Por José Jiménez Avello
El yo, por su misma configuración, deviene en hoyo, en vacío, al extrañarse del tú y quedar desterrado del nosotros. Es lo que quería decir con un poco más de sencillez.
Blas de Otero (1)
En la Interpretación de los sueños (Freud 1900a) hay un pasaje relativo al Edipo Rey de Sófocles, según el cual, tal obra se presenta “como una revelación progresiva y hábilmente mensurada, comparable en todo a un psicoanálisis”[1]. Pero a pesar de esta puesta en valor del conjunto de la obra, sabido es que Freud se limita a entresacar como de interés lo relativo al asesinato de Layo, el padre, y el incesto con Yocasta, la madre, cometidos por Edipo, obviando el análisis de los otros personajes y circunstancias presentes en la tragedia.
Sabido es también las múltiples críticas que esta unilateralidad de enfoque ha suscitado. La mayor es a mi entender la que se deriva de estas palabras de Ferenczi: “Actualmente siento la tentación de atribuir, junto al Complejo de Edipo de los niños, una enorme importancia a la tendencia incestuosa de los adultos” (Ferenczi 1930 VI).
A partir de esta ampliación del foco de la conflictiva de Edipo a los adultos, y sus tendencias infanticidas e incestuosas, la tragedia se vuelve susceptible de una interpretación más amplia. Puesto que el argumento de Edipo Rey es bien conocido, hago una breve lectura de su contenido a la luz de las aportaciones habidas, especialmente en las que tienen base en el pensamiento de Ferenczi.
Parece esencial tomar en consideración que Edipo es un niño mal acogido, traumatizado cuando bebé por una actitud de los padres cargada de castigos pasionales y terrorismo del sufrimiento, de los que ha quedado una bien visible huella física en sus pies hinchados, que ha de remitir oscuramente a alguna huella psíquica, aunque no exactamente a una huella de recuerdo dada su precocidad. A tener en cuenta además el papel de unos padres adoptantes bondadosos pero insinceros, que le ocultan la verdad de sus orígenes. En este resumen, están prácticamente toda la etiología, desarrollo y constitución de la personalidad traumatizada según Ferenczi la concibió.
Y habrá que pensar además si la ignorancia de Edipo sobre sus orígenes puede ser considerada también como formando parte del material reprimido que metaforiza la tragedia. Más bien no, porque lo reprimido proviene de un texto que se muestra inaccesible a la conciencia. Pero es imposible reprimir aquello que nunca tuvo texto, puesto que forma parte de lo ignorado, de lo que no tiene representación alguna, lo que no quiere decir que no haya dejado marca en un inconsciente otro que el reprimido. Al menos una marca de silencio, un agujero en la continuidad del sujeto.
Habrá que pensar entonces en otro inconsciente, u otro tramo del inconsciente, distinto de aquel en que se mueve el complejo de Edipo entendido a la manera clásica. Es lo que actualmente algunos autores denominan inconsciente “no reprimido”, y que desde ya podemos considerar como escindido de la otra parte de lo inconsciente. También se le ha llamado inconsciente clivado. Un inconsciente vegetativo donde se acumulan experiencias traumáticas como tales, no como representaciones de tales experiencias, sino algo así como lo que el cognitivismo denominaría memorias procedimentales, “restos de vida” para Ferenczi (post X).
Si inicio mi presentación por este excursus, es por tratar de hacer ver cómo, aún después de los tiempos preanalíticos de ingenuidad respecto de los que Freud abominó, lo traumático y su principal huella en la estructura psíquica, el clivaje de la personalidad, se hallan en la imaginería psicoanalítica incluso en su “complejo nodal”. La escisión o clivaje siempre sobrevoló el campo psicoanalítico, pero no tomó cuerpo en Freud hasta un momento muy avanzado en su obra, aunque sí lo había tomado mucho antes en su discípulo Sandor Ferenczi.
Freud había hecho referencias a un mecanismo que entonces presentó como complementario de la represión, en su escrito sobre el “Fetichismo” (Freud 1927e). A la represión del afecto se le suma en el fetichismo una peculiar representación que nombra como “desmentida” (desmentido). Aunque la situación que toma como modelo es el fetichismo, que desmiente a través del fetiche la falta de pene en la mujer, comenta que tal desmentido puede también darse en cuestiones ajenas a la sexualidad, como la muerte del padre.
Desde este primer momento de puesta en cuestión de la exclusividad de la represión, se hace ver que reconoce un desencadenante traumático en relación con la realidad y, en forma un tanto sorpresiva, la equipara con “la suspensión de un proceso, semejante a la detención del recuerdo en la amnesia traumática”.
Hasta donde sé, es en este texto donde aparece por primera vez el concepto de escisión para nombrar el mecanismo y las consecuencias del desmentido. Es la primera vez, si nos referimos al uso de “escisión” en el sentido en que aquí la utiliza y no en el que le daría en 1931 en “Nuevas Conferencias sobre psicoanálisis” (Freud 1933a). Volveré sobre ello más adelante porque así lo va a hacer Freud.
Al ser el fetichismo causado por la coexistencia de dos tendencias antagónicas, ver y no ver el falo castrado de la madre en el caso prototípico, concreta a veces esta escisión nombrándola como “bi-escisión”, nomenclatura también válida para las otras viñetas clínicas del escrito. Con este artículo toma importante cuerpo en la teoría psicoanalítica el concepto de desmentido, pero quizás no tanto el de escisión que es utilizado como un término complementario y poco definido.
El enfoque centrado sobre la escisión no llegará hasta el pequeño e inacabado escrito “La escisión del yo en el proceso defensivo” (Freud 1940e [1938]), continuado posteriormente en el “Esquema de psicoanálisis” (Freud 1940a [1938]), capítulo VIII, “El aparato psíquico y el mundo exterior”. Y hay además algunas pinceladas sobre el tema en “Moisés y la religión monoteísta” (Freud 1939a [1934-38]).
En el pequeño escrito del 27, queda claro que no había hecho de la escisión el eje de su discurso. Que lo traumático y la escisión son “La carta robada” para Freud, siempre a la vista sin ser vista, es declaración casi expresa suya. Tan es así, que “La escisión del yo en el proceso defensivo” (Freud 1940e [1938], comienza hablando sobre ella como de una cuestión “interesante”, sobre la que duda si se trata de algo “desde hace tiempo consabido” o si es “nuevo por completo” (y se inclina por esto segundo).
Tal vez son las reflexiones en su escrito anterior, “Análisis terminable e interminable” (Freud 1937c), las que le llevan a la escisión como una continuación a haber introducido allí, en la patología, el factor de la “alteración del yo”, que podemos tomar como precursor de la “escisión del yo”.
La escisión en el yo sale por fin de la bruma conceptual en que se había movido. Aquí ya la asociación trauma/escisión es nítida: “acontece bajo la influencia de un trauma psíquico”. El fenómeno sobre el que reflexionar sigue siendo el fetichismo erótico y explicita en lo que consiste este mecanismo: “rechaza la realidad objetiva / reconoce el peligro de la realidad objetiva”. Resultado: la “desgarradura del yo” (Dicho sea de paso, expresión muy similar a la utilizada años antes por Ferenczi para el mismo asunto: “autodesgarro” (2) y (3 ). Otro resultado: rompe en Freud la idea de que es universal la función de síntesis del yo, idea que se le presenta ahora como un error. El yo no sólo sintetiza, sino que también rompe, desune.
Un año después, el tema se ha vuelto tan fundamental para Freud que a pesar de ser el “Esquema del psicoanálisis” (Freud 1940a [1938]) un resumen para “connaiseurs”, ya Strachey (Strachey 1976) señala desde la introducción que “hay indicios de desarrollos completamente nuevos”. Especialmente “recibe amplio tratamiento el problema de la escisión del Yo”. Freud incluso se disculpa por no haber podido profundizar más el tema: “el psicoanálisis no ha tenido tiempo aún de estudiar en igual medida todas las funciones” (del aparato psíquico).
Es llamativo, como lo remarca Strachey, la amplia atención que reciben la escisión y el desmentido en este trabajo. Algunos fragmentos reiteran las ideas ya expuestas en “La escisión del yo”. De lo que es novedoso, quizás convenga destacar, en un trabajo centrado fundamentalmente sobre Ferenczi, la parte en que discurre sobre cómo la escisión responde en último extremo a un intento de mantener al psiquismo regido por el principio del placer, igual a lo que el discípulo había planteado sobre la identificación ansiosa al agresor. En Freud, de nuevo se trata del fetichismo: el fetiche consigue alejar el peligro y permite la realización del deseo.
Fundamental a destacar que ya aquí deslinda, lo que hasta entonces no había hecho claramente, represión de escisión (de desmentido textualmente). El yo, “tramita unas exigencias pulsionales desagradables mediante las llamadas represiones” y se defiende de una “admonición del mundo exterior sentida como penosa, lo cual acontece mediante la desmentida”. Hay un cierto manejo intercambiable entre los términos desmentido y escisión, pero parece usar el término desmentido desde el punto de vista dinámico y el de escisión desde el tópico, pues señala pocas líneas más adelante: “se establecen siempre dos posturas opuestas, independientes entre sí, que arrojan por resultado la situación de una escisión del yo”. La ampliación de la metapsicología para incluir fenómenos que no caben bajo la represión, aspiración de Ferenczi desde el año 30, toma cuerpo ahora en el 38 en Freud.
El artículo se cierra remachando que no habla de la escisión entre sistemas o instancias (como lo que recoge el apotegma “placer para un sistema, displacer para el otro”), lo que ya había estudiado en detalle en la Conf. 31 de las “Nuevas conferencias de Psicoanálisis” (Freud 1933a), “La descomposición de la personalidad psíquica”, pues allí se trata de una escisión en dos posturas, de las que una “pertenece al yo, y la contrapuesta, como reprimida, al ello”. En terminología manejada a veces en la actualidad, esta última modalidad sería la que se denomina escisión horizontal, frente a la que Freud descubre a última hora en la “desgarradura del yo”, la escisión vertical. En los tiempos preanalíticos también se había referido junto con Breuer (1895d) a una “escisión de la conciencia”, “escisión del contenido de conciencia” o “escisión psíquica”, adjudicado a la histeria. Pero se trata de precursores de la escisión horizontal cuando aún no había conceptualizado el inconsciente.
Quizás sean anteriores las pinceladas sobre el tema que incluye Moisés y la religión monoteísta (Freud 1939a [1934-38]. Hay un fragmento que manifiesta sus puntos de vista sobre la teoría traumática. Me refiero al apartado C, Parte I, Estudio III: “La analogía”.
Si bien asimila en las primeras líneas el trauma a lo olvidado, lo cual suena a efecto de la represión, lo que desarrolla más adelante en el apartado suena distinto. Habla de “partes del yo escindidas por el influjo del trauma” y de “despedazamiento” o “avasallamiento del yo”. Freud deja atrás la bi-escisión del fetichismo para llegar al clivaje del trauma. Resuenan aquí ideas que Ferenczi había expuesto muchas veces con anterioridad: “Fragmentación”, “atomización”, “voluntad que cede a la fuerza”.
El Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis no aporta demasiado a lo ya expuesto. Comentan la escasa importancia que se ha dado al “clivaje” en las psicosis, matizando que tal importancia ha sido “recogida por pocos psicoanalistas”.
Encuentro discutible, en parte, el punto de Vista de Laplanche y Pontalis, según el cual entre las “particularidades” de la escisión, está la de que “no conduce a la formación de un compromiso entre las dos actitudes presentes, [sino que las mantiene simultáneamente]”. ¿El fetiche no es un compromiso? ¿La identificación ansiosa al agresor ferencziana tampoco?
Debo mencionar que las aportaciones iniciáticas de Ferenczi son completamente ignoradas. E igual sucede en el Diccionaire de la Psychanalyse de Roudinesco y Plon, que sí recoge las aportaciones de Klein (sobre el clivaje del objeto) y de Lacan.
Hago el siguiente comentario finalizando ya este resumen sobre la noción de escisión en Freud. También por las modificaciones de otros conceptos en sus últimos años (valoración de la construcción, modificación de la función del sueño a “intento” de realización de deseo, etc.), cabe especular que estas novedades hubieran derivado en una tercera tópica, lo que algunos autores pretenden estar desarrollando actualmente.
Si he comenzado mi presentación con las ideas de Freud ha sido porque venía al pelo de la reconsideración del componente traumático y el clivaje en la tragedia de Edipo, y además porque el resto de la presentación queda para reflexionar sobre ideas de Ferenczi. Pero para así hacerlo he debido invertir la cronología, pues las ideas de Ferenczi son muy anteriores a éstas expuestas de Freud.
El interés del autor por la problemática del clivaje es muy anterior incluso a la época en que se hace manifiesto para él mismo, allá por los años 30 (Hudon 1999). Llega al clivaje desde otros conceptos acuñados antes: a partir especialmente de las ideas sobre “fenómenos autoplásticos” y «autotomía” (4). Utilizadas ambas expresiones por primera vez en “Reflexiones psicoanalíticas sobre los tics” (Ferenczi 1921 X) y retomadas en Thalassa. Con reacción autoplástica se refiere a “un modo de adaptación muy primitivo (adaptación por modificación del propio cuerpo), mientras que la huida y la defensa se refieren ya a la modificación del entorno (adaptación alo-plástica)”.
Estos fenómenos autoplásticos a su vez le llevan a pensar una variedad de los mismos a la que denomina como “autotomía”. El término lo toma de la biología, y nombra la modificación autoplástica que consiste en la escisión de partes del propio cuerpo cuando son sometidas a un intenso displacer, irresoluble por cualquier otro procedimiento. Ferenczi analogiza con esta autotomía a ciertos modos de defensa psíquicos, a los que pone en relación en sus constructos “bioanalíticos” con restos filogenéticos en el ser humano de este mecanismo presente en ciertos animales. En 1921 escribe: “De momento, quería simplemente mostrar la analogía que existe entre la tercera forma de descarga motriz (la vuelta contra la propia persona, Freud) y un modo de reacción que se encuentra en ciertos animales inferiores (…) Cuando ciertas partes de su cuerpo son la sede de una excitación dolorosa, dejan literalmente ‘caer’ la parte en cuestión separándola del resto del cuerpo (…). Se encuentra la misma tendencia a separarse de partes del cuerpo convertidas en fuente de displacer en el reflejo normal de rascado, donde se manifiesta claramente el deseo de eliminar rascando la parte de epidermis sometida a la excitación.”
Tres años después, en Thalassa: “Todo el mundo sabe con qué facilidad el lagarto perseguido abandona su cola en manos del adversario, para regenerarla inmediatamente a continuación. Esta reacción corresponde seguramente a un rasgo fundamental de todo ser viviente, y podemos suponer que representa el modelo biológico de la represión…”. Y de nuevo, dos años más tarde, en El problema de la afirmación del displacer (1926 XLIX): “… (autotomía); esta forma de secuestro se me mostró hace tiempo como el prototipo fisiológico del proceso de represión”.
Así pues, asociada al principio con la “vuelta contra la propia persona”, la autotomía gana terreno y llega a ser para el autor el “modelo” y “prototipo del proceso de represión”, debiendo de leerse represión en el sentido amplio, prácticamente equiparable a defensa.
Pero así como llega a discriminar la “identificación ansiosa” de la freudiana “vuelta contra sí mismo”, la “autotomía” se convertirá, no ya en el modelo del proceso de represión, sino por el contrario, en el prototipo de una peculiar forma de defensa psíquica diferente a las concebidas hasta entonces, todas ellas bajo el paraguas de la represión.
Es claro que cree haber descubierto un fenómeno distinto y de otro orden leyendo el breve resumen que envía a Freud, esbozo para su futura presentación en el nunca celebrado congreso internacional de 1931[2].(5) Dos temas tenía pensados para el evento; el segundo de ellos lo resume así:
“2. Una posible extensión de nuestro universo de representación metapsicológica.
Las construcciones metapsicológicas de Freud son el resultado de experiencias analíticas con neuróticos (represión). Sería por tanto adecuado pensar seriamente, en tanto que realidad psíquica, los mecanismos de otro tipo, y relativamente universales, que actúan tras las producciones de los psicóticos y de aquellos que han sufrido una conmoción traumática, incluso utilizarlos cara al conocimiento de la estructura psicológica (ejemplos: fragmentación y atomización de la personalidad; formación de secuestro) (6) (Freud et Ferenczi 2000)
El documento nunca llegó a desarrollarse, pero hace ver que Ferenczi es consciente de no estar introduciendo un mecanismo de defensa más, pues plantea que tal inclusión, supone, nada menos, que una reformulación de la metapsicología en sus puntos de vista dinámico y tópico.
A la escisión «horizontal», a la represión neurótica resultante del conflicto preconsciente/inconsciente, hay que añadir ahora la “vertical” entre fragmentos. La metapsicología se enriquece y completa al dar así cabida, siempre según el autor, a fenómenos que no se explican con la lista de mecanismos de defensa confeccionada por A. Freud (Freud A. 1938) pocos años después.
Pero si Ferenczi particulariza el fenómeno del clivaje a ciertas patologías, hay que matizar que lo que particulariza es su persistencia en la configuración estructural de psicóticos y traumatizados, puesto que, por otra parte, lo muestra como un fenómeno universal en la génesis del sujeto, que incluso contribuye a su desarrollo si es compensado por tendencias pulsionales a la reunificación ayudadas por un medio ambiente favorable.
La idea estaba ya presente, aunque aún desde otras claves, en “El problema de la afirmación del displacer” (Ferenczi 1926 XLIX), artículo en que argumenta cómo el sujeto se genera en un interjuego de construcción y deconstrucción causados por la preponderancia de las pulsiones de vida sobre la de muerte (responsables de la construcción) o de ésta segunda sobre las de vida (responsables de la deconstrucción).
Pero la noción de pulsión de muerte para el año 30 está desacreditada en Ferenczi, y en una nota de este año el fenómeno es visto como una actuación universal, masiva y precoz del principio del placer. La nota se titula “Toda adaptación está precedida por una tentativa inhibida de desintegración”. Escribe:
“Probablemente todo ser viviente reacciona a una excitación de displacer por una disolución que comienza por una fragmentación. (…) La tendencia a la autotomía es al principio completa; sin embargo, una corriente opuesta (pulsión de autoconservación, pulsión de vida) inhibe la desintegración y empuja a una nueva consolidación. (7)
Según esta anotación, la tendencia a la autotomía, si es compensada por las pulsiones de vida “mediante mecanismos complicados que muy probablemente no pueden ser mantenidos en tanto que unidad más que por la presión del medio ambiente”, favorece el desarrollo saludable del psiquismo, ya que la oscilación entre fragmentación y consolidación “hace posible una nueva adaptación”.
La persistencia del clivaje, o por precisar más, del clivaje que al no poder en su segundo tiempo reconsolidarse, da lugar a estructuras patológicas, se produce sólo en casos extremos:
“En los casos extremos, cuando todas las fuerzas de reserva han sido movilizadas pero se han mostrado impotentes contra un ataque aplastante, sucede una fragmentación extrema que bien podría llamarse desmaterialización.”
A partir de 1931, el término “autotomía” pierde frecuencia en los escritos. Otras expresiones vienen a sustituirla; expresiones que hablan del fenómeno ya en un plano exclusivamente metapsicológico, sin referencias a la biología: “formación de secuestro”, “proceso de disolución que comienza por una fragmentación”, “atomización”, “desmaterialización” (8) , “autoclivaje narcisista” (9), “fractura de contenidos psíquicos, proceso de autodesgarro” (10), son los términos elegidos en los últimos documentos. Como tantas otras veces, el autor propone una aproximación intuitiva a sus ideas en base a nombrarlas de muy diversas maneras.
De toda esta terminología, quizás convenga rescatar como denominación genérica la de clivaje (11), pues este término cristalográfico recoge que la/las fracturas se producen siguiendo determinadas líneas pre-marcadas, al menos en un primer nivel de desestructuración, aunque si ésta avanza, términos como el de atomización dan mejor cuenta de la situación.
A lo largo de las Anotaciones, Ferenczi da desordenada cuenta de algunos de estos fragmentos resultantes de la escisión traumática. Así habla de que surge un “fragmento de energía muerta”, que se toma por muerto podríamos decir quizás, lo que le permite evaluar sin interferencias el daño causado y las posibilidades de reparación. Destaca así mismo una parte en el niño que se afana por madurar y autoprotegerse y aún proteger al adulto agresor: a este respecto habla de una “progresión traumática” (Ferenczi 1933 IX) que expulsa al niño de una maduración normal y le hace crecer aceleradamente para superar el picotazo del trauma. O habla en otros momentos de los niños que “están fuera de sí”, que “se han ido” lejos para tomar distancia respecto al sufrimiento, e incluso desde allí verlo como formando parte del plan de la vida. También el trauma, en su destrucción del yo, puede hacer surgir capacidades intuitivas y telepáticas perdidas en el adulto convencional.
Pero sería impropio, siguiendo el pensamiento ferencziano, normativizar en exceso estos fragmentos. La clínica no parece indicar que las líneas de clivaje, y en consecuencia la fragmentación resultante, responda a criterios universales, sino que son propias a cada individuo o cada grupo social.
Antes de abandonar esta parte de la teoría quiero reflexionar sobre ciertos términos en Freud y Ferenczi que aluden a ideas semejantes, que no iguales, por lo que quizás acepten sinónimos que, respetando la proximidad, reflejen también la diferencia. Reflexión centrada claro está en el idioma español (castellano).
El primero de estos términos a que me refiero es al de escisión (spaltung), habitual en Freud e inhabitual en Ferenczi, por más que él sea el auténtico introductor de la noción de escisión, llamémosla de momento así. La nombra textualmente (si las traducciones son fiables) sólo en una nota al pie en “El problema del fin del análisis” (Ferenczi 1928 II) y en la pequeña nota mencionada, “El nacimiento del intelecto” donde habla de “autoescisión narcisista”. Por lo demás, Ferenczi se refiere a este mecanismo de muy diversas formas, como hemos visto: “fragmentación” por ejemplo. Especulando, quizás Ferenczi reserva el término para Freud a partir de que este lo usa en “Fetichismo”, porque el maestro alude, en este y en otros de sus escritos conectados, a una escisión en dos posturas antagónicas, por lo que incluso a veces lo nombra, como he comentado, “bi-escisión” (Freud 1927e). Ferenczi en cambio piensa en la ruptura en múltiples fragmentos, para lo cual el término cristalográfico de clivaje se adapta mejor, porque un diamante no se rompe sólo en dos partes sino en varias siguiendo las líneas de clivaje. Así pues, utilizo escisión para el concepto de Freud, y clivaje para el de Ferenczi.
A advertir que esto no serviría para el idioma francés que en ambos casos habla de clivaje. Roudinesco, reserva “escisión” para el sentido sociopolítico del término y en particular para las escisiones dentro de las sociedades psicoanalíticas (cismas también las llaman los franceses).
El otro término que quería comentar es el que Etcheverri traduce como “desmentida”. De entrada, un purismo gramatical: “la desmentida” no existe en español, debiera ser “el desmentido”. Pero lo fundamental es que cuando Freud habla de este mecanismo se refiere a una maniobra frente a la realidad causada por percepciones intrapsíquicas (angustia por temor a la castración o envidia del pene), mientras que Ferenczi se refiere a un desmentido vicariante que proviene, en su origen, del agresor, aunque después el agredido lo haga suyo.
Por ello utilizo el término “renegación” para referirme al mecanismo descrito por Freud y “desmentido” para al mecanismo vincular descrito por Ferenczi. Aunque, en cualquier caso, desmentido o desmentida, resulta un término no muy adaptado, que sólo puede ser entendido en forma alusiva. La mayoría de los desmentidos emitidos por los políticos son engañosos, cierto, pero también se puede desmentir algo con justeza, estando esto segundo (primer) sentido lejos de la utilización que le damos en psicoanálisis. En francés hay un término, que utiliza entre otros Pierre Sabourin (Sabourin 1985), “desaveu”, a traducir literalmente por “desconfesión” que da mejor cuenta del mecanismo, pero es un neologismo que no parece encajar bien en nuestro idioma. Jô Gondar (Gondar 2018), tomándolo de Figueiredo (Figueiredo 2003), suele hablar de “desautorización” y éste sí sería mejor término que el de desmentido.
Hago ahora un comentario introductorio a los desarrollos técnicos en relación con la patología por clivaje que a continuación abordo:
Si se profundiza y sistematiza la obra de los últimos años de Ferenczi, lo cual él no pudo hacer por su muerte prematura, hay en ella una concepción diferenciada de la metapsicología y la técnica analítica. Más fáciles de captar y ordenar sus innovaciones técnicas, sistematizadas en diversos artículos, son más difíciles de organizar las metapsicológicas relativas al clivaje porque tienen su mayor fuente en las Anotaciones Datadas que escribe en los años 30, desbarajustada colección de notas escritas de momento para sí mismo, a la manera de un diario, que su enfermedad y muerte impidió clarificara para el lector.
Sucede, sin embargo, paradójicamente, que, a pesar de esta dificultad para abordarla, a mi entender, el conjunto de la teoría metapsicológica que edifica en ellas es en su mayor parte sostenible tal cual en la actualidad. Por el contrario, pocos dirán (diremos) que, en la práctica, se puede trabajar literalmente tal y como lo proponen las variaciones técnicas sucesivas propuestas por el autor.
A día de hoy: ¿se trata de provocar profundos estados alterados de conciencia, cuanto más mejor, en pos de una regresión masiva? ¿de llevar a nuestros pacientes como acompañantes en vacaciones, o acudir a su domicilio y en plena noche? ¿es práctica sostenible la de intercambiar diván y sillón entre ambos? Las respuestas son tan obvias que no necesitan explicitarse.
Estas aportaciones técnicas siguen siendo de gran validez, pero hay que reformularlas. Vistos desde la cómoda atalaya de la actualidad, los diseños técnicos de los fundadores adolecen de primitivismo. Esto es aplicable a las abracadabrantes admoniciones de Freud respecto al desvío de la neutralidad, del incógnito y de la frustración en la cura, o hablemos de la búsqueda de las “unmost regressions” (16) por Ferenczi.
Para evolucionar a partir de estas técnicas principiantes, una ayuda viene de considerar la diferencia que existe entre trabajar con “principios” y trabajar con “reglas” (Hoffer 92). La “regla” remite a algo mecánico, siempre igual a sí mismo, rígido. Los “principios”, en cambio, son flexibles; apuntan hacia objetivos que se pueden alcanzar por distintas vías y en distintos momentos. Los “principios” responden a una política, pero dejan abiertas la estrategia y la táctica. Ferenczi a sus propuestas técnicas se refiere como “principios” y, a veces, como “capacidades”: de tacto, de “dejar hacer”, de “simpatía”…
Este recurso a pensar en principios, que no en reglas, tiene su primera y mayor concreción en el que introduce en 1928 en “Elasticidad de la técnica psicoanalítica” (Ferenczi 1928 III). Sabido es que a Freud no le gustó (17) (Freud et Ferenczi 2000) la focalización de tal elasticidad a través de “una fórmula simple y agradable” llamada “tacto”. ¿Cómo se logra esta elasticidad si no es utilizando el tacto?, cabe preguntar.
Especificado el tacto, así lo hace su autor, como “capacidad de empatía”, como “sentir dentro”, se convierte en requisito de primera línea para cualquier práctica analítica, puesto que en el nivel más inmediato, más superficial pero más decisivo, el analista, desde su atención flotante, marcada por toda su formación y práctica, desde su teorización flotante, dicho a la manera de Piera Aulagnier (Aulagnier 80), necesitará de una toma de posición también emocional sobre cómo entender el tipo de paciente o de material que aborda en un momento dado.
Pero resaltar la importancia de la empatía se hace especialmente pertinente, sobre todo, a partir de que comienzan a considerase un tipo de patologías no debidas a la represión. Porque no corresponde acercarse a patologías en relación con el clivaje como si tuvieran que ver con lo reprimido y viceversa. La interpretación, adecuada para salir al encuentro de una literatura existente, aunque sujeta en el inconsciente por la represión, resultará cuando menos insuficiente frente al grueso de las problemáticas por clivaje, una de cuyas características es la ausencia de representación total o parcial. Sólo la experiencia como tal persiste en estado vegetativo, como un “mnema órgano-psíquico” dice Ferenczi, como “pictograma” o como “registro originario”, tal vez hubiera dicho Piera Aulagnier (Castoriadis-Aulagnier 1977), como memoria procedimental (según Bleichmar 2001) los psicólogos cognitivistas.
Así la empatía, necesaria siempre, cuando además el primer acercamiento nos lleva a considerar el material presente como relacionado con problemáticas clivadas, se convierte prácticamente en guía única de abordaje, carentes entonces del arsenal terapéutico que, culminando en la interpretación, resulta útil frente a lo reprimido. En cierta forma, la empatía, sustituye a la interpretación. Aseveraciones como, “La culminación de esta metodología [la del psicoanálisis], se alcanza en el acto interpretativo”, o “con la interpretación la función del analista alcanza su punto álgido” (Coderch 1995), son cuestionables si hablamos de patologías por clivaje.
Tanto Freud como Ferenczi, en su última etapa, perciben la limitación de la interpretación. Ello lleva a Freud a dar cabida a la “construcción” en “Construcciones en el análisis” (Freud 1937d) donde la presenta como heredera de la interpretación, pero más abarcativa: “Si en las exposiciones de la técnica analítica se oye tan poco sobre ‘construcciones’, la razón de ello es que, a cambio, se habla de ‘interpretaciones’ y su efecto. Pero yo opino que ‘construcción’ es con mucho la designación más apropiada…. Es ‘construcción’,…que al analizado se le presente una pieza de su prehistoria olvidada…”
Y donde Freud introduce para superar esta limitación el trabajo de construcción, Ferenczi había introducido años antes el de “reproducción” (Ferenczi 1931 VII). Lo que entiende por reproducción es la reviviscencia en análisis de la/s situaciones traumáticas escindidas, en profunda regresión si es necesario, y con un profundo acompañamiento empático por parte del analista. Ferenczi, parafraseando al maestro, podríamos decir que apela a la construcción… vivencial. Y Freud, en este intercambio de papeles, apela a la reproducción… no vivencial. Resurge así en cierta manera la polémica, clarificación (Einsicht) frente a experiencia vivencial (Erlebnis), que sucedió alrededor del libro conjunto con Rank (Ferenczi XXXVIII) en 1924, sobre el que volveré más adelante.
Existen entre la “construcción” freudiana y la “reproducción” de Ferenczi puntos de contacto. Como paradigmática de tal proximidad se puede citar la anotación que el discípulo escribe en marzo del 31 relativa a la interpretación de los sueños (20). Si en “Construcciones…” (Freud1937d) Freud habla del valor (y le necesidad) de “colegir lo olvidado”, de “completamiento y ensambladura”, de trabajar sobre “jirones… y exteriorizaciones activas”, Ferenczi, en la nota aludida, se había referido a “impresiones sensibles” (¿los “jirones” de Freud?) y a “restos de vida” (¿las “exteriorizaciones activas” de Freud?).
Pero la convergencia sólo es en ciertos puntos, y si en la técnica lo que pesa son las diferencias, ello se corresponde a que ya son notables en la teoría. Hay dos misivas sucesivas de la correspondencia entre ambos, en 1930, algunos años antes de escribir Freud los artículos sobre la escisión y la construcción, cuando Ferenczi está ya profundizando en lo traumático, que son muy significativas.
Tras conocer sus reflexiones sobre el tema, que Freud considera “muy inspirados”, puntualiza: “Pienso únicamente, teniendo en cuenta la extraordinaria capacidad sintética del yo, que no se puede apenas hablar de trauma sin tratar al mismo tiempo la formación cicatricial reactiva” (21). Ferenczi muestra en su respuesta la parte de acuerdo: “Tiene usted toda la razón, por supuesto, cuando relaciona el trauma y la infatigable tendencia a la unificación en la vida psíquica”, y la parte en que discrepa de Freud:
“Encuentro solamente que (…) la expresión ‘formación cicatricial’ no caracteriza de manera del todo pertinente el hecho de superar el trauma (…) en el sentido de que las producciones psíquicas patológicas no son tan rígidas ni tan incapaces de regeneración como las cicatrices de los tejidos corporales” (22)
Ambos, médicos, saben que una cicatriz carece de células vivas, son sólo fibras colágenas inertes. De ahí la discrepancia de Ferenczi, que piensa en mecanismos complejos postraumáticos en los que los “fragmentos” conservan un aliento de vida, en los que hay “pulsiones vitales organizadoras”. De ahí que Freud piense en “cicatrices” y en “monumentos arqueológicos destruidos”. De ahí que Ferenczi hable de “restos de vida”. Ambos piensan en restos sepultados, pero imposibles de reanimar en Freud, de ahí que al analizado “se le presente” la pieza arqueológica. En Ferenczi estos restos perviven en un inconsciente más allá de lo reprimido, de ahí que espere que el análisis logre reanimarlos, reproducirlos, lo que no deja de ser una peculiar manera de “hacer consciente lo inconsciente”. De ahí que la interpretación, ahora llamada construcción, siga ocupando el primer plano en la técnica freudiana; de ahí que, aunque la considere necesaria, sea sólo un instrumento auxiliar en el último Ferenczi ¿Nihilismo terapéutico y temor a la repetición en la posición de Freud? “¿Furor sanandi” (Fortune 1993) en la de Ferenczi?
- La aspiración a la reproducción en Ferenczi, venía pergeñándose incluso desde los tiempos de la técnica activa (1918 a 1925), que no fue sino una forma, luego abominada, de potenciar lo vivencial y vincular. Y sobre todo a partir del pequeño escrito conjunto con Rank en el año 24, Metas para el desarrollo del psicoanálisis (Ferenczi y Rank 2005) [Perspectivas del psicoanálisis (1924 XXXVIII)], donde los autores, reflexionando sobre el escrito diez años anterior de Freud, “Recordar, repetir y reelaborar” (Freud 1914g), concluyen que lo esencial es la “repetición”, que debe primarse sobre el recuerdo y la elaboración. Pero aún entonces no se hablaba todavía de “reproducción”. Hay un cambio de matiz en los años 30: ya no se trata de “repetir”, sino de “reproducir”, precisamente para poner fin así a la repetición compulsiva: “Como se sabe protegido ahora de la repetición, intentará arrojarse a la reproducción del pasado desagradable” ((Ferenczi 1931 VII)
Los ensayos técnicos del autor, a partir de “Perspectivas…”, van en este sentido de abordar el trabajo con este tipo de material. Son los mismos años en que en lo teórico está pensando en la dinámica del clivaje y en sus consecuencias tópicas, como hemos visto. Pero, aunque es evidente la relación entre conceptos teóricos y propuestas técnicas, no siempre explícitamente Ferenczi las asigna ni circunscribe a este tipo de pacientes donde lo reprimido no es lo fundamental a enfocar.
De haberse delimitado esa asignación de su técnica a lo clivado, tal vez el “profundo desacuerdo entre Freud y Ferenczi” (Balint 69) no lo hubiera sido tanto, ni las consecuencias tan nefastas como las señaladas por Balint. Si Freud hubiera entendido que su diseño práctico apuntaba hacia las neurosis, si Ferenczi que el suyo apuntaba hacia pacientes todavía ni siquiera conceptualizados, puede que el choque hubiera sido menor. Pero la psicopatología de Freud, al menos en sus Escritos Técnicos, no discrimina sino entre neurosis actuales y de transferencia, y un vasto campo inanalizable que es el de las psicosis. Lo que hoy consideramos es el gran territorio de la psicopatología, el que forman los problemas denominados límites o estados intermedios, no existía para Freud y no estaba claramente delimitado para Ferenczi. El concepto de “neurosis límite”, no aparece en el mundo psicoanalítico hasta ser introducido por Stern en 1938 (Stern 38), años después de la muerte de Ferenczi, por tanto. Freud y Ferenczi creen estar tratando un mismo tipo de pacientes, por lo que debería existir un acuerdo común, cuando lo que hubieran necesitado acordar era lo distinto de sus personalidades y de los problemas que enfrentaban.
También es el caso en el texto con Rank del 24, donde los autores consideran que lo esencial del análisis es la reviviscencia en el curso de la cura. Tal toma de posición cobra su sentido si la aplicamos a la patología en relación con el clivaje. La crítica a la sobrevaloración que se ha producido del recuerdo y la elaboración y a la minusvaloración de la repetición, toma un valor radical reconducida al trabajo sobre huellas que sólo se mantienen como vivencias. De nuevo, el conflicto que el pequeño opúsculo originó con los otros barones del psicoanálisis y Freud, quizás se hubiera minimizado discriminando patologías.
Este manejo intensivo de la regresión, de la repetición o de las experiencias vividas o vivencias, términos que los autores hacen equivalentes, va a caracterizar a partir de aquí la técnica de Ferenczi, que como cité antes, llega a proponer la tolerancia y aliento de las “unmost regressions”, práctica sobre la que, su propio discípulo Balint alertaba, puede despertar “regresiones malignas” (Balint 1987 [1959]), reacciones terapéuticas negativas. A día de hoy aspiramos a convivir con un cierto nivel amplio de regresión, pero dentro de lo que podríamos llamar una “regresión tranquila”, que implica, de nuevo siguiendo a Balint, una mayor tolerancia respecto a las formas benignas de regresión, y también la necesidad de limitarla cuando se trata de regresión maligna. Esta “regresión tranquila” cada analista tiene que lograrla, como tantas otras cosas, en su personal reinvención del psicoanálisis. Un ejemplo de ella puede ser el trabajo con “enactments” (Sandler 94), con “puestas en acto”, si se acepta esta traducción, que caracteriza a algunas escuelas.
No obstante, no se pueden separar las patologías y su abordaje en dos grupos netamente diferenciados, trastornos por represión y trastornos por clivaje. Como quedó dicho, es el propio Ferenczi quien cuando presenta el fenómeno del clivaje a Freud, proponiendo su consideración metapsicológica diferenciada de lo reprimido, señala su presencia “relativamente universal” y como en las Anotaciones de los años 30, presenta al clivaje como un mecanismo necesario de deconstrucción que permite una mejor posterior reconstrucción en la génesis del sujeto. Tanto los efectos de la represión como los del clivaje, han de ser considerados como universales y no se anulan los unos a los otros. La problemática psíquica es siempre compleja, pero lo que se sitúa en primera línea en cada momento, el emergente, digamos, tendrá que ver con lo clivado o lo reprimido.
Entendidas las innovaciones técnicas de Ferenczi como centradas sobre el trabajo con patologías por clivaje, sus recomendaciones y conceptos ganan consistencia. Así la crítica a lo que denomina “fanatismo de la interpretación” (Ferenczi 1928 III)o “fanatismo de la traducción (23), matiza su sentido. No consiste tal fanatismo fundamentalmente en interpretar “demasiado”, o en poner demasiadas expectativas sobre la interpretación, sino sobre todo de interpretar “donde no es”, en el sitio equivocado, es decir, sobre un material clivado que no le es alcanzable. Si sólo existieran problemáticas en relación a lo reprimido, muy difícil sería hablar de “fanatismo de la interpretación”, salvo porque siempre pueden existir casos de mala praxis, por exceso, por un mal timing, etc. Pero el gran fanatismo es el que se deriva de tomar por abordable mediante la sola interpretación lo que no lo es.
Las innovaciones técnicas de Ferenczi cara al clivaje y lo traumático, tienen, entre sus propuestas más características y rompedoras, además de estas fundamentales de trabajar sobre la empatía y lo vivencial, la de alentar una presencia, calidez y proximidad del analista a su paciente, estilo que se aleja, y por momentos es opuesto, a aquellas actitudes que Freud metaforizaba con el bisturí del cirujano y los espejos reflectantes: de nuevo, imperativos surgidos al hilo del ensanchamiento del abanico de patologías.
Entre las ricas aportaciones del Proyecto de Psicología (Freud 1950a), está la de pensar un estado neonatal de “helplessness”, de desamparo básico, de necesidad de socorro. De la calidad del soporte que brinde el entorno, dependerá que tal situación de carencia sea mejor o peor paliada. En un niño bien acogido, para quien la experiencia primordial de satisfacción funciona como tal y las posteriores suceden en esa línea, esta vivencia de desamparo se verá desgastada, y los vectores de salud estimulados tomarán el protagonismo.
Por el contrario, en un niño mal acogido, traumatizado, por ende, o en un adulto que lo fue, perdurará la vivencia de desamparo básico conformando angustias y patologías. A estas personas es a las que, acertadamente o no, Ferenczi se refería cuando abogaba por concederles el espacio analítico como lugar donde vivir las excelencias de la infancia que les fueron negadas (Ferenczi 1930 VI).
Si la problemática no está en ese nivel, si el niño no fue mal acogido ni traumatizado a posteriori, si ésta surge de la frustración que supone la sujeción a la Ley del Padre, se entiende que puede ser inevitable convivir con tal frustración. Una terapia que en tal estado se desarrolle resulta coherente. Es la que propone Freud en “Nuevos caminos de la psicoterapia analítica” (Freud 1919a): “…la cura analítica debe ejecutarse en un estado de privación – de abstinencia”.
Pero en las otras problemáticas que vengo hablando, lo que sucedió fue la ausencia de ayuda, de presencia, de “amor de vuelta (24); el maltrato, el “amor pasional”, el “terrorismo del sufrimiento” (Ferenczi 1933 IX). Se hace ver: la presencia del analista se vuelve imprescindible y habrá que buscar los recursos para ponerla en acto. Para ello nace en Ferenczi el uso de la Mitfühlen (25), del “sentir con”. La empatía (Einfühlung), consistente en “sentir dentro” (ein = dentro) (26), se amplia y profundiza hacia lo bipersonal, hacia lo relacional, mediante este “sentir con” (mit = con).
Puede que el paciente, por su “contratransferencia recíproca”, por diálogo de inconscientes, por señales mínimas, capte que su analista está sintiendo con él, que no “flota como una divinidad por encima del pobre paciente” (27). Pero si esto no es suficiente, habrá que buscar medios más explícitos de hacer notar su presencia, su acompañamiento, que es a lo que apunta el “sentir con” propuesto por Ferenczi. La imagen del analista a la espera, se vuelve inapropiada. El analista ha de salir a la búsqueda de su paciente, Judith Dupont (Dupont 2015) así lo señala, a su encuentro allá donde lo dejaron abandonado y perdido.
Parece que puede hacerse intercambiable este término de Ferenczi en sus Anotaciones, con otro cada vez más frecuente según progresan las notas: el de Sympathie. “Simpatía” en el sentido de resonancia. El diccionario español de la R.A.E. incluye entre las acepciones de simpatía, la de “cuerda simpática”, que “en música” es aquella que “entra sola en vibración al tocar otra” (RAE 2014)
A veces se critican estos principios técnicos de empatía y simpatía porque, según tales críticas y críticos, provocarían una especularización del paciente, que por no redoblar lo traumático, podría llegar a provocar la fijación a los modos de defensa frente a ello, fragmentación incluida. Pero empatizar no quiere decir duplicar las emociones y defensas del paciente.
Es imposible que conocimientos, mundo emocional y armazón defensivo del analista, sean idénticos al del paciente, y será desde lo que le es propio al terapeuta que se sitúe junto al analizado y brinde un nuevo punto de vista que enriquezca el que éste traía. La analogía con la cuerda simpática viene al pelo: que la cuerda simpática vibre sola, no quiere decir que repita la misma nota que emite la causante, sino que aportará otros matices al sonido original.
A estos principios comentados de minimización de las interpretaciones (de “economía de la interpretación” hablaba él autor), de revaluación de lo vivencial, y de uso de la empatía y del “sentir con” (simpatía), hay que añadir algunos otros que Ferenczi establece también en los últimos tiempos. Son consecuencia inevitable de los anteriores. ¿Cómo se puede ser empático y “sentir con” siendo insincero, soberbio o cerrado al reconocimiento del error? Hacer de la sinceridad, de la humildad y del reconocimiento de los errores principios técnicos, se vuelve requisito de pleno derecho y obligado uso.
Para concluir tomaré dos citas que definen bien la posición última de Ferenczi sobre el abordaje en los problemas por clivaje, ambas tomadas de Anotaciones del año 32, su último año de producción científica.
En la primera de ellas, manifiesta clara y rotundamente su ideal utópico, si se me permite el pleonasmo, de llegar a un abordaje en el cual pudiera prescindirse por completo de toda interpretación. Escribirá (soñará) con una técnica a la que llama “psicognóstico” (28), en la que deposita “la esperanza de que es posible, por medio de una relajación adecuada en profundidad, alcanzar la vivencia directa de una experiencia del pasado, que puede entonces, sin otra interpretación, ser aceptada como verdadera”. Que se trata de un ideal, lo revela la parte del título de la anotación referida a este “psicognóstico”, que lo define como fruto de una “Credulidad feliz”. Así pues, en su última obra Ferenczi no descarta la interpretación por realismo. Se hace ver que mantiene su uso porque sigue siendo necesaria y en cierta forma inevitable.
En la otra de las dos Anotaciones Datadas, con la que cierro esta presentación, reflexiona: “La comprensión es necesaria para poder utilizar la simpatía en el lugar adecuado (análisis) y de la manera adecuada”, pero sólo con el análisis “…no hay curación. (A lo sumo intelecciones sobre la génesis del sufrimiento)” (29). El “oro puro del análisis” (Freud 1919a [1918]), cuando los problemas derivan de ese inconsciente recóndito y remoto que es el clivado, se obtiene por la preeminencia de lo vivencial en el análisis, preeminencia que ha de ir acompañada por la resonancia empática del analista.
Todo lo que he expuesto en esta presentación puede hacer pensar que entiendo el análisis a la manera de Alexander como una “experiencia emocional correctiva” (Alexander y French 56). Quizás así es, aunque matizando que ello no obliga a una creencia probablemente ingenua, o al menos utópica, según la cual la experiencia analítica va a borrar las huellas y vacíos traumáticos, las partes clivadas, las ansiedades básicas, la coraza defensiva, en suma, con que el paciente llegó a terapia.
Pero sí, que la nueva experiencia emocional va a posibilitar entendérselas mejor con las patógenas que movieron a análisis. Si así se asume, sea como observación experiencial, o incluso como ingenua creencia, que las huellas emocionales se pueden resignificar, y que el análisis que prima lo empático es particularmente eficaz cara a lograrlo, el trabajo en este estilo cobra para muchos todo su sentido y eficacia.
José Jiménez Avello
Madrid, 7 de mayo de 2021
Notas
(1) En Bergeret 2000
(2) 22.3.31. El traumatismo en la técnica de relajación.
(3) No remito las Anotaciones Fechadas Póstumas al texto en que figuran, por considerar que Diario Clínico y “Notas y fragmentos” son partes artificialmente separadas de un mismo material. Véase (Jiménez Avello, J. 2006). En este escrito son referidas por su fecha y título.
(4) Atención a la edición española, que arrastra en muchas ocasiones la errata de la francesa, escribiendo “autonomía” donde debiera ser “autotomía”.
(5) El Congreso no se celebraría hasta el siguiente año debido a la situación de penuria tras el crack económico de 1929.
(6) Ferenczi a Freud. 31.5. 31. [Anexo 2]
(7) 10.8.30. “Toda adaptación está precedida por una tentativa inhibida de desintegración”.
(8) 10.8.30. “Toda adaptación es precedida por una tentativa inhibida de desintegración”.
(9) 9.4.31. “El nacimiento del intelecto”.
(10) 22.3.31. “El traumatismo en la técnica de relajación”.
(11) Clivaje. Propiedad que presentan determinados minerales de dividirse fácilmente ante un efecto mecánico siguiendo unos planos determinados de debilidad siempre en concordancia con la simetría mineral (Definiciones de Oxford Languages en Google)
(12) 9.4.31. “El nacimiento del intelecto”
(13) 14.2.32 “A propósito de la <afirmación del displacer>”
(14) El término “clivaje” no es reconocido como español en el diccionario de la R.A.E. Sí en las Definiciones en español de Oxford Languages. (15) Tampoco pulsión existió en el diccionario RAE hasta la XXI Edición.
(16) “La desmentida” no existe como nominativo sujeto. Habrá de entenderse como un neologismo que no parece aportar gran cosa.
(17) 3.06.32. “Pasión”. Freud a Ferenczi, 04.01.1928.
(18) La traducción francesa y las que le siguen, como la española, dicen “sentir con” donde deberían decir “sentir dentro”, lo que es un error reconocido por los propios traductores al francés. El error cobra importancia porque más adelante Ferenczi hablará, entonces sí, de “sentir con”.
(19) 30.02.32 (2). “Los dos extremos: credulidad feliz y escepticismo”
(20) 26.3.30 Sobre la revisión de la Interpretación de los sueños
(21) Freud a Ferenczi, 16.09.3,0
(22) Ferenczi a Freud 21.09.30.
(23) Que ya aparece en 1924 en el texto con Rank (Ferenczi y Rank 1924 XXXVIII), y que se repite en el 28 en “Elasticidad…”
(24) 16.6.32. “Sentimiento de la personalidad (sentimiento de su propia grandeza, forma, valor) como producto del reconocimiento por el mundo ambiente”
(25) 17.3.32. “Ventajas y desventajas del “sentir con” intensivo”
(26>) Razón, dicho sea de paso, de que Freud a regañadientes pudiera aceptar su uso, siempre que este sentir al paciente se quedara dentro, y “aparentemente” se mantuviera la neutralidad. Las traducciones tanto española como francesa, equiparan empatía con “sentir con”, pero la traducción del término alemán se ajusta mucho mejor a “sentir dentro”.
(27) 1.5.32. “¿Quién está loco, nosotros o los pacientes? (¿Los niños o los adultos?)”
(28) 30.10.32. “Credulidad feliz y escepticismo”
(29) 13.8.32. “Registro de los pecados del psicoanálisis”.
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[2] El Congreso no se celebraría hasta el siguiente año debido a la situación de penuria tras el crack económico de 1929.