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Paul Delvaux (1897-1994)
Enfermar como efecto de ser testigo
Abordaje del síndrome de Burnout
Por Leonel Sicardi
leonelsicardi@elpsicoanalitico.com.ar
 
“Dad palabras al dolor. El dolor que no habla
va estremeciéndose en el corazón hasta
que lo despedaza”

William Shakespeare,“Macbeth”






Introducción

Hace ya varios años, comencé a interrogarme acerca de las condiciones en que se desarrolla nuestra tarea terapéutica y el efecto que la misma produce en nuestra subjetividad. La investigación comenzó al reflexionar con un grupo de colegas acerca de cómo hablábamos de nuestros pacientes y nos ocupábamos de ellos en la formación, supervisiones y en la práctica clínica mientras que muy pocas veces hablábamos de nosotros mismos en relación con nuestra tarea.

Hago extensivas estas reflexiones a las distintas especialidades vinculadas con la salud y la atención de pacientes (psicólogos, médicos, psicopedagogos, enfermeros, etc).

Estas preguntas e inquietudes, dieron lugar a diferentes intercambios a través de grupos de reflexión y talleres en instituciones y centros de salud a fin de pensar juntos sobre este aspecto. Así, observamos que existía una resistencia específica o singular para poder pensar acerca del trabajo en salud mental y los efectos que éste produce [1].

En dichas reuniones apuntamos a construir un espacio de producción de pensamiento, intercambio y elaboración de los efectos traumáticos o potencialmente traumáticos inherentes a nuestro quehacer, considerándolo una tarea de prevención [2].

Observamos que debido al centramiento en la atención de los pacientes, los profesionales de la salud, tendíamos a naturalizar nuestro cansancio y el impacto emocional que la tarea nos produce, pudiendo llegar así al agotamiento. Al mismo tiempo, observamos la tendencia a no registrar nuestro cuerpo, pudiendo llegar a tener tensiones y contracturas importantes así como enfermedades físicas de cuidado y/o de gravedad.

Sabemos que, en el desarrollo de la tarea diaria nos enfrentamos con el padecimiento humano y que en algunas especialidades la gravedad de las situaciones aumenta exponencialmente. Me refiero a la atención en terapia intensiva, de pacientes terminales, de víctimas de diferentes catástrofes sociales, de víctimas de abuso y violencia, etc. En el caso específico de estos últimos el contacto con el relato de las víctimas de violencia doméstica los enfrenta con lo que podemos llamar el horror de nuestra cultura.

La desigualdad de poder en la dupla víctima-victimario suele ser uno de los primeros factores que estudian los especialistas al abordar el tema desde la perspectiva de género, ya que suelen ser mujeres y niños, los más afectados
por violencia física, sexual y emocional. Dice Eva Giberti [3]: “Trabajar con niños que sufrieron repetidamente un trato inhumano y abusos sexuales, físicos u otros abusos se convierte, en realidad se instituye, en situación traumática”.

Este malestar que en aquel entonces nos inquietó y abordamos como en borrador, fue conceptualizado por varios autores con el término de síndrome de burnout o “estar quemado”.

Qué es el síndrome de Burnout

En 1974, el psicólogo neoyorquino Herbert Freudenberger, describió el síndrome de burnout con las siguientes características: agotamiento emocional, falta de realización personal, deshumanización, manifestaciones físicas, manifestaciones psíquicas y cambios abruptos de conducta.

“Freudenberger acuñó el término quemado, para describir un particular estado de agotamiento como efecto de la frustración proveniente del fracaso de una devoción hacia una causa, o hacia un modo de vida (una profesión) o una relación que fracasó al intentar producir la gratificación esperada” [4].

“Maslach y Jackson (1986), describen el burnout como un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y de baja realización personal que puede afectar a los individuos que trabajan con personas” [5]. Posteriormente, tomando dichos ejes de indagación, confeccionaron un cuestionario que detecta indicadores de burnout en los profesionales.

“Aubert N. y Gaulejac (1991) refinan la concepción del burnout y lo consideran una enfermedad de la idealidad, fruto de un enganche maligno entre el funcionamiento psíquico individual y el funcionamiento de las instituciones-organizaciones. Es decir, no acentúan la influencia de las víctimas en la aparición de la enfermedad sino apuntan al funcionamiento de las instituciones” [6].

Considerando lo antedicho, podemos mencionar tres áreas a tener en cuenta en el trabajo de prevención y elaboración del burnout: la institución, la tarea profesional ejercida y la persona del profesional, o sea, su personalidad previa en la que incidirán lo institucional y los efectos de su tarea.


Luces y sombras del trabajo de Prevención del Burnout


El primer riesgo que surge en el trabajo de elaboración del burnout es que sea solamente una catarsis sin reflexión, ya que como uno de los primeros aspectos que se trabaja es la relación con la institución, suelen aparecer abundantes menciones acerca del malestar institucional, corriéndose el riesgo de quedar encerrado en esta temática durante todo el abordaje planteado.

El coordinador pasa a ser el depositario de los aspectos maltratadores de la institución, siendo muchas veces maltratado, reeditándose el maltrato que los profesionales sienten que la institución efectúa con ellos, o por el contrario, se le requiere al mismo una alianza incondicional contra la institución, pudiendo perder éste la distancia óptima para su trabajo.

En esta dialéctica de ‘con nosotros o contra nosotros’, el coordinador queda atrapado en una encrucijada contratransferencial que requiere, para poder resolverse, la apertura de un espacio de producción de pensamiento que funcione como corte. Si bien la crítica constante contra la institución suele funcionar como resistencia, puede –también- ayudarnos a seguir pensando: ¿qué se logra cambiar con este dispositivo?, ¿es útil sólo para quejarnos o descargar?, ¿se llega al momento de elaboración?.

En este punto, es importante agregar que así como algunos grupos no pueden salir del encierro de la queja, otros grupos realizan un trabajo riquísimo y profundo de toma de conciencia y elaboración de las depositaciones que los consultantes efectúan sobre ellos, que les ayuda a producir transformaciones al interior del equipo y en el modo de encarar su tarea profesional.

Igualmente, es necesario discriminar el malestar institucional del sentimiento de impotencia que les produce el tema que abordan, especialmente en equipos interdisciplinarios que trabajan con lo siniestro de la cultura: violencia de género, tortura, etc. La imposibilidad de cambiar muchas situaciones de las víctimas/consultantes se entrecruza con la frustración de no poder modificar el clima institucional y sus violencias. Se hace, así, muy dificultoso tramitar el duelo por la institución ideal/deseada, que los contenga y proteja en su quehacer.

En muchos casos el profesional que coordina el trabajo de burnout es masivamente depositario del sentimiento envidioso de los integrantes del equipo; pasa a ser idealizado como ‘lo nutricio’ y ‘lo saludable’ y -como representante de aquello que no se puede alcanzar- se lo ataca.

También es interesante ver que la transferencia con la institución, que se deposita muchas veces en el coordinador del proceso de elaboración del burnout o en el equipo que éste integra, se desplaza por momentos en forma de fuertes tensiones al interior del propio equipo de trabajo, el mismo que -momentos antes- había sido muy valorado.

En un taller realizado en una institución, una integrante dice a sus compañeros: “Yo vengo acá por ustedes, sino no vendría” remarcando así la importancia de la pertenencia y de la cohesión al interior del equipo para poder sostener una tarea profesional ‘enfermante’. Sin embargo, en un corte longitudinal podemos observar que estos sentimientos pueden oscilar abruptamente ante conflictos disparados por la tarea diaria.

Estos intensos sentimientos primarios, como la oscilación amor-odio, dependencia -ataque, que atraviesan los ámbitos institucionales pueden disociarse entre la institución y el equipo de pares, entre la institución y la coordinación del trabajo de burnout, etc.


Cómo trabajar en Prevención del Burnout profesional

Específicamente en referencia a la tarea profesional con víctimas de violencia, ésta suele producir afectos depresivos y/o enfermedades físicas en los profesionales que la ejercen. Ellos son ‘testigos’ del padecimiento de las consultantes y depositarios de aspectos escindidos de su psiquismo y, si no elaboran esta situación, la misma puede eclosionar en sintomatología [7].

La modalidad de trabajo en prevención del burnout es en forma de encuentros grupales, con frecuencia quincenal o mensual, con el dispositivo de grupo-taller, en los que se intercambia, debate y reflexiona a partir de los emergentes grupales. Se pueden incorporar técnicas psicodramáticas o sociodramáticas a fin de revisar situaciones, defensas desplegadas, obstáculos, recursos y alternativas.

El trabajo es íntimo y se reserva el secreto profesional de lo trabajado. Aunque participen coordinadores de equipo, o colegas con un rol jerárquico, en el seno del grupo-taller se promueve la horizontalidad, todos se incluyen como pares. Se propicia que intervengan profesionales de diferentes disciplinas e incluso personal administrativo, si está involucrado en la tarea, siempre y cuando lo desee.

Para finalizar, cada equipo profesional tiene un transcurrir diferente y propio en los talleres de prevención del burnout. En algunos la buena disposición y la plasticidad de los profesionales permite, además de la reflexión, trabajar con técnicas psicodramáticas tanto las dificultades que produce la tarea y las dificultades intra-equipo como los registros a nivel corporal de las emociones promovidas por lo traumático de ciertas consultas. Todos estos aspectos son los que requieren ser percibidos y elaborados.

En un segundo grupo el trabajo es de un intercambio rico y dinámico a nivel verbal, aún cuando no haya disposición a desplegar por medio de escenas lo producido por los aspectos tóxicos de la tarea. En dicho grupo se producen múltiples asociaciones, con posibilidad de elaborar y revisar alternativas de cambio.

En otros equipos se avanza con mayor dificultad, tienen notorias resistencias a compartir los afectos y efectos de su quehacer profesional y suelen empezar con el siguiente discurso: “A mi la tarea no me produce nada, no me molesta, sólo que….” y refieren que el problema es la institución, sus autoridades o la falta de comunicación. A pesar de estas afirmaciones, surge luego una fuerte angustia, de la cual lo institucional no es causa suficiente. El punto es que está negado el malestar que produce la tarea.

Otro aspecto, que tiene una fuerte incidencia en la relación profesional-tarea y en su predisposición o no a ser víctima de burnout, son los anclajes vocacionales de los profesionales. Algunos trabajan desde hace muchos años en condiciones institucionales complejas y en contacto con situaciones humanas muy difíciles y manifiestan que es su vocación, acompañada -en muchos casos, no en todos- por una postura militante en la temática que le aporta mayor sentido a su quehacer diario.

Tal vez de eso se trate el objetivo de este abordaje: que siga teniendo sentido nuestro posicionamiento profesional y nuestra tarea diaria, sin producirnos sintomatología.

 
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Notas y Bibliografía
 

[1] Coviello E., Cuervo L., Groppa S., Manrique G., Mistorni I., Sicardi L., artículo “La salud del terapeuta: una resistencia singular”, Boletín de Talleres de Psicoterapia, Mayo 1989.
[2] Coviello E., Cuervo L., Groppa S., Manrique G., Mistorni I., Sicardi L., artículo “Acerca de la prevención en nuestra propia salud”, revista Actualidad psicológica, Diciembre 1990.
[3] , [4], [6] Giberti E., “Alerta y cuidado de la salud de los operadores ante los efectos traumáticos de atención a las víctimas. Efecto de burn-out”, conferencia de inauguración del Primer Congreso Internacional “El niño víctima de procesos judiciales. Sus derechos y garantías”,19 de octubre 2000.
[5] Velázquez S., Violencias cotidianas, violencias de género, Paidós, Buenos Aires, 2003.
[7] Fridman I., “Elaborando lo siniestro. Violación e incesto. Su efecto en los equipos de atención”, artículo publicado en Delitos contra la integridad sexual. Programa de atención a víctimas. Documento, número 3, 2006.

 
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