de sentido en un mundo donde la tecnología está redefiniendo la narrativa de la humanidad. Este autor que influye notoriamente en las caras visibles de los que manejan la Big Data, Bill Gates, Marck Zuckerberg, entre otros, nos ofrece una proyección de un futuro humano donde los datos serán la autoridad. Ya no habrá autoridad en otro ámbito que no sean los datos. La objetividad de los datos manejará nuestro contacto con la naturaleza y, más bien, manejará innumerables aspectos de nuestra existencia. Harari plantea que el Dataísmo será la nueva religión que nos hospede.
Con todo lo que he planteado hasta aquí, mi gran preocupación es que quedará un margen muy pequeño para el desarrollo de la subjetividad. Su construcción estará en los intersticios que se darán entre la tecnología, la cultura, la Big Data, la neurobiología, la IA y el psiquismo.
El ataque más importante que estamos sufriendo hoy, por parte de los que detentan el poder y cuya herramienta principal es la Big Data, es contra la conciencia. Sometida la conciencia, la construcción de un sujeto humano será muy difícil. Harari lo sabe cuando dice que todo esto pone en jaque al Humanismo. Sabe que el Inconsciente puede ser manipulado por la narrativa y, por ende, la Big Data intentará quitarnos la posibilidad de elaborar esa narrativa, limitará nuestra función analítica, atacará nuestro pensamiento crítico, destronará nuestra capacidad de observación objetiva de la realidad. Pero, como lo hará de manera sutil e indirecta nos costará darnos cuenta de ello. Nos hará ir prescindiendo -paulatinamente- de nuestras lecturas de la realidad, al ir reemplazándolas por datos provenientes de la misma. Harari dice que el ser humano siempre ha estado en una realidad virtual y de ello se aprovechará el Dataísmo.
En ese contexto ¿qué características nos harán prevalentemente humanos frente a la dependencia que tendremos por los avances de la Big Data y su religión asociada el Dataísmo? ¿Quedarán en pie los valores humanos? Si cae la conciencia será muy difícil que se sostengan.
La tecnología llegó para quedarse, está en nuestra responsabilidad poder encontrar los caminos para que no anule nuestras diferencias esenciales con la IA. La idea de que una IA nos conozca mejor que nosotros mismos por el análisis de los datos que tiene de nuestra vida, obtenidos en las redes, parecería por ahora limitada en su aplicabilidad de manera completa; pero -a medida que siga avanzando la inmersión de nuestra especie en la vida digital- será posible y, de esa manera, la Big Data y el Dataísmo nos harán desconocer lo que hoy conocemos acerca de nosotros mismos.
Estamos en las últimas instancias de un nuevo desafío para la humanidad y esto implica confrontar la paradoja de la tecnología: mientras más amplía nuestras capacidades, más resalta nuestras vulnerabilidades y genera efectos concretos que surgen en la intersección entre el ser humano y la máquina y son tanto generales y concretos en la sociedad como concretos en la subjetividad. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Notas:
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Esperanza_de_vida
(2) Párrafo aparte merecerían los estudios acerca de los conceptos de necesidad y deseo desarrollados por los teóricos del marketing, desde que su creador Edward Bernays, sobrino nieto de Freud, llevó los principales desarrollos psicoanalíticos a la esfera de la venta de productos: tomados estos como cualquier cosa vendible (esto incluye: manufacturas de cualquier tipo, arte, imágenes de estrellas de cine y/o candidatos políticos, políticas de consenso, ideologías, etc., etc.) Recomendamos el documental de 4 capítulos El siglo del Yo https://www.youtube.com/watch?v=dTtRjeNw8lo
(3)https://es.wikipedia.org/wiki/Impacto_en_el_funcionamiento_de_internet_por_la_pandemia_de_COVID-19
(4) https://blog.hootsuite.com/es/informe-digital-estadisticas-de-redes-sociales/
(5) https://www.elpsicoanalitico.com.ar/el-odio-en-la-psique-y-en-la-sociedad/
Bibliografía:
Berardi, Franco «Bifo». «Generación Post Alfa». Editorial Tinta y Limón, 2007
Berardi, Franco. «Fenomenología del fin”. Editorial Caja Negra, 2017
Franco Yago, Paradigma Borderline. De la afánisis al ataque de pánico. Editorial Lugar, 2017
Franco Yago, Transfiguraciones. Psicoanálisis de la pandemia. Psicoanálisis en la pandemia. Editorial Magma, 2021
Freud, Sigmund. Obras completas, Vol. VI, «Psicopatología de la Vida Cotidiana.» (1901) Editorial Amorrortu, 1986
Han, Byung-Chul. «La Sociedad de la Transparencia». Editorial Herder, 2014
Han, Byung-Chul. «La sociedad del cansancio». Editorial Herder, 2022
Harari, YN. «Sapiens: De animales a dioses». Editorial Debate, 2015
Harari, YN. “Homo Deus: Breve historia del mañana”. Editorial Debate, 2016