Perspectivas desde la clínica actual
Por Diego Venturini
Contexto actual
El acceso a la tecnología está generando indudablemente algunos cambios en nuestra forma de vida. La sobreabundancia de oferta tecnológica, en especial en la forma de pantallas es hoy abrumadora. Toda la sociedad está sobreexpuesta a las mismas y esto tiene algunos efectos que he mencionado en otro trabajo (1) citando a autores como Franco Berardi y Byun-Chul Han. Planteaba allí que hay efectos concretos en la vida actual como la fatiga de la atención, el agotamiento cognitivo y una nueva ansiedad existencial vinculada a la creación de una narrativa digital del Yo.
Las pantallas estimulan nuestra atención hasta el punto del agotamiento. Es común escuchar en las consultas que las personas dicen dormirse viendo series. Según los expertos en neurobiología, las pantallas estimulan con su luz azul ciertas hormonas que nos llevan a estar en permanente estado de vigilia y por ende de alerta. Cuando las personas expuestas excesivamente a pantallas de luz azul se duermen, lo hacen por agotamiento y no por cansancio.
La dinámica de la historia se ha acelerado y el sujeto no puede abstraerse del momento histórico al que pertenece. Los cambios mencionados se filtran como el agua en el entramado socio-cultural generando nuevos desafíos para la clínica. Desafíos que hasta hace muy poco no teníamos.
La clínica de 2005, ¿ya es antigua?
Desde el año 2005 pertenezco al equipo de Domus (2), un centro de atención especializado en la atención de niños y adolescentes de la zona de Monte Grande, en el Área Metropolitana de Buenos Aires o A.M.B.A.(3), donde realizo la coordinación del área de Psicología, admisiones, derivaciones, supervisiones y tratamientos. Hasta hace un tiempo, no mucho, unos tres años aproximadamente, recibíamos consultas frecuentes de padres preocupados por el uso excesivo de tecnologías en la forma de pantallas por parte de los niños. Los educadores (Miembros de los Equipos de Orientación Escolar o E.O.E. (4), docentes y directivos) también mencionaban su preocupación al respecto en las entrevistas que teníamos al hablar de algunos pacientes -sus alumnos-. Por un lado, los padres referían las dificultades que surgían en la puesta de límites respecto del uso de la tecnología por parte de sus hijos en sus casas y los conflictos que esto despertaba, por ejemplo: discusiones, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y a la espera, trastornos del sueño, etc. Y por su parte, los educadores realizaban las derivaciones de niños al investigar que ciertas dificultades escolares (del aprendizaje y la conducta) podían tener relación con el exceso en el uso de la tecnología en forma de pantallas.
Tomábamos nota del tema y trabajábamos en lo posible, en la relación que pudieron tener ciertas características propias del psiquismo en desarrollo de un niño, su historia -invariantes propias de cada etapa- y el uso de las pantallas como favorecedor o no de la descarga o el aislamiento y también investigabamos cuanto sumaba o no el exceso en su uso como indicador.
La cantidad de casos con preocupaciones al respecto fue aumentando paulatinamente a lo largo de los años y los casos severos o moderados, tenían características en cierto sentido asimilables a problemáticas adictivas. Los niños o adolescentes manifestaban conductas similares a los de los períodos de abstinencia de los adictos ante la ausencia de la substancia o sea en este caso ante la ausencia de pantallas y reaccionaban de maneras diversas pero no muy lejanas a lo descripto en la bibliografía asociada (berrinches, gritos, golpes, ataques de pánico, ataques de ira, autolesiones, etc.).
Se trabajaba intentando poner en palabras todo aquello que la sintomatología estaba ocultando (de lo intrapsíquico y familiar) y que no podía ser mencionado por el niño o el adolescente y por sus familias. Los resultados de las intervenciones estaban dentro de lo esperable, mejoras significativas en algunos casos, estabilización de la situación del niño o adolescente en el ámbito familiar y escolar en otros y ausencias y abandonos del tratamiento en algunos otros. En suma, lo habitual de nuestra clínica.
Como ejemplo ilustrativo podría mencionar varios casos en los que adolescentes enojados golpeaban las paredes de sus cuartos a los gritos o reboleaban joysticks, mousses o teclados por el sólo hecho que se había cortado la luz o internet -con intervención o no de sus padres, quizás cansados de llamarlos para la cena-. También se podría mencionar la impulsividad de niños sacándoles la tableta o la computadora a los hermanos y/o padres para ver un juego al llegar a sus casas de la escuela, generando que se rompan los objetos, seguido ello de llantos sin fin y sentido, etc., etc.
La clínica hoy, ¿quedará obsoleta en 10 años?
Últimamente lo que más me está llamando la atención en las admisiones es que los padres ya no tienen como motivo principal de las consultas las problemáticas asociadas a las pantallas. Las consultas volvieron a ser como otrora lo eran, por problemas de conducta en la escuela, por dificultades vinculares con los compañeros y/o hermanos, por sospecha de Trastrono del Espectro Autista o T.E.A. (5), por impulsividad, terrores nocturnos, problemas de aprendizaje, trastornos del lenguaje, etc. Y lo mismo sucede con los educadores, en sus derivaciones ya no mencionan el exceso en el uso de tecnología en forma de pantallas como una de sus preocupaciones en el caso de los niños (sí lo suelen referir en cuanto a los adolescentes).
¿Parecería que el acceso casi ilimitado de los niños a las pantallas NO es hoy un motivo de consulta? ¿Será que estamos naturalizando el uso de pantallas de tal forma que se han transformado en parte esencial de la nueva normalidad?
En la mayoría de las familias se cuenta con dispositivos celulares. Los niños tienen acceso a los mismos. Los motivos para el acceso son variados pero redundan entre: la necesidad de los padres de cubrir espacios en los momentos en los que tienen que ocuparse de los quehaceres domésticos y no los pueden mirar/controlar, el pedido de los niños respecto del uso y la dificultad de los padres o cuidadores para poner límites ordenadores en cuanto al uso de los mismos (horarios reducidos, no uso, etc.), la comodidad de que el niño este ocupado en otra cosa mientras los padres o cuidadores están usando el celular, la tranquilidad de los padres o cuidadores de que el niño está allí y no en otro lugar como por ejemplo la calle con la inseguridad que implicaría, la seguridad de que el contenido al que acceden es entretenido y variado.
Todo ello me llevó a analizar una cantidad de variables en el uso de las pantallas, todas merecedoras de desarrollos específicos y profundos. He logrado identificar una serie de dichas variables que se han convertido en los parámetros a través de los cuales puedo hacer la lectura y construcción de los casos a nivel diagnóstico y pronóstico y son las que me permiten a posteriori llevar adelante algunas estrategias de tratamiento. Vale la pena redundar en la idea que se trata de variables ya que las invariantes del desarrollo psíquico van a seguir estando condicionadas en su desarrollo por estas nuevas variables, en ciertos casos. Para ser claro y específico me refiero a que todos los niños pasan por etapas esperables -invariantes-: dejar la teta, la mamadera, los pañales, control de esfínteres, complejo de castración y Edipo, etc, etc. y las pantallas, no parecían tener que ver con generar condiciones en tales pasajes. La observación clínica hizo que entre en duda al respecto.
Estas son las variables que utilizo al analizar el uso de pantallas por parte de niños y adolescentes:
- Tipos de acceso: libre (cuando el niño quiera), con limitaciones: en momentos determinados del día, no es lo mismo a la llegada de la escuela, antes de la cena, por la noche antes de ir a dormir, etc.
- Contenido: adecuado o inadecuado para la edad de acuerdo al desarrollo psíquico del niño, agradable/desagradable, entretenido/aburrido, degradante/valorizante, agresivo/tierno, destructivo/constructivo, etc.
- Tiempos de uso: limitado, intermedio, excesivo (ilimitado).
- Efectos del uso: físicos, psíquicos, socio-culturales.
- El rol de los padres: conciencia o no de la pantalla como estímulo poco apropiado para el desarrollo del niño. Conciencia o no de la pantalla como posible elemento adictivo (para ellos o el niño).
Cada una de estas variables fueron apareciendo a medida que se ampliaba mi hipótesis acerca de la naturalización en el uso de las pantallas y merecerán un desarrollo particular en otro trabajo.
La naturalización
Se ha establecido paulatina y progresivamente un uso de pantallas en todos los ámbitos sociales (1). Considero el uso de pantallas como una más entre muchas otras particulares manifestaciones de la nueva normalidad (6). En este apartado me referiré a esta particular manifestación de la nueva normalidad (6): el uso de pantallas.
Prácticamente no hay actividad laboral o social y comunicativa en las que las pantallas no sean el centro específico de uso. La modalidad de vida actual lo requiere, en especial en los ámbitos urbanos. La instalación social de tal uso se ha ido dando en la línea de tiempo siguiente: 1. Al principio: útil, práctico, veloz y reductor de tiempos; para pasar a ser 2. En la actualidad: necesario e indispensable -sin perder las características mencionadas en el punto 1-.
Se ha escrito mucho sobre la tendencia adictiva de las pantallas. La imagen, que tiene como trasfondo originario la figurabilidad psíquica es, sin dudas, el problema principal. Las imágenes que transmiten las pantallas nos atrapan. La tendencia de nuestro cerebro a estructurarse neurológicamente desde lo visual hace que desde el nacimiento estemos pendientes de la mirada, en especial la mirada de la madre o de quien cumpla su función. La importancia constitutiva de la mirada de la madre o del cuidador del bebé, el holding, el handling, la ilusión, la ternura, entre otros conceptos, han sido desarrollados ampliamente por autores como D. Winnicott y F. Ulloa para mencionar sólo dos. Lo que quiero decir es que, hoy la mirada constitutiva de la madre está en caución. Las madres y/o los cuidadores están ocupada/os en sus trabajos o sus redes sociales y la constitución de una madre suficientemente buena tal como la planteaba Winnicott es hoy algo complejo. Para Winnicott la madre suficientemente buena, debía ser equitativa y saber hasta qué punto apoyar y atender al infante. Winnicott planteaba a partir de ello la constitución del self –sí mismo-, el cual puede ser verdadero self o falso self. Decía que las actitudes agradables de la madre hacia el hijo hacen que el infante consolide su verdadero self, el repetido éxito de la complicidad de la madre ante el gesto espontáneo del infante generará el verdadero self, de este modo el niño irá creyendo y aceptando la realidad externa mientras no le parezca que entra en competencia con su supremacía (aquí se vinculan los conceptos de presentación de objeto y narcisismo). Por otro lado, cuando la madre no es suficientemente buena, es madre perfecta, incapaz de sentir y responder suficientemente bien a las necesidades del pequeño, advendrá el falso self. Este es, entre otras cuestiones, una máscara defensiva que las personas obtienen ante la sociedad cada vez que se tiene que cumplir con normas exteriores, como ser educado, respetuoso o seguir códigos sociales. Para Winnicott, cada persona posee un falso self y un verdadero self, solo que en cada persona prevalecerá un self más que otro.
Me pregunto lo siguiente: si una madre o cuidador está intervenida todo el tiempo por el uso de pantallas ¿es posible que logre ser una madre suficientemente buena? ¿Es posible que logre responder a las necesidades del infante de manera adecuada? Las pantallas que limitan su atención, ¿la hacen a ella más dependiente del celular que del infante? Y de ser así, ¿esto tendrá influencias en la constitución psíquica del niño? ¿Influirá en la prevalencia de un self sobre otro, por ejemplo el falso self por encima del verdadero self?
Las pantallas han sido llamadas muchas veces chupete electrónico y esto hace cierto sentido. La persona que no puede controlarse ante el uso de una substancia en algún momento sabe acerca de su adicción y de los padecimientos que le conlleva, por esta razón podríamos considerar a esto un síntoma al ser el mismo egodistónico. En el caso de las pantallas no se observan hoy en las consultas planteos al respecto. Las pantallas son egosintónicas. Las manifestaciones conductuales a las que lleva el exceso en su uso son egodistónicas, pero las pantallas no lo son debido a su conexión directa con la constitución del psiquismo. Harari dice que el ser humano siempre ha estado en una realidad virtual.
Lo que me interesa resaltar es que uno se da cuenta de la adicción si hay algún síntoma y lo que vengo notando en las entrevistas de admisión a padres es que el tiempo de uso de pantallas por parte de los niños se obviaba, no se mencionaba tácitamente, estaba implícito. Con las colegas de admisión siempre preguntábamos acerca del uso de pantallas pero en un momento empezamos a incluir la pregunta en nuestra anamnesis -que en parte deben completar los padres- y allí en nuestra pequeña estadística de más 600 casos en los últimos 3 años podemos mencionar que no hay niños o adolescentes que no usen pantallas al menos entre dos y tres horas diarias incluyendo todas las franjas etarias desde el año y medio de vida hasta finales de la adolescencia. La discriminación de los padres en sus descripciones acerca del uso de las mismas hace difícil la obtención objetiva de la información porque no suelen considerar a la televisión o la computadora como una pantalla contraproducente y sí lo hacen con el celular, las tabletas y las consolas de videojuegos. ¿Esta tan naturalizado el uso de las pantallas que se ha corrido el eje perceptivo acerca de las mismas y hay pantallas buenas y pantallas malas, tal como M. Klein mencionaba pecho bueno y pecho malo? Estamos ante ¿chupete electrónico bueno y chupete electrónico malo?
¿Conclusiones?
Lo escribo en sorna. No se puede concluir en este tema, más bien es un inicio que debe tener continuidad investigativa.
El uso de pantallas se estaría naturalizando y por ende cada vez sería menos egodistónico. Debido a esta naturalización las consultas son hoy por los efectos y no por las causas. Pero los efectos son a causa del uso no adecuado de las pantallas y en un futuro esto podría obviarse como suele suceder con otras naturalizaciones de la índole del acostumbramiento social.
Los efectos concretos detectables en nuestro trabajo al día de hoy son: 1. Alteraciones del sueño; 2. Irritabilidad constante; 3. Dificultades en la aceptación de límites; 4. Baja tolerancia a la frustración y a la espera; 5. Disminución del rendimiento escolar; 6. Disminución de las actividades físicas fuera del hogar para usar más las pantallas; 7. Dificultades en la aceptación de otras alternativas de juegos, los niños juegan cada vez menos con juguetes y ya entre los 8 y 9 años las preferencias por las pantallas parecerían la norma; 8. Trastornos del lenguaje, en especial el Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL) (7) en edades tempranas que, de no ser tratado, podría derivar en un Trastorno Específico del Lenguaje (TEL) (8) en edades tardías. Ambos trastornos hoy son casi una epidemia; 9. Dificultades en el desarrollo de gestos espontáneos y de creatividad en las sesiones; 10. Padres agotados y con poca capacidad de reacción y empatía: a. por las exigencias laborales y sociales y b. por la hiperestimulación permanente de las pantallas que los tienen a mitad de camino entre las actividades que realizan y su propio mundo transformando al celular en el objeto transicional más importante de la historia humana.
Podría seguir enumerando algunos más pero cabe la pregunta: los adultos ¿estamos preparados realmente para el uso de pantallas? ¿Los niños están preparados para su uso? Las afectaciones ya están sucediendo. En un futuro, ¿podremos lograr un equilibrio saludable en el uso de pantallas?
Notas
(1) Los deslices de la vida digital. Por Diego Venturini.
(2) Domus, consultorios infantiles, Monte Grande.
(3) ¿Qué es AMBA? Es el Área Metropolitana de Buenos Aires. El AMBA es la zona urbana común que conforman la Ciudad Autonóma de Buenos Aires (o C.A.B.A.) y los siguientes 40 municipios de la Provincia de Buenos Aires: Almirante Brown, Avellaneda, Berazatagui, Berisso, Brandsen, Campana, Cañuelas, Ensenada, Escobar, Esteban Echeverría, Exaltación de la Cruz, Ezeiza, Florencio Varela, General Las Heras, General Rodríguez, General San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, La Matanza, Lanús, La Plata, Lomas de Zamora, Luján, Marcos Paz, Malvinas Argentinas, Moreno, Merlo, Morón, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Miguel, San Vicente, Tigre, Tres de Febrero, Vicente López, y Zárate. https://buenosaires.gob.ar/gobierno/unidades%20de%20proyectos%20especiales%20y%20puerto/que-es-amba
(4) Los Equipos de Orientación Escolar (EOE) están conformados por profesionales de diferentes disciplinas (psicopedagogos/as, licenciados/as en Ciencias de la Educación, psicólogos/as, trabajadores/as sociales) que acompañan a las escuelas correspondientes a Nivel Inicial, Primario y Medio (Escuelas Artísticas y Normales). https://buenosaires.gob.ar/educacion/estudiantes/equipos-de-orientacion-escolar
(5) Merecería un trabajo aparte el incremento de las consultas por TEA (Trastorno del Espectro Autista, DSMV Cod. F84.0). https://docs.google.com/file/d/0B08c1LEUictRN2dVUGNKTHNxaXc/edit?resourcekey=0-pg8HXukNniFJM-IuuhzzPg
(6) La nueva normalidad es un concepto planteado por varios autores luego de la pandemia de la Covid-19, entre ellos Yago Franco que lo mencion su texto La pandemia capitalista y el Aprendiz de Brujo: el enemigo invisible * ** https://www.elpsicoanalitico.com.ar/la-pandemia-capitalista-y-el-aprendiz-de-brujo-el-enemigo-invisible/
(7) El TDL o Trastorno del Lenguaje, se encuentra descripto dentro de los Trastornos del desarrollo neurológico y a su vez dentro de los Trastornos de la comunicación específicamente como Trastorno del lenguaje en el DSMV, Cod. F80.2 https://docs.google.com/file/d/0B08c1LEUictRN2dVUGNKTHNxaXc/edit?resourcekey=0-pg8HXukNniFJM-IuuhzzPg
(8) El TEL o Trastorno Específico del Lenguaje, se encuentra descripto dentro de los Trastornos del desarrollo neurológico y a su vez dentro de los Trastornos de la comunicación. https://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_espec%C3%ADfico_del_lenguaje
Bibliografía:
Berardi, Franco «Bifo». «Generación Post Alfa». Editorial Tinta y Limón, 2007
Berardi, Franco “Bifo”. “El tercer Inconsciente”. Editorial Caja Negra, 2022
Franco, Yago, Paradigma Borderline. De la afánisis al ataque de pánico. Editorial Lugar, 2017
Franco, Yago, Transfiguraciones. Psicoanálisis de la pandemia. Psicoanálisis en la pandemia. Editorial Magma, 2021
Freud, Sigmund. Obras completas, Vol. VI, «Psicopatología de la Vida Cotidiana». (1901). Editorial Amorrortu, 1986
Harari, YN. «Sapiens: De animales a dioses». Editorial Debate, 2015
Harari, YN. “Homo Deus: Breve historia del mañana”. Editorial Debate, 2016
Winnicott, Donald. “Realidad y juego”. (1979). Editorial Gedisa. 2022.