Por Hermes Millán Redin
- La hora del asalto al poder
El debate parlamentario ha hecho del principio de “no atribuir intención”, la condición de la convivencia política institucional.
El debate político en la tribuna y en los medios ha hecho de la “atribución de intención” la forma de eludir sistemáticamente el análisis de los contenidos.
La ingenuidad política ha hecho de la “buena fe” el supuesto básico de las complicidades encubiertas.
La paranoia política ha hecho de la “subjetividad” la prueba suficiente de lo insuficientemente probado.
En medio de este entramado se alude a lo que “se sabe”, a lo que “se dijo”, a lo que “se vió”, a las “fuentes bien informadas”, a las declaraciones “del entorno”, como forma de presentar la intención política de las opiniones como una forma única y lógica de presentación de una verdad.
En las campañas electorales se tensan una variedad de líneas que atraviesan los límites de lo público y lo privado, el peso del pasado y el derecho a cambiar, las opiniones comprometidas y su contexto de legitimación, los amigos de antes y los enemigos de ahora, o al revés, la promesa de hacerlo distinto y el derecho a prometer lo imposible.
A la hora del asalto al poder se vuelve más difícil de lo habitual colocarse en una escucha que pueda desentramar en la noticia los sutiles lazos que convergen en su construcción, ser un usuario crítico de los medios de comunicación y opinar atrapando el nudo de lo complejo, con una posición activa y militante, pero crítica a la vez.
La herramienta de la ideología constituye un arma de doble filo. Por un lado da un marco general a la comprensión de lo concreto. Pero por otro lado, pone lo concreto al servicio de la comprobación de lo que ya se piensa o ya se sabe. Toda escucha, entonces, parece un río condenado a desembocar inevitablemente en el mar de la fe.
Ante la decepción de la perspectiva de cualquier apreciación sostenible surge la alternativa de analizar los discursos con una herramienta metodológica que si bien no arroje una verdad tranquilizadora, por lo menos aporte un método que ordene y despeje las dudas de los ornamentos que los que se vale el género literario del debate político.
“El asumir el análisis de los discursos como una tarea integrada al amplio universo de las ciencias de la comunicación social implica asumir un paradigma que explica y justifica tal inclusión: el análisis de discurso atiende los mecanismos de producción de sentido en lo que Tanius Karma denomina como tres objetos privilegiados de la investigación en comunicación medios, interacción y procesos culturales” (Millán, Hermes, 2013).
Dice Karma (2005:1) que en este objetivo se entrelazan múltiples tareas: «El estudio de los discursos sociales y sus reglas (sintácticas y pragmáticas); el estudio de las condiciones de producción / circulación / recepción; el estudio de las posibilidades de emergencias que presentan los discursos, de sus procedimientos de exclusión, control, clasificación; el estudio de las relaciones entre discurso y las coyunturas que los conforman; los procesos de interdiscursividad en los discursos; el estudio de las materialidades discursivas y sus procedimientos; los mecanismos (narrativos, argumentativos) de producción del sentido en tres objetos privilegiados de la investigación en comunicación (medios, interacción y procesos culturales)».
En el planteo de Karma (2005) se puede destacar especialmente el valor del estudio de las condiciones de producción/circulación/recepción, los procedimientos de exclusión, control y clasificación de los discursos, las relaciones entre el discurso y las coyunturas que lo conforman, y los procesos de interdiscursividad de los discursos.
El análisis crítico de discurso de Van Dijk (2001) aporta algunos conceptos teóricos y recursos metodológicos particularmente importantes a la hora de considerar los discursos políticos, y en especial, los discursos políticos en campaña electoral, por la tendencia de estos de adoptar las formas comunicacionales más ajustadas a los principios de construcción de la noticia.
Me refiero aquí a la noción de contexto que Van Dijk (2011) dice que “explica cómo los participantes son capaces de adaptar (la producción y la percepción/interpretación) del discurso a la situación comunicativa-interpersonal-social”.
Para el autor el modelo del contexto explica cómo se construye la representación mental de la situación comunicativa. Esto hace del contexto, en vez de una categoría externa, de la interacción, una categoría interna de la construcción mental de las experiencias cotidianas. En ese sentido el modelo de contexto es dinámico, subjetivo e individual.
Por otra parte el autor afirma que el modelo de contexto es estratégico y que en fracciones de segundo llena las categorías más relevantes de la representación comunicacional.
Estas categorías se dividen en globales y locales. Las categorías globales más importantes son el dominio, los participantes globales y la acción global. Mientras las categorías locales están representadas por el escenario, la acción y los participantes.
Por otra parte se destaca la importancia de la que Van Dijk llama la categoría más olvidada: la cognición. Esta categoría refiere al conocimiento sobre los conocimientos o creencias de los interlocutores, en la medida que esto influye, entre otras cosas, sobre la especificidad y el nivel de detalle del discurso que hay que dar y sobre las implicaciones y presuposiciones del discurso.
A partir de estas nociones intentaremos analizar el discurso del candidato a la presidencia por el Partido La Libertad Avanza, el economista Javier Milei, quien por debajo de su agitado cabello y por encima de su condición de aspirante a judío, despliega en los medios y en la tribuna, una performática que cataliza el debate político y el flujo informativo. El ex arquero de Chacarita Junior, fracasada su travesía como deportista, cumplida la etapa como “cover” de los Rolling Stones, agotado su recorrido como figura del espectáculo, apuesta a la política y a su sueño de ser presidente, como un atajo hacia la gloria.
2. Las aventuras del Señor Pakapaka
Las categorías globales
El dominio
El dominio refiere al sector global de la sociedad donde se ubica el hablante, al saber que contextualiza su decir, al marco de referencia que orienta la interpretación del discurso. Se trata de una categoría, dice Van Dijk (2001), que restringe los esquemas de interpretación y las reglas de interacción.
Milei se presenta como un economista, no solo porque lo es, sino porque en su discurso insiste en excluir de la interacción a todo aquel que no dé cuenta, de manera clara y precisa, de entender su mensaje desde esa especificidad. Y ni siquiera basta con saber; además hay que dar cuenta de una experiencia, una actualización, una trayectoria intachable, una moral impoluta, y una adhesión a su causa. Todo el resto del universo es denostado, desoído y humillado. Aquí se cierra un círculo vicioso que impide todo diálogo. El lema sustentado es: “conmigo o con la casta”.
Sin embargo el dominio del campo de la economía parece ser el escenario elegido para enclavar un discurso del dominio de lo moral. La performática de “cruzada por la libertad”, ubica el discurso de Milei en el terreno de lo místico-religioso, donde él se representa como el enviado, la divinidad como inspiración y sus perros como correas de transmisión de lo esencial de un relato. En la discusión con el Papa se expresa este dominio en todo su esplendor, enfrentándose al representante de El Maligno, como una forma de reforzar su autoridad desde la autoridad de lo negado (Van Dijk, 2009)
Milei no necesita probar sus propuestas económicas. Le basta con desplegar una argumentación intimidatoria donde toda alternativa quede descalificada. Poco importa si hace unos años, (“25 kilos atrás” le dice a un periodista) afirmaba que la dolarización tendría efectos económicos negativos y que era preferible la convertibilidad porque dejaba más espacios de maniobras frente a una crisis. Basta con decir que eso lo dijo otro Milei, cuando “todavía era neoclásico, más alineado a la Escuela de Chicago”. Este nuevo Milei, es otro a partir de su adscripción a la Escuela austríaca. Entre las dos etapas más que mediar un aprendizaje o una experiencia, parece mediar una revelación.
Participantes globales
En las interacciones discursivas resulta sencillo identificar a los participantes locales pues aparecen a la vista como los receptores directos de un decir. Pero en todo discurso se despliega un “nosotros” y un “ellos”, en lo que Van Dijk (2001) presenta como la tipificidad de los discursos ideológicos de “ingroups vs. outgroups”. Estos “otros” traídos al discurso organizan la argumentación y apelan en su sentido a las representaciones sociales puestas en juego.
En el discurso de Milei el “otros” aparece identificado sistemáticamente como “la casta”, y en el debate con el Papa, como el representante de El Maligno. Y el “nosotros” como “los defensores de la libertad”.
Es interesante observar que el “ellos” resulta de la ubicación en el marco de los intereses económicos, derivando su posición ideológica y política del lugar ocupado en el mapa de los intereses económicos, de clase o de grupo (con un pensamiento casi marxista, podríamos decir). Sin embargo el “nosotros” se identifica a partir de una identidad ética o moral (“los que amamos la libertad”). Esta dualidad entre un razonamiento materialista y uno idealista, se transita sin pudor y sin explicaciones. El “ellos” es en función de sus intereses, y el “nosotros” es en función a un lugar aspiracional, en cierta manera utópico.
Dios, el perro Conan, el Papa, el dólar, la casta, su hermana Karina, y el amplio universo de “los hijos de puta” son los demás participantes globales permanentemente convocados.
Acción global
La acción global está definida por la acción que representa al rol. El gobernante gobierna, el educador educa, el deportista entrena y compite, ejemplifica Van Dijk (2001). Y agrega: “Aparte del uso deíctico de proverbios globales, esta categoría controla el uso de los conocimientos, la interpretación global de los tópicos, y los objetivos sociales del discurso”. (2001:76).
En este sentido no resulta fácil definir la acción global de Milei. La primera tentación sería hacerlo desde el rol de economista y político, con las acciones que emergen naturalmente del mismo.
Pero Milei asume un hacer que parece situarse más en el escenario de lo religioso que de otras disciplinas. La dicotomía ética y moral atraviesa esencialmente su discurso. Y hasta la misma propuesta de la dolarización (destino en que todos parecen acordar como imposible) se parece más a una tierra prometida que a un destino político-económico viable.
Dice Milei recitando su mantra: “Donde hay libre mercado, las costumbres son dulces”, citando a Bertrand de Jouvenel. Esta promesa suena a vida eterna y salvación de las almas. Y al ser portador de una verdad revelada no necesita ser políticamente correcto. “El lenguaje políticamente correcto lo inventaron los políticos cuando les tenés que decir en la cara que son unos chorros”, afirma el candidato cenando con Mirtha Legrand.
La importancia de identificar la acción global radica en la posibilidad de la interpretación global de los objetivos del discurso social. Si la acción global de Milei se definiera en el contexto de lo económico valdría la pena discutir con él las estrategias discursivas desde las cuales intenta, con un lenguaje rápido e hipertecnológico, avasallar a los interlocutores que siempre quedan cortos en el ruedo de la especialidad. En virtud de esta apreciación sería más útil discutir con Milei cuando afirma “Te voy a refregar la cara en el piso”, “No se puede discutir con las bestias” o “Voy a sacar la 9 milímetros y te la voy a poner en tu cabeza”. La furia habla de su mística, y la mística es la materia de la acción global de su discurso como consecuencia lógica del dominio contextual en el que se sitúa.
Las categorías locales
“Las categorías locales caracterizan la representación mental de las estructuras relevantes de la situación inmediata de la interacción”, afirma Van Dijk (2001). Los participantes locales encarnan una dimensión de las categorías globales, pero, a la vez, intervienen desde su presencia directa desde donde ejercen su influencia en la comunicación discursiva.
Escenario
El escenario es la categoría más obvia, e incluye las sub-categorías de Tiempo y Espacio en toda su dimensión múltiple y dinámica, en función de lo cual los espacios se acoplan y los tiempos se superponen en el relato.
En un sentido amplio, y de alguna manera inocente, podríamos decir que el escenario de Milei es el escenario político. Pero en un sentido estricto el escenario de Milei es un set, desde donde se despliega una performática que es, secundariamente, de índole política y económica.
El set puede ser un estrado, una barricada o un estudio de televisión. Pero en todo caso lo actoral se devora el análisis, la reflexión, y, más aún, cualquier forma de intimidad comunicacional. Pero, como en todo espectáculo, el “como si” puede adquirir la forma de análisis y de reflexión.
El “otro” nunca es interlocutor. Es siempre público, masa, depositario, objeto paralizado por el postureo hipnótico sobre el cual se arroja la palabra.
Los gritos de “pelado”, “zurdo de mierda”, “forro”, “sorete” o “la concha de tu madre”, son recursos extremos a los cuales el candidato apela cuando el escenario se desmorona, y la amenaza de un callejón sin salida que arroja la interacción sobre el peligro de alguna reflexión, hace necesario rescatar lo actoral y desde allí reconstruir el set. Podríamos decir que Milei ha “dolarizado su discurso”, es decir, lo ha convertido en palabra/moneda de lo imposible, desde donde hacer posible el operativo que paraliza al interlocutor.
El Tiempo del discurso es siempre el tiempo del “más allá”. Luego de ofrecer soluciones rápidas, comienza a relativizar los tiempos, y rescata la fórmula de un ritmo acelerado de los cambios en el cual se cumplirían dos tercios de los objetivos económicos prometidos. Pero la desaparición del Estado queda situada en el plano de la utopía, aunque se trate de una utopía conservadora. El tiempo de Milei es el de la vida después de la muerte, el tiempo del juicio final y la resurrección de las almas.
Acción
El discurso, más allá de forma y contenido, es también acción. El discurso dice, pero al mismo tiempo puede constituir una amenaza, un desafío o un reto. En definitiva, una acción. En ese sentido el discurso no solo tiene objetivos sino que también tiene intenciones, como lo veremos luego en la categoría de la cognición.
En el caso de Milei el discurso queda coptado por la dimensión de la acción, sobreponiéndose ésta a cualquier contenido, y, más aún, a cualquier sentido posible. La acción es la de la intimidación y la amenaza, desde la descalificación, el acorralamiento o, en el peor de los casos, la promesa de una pistola 9 milímetros puesta en la cabeza del adversario.
Milei pasa de explicar la dolarización a decir: “La concha de tu madre, forro, te voy a explicar algo, ignorante, burro”, o “Pedazo de mierda, no servís para nada”. Y uno de sus momentos más furibundos: “Zurdo asqueroso, detestable, a vos te aplasto hasta sentado en una silla de ruedas”. Echa el cuerpo hacia adelante, se enrojece de supuesta furia, cierra los puños, pone cara de niño a punto de llorar en un berrinche, y el sentido del discurso queda convertido en puro acting-out.
Participantes
En la categoría contextual de los participantes se distinguen diversas sub-categorías, entre ellas los participantes comunicativos, los participantes interactivos y los participantes sociales/políticos.
En la primera, se refiere a la variedad de hablantes y oyentes que se involucran en la producción del discurso. En el ámbito institucional, particularmente los profesionales que determinan el tópico, el control y la corrección. En los participantes interactivos se atiende a la interpretación de los roles de los interlocutores en la integración, particularmente su ubicación en el rol de aliado u oponente. En los participantes sociales/políticos se despliega la necesidad de análisis de los diversos papeles sociales relevantes como el género, la edad, la etnicidad y la profesión. En este espacio se juegan las estrategias de la cortesía, la autorrepresentación negativa y la representación negativa de los Otros.
En el discurso de Milei podríamos afirmar que todos los participantes son globales, que no hay en un sentido estricto participantes locales. El discurso del candidato se despliega casi siempre a la manera de un monólogo, donde los otros son depositarios de la palabra, o, en el caso de la mayoría de los periodistas, quedan reducidos a la categoría de partenaires. Hablamos de “partenaires” en el sentido de la definición de la RAE: persona que interviene como compañero o pareja de otra en una actividad, especialmente en un espectáculo”.
El momento cumbre de este anudamiento se puede observar cuando Milei desarrolla su tesis de que las políticas sociales son un robo. Mira fijamente al periodista de turno y lo encara: “¿A vos te gusta que te roben?”. El periodista de ocasión duda. Milei vuelve a confrontarlo: “¿A vos te gusta que te roben? hasta que el apelado dice: “No, a mi no me gusta que me roben”. Entonces el candidato cierra las pinzas performáticas y concluye: “Entonces, sos de los míos”.
Allí queda abolida toda intercomunicación, se revela cómo imposible todo diálogo y el monólogo se revitaliza. Es como cuando en los espectáculos de magia el mago muestra la galera y antes de que aparezca el conejo, invita al integrante del público para que de fe de que allí no hay nada oculto. El participante que sube al escenario afirma que no ve nada sabiendo desde ya que el truco está consumado.
Los periodistas quedan atrapados, algunas veces con mucho gusto, en un juego de frases incompletas, donde la pregunta y el cuestionamiento solo pueden dar pie a una respuesta que está inscripta dentro de un guión. Algunos se presentan, además, como amigos, y le preparan los videos de la nostalgia, lo hacen lagrimear recordándole a su perro muerto, le rememoran un penal que pateó en un programa de televisión, o convocan con alegría alguna comida privada a los pies de un jardín (Van Dijk, 1996).
Por todo esto los debates de candidatos con turnos y tiempos medidos son el espacio menos cómodo para Milei. Y no porque no sepa que decir, y no conteste con cierto ingenio algunas veces, sino porque esto se parece más a una interlocución, donde queda a las claras que esperar a que le toque hablar y tener que escuchar al que tiene el turno, definitivamente no es lo suyo.
Quizá de los pocos minutos de interlocución fuera del guión, en tantas y tantas entrevistas, fue cuando Fantino le alcanza por dos veces la servilletas a un Milei sudoroso por alguna inquietud externa o interna. Milei, con cara de molestia, agradece pero en principio no toma la oferta, haciendo, la segunda vez, algún comentario vago sobre el calor del estudio.
Cognición
“Una de las categorías más importantes, pero al mismo tiempo una de las más olvidadas, es la categoría de la cognición. Aquí se representan los objetivos de la comunicación y sobre todo también el conocimiento relevante para la producción y la interpretación” dice Van Dijk (2001).
Se trata del saber que tienen los interlocutores sobre los conocimientos y creencias del Otro. En base a esto se juega “lo que he dicho y lo que voy a decir”, las implicaciones presupuestales del discurso, y la especificidad y detalle del discurso que se va a dar.
Aquí cabría preguntarse: ¿qué sabe Milei sobre lo que sabe el otro? ¿Su discurso se articula o modela en función del conocimiento o creencia referida a ese saber? O dicho de otra manera: ¿posee Milei una serie de variantes discursivas ajustadas al supuesto saber del Otro?
Parecería que a Milei no sabe ni le interesa saber lo que sabe el otro. Su discurso funciona a la manera de una aplanadora destinada a aplastar toda interlocución y, en ese sentido, a que el efecto de su discurso genere una cognición de rebote más allá de toda consideración previa. El discurso de Milei apuesta a, que desde un repertorio intimidatorio, el Otro quede confundido y paralizado, aportando una frase o slogan que pueda calmar la angustia de toda confusión. Milei, en una fórmula perfecta en el sentido comercial, vende el daño y el remedio en un solo acto discursivo. Es a partir de allí que toda la información manejada por Milei no vale por lo cierta sino que vale por lo eficaz. La pedagogía de Milei parece tan transparente en su complejidad que el interlocutor queda sometido a la autocensura, ante la posible reprobación de quien se ha erigido en maestro. El circulo vicioso de una epistemología perversa queda por fin instalado.
3. Cuatro perros y un gatito
(los lapsus de Milei)
El formato del debate de los candidatos presidenciales, tan controlado, compartimentado y medido, deja poco espacio para el monólogo; hasta los modales quedan sometidos a un código de intercambio, y la tolerancia a la frustración y la virtud de sobrevivir a la espera, se colocan bajo una lupa definitoria. Este formato tiene sus virtudes y sus desventajas, sí entendemos por éstas últimas la falta de espontaneidad y a cierto almidonamiento discursivo. Pero habrá que tomar como virtud la limitación del exabrupto y las medias tintas del acting.
En el primer debate presidencial de la campaña electoral argentina del 2023, allí estaban los candidatos, de pie, con sus recursos y sus insuficiencias comunicacionales. Milei, en el extremo derecho de la pantalla, parecía incómodo en medio de estas restricciones formales, rígido y sonriente como un niño a punto de actuar en la kermesse de la escuela. Sin duda, educado como comunicador en la cultura de lo espectacular, acostumbrado a una interlocución del tipo “partenaire”, inmerso en dinámicas colectivas de tipo “troupe”, este escenario no era un escenario amigable.
Esto no significa que debería salir perdedor ni que no pudiera revertir la incomodidad de manera más o menos exitosa. Pero las reglas en juego hacían del escenario un campo minado y peligroso.
En medio de esta realidad y durante el debate Milei comete tres errores del hablar, tres lapsus que dan cuenta de la dura tensión entre lo que se debe decir y los sentimientos más íntimos y/o inconfesables.
Los dos primeros pertenecen a la categoría de lo ideológico y el tercero se ubica en el ámbito de la auto-percepción.
- Milei despliega su conocido discurso sobre la abolición del Estado y el Banco Central, la justicia social como un robo a los que producen la riqueza, los impuestos “criminales” y la dolarización. Y como remate a una de sus intervenciones sentencia: “Es imposible crecer sin inflación”, para corregir inmediatamente apurando un “con inflación” con una voz urgida y apagada sobre el filo del fin de su tiempo.
- En un momento del debate, respondiendo a Massa y refiriéndose a la nacionalización de YPF, dice Milei: “La bestia de Kiciloff la privatizó”; e inmediatamente corrige: “nacionalizó”. ¿El lapsus de Milei está referido a su secreta concepción del papel del Estado y los intereses a los cuales representa?
- La candidata Myriam Bregman increpa a Milei de esta manera: “Es un empleado de las grandes empresas. No es un león, es un gatito mimoso del poder económico”. Milei deja pasar todo el bloque con las réplicas y las réplicas de las réplicas; y en el segundo bloque, respondiendo a Sergio Massa, acusa recibo de la estocada discursiva de Bregman y dice presumiendo de su autonomía de pensamiento y acción: “¿León yo?!”; e inmediatamente corrige: “gatito”, para salvar de un arañazo semejante error. Parece que la formulación de Bregman toca algo especialmente sensible en Milei; solamente así se explica el que no haya podido evitar responderle a una candidata a pesar del propósito político de no desviar el debate de la confrontación con Massa y Bulrrich. Allí queda, escrito sobre la fisura del lapsus, el síntoma de la fragilidad del enérgico candidato.
La peluca de El Peluca
(a la manera de conclusiones)
Milei se presenta como una figura de la casta de los medios de comunicación; una casta que tiene como principio rector la continuidad del espectáculo, el fluido de la producción de contenidos, cuya importancia radica en las posibilidades de espectacularización de la realidad más que el contenido mismo, y menos aún, en la posibilidad de poner en juego algo que tenga relación con la dilucidación de alguna verdad. Una de las cosas más interesantes radica en que un espacio aparentemente heterodoxo (marcado por la ética del varieté) alberga, sin mayores dificultades, un discurso ortodoxo y fundamentalista, que tras las bambalinas del discurso económico, sostiene un esquema argumental idealista y escasamente científico ubicado en el contexto del dominio moral.
Los participantes globales del discurso de Milei, son Dios (representado por el “Él” y el “Nosotros”) y El Maligno (representado por “los zurdos”, el Papa, el Estado, la justicia social, la casta y los impuestos). La razón no queda expuesta a ninguna verificación y toda respuesta adversa es colocada en el lugar de la “falacia ad populum”.
La acción global de Milei es la lucha por la desaparición del Estado, intentando convencer a los que nada tienen que con la muerte del Maligno advendrá la tierra prometida por Bertrand de Jouvenel cuando anuncia que bajo el Reino del Mercado las costumbres serán dulces.
Por lo tanto, el tiempo de Milei es siempre el tiempo del “Más Allá”, el de la utopía conservadora. Y el espacio se estructura a la manera de un set, donde hay público cuando se esperan interlocutores, performática donde debería haber intimidad comunicacional y empatía, y efecto hipnótico donde se hace necesario algún diálogo posible.
Los discursos de Milei se despliegan en espacios periodísticos donde el Otro siempre actúa como partenaire, a la manera de la simulación de las batallas tan típica en la lucha libre. De esta disciplina y de la cultura del circo, importamos el concepto de “troupe”, tan apropiado para representar los despliegues comunicacionales del candidato en los medios.
En las entrevistas a Milei no hay interlocutores. Los que parecen serlo se ofrecen como meros vehículos para el diálogo con los participantes globales, y se ponen y se apartan en función de una música implícita que articula esos movimientos. Podríamos decir que la mayoría de los periodistas ofician de médiums dispuestos a encarnar alguna realidad trascendente.
Por último quisiéramos resaltar la fragilidad del candidato, confesada por él mismo cuando en un lapsus del primer debate, se reconoce como “gatito”. Es ocioso explicar que la fragilidad no significa, en ningún caso, ausencia de peligro. Porque ese Milei tenso, que a veces simula relajamiento y liviandad, explota fácilmente, se sienta en la punta de la silla como si estuviera siempre dispuesto a un asalto, y suda sin calor.
Entre aquel tímido arquero de Chacarita Junior, del cual dicen algunos testigos que era callado, dócil y particularmente obediente, y éste político agresivo y hostil, existe seguramente un hilo que zurce los tiempos de la historia personal.
Freud (2013:12) afirma que “Huelga decir que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece”.
Si a la insatisfacción de la civilización se suma la crueldad devastadora de la crisis económica y la pauperización de la vida social, el espacio para un discurso político mesiánico y conservador queda puesto sobre la mesa. Allí al deseo de rebelión debe agregarse la posibilidad de una ilusión. La utopía, en general, propone una fuerza para caminar.
La utopía conservadora propone un discurso donde la batalla se libra entre el Dios y el Maléfico y el humano se sienta a mirar el espectáculo. Mario Ramos Vega (2020) afirma que el conservadurismo ha sido habitualmente reacio a modelos abstractos de desarrollo social, y, en general, ha valorado lo concreto y lo utilitario. Sin embargo advierte sobre el surgimiento histórico de una derecha de carácter desiderativo y normativo que construye su propia utopía del mercado.
El discurso de Milei llueve sobre mojado.
Referencias bibliográficas
Freud, Sigmund (2013). El porvenir de una ilusión. Obras Completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Karma, Tanius (2005). Una introducción al estudio del discurso y el análisis del discurso. Consultado en: http//gmje.mty.itesm.mx/articulo3/articulo_5html
Millán, Hermes (2013). La terapéutica del discurso. Drogas, contra hegemonía e intervención comunitaria. La Habana: Universidad de La Habana
Ramos Vera, Mario (2020). La utopía conservadora. Madrid: Editorial Comillas, Universidad Pontificia: Madrid
Van Dijk, Teun (1996). La noticia como discurso. Barcelona: Paidós.
Van Dijk, Teun (2009). Discurso y poder. Madrid: Gedisa.
Van Dijk, Teun (2011). Sociedad y discurso: cómo influyen los contextos sociales sobre el texto y la conversación. Madrid: Gedisa.
Van Dijk, Teun (2001). Algunos principios de una teoría del contexto. En: Revista latinoamericana de estudios del discurso 1(1), pp 69-81.