Hay amores turbulentos. Otros que transitan turbulencias. Todo puede iniciarse apasionadamente y luego aquietarse, o la quietud adquirir un estado de turbulencia, sea creadora o destructora. También puede suceder que ese amor sea siempre inestable a raíz de las turbulencias que habitan en su núcleo.
Hay mentes turbulentas, como la de los poetas, los filósofos… o la turbulencia que se genera en un psicoanálisis. El dispositivo es una suerte de acelerador de caos de afectos y representaciones, que no buscan necesariamente un orden. Una suerte de desorden del sentido diurno para desarticularlo y abrir la ventana a otros sentidos. De la historia oficial, a la Otra historia. De identificaciones a desidentificaciones. Una turbulencia necesaria.
Este término se utiliza en Física, para describir un fluido que inicia de modo ordenado y luego adquiere un carácter inestable y desbordante. Están las tan mentadas turbulencias de aire claro que afrontan los aviones, y que han alcanzado mayor frecuencia a partir del cambio climático. El vuelo transcurre tranquilamente y, de modo inesperado y ante un cielo diáfano, se desata una turbulencia que puede producir daños importantes en los pasajeros. Son impredecibles, al contrario de las otras, las conocidas, que pueden anticiparse.
Pero por algo turbulento puede entenderse también algo que es turbio. “Las aguas bajan turbias”, así se llamaba una película dirigida por Hugo del Carril. En ella, sometidos a condiciones brutales, los trabajadores de los yerbatales terminan organizándose sindicalmente y enfrentan a la patronal. Lo turbio de una explotación naturalizada, termina en una turbulencia, en este caso, creadora.
Tiempos turbulentos
Si hablamos de tiempos turbulentos, podemos pensarlos en dos sentidos. Como turbios y también como agitados y desorganizadores. Lo turbio a nivel colectivo es el imperio de un sentido que solapa su destructividad en nombre de lo novedoso. Ejemplo de lo cual es el imperio de la tecnología, que, lejos de estar al servicio de la libertad de los sujetos, genera su dependencia. Esto impacta en el psiquismo, que se encuentra así con un sentido contradictorio. El Otro le esconde la trampa. El gobierno actual de Argentina enarbola al sacrificio como algo a llevar a cabo para obtener una recompensa, genera culpa en los sujetos por haber elegido mal previamente. Pero esto es una trampa: en el sacrificio está el fin mismo, se agota en sí. Es un sentido que se agota rápidamente. Es sacrificarse por sacrificarse. No se advierte todavía – octubre de 2024- que esta finalidad tramposa haya sido desenmascarada por el colectivo. La turbulencia obscurece lo turbio. Una finalidad turbia que se esconde gracias a un tiempo que es turbulento. O, mejor dicho, una temporalidad turbulenta. Ahí hallamos el otro sentido a lo que llamamos tiempos turbulentos: son aquellos en los cuales domina una temporalidad sin freno, que no respeta el tiempo de la psique para fijar lo que percibe, significarlo, historizarlo, prestarle atención, utilizar su juicio crítico y de existencia. Un tiempo turbulento que ha conseguido generar una subjetividad aturdida, agotada, manipulable, empobrecida simbólicamente. Espejo de un magma simbólico empobrecido. Tiempo de la pulsión desligada, pulsión de muerte. No hay tiempo para el amor ni para el encuentro de los cuerpos. Tiempos turbulentos que son tiempos mortíferos.
Pulsión sin destino
En nuestro dominio –el del psicoanálisis- las turbulencias son a nivel de la pulsión. Un tiempo generador de turbulencias pulsionales. Lo que he llamado un orden que produce un estado de agitación pulsional, como fue desarrollado en Trump: bajos instintos.
La pulsión como política de la época. Se necesita que la pulsión de encuentre en un estado de agitación permanente, lo que genera rostros de la clínica habituales en la consulta: pasajes al acto, ataques de pánico, afánisis, trastornos diversos (entre ellos los de alimentación), etc. Y es visualizable su presencia en el colectivo en los feminicidios, las peleas en las canchas de fútbol, en la calle –muchas veces ante hechos insignificantes- en los locales bailables, etc.
Los tiempos turbulentos son tiempos traumáticos, por ese exceso de estímulos inasimilables, con un Otro que exige el placer sin límites, el éxito, el rendimiento y que hace recaer sobre los sujetos sus “fracasos”. Otro que exige también estar 24/7 conectados y en actividad constante. Vemos la habitualidad de los llamados trastornos del sueño. Que también lo son de no crear sueños, no soñar, un dormir liso, plano, luego del cual los sujetos se despiertan más cansados. Una sociedad del cansancio, dice Byung-Chul Han. Una sociedad que necesita sujetos cansados, agotados, entregados al poder político-económico.
Puentes sobre tiempos turbulentos
En la hermosa canción de Simon and Garfunkel Puente sobre aguas turbulentas, esas aguas que bajan turbias y con turbulencias, agitadas, que generan pena, dolor, desconcierto, confusión, sinsentido, necesitan del puente del otro-semejante para poder pasar sobre ellas y no ser arrastrados por la corriente. Puentes de significación, no sin afecto. En el dispositivo analítico, se trata de puentes de significaciones para atravesar el sinsentido, con la presencia del analista que es compañero de la travesía, sin asumir el liderazgo de la misma, pero siendo firme en su presencia. Se trata de tejer sentidos donde no los había, o de sostener como sea los que a duras penas el sujeto ha podido labrar por sí mismo. También de romper los sentidos que lo tienen atrapado en una repetición mortífera.
El dispositivo se pone al servicio de la ligadura de la pulsión frente a lo traumático. Sea de la vida privada o social del sujeto. Esa ligadura desfragmenta a la psique, que se vio afectada o se defendió de lo real que se le impuso. Defensa o consecuencia del trauma para Ferenczi, el splitting (fragmentación) es un mal de estos tiempos. Tiempos fragmentados, en los cuales la historización se dificulta (tanto a nivel individual como colectivo), en medio de la lucha por la supervivencia, que, por otra parte, el Otro utiliza como estrategia.
En el análisis, los sujetos deben hacer frente a la ferocidad de su superyó y los ideales imposibles. El análisis mismo es un puente sobre las turbiedades y turbulencias pulsionales, pero también trabaja sobre las turbulencias y turbiedades de la época que afectan al sujeto, y sin tener conciencia de ello. Porque, nuevamente, la clave está en hacer consciente lo que es manifiesto, tanto a nivel individual como colectivo. Un punto de encuentro entre el psicoanálisis y la política.
Un hacer consciente que, a nivel del colectivo es recuperar aquello que fue arrasado por el neoliberalismo: la conciencia de clase. En este caso, la con(s)ciencia de formar parte de un colectivo que ha sido puesto en un lugar de sometimiento, de explotación. Que algo se haga consciente es que un significante (eso conformado por afecto y representación) haya sido inscripto en el orden simbólico. Es decir, la realidad compartida. Que así dicha inscripción produzca nuevas significaciones alterando el lugar del sujeto: sea a nivel individual como colectivo. Y se traduce en nuevas maneras de representarse o representar el mundo, nuevos actos, nuevas identificaciones. También, nuevos afectos: hay ejemplos en la historia, como la fe cristiana, la agitación constante capitalista, o el fervor revolucionario.
Los mensú (termino guaraní para mentar a los trabajadores de los yerbatales que cobraban por mes), sometidos a un estado de casi esclavitud, tuvieron en la sindicalización su puente sobre las aguas turbias y turbulentas. La sindicalización y el otro-semejante –solidaridad mediante- permitieron el establecimiento de algo común para hacer frente a quienes los explotaban. Cuyo paso previo fue tomar con(s)ciencia del lugar al que habían sido destinados.
Será con la creación de puentes sobre las turbulencias y turbiedades de estos tiempos que los sujetos podrán despertarse, salir de su agotamiento y embotamiento psíquico, recuperando el pensamiento crítico y realizando actos que pongan freno a un régimen que hace de la crueldad su sino. Esos puentes habrá que construirlos, ya que los que se utilizaron hasta ahora llevan a ninguna parte. O, peor aún, nos han traído hasta aquí.
Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar