En la Inglaterra medieval (año 1135) comienza esta historia, mostrando a Tom, maestro constructor, a quien un señor feudal le encarga, para el futuro casamiento de su hijo, construir una magnífica casa en un gran valle.
Al suspenderse dicho casamiento y por ende la construcción, queda Tom sin trabajo y en situación de extrema precariedad.
Esto lo lleva a deambular por los bosques, junto con su mujer e hijos, al mismo nivel que los proscriptos, marginados de ese momento histórico, que roban y matan por unas migajas de pan o una moneda.
Este suceso es el puntapié inicial de una saga en la que se destacan las pasiones y las luchas por el poder de reyes, condes, señores feudales, obispos y priores, peleando por obtener más tierra y más dominio, sin importar cuantas vidas estén en juego o cuantas muertes se requieran para ello.
Este marco sirve de excusa para llegar a lo más nodal del libro que son los laberintos políticos y arquitectónicos que rodean la construcción de una catedral en el medioevo. Esto, a su vez, es el norte de la vida de Tom y de su hijo adoptivo, Jack, que lo toma de maestro, ahondando en el sentido profundo, práctico, filosófico y religioso, del boceto y el trazado elegidos, para construir una catedral.
Dice el autor al llegar Tom a un castillo, con la esperanza de conseguir trabajo:
“Allí había mucho trabajo en piedra, se dijo Tom, no como en esos castillos en que era todo de barro y madera. Tal vez al día siguiente consiguiese un trabajo. Recordó el tacto de las buenas herramientas en sus manos, la raedura del escoplo sobre un bloque de piedra mientras redondeaba las esquinas y pulía las superficies, con la seca sensación del polvo en la nariz. Mañana por la noche puede que tenga el estómago lleno, pensó, y sin necesidad de mendigar”.
Tom busca trabajo pero no cualquier trabajo, sino como constructor de catedrales. Tal era la pasión que lo movía por su oficio que lo lleva a renunciar a casi todo, buscando a su vez recuperar la dignidad para sí y los suyos.
Dice nuevamente el relato: “Algunos se mostraron impacientes, bruscos o descorteses: otros miraban tristemente a los hijos de Tom, terriblemente delgados, y a la mujer encinta, y les hablaban con amabilidad y sentimiento. Pero en los labios de todos estaba la misma respuesta: Aquí no hay trabajo para ti”
Otro personaje importante es el prior Philip, que lucha por no perder su priorato y la posibilidad de construir su catedral, bregando a su vez para que la ambición y la batalla por el poder, las tierras y las riquezas, no sean más fuertes que la nobleza de intenciones que alberga su espíritu.
Si la lucha por el poder y la dinámica dominador-dominado son antiguos como la vida misma, este paradigma se hace presente constantemente en las guerras intestinas, la apropiación de tierras de otros, la relación amo-esclavo del terrateniente con sus arrendatarios, que nos muestra este relato, sin diferenciarse demasiado de la crueldad mortífera de este capitalismo tardío.
Asimismo, esta novela está realizada con tal rigurosidad histórica que denota una exhaustiva investigación por parte del autor sobre costumbres y códigos del acervo cultural de esa época.
El mismo autor, en el prólogo, dice que mucha gente se sorprendió con la aparición de este libro, proveniente de un exitoso escritor de thrillers, y confiesa que el primer sorprendido fue él mismo: “Y así ocurrió. Parecía el libro menos adecuado, yo parecía el autor menos adecuado, y estuve a punto de no escribirlo. Sin embargo es mi mejor libro y vosotros lo habéis honrado con vuestra lectura. Os lo agradezco. Ken Follett, Stevenage, Hertforshire, Enero 1999”.
La vivencia subjetiva de Tom, lo que siente como hombre sin trabajo imposibilitado de proveer de techo y comida a su familia, no nos suena tan lejana. Su relato pareciera ser un grito desgarrador que reverbera hasta hoy, en este contexto de desocupación, precariedad laboral y exclusión.
Los que se quieran aventurar en esta fascinante novela que, al decir del autor, “estuvo a punto de no ser escrita”, no se verán defraudados.
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