Marcas de Nacimiento: herencia y neo genesis

Es mi intención presentar algunos conceptos psicoanalíticos para poder analizar cómo ciertos contenidos traumáticos son transmitidos generacionalmente, cuáles son las repercusiones a nivel intrapsíquico, y cómo éstos se despliegan en la clínica.

Por Carina Licovich
[email protected]
Psicoanalista
Miembro del Colegio de Psicoanalistas

“Lo que el padre calló, eso habla en el hijo; y a menudo he encontrado que el hijo era el desvelado
secreto del padre”. (Friedrich Nietzsche, 1885)

«Si los procesos psíquicos no se continuarán de una generación a la siguiente, si cada quien debiera adquirir de nuevo toda su postura frente a la vida, no existiría en este ámbito ningún progreso ni desarrollo alguno».
(Freud, 1913. p.159).


Es mi intención presentar algunos conceptos psicoanalíticos para poder analizar cómo ciertos
contenidos traumáticos son transmitidos generacionalmente, cuáles son las repercusiones a
nivel intrapsíquico, y cómo éstos se despliegan en la clínica.

Definamos el primer  término: El telescopaje. Es empleado en Psicoanálisis para designar el
proceso en virtud del cual se transmiten de una generación a otra ciertos contenidos psíquicos vinculados a sucesos muy significativos (traumas, etc.) que, de esta manera, tendrán efectos
en la generación siguiente bajo diversas modalidades, sin que estos puedan atribuirse a
experiencias individuales de los sujetos de dicha generación.

Para  Faimberg “el telescopaje consiste en el proceso, las vías y los mecanismos mentales
capaces de operar transferencias de organizaciones y contenidos psíquicos entre distintos
sujetos y, particularmente, entre generaciones” (Faimberg, 1985, p. 105). Lo que acontece en
la transmisión generacional, es el traspaso del bagaje de la historia familiar, que hace que los
individuos formen parte del “Grupo Familia”, otorgando a cada miembro el sentido de
pertenencia y un rol en el mismo.

Al mismo tiempo, la experiencia clínica nos demuestra que lo que se transmite, lo que se
repite nunca es de modo idéntico Cada sujeto construye, en efecto, su propia vida psíquica en
interacción con la de sus padres, pero también con la de sus pares y los múltiples referentes
que va encontrando en su camino singular.

El telescopaje de generaciones: una forma particular de identificación “Los padres que me
interesan aquí son los que toman forma en el decir del paciente, más allá de lo que el paciente
cree que los padres son “(Faimberg, 1996, p.137). ¿Cómo explicar la transmisión de una
historia que no pertenece a la vida del paciente, al menos en parte, y que clínicamente  revela
ser organizadora del psiquismo del analizado?

La preocupación por el tema transgeneracional no es nuevo para el Psicoanálisis. Desde
antes del Nacimiento se asigna al niño un nombre, costumbres y lugares,  además de modos
de establecer lazos y vínculos con sus figuras más cercanas. Estos lazos, propios de cada
familia, regularán cómo se constituirá el psiquismo y se desarrollarán en el niño sus
particulares  modos de:

separación/individuación
identificación/desidentificación;
introyección/ externalización etc.

Es decir, se establece entre la familia y el nuevo integrante un “Contrato Narcisista”, (Piera
Auglanier); en este contrato, el nuevo integrante de la familia accede inconscientemente a
formar parte de la misma y tendrá el fin de hacer que prevalezca este grupo a través del
tiempo, muchas veces sin saber cuál es la herencia a la que se le hace acreedor. Historias,
secretos y confesiones que no le pertenecen pero que aun así de forma inconsciente acepta
por el bien del conjunto, del cual ahora también forma parte.

Es aquí donde puede infiltrarse un legado oculto que, sin saberlo nadie, influya o determine
una conducta o un estilo de carácter que conduzca inapelablemente a repetir mediante
síntomas, compulsiones o actings situaciones dramáticas o traumáticas  correspondientes a
miembros de la familia, de generaciones precedentes.

Esta idea es profundizada en Faimberg (1985, 1988) y subraya el valor de lo no dicho, de lo
no especificado, en la constitución del yo. (Lo extendería a la constitución del nuevo
psiquismo). Lo silenciado genera un “vacío psíquico” que no puede ser elaborado y termina
invadiendo el espacio mental como un “objeto interno” que no se ausenta jamás, pero que
está indeleblemente presente, como el “objeto enloquecedor” explicado por García Badaracco
(1986).

El Psicoanálisis iluminó sobre dos mecanismos de defensa de los que dispone el ser humano:
la represión y el clivaje. Si la primera protege de los peligros de vienen de adentro —las pulsiones sexuales—, el segundo protege de aquellos que vienen de afuera. Las experiencias
sometidas al mecanismo de la represión tienen que ver con los deseos sexuales
culpabilizantes, mientras que las experiencias sometidas al clivaje son de naturaleza
traumática.

Estos mecanismos además actúan de modo muy diferente. La represión actúa empujando
fuera de la conciencia los contenidos psíquicos difícilmente aceptables. En cierta forma, los
empuja fuera de las fronteras del Yo. Por su parte, el clivaje opera encapsulando los
contenidos problemáticos. Dicho de otro modo, todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo
aquello que es inconsciente está necesariamente relacionado con el mecanismo psíquico de
la represión.

Volvamos a los secretos de familia. La mayoría de ellos tienen que ver de entrada con
situaciones traumáticas. Eso no significa que la represión no intervenga, pero lo hace
principalmente bajo la forma de la represión del deseo de comprender que motiva al niño.
Cuanto más complejos, traumáticos, abruptos y desconocidos sean los significantes
familiares, tanto más intrusivos y patologizantes devendrán en el sujeto.

Intergeneración vs transgeneración
A diferencia de la transmisión intergeneracional, que se nutre de lo aprendido directamente de
los padres, (de forma explícita o implícita pero no negada u oculta), la transmisión
transgeneracional se refiere a la trama urdida durante al menos tres generaciones
precedentes, y que aparece silenciada, encriptada o negada. No pudiendo elaborarse ni
inscribirse en la narrativa familiar, se expresa a la manera de un síntoma para el que no se
encuentra ninguna explicación lógica, pero que de diversas formas termina reapareciendo en
sucesivas generaciones.

Faimberg (1988) observó que ciertas cosas no encajaban con la historia de vida de algunos
de sus pacientes, pero sí con la de algún antepasado. Esos elementos extraños se
presentaban en la sesión repetitivamente en forma de síntoma. Observó también en estos
pacientes una dificultad para diferenciarse subjetivamente, y la negación y el congelamiento
del paso del tiempo. “El telescopaje de generaciones implica un tiempo circular y repetitivo, en
tanto que la diferencia de generaciones está ligada al paso del tiempo” (Faimberg, 1985)

La finalidad del telescopaje de las generaciones es facilitar el encaje intergeneracional. Es
decir: cada elemento patológico enterrado en una familia, precisa de uno de los integrantes
que lo soporte y sostenga. Se “impone” sutilmente cierto tipo de consignas a unos y a otros,
para que la escena repita la esencia de un modo de funcionamiento familiar con pequeñas
variaciones, propias de los cambios epocales.

Solo así se garantiza una cierta forma de equilibrio familiar, por traumático que sea. Cada
familia establecerá sus formas vinculares y relacionales, así como sus nudos defensivos,
buscando- exitosa o fallidamente- los modos para seguir sobreviviendo.

“El sujeto queda dividido entre la doble necesidad de ser para sí mismo su propio fin y ser el
eslabón de una cadena generacional a la que está sujeto sin la participación de su voluntad”
(Nussbaum, 2009, 156)

Algunos autores como Faúndez y Cornejo (2010) examinaron que, cuando la transmisión
transgeneracional está asociada a  los efectos de la tortura, a experiencias en campos de
concentración u a otras formas de traumatización extrema (secuestros, violaciones,
deportaciones, etc.) aparecen algunas peculiaridades: “En la primera generación, los
contenidos de la vivencia quedan enquistados en el yo, se encuentran condenados al secreto,
sin plantear conflicto mediante la represión que actuará a modo de conservar al sujeto. El acontecimiento se convertirá en algo que no puede ser dicho, no debe ser revelado, no se
puede hablar sobre ello debido al dolor que evoca. En la segunda generación, el secreto no
puede ser objeto de representación verbal. El suceso se vuelve inmencionable ya que el
portador del secreto tiene un conocimiento intuitivo de éste, pero ignora el contenido. Por
último, en la tercera generación se convierte en impensable, algo que existe pero es
inaccesible mentalmente, nadie se lo puede imaginar” (Faúndez y Cornejo, 2010, p. 40). Por
ejemplo, ciertas acciones terroristas y fanáticas en los inmigrantes de tercera generación que
‘actúan’ con un odio feroz, a modo de venganza por los agravios que padecieron sus abuelos.
Son los portadores y ejecutores de un guion reivindicativo transgeneracional. Lo traumático –
familiar se actúa sin llegar a mentalizarse

Los contenidos no ligados para Laplanche, la “clínica de lo negativo” para Green iluminan
sobre los efectos de la falta de representación verbal. El evento en cuestión perdura como
núcleo enquistado, como trauma inasimilable de imposible disolución o resolución.
Presentándose de diversas formas: ansiedades, compulsiones, delirios, fobias, adicciones,
actings out, suicidios, etc.

La clínica
Si parte del proceso identificatorio de un sujeto tiene que ver con un tipo de vínculo, y de lazo
entre generaciones, el objeto de la identificación es un objeto histórico que incluye en su
estructura elementos fundamentales de la historia interna de ese objeto, que se va
descubriendo en el análisis. En unos casos, el ‘fantasma’ del trauma irrepresentado se
introduce en unos miembros a modo de un implante o prótesis, y en virtud de esta modalidad
de apropiación el objeto es a la vez propio y ajeno; en otros, se produce como una intrusión,
convirtiéndose así en un objeto invasor.

Sabemos que lo traumático posee una cualidad atemporal: es inmune a las mutaciones
introducidas por el paso del tiempo. Aquello de lo que no se habla por resultar doloroso -que
no puede ser objeto de elaboración, ni de asimilación- permanece como un introyecto
“asesinando el tiempo” (Green, 2001). El efecto patógeno del trauma es profundo. Allí donde
no puede mediar la memoria, con sus deformaciones y filtros, lo traumático perdura como un
conjunto de significantes mudos.

Tisseron (1997) es uno de los autores que diferencia la transmisión intergeneracional de la
transgeneracional. Entendiendo a la primera como aquella “influencia” que se da en una
relación directa en donde el sujeto es autor del devenir de su historia, y logra re elaborar el
material heredado. En cambio destaca lo transgeneracional como aquello que atraviesa a los
sujetos de varias generaciones, la cual ya no da lugar a un espacio intersubjetivo, no permite
que el sujeto transforme el material transmitido, llevándolo así a repetir una historia que no
crea nuevos «otros».

Este mismo autor va a hacer referencia al término »influencia» en vez de transmisión ya que
este último lo utilizará para hacer mención a objetos notoriamente identificables. Según dicho
autor sería más adecuado referirse a »influencias transgeneracional e intergeneracionales»,
siendo éstas aquellas situaciones vividas por un ser humano incluyendo las anteriores a su
existencia. El término influencia permite pensar en lo novedoso, en que aquello que es
transmitido jamás podrá ser de igual manera reproducido. El receptor ya no es la misma
persona, ni el contexto será idéntico. Igualmente, no se puede ignorar que el sujeto es, como
se ha citado anteriormente, eslabón de una cadena en la cual no se puede elegir si formar
parte o no.

De esto se trata el concepto de Telescopaje de generaciones. Son secretos familiares que
traerán consecuencias en las generaciones sucesivas. En las primeras o segundas se verá la
imposibilidad de poner en palabras aquello que los ha desbordado, y en una tercera generación se encontrará un sentimiento de extrañeza, al no poder vincular los síntomas
presentados  por el sujeto con la historia familiar.

El telescopaje lo que hace es englobar varias generaciones, provocando así una
indeterminación que paraliza al sujeto y favorece la alienación, impidiendo  la constitución de
un tiempo generacional. En otras palabras, “es un proceso mediante el cual un sujeto
presenta síntomas cuya función es “denunciar” un suceso ocurrido en una generación previa,
correspondiente a una historia que se mantuvo oculta por ser o muy dolorosa o vergonzosa”.
(Tapia y Pérez, 2011, p.46).

Según Freud, estamos ante la patología del acting compulsivo. “No lo reproduce como
recuerdo, sino como acto; lo repite sin saber, naturalmente lo repite… sus inhibiciones, sus
tendencias inutilizables y sus rasgos de carácter patológico” (Freud, S. 1914).

Narcisismo, e identificaciones
Kaes (1996) continuando con el pensamiento de Freud cuestiona si la investigación sobre la
transmisión de la vida psíquica no se remite a un problema narcisista, ya que el ser humano
es constituido a partir del deseo de un otro.

En Introducción al narcisismo Freud señala que el niño puede quedar cautivo de los ideales
narcisistas parentales y que la relación de objeto puede ser heredera de este narcisismo “El
conmovedor amor parental tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo
de los padres que es su transmudación al amor de objeto revela inequívocamente su prístina
naturaleza (Freud, 1914 pag. 88)

El concepto de desamparo ligado a la prematuración es indispensable para comprender como
el narcisismo parental puede insertarse en el psiquismo del niño. Reconocer al niño como un
otro, separado, exige en los padres un proceso de elaboración que permita crear las
condiciones para que se arme una posición edípica. El narcisismo lleva en sí mismo una
contradicción; por un lado  necesita al otro para afirmarse y al mismo tiempo se declara
autosuficiente

En estos primeros momentos constitutivos, se produce lo que Freud denominó, el primer
modo de ligazón afectiva, La identificación, «proceso psicológico mediante el cual un sujeto
asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente
sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de
identificaciones». (Laplanche 2004, p.184).

La identificación es un proceso de transformación efectuado en el seno mismo del aparato
psíquico de un individuo, fuera de nuestro espacio habitual y que no puede ser percibido en
forma directa por medio de nuestros sentidos” (Nasio p.137), con Freud es posible definir la
identificación como un proceso determinado del dominio del inconsciente.

En la clínica y como lo plantea Faimberg (2006) las identificaciones inconscientes se hacen
presentes en el momento en que ni el analista ni el paciente las esperan. La autora plantea
que para que el Telescopaje sea un concepto psicoanalítico, se deberá constatar un hecho
clínico y que se ponga de manifiesto bajo el discurso del paciente. A mayor comprensión de la
historia de las identificaciones mayor significación para el paciente.

El proceso de identificación “condensa una historia que, al menos en parte, no pertenece a la
generación del paciente» (Faimberg, 2006. p.30). A partir de esto último se introduce el
concepto «identificaciones narcisistas alienantes», identificaciones que van a ser necesarias para la estructuración psíquica, y la constitución de la personalidad, pero que al ser narcisistas
alienantes no pertenecen a la historia propiamente del sujeto si no que “son descubiertas (…)
a través de una historia secreta del paciente”…“el objeto de identificación es un objeto
histórico”… “ (De Souza1999.S/P)

La escucha de la escucha
El discurso narcisista como resistencia
El Psicoanálisis pone en tela de juicio la ilusión del Yo de ser el amo  en su propia “casa”. Sin
embargo, sabemos que ciertas producciones conscientes intentan  sostener esta ilusión.

¿Cómo se escucha en la sesión las manifestaciones y las formas de  resistencia narcisística
del paciente? De qué manera esto influye en la atención flotante y la asociación libre.
¿Podemos pensar que en ciertas ocasiones, hay una escucha narcisista del lado del analista?

Veamos primero una idea de Faimberg al acuñar el concepto de escucha de la escucha. La
autora ha partido de tres hallazgos psicoanalíticos:
1) el paciente es portador de una verdad que ignora
2) el analista tampoco conoce esa verdad
3) es en el marco del encuentro analítico (asimétrico) donde esas verdades pueden ser
reveladas.

En el curso de la sesión, el analista habla o permanece en silencio. Esas palabras o ese
silencio encuentran en el paciente una resonancia, que puede aparecer en las asociaciones
subsiguientes. La escucha que el analista da a estas últimas no debería ser considerada como una escucha dirigida, sino que forma parte de la atención flotante que el analista sigue
ejerciendo. Inferimos la realidad psíquica inconsciente escuchando la escucha que el paciente
hace de las interpretaciones. La realidad psíquica del paciente puede deducirse de la
distancia entre lo que el analista cree haber interpretado y lo que aquel oyó efectivamente.

Por su lado, el paciente:

  1. habla y escucha sobre la base de sus fantasmas e identificaciones inconscientes
  2. El paciente reinterpreta, es decir, asocia, elabora, piensa… nuestras interpretaciones

En esta función de escucha de la escucha, un nuevo significado es atribuido de manera
retroactiva (nachträglich) a la interpretación. En ese sentido, el malentendido se convierte en
la clave para descubrir la realidad psíquica en términos de sus efectos de creación de verdad.
No de La Verdad, sino de un relato, de verdades psíquicas, singulares y subjetivas.

El concepto de Nachträglichkeit (a posteriori) permite iluminar la diferencia entre la atención
flotante y la escucha dirigida, ya que, entre el momento en que un acontecimiento se produce
y el síntoma aparece, algo queda latente. Esto que queda en latencia no necesariamente va a
aparecer, sino que se sabe que estuvo en latencia porque se organiza après-coup.

Consideremos por otra parte que el analista habla o calla en el marco del método analítico. A
veces el paciente oye que el silencio del analista le habla. Por ejemplo, un paciente dedica
buena parte de la sesión a hablar de la violencia y humillación verbal que recibe de su marido.
Deja de hablar y el analista permanece callado. Cuando vuelve a hablar luego de un largo
silencio, la analizante recuerda la violencia y las humillaciones de las que la hacía objeto su
padre, quien nunca estaba conforme con lo que ella hacía, ni con quien ella era. Podemos
inferir que la paciente escuchó el silencio como una crítica del padre.

Cuando Silvia Bleichmar aborda estas cuestiones  recurre a Laplanche y a su trabajo sobre el
modelo traductivo, cómo lo no traducido se va a conservar siempre idéntico. Por eso, ambos
autores van a tomar la idea de la represión originaria como un déficit de traducción, de
manera que lo traducido logre un ensamblaje. Considerando “traductivo”, como una
 inscripción en el orden del lenguaje, o trasposición al lenguaje de aquello que es para
lenguajero, no solo pre lenguajero.

Silvia Bleichmar planteaba su interés en pensar por un lado qué sucede con aquello que
escapa al lenguaje, que es cercado e irrumpe sin poder ser articulado, y por otro aquello que
es del orden de lo lenguajero. Lo lenguajero va a tener ese doble carácter engañoso, de
recuperación, y al mismo tiempo, de marcar su insuficiencia. Por ello, nunca va a poder
ensamblar totalmente lo que ha sido del orden de la vivencia. Esto es fundamental, porque
hace a la hipótesis del inconsciente originario.

“Lo que caracteriza al inconsciente originario en su base de anclaje es que es absolutamente
intranscribible” (Bleichmar, 2006).

Si el traumatismo no puede ser fijado al inconsciente y queda librado a la compulsión de
repetición, es el sujeto el que queda fijado al trauma. Si el traumatismo es reprimido o
encuentra una localización sepultada, es fijación del trauma en el inconsciente.

¿Cómo interviene un psicoanalista con este tipo de pacientes?
La iniciación de un análisis supone una interrelación de dos historias. Es obvio que el
analizando trae la suya. En cambio, no se suele poner de relieve que el analista  trae la propia. Una historia personal, teórica, analítica, práctica, institucional y social. Hornstein
sostiene que el análisis es un trabajo compartido, no sin teoría, pero en el que las referencias
teóricas pueden ser un obstáculo. Hay, para Hornstein, tres operaciones que condicionan la
teoría»: 1. Una teoría normatizante en la que hay adecuación forzada entre teoría y escucha.

  1. Un desvío de la teoría en el que predomina una desgarradura. 3. Una teoría que logra
    articularse con la práctica.

Si bien es cierto que el analista debe plantearse una dirección de la cura, deberemos
considerar los riesgos de ejercer  un tipo de violencia secundaria a través de la interpretación
cuando no escuchamos al otro en su alteridad, o a través de la insistencia de un silencio que
vendrá a probarle al analizando que en el encuentro no hay intercambio y que lo que él dice
no aporta nada nuevo(Aulagnier, 1979/1980).

A partir de la experiencia clínica comprobamos que “La caja de resonancia” que utiliza (Freud
1912) como metáfora; la identificación proyectiva y eventualmente la contra identificación son
insuficientes.

No se trata simplemente de tener en cuenta las vivencias del analista, sino de reconocer que
tanto las manifestaciones transferenciales del paciente como la contratransferencia del
analista se originan en una misma fuente: una fantasía inconsciente básica que, como
creación del campo, se enraíza en el inconsciente y en los fantasmas de cada uno de los
participantes.

Bibliografía
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Hornstein, Luis. Escucha y práctica analítica, (2018) Revista uruguaya de Psicoanálisis
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Hornstein, Luis. (2003).Intersubjetividad y clínica. Buenos Aires: Paidós.
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http://www.apdeba.org/wp-content/uploads/Nussbaum.pdf

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Carina Licovich

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