La pandemia de la COVID 19 es un acontecimiento histórico de carácter ominoso que ha quebrantado los procesos sociales y la vida cotidiana, produciendo efectos devastadores que ha obligado a configurar posiciones subjetivas, a manera de soluciones de compromiso, para enfrentar la crisis.
Érase una vez…
En una región muy, muy lejana, unas personas extrañas de ojos rasgados, comieron sopa de murciélago y se infectaron de un virus mortal. El virus se propagó muy rápidamente, porque las personas no sabían que estaban enfermas y contagiaban a las demás. En pocas semanas, la enfermedad se había esparcido por todo el mundo. A diario aparecían más enfermos. En muchos lugares los hospitales se llenaron de gente que ardía en fiebre, se asfixiaba y moría. Entonces, los gobiernos ordenaron que las personas no salieran de sus casas. Las escuelas, las plazas, muchos lugares de trabajo, se cerraron y la vida dejó de ser como era…
Parece un relato infantil, un cuento fantástico y terrible, como suelen ser los cuentos de hadas, ogros, gigantes y dragones, lo peor es que el relato es real, lo vivimos todos.
La pandemia de la COVID 19 es un acontecimiento ominoso, pero ¿qué significa esto? Michel Foucault entiende por acontecimiento un suceso que provoca cambios radicales en una sociedad histórica determinada (1). La pandemia del SARS-Cov2, irrumpió de manera abrupta con efectos devastadores: cerca de dos millones de muertes en todo el orbe, millones de personas contagiadas, una gravísima crisis económica mundial de la que será muy difícil reponerse, pero también ha dislocado los procesos sociales y políticos en el mundo entero.
Por otra parte, también es un hecho ominoso, en el sentido freudiano (2), pues alude a una sensación de pérdida de familiaridad y angustia frente a lo que antes era conocido y cotidiano: la convivencia cara a cara, deambular en el espacio público rodeado de gente, asistir al trabajo, a la escuela, etc. La pandemia transformó la vida cotidiana de todas las personas y las instituciones, pero no sólo eso, instauró una sensación de amenaza permanente. Ahora dentro de lo que antes resultaba familiar, acecha el peligro de lo desconocido. Respecto a lo ominoso, Freud comenta:
“[…] una condición particularmente favorable para que surja lo ominoso es que surja una incertidumbre intelectual acerca de si algo es inanimado o inerte y que la semejanza de lo inerte con lo vivo llegue demasiado lejos” (3).
Aunque la palabra virus es de uso común, pocas personas sabían a qué se refería con precisión. Ahora hemos aprendido que los virus no son considerados como seres vivos, son agentes infecciosos microscópicos, conformados por pedazos de ARN (ácido ribonucleico) o ADN (ácido desoxirribonucleico), que están cubiertos con una envoltura de proteínas y lípidos, que se replican dentro de las células de los organismos a los que infectan.
El nuevo coronavirus virus Sars-CoV-2, se adhiere a las células de su huésped humano y su ARN se replica en ellas alterando sus funciones, de manera que va trastornando principalmente el aparato respiratorio, aunque también ataca a otros sistemas como el circulatorio y el nervioso, por eso resulta peligroso y en algunos casos letal.
Este agente invisible ha provocado una crisis planetaria. El Sars-CoV-2 no sólo es capaz de desquiciar el funcionamiento de muchos sistemas del cuerpo humano, también ha atacado todos los sistemas sociales, por las medidas de confinamiento que se han tenido que tomar. Esto ha provocado angustia, incertidumbre, sensación de desamparo, frustración y rabia.
El carácter ominoso de la pandemia proviene de la sorpresa, la ferocidad y la rapidez de sus efectos devastadores, especialmente del quebrantamiento de la vida cotidiana. Esto podría parecer trivial, pero no lo es, Agnes Heller (4) sostiene que es en la vida cotidiana donde se producen, reproducen y conservan los proceso sociales y las instituciones. Las perturbaciones en la vida cotidiana han generado procesos de subjetivación que derivan en trastornos de la salud psíquica. Veamos algunos.
Crisis en el Proceso identificatorio y en la identidad
La vida cotidiana instaura una normalidad que genera una cierta certidumbre en la repetición de los rituales, las rutinas, los comportamientos y las relaciones sociales. La pandemia provocó que los gobiernos tomaran medidas Biopolíticas sanitarias (5) para tratar de salvaguardar la vida de las poblaciones y, en particular, los flujos económicos de producción y consumo que dependen de ellas. Se recurrió al confinamiento y la suspensión de la gran mayoría de las actividades presenciales, lo que tuvo múltiples efectos: la pérdida de empleos, la reducción de los ingresos familiares, la educación a distancia, la suspensión de las relaciones sociales cara a cara, el contacto físico, etc. Se entró en lo que Cornelius Castoriadis denomina como Crisis en el proceso identificatorio (6) que se caracteriza por el debilitamiento o la dislocación de los procesos y las instancias instituidas que “normalmente” apuntalan los procesos de identificación, como son la familia, el trabajo, la escuela, en síntesis, la vida de las instituciones, donde los sujetos se interrelacionan, se comunican, conviven, crean vínculos y conforman su identidad.
Beatriz Ramírez Grajeda (7) señala que la identidad es una construcción imaginaria que cada sujeto configura sobre sí mismo, creando significaciones acerca de quién es, qué hace, cómo quisiera ser y cómo quisiera ser visto. La identidad se construye en un entramado de convocatorias de formas de ser (8) que promueven las instituciones y las relaciones sociales a través de los proceso de socialización. Estas convocatorias se apuntalan en los procesos de identificación que son la base de las construcciones identitarias.
Como señala Freud (9), por medio de la identificación el sujeto interioriza características y formas de ser que van conformando su propio Yo. La identidad es una síntesis imaginaria de las identificaciones y las significaciones que se van asumiendo como propias. Por supuesto, la identidad no es fija, va cambiando en el devenir de los sujetos en el entramado de los procesos psíquicos y sociales.
Al dislocarse la vida de las instituciones y las relaciones que se presentaban en ellas, se debilitaron y resignificaron los apuntalamientos de las identificaciones. Esto trajo incertidumbre, conformación de nuevas significaciones y formas de relación (trabajo en casa, educación a distancia, psicoanálisis virtual, relaciones por videollamada, etc.) que generaron extrañeza y la necesidad de crear nuevas representaciones, ligadas a afectos y deseos, que surgieron de manera sintomática como soluciones de compromiso para tratar de adaptarse a las nuevas circunstancias con vínculos distintos.
Ansiedad, miedo, depresión y estrés
A través de resultados de investigaciones realizadas por la Universidad Iberoamericana con la UNESCO (ENCOVID 19), la ONU, la UNAM, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México y otras instancias, podemos ver que coinciden en describir los efectos psicológicos que ha ocasionado la pandemia. Los estudios señalan que la pérdida de la cotidianidad “normal”, por la contingencia sanitaria, produjo ansiedad, miedo, depresiones y estrés, que se sumaron a las condiciones psíquicas que cada sujeto venía experimentando antes de la pandemia, las mismas se vieron agravadas como consecuencia del confinamiento y la crisis económica.
Ante los peligros y las condiciones devastadoras que ha producido la pandemia, las personas -en mayor o menor medida- han experimentado ansiedad, caracterizada por la preocupación, la zozobra y el sentido de desamparo al verse inmersos en situaciones sumamente conflictivas y amenazantes dentro de condiciones de gran incertidumbre.
A la par de la ansiedad, apareció el miedo al contagio que fue convirtiéndose en una constante que se experimenta cada vez que tenemos que entablar una relación cercana con otra persona. Sumado a todo esto, surgió la aprensión de que la situación pudiera empeorar. Ansiedad y temor han venido presentándose a lo largo de estos 11 meses de confinamiento. En algunos casos pareciera como si su monto fuera acrecentándose con el tiempo, de manera que los episodios de ansiedad se presentan con más frecuencia e intensidad, produciendo en ocasiones episodios de pánico (10).
La pandemia ha traído infinidad de pérdidas que han generado depresión y en consecuencia duelos que no se han podido elaborar. En ocasiones, las pérdidas se han venido acumulando y la depresión ha crecido, produciendo la sensación de desamparo, impotencia, apatía y pesimismo generalizado. Como en todo duelo. hay días en que se está mejor que en otros, el grado de depresión fluctúa de acuerdo a las condiciones en que se van experimentando las pérdidas.
A todas estas condiciones tenemos que agregar el estrés experimentado por un excesivo empeño por llevar a cabo una gran cantidad de actividades de diversa índole: laborales, educativas, familiares, etc. El trabajo y la educación en casa, lejos de resultar relajadas aumentaron enormemente las tensiones, la exigencia y el esfuerzo para tratar de cumplir en tiempo y forma con lo que se solicitaba. Esto ha producido un desgaste físico y psicológico muy fuerte, que, además, se ha vinculado con las condiciones antes señaladas de ansiedad, temor y depresión, lo que ha generado todo un caldo de cultivo para una pandemia de conflictos psicosociales que exacerban muchas de las problemáticas que ya existían: aumento del consumo de alcohol y otras drogas; incremento de la violencia en las familias, en las calles, en las redes sociales, entre las parejas, feminicidios; prácticas de autolesión entre los adolescentes y suicidio.
Posiciones subjetivas
La pandemia ha implicado procesos de subjetivación, como lo entiende Foucault (11), la realización de un trabajo sobre sí que le permite encarar al acontecimiento ominoso. La subjetivación es una forma de elaboración del sujeto frente a sus vivencias en la pandemia. El sujeto interpreta y da sentido a sus experiencias ominosas, ante las cuales despliega diversos procesos psíquicos (afectos, fantasías, deseos, mecanismos de defensa), que -a manera de solución de compromiso- configuran posiciones subjetivas para afrontar a las condiciones de la pandemia.
Melanie Klein (12) señala que, en los primeros meses de vida, los infantes establecen formas particulares de relaciones de objeto, empleando mecanismos de defensa para hacer contrarrestar las fantasías amenazantes que experimentan. A estas constelaciones de ansiedades, defensas y relaciones de objeto las denomina posiciones esquizoparanoide y depresiva que, si bien surgen en la temprana infancia, permanecen en el inconsciente y pueden reactivarse después. La condición ominosa de la pandemia y sus terribles efectos, producen diversas posiciones subjetivas, semejantes a las dos consideradas por Melanie Klein.
A partir de los efectos psicológicos que hemos señalado y de los resultados de algunas investigaciones que hemos citado, podemos comenzar a reconocer algunas posiciones subjetivas frente a la pandemia:
Negacionismo: Una postura que consiste en negar la existencia de la enfermedad o pensar que sus efectos no son tan graves (13).
Hacerse el fuerte: Es un esfuerzo por reprimir la ansiedad, la depresión y otros afectos para poder continuar en las condiciones de vida que enfrentan.
Racionalización: La construcción de narrativas en las que se piensa que tomando las precauciones necesarias no se enfermará, aunque se realice acciones que pueden ser riesgosas. La idea es tratar de justificar esas acciones, que a veces son necesarias (como salir a trabajar), para reducir la ansiedad o el malestar que pueden provocar.
Individualismo: Usar como referencia su condición: “Mientras no me pase nada malo a mí y a mi familia, no hay problema”. “Yo me cuido y cuido a los míos, los demás no me interesan”.
Paranoide: Hay un hiper-temor al contagio, acompañado de un seguimiento rígido y excesivo de las medidas sanitarias.
Depresiva: Tristeza, que se manifiesta en apatía, zozobra, desesperanza y pensamientos catastróficos sobre la pandemia y las condiciones que provoca.
Estas posiciones son algunas de las que se pueden vislumbrar. No son fijas, una persona puede ir transitando entre ellas de acuerdo a las condiciones que enfrenta.
Notas y Referencias
- Foucault, Michel. El orden del discurso. Editorial Tusquets. Buenos Aires., 2009: 56-58
- Freud, Sigmund. “Lo ominoso”. Obras completas. Vol. 17. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1988. (3) Freud, Sigmund. “Lo ominoso”. Obras completas. Vol. 17. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1988, p. 233.
- Heller, Ágnes. Sociología de la vida cotidiana. Editorial Península, Barcelona,1994.
- Foucault, Michel. Nacimiento de la biopolítica.. Editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012.
- Castoriadis,Cornelius. “Crisis en el proceso identificatorio”. El avance de la insignificancia. EUDEBA, Buenos Aires, 1997.
- Ramírez Grajeda, Beatriz. “La identidad como construcción de sentido”. Andamios, 14(33), 2017 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632017000100195&lng=es&tlng=es.
- Ramírez Grajeda, Beatriz. “La identidad como construcción de sentido”.
- Freud, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras completas. Vol. 18. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1988.
- Vargas, Marcela (2020). Depresión y ansiedad: la salud mental ante la pandemia de COVID-19. En: Corriente Alterna, UNAM, 22 julio 2020.
- Depresión y ansiedad: la salud mental ante la pandemia de COVID-19
- Foucault. Michel. Historia de la sexualidad. 2- El uso de los placeres Editorial Siglo XXI, México,1998.
- Klein, Melanie. “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”. http://www.psiaudiovisuales.com.ar/wp-content/uploads/Klein-Melanie-Notas-sobre-algunos-mecanismos-esquizoides.pdf
- Esta forma de colocarse frente a la pandemia es reconocida por Yago Franco https://radiocut.fm/audiocut/entrevista-a-yago-franco-presidente-del-colegio-psicoanalistas-negacion-pandemia/