Transidentidades protagónicas: la crisis del sistema moderno de géneros

Nexo entre las culturas postmodernas y transidentidades…

Protagonismo trans

En un pasaje abrupto desde la marginalidad o la desmentida de su existencia, hoy los sujetos transidentificados ocupan el centro de la escena cultural, reclamando reconocimiento y reparación, por la discriminación y la explotación sexual padecidas durante siglos pasados. El reconocimiento no se limita a lo simbólico, sino que va adquiriendo aspectos prácticos y repercusiones económicas, como las que se derivan del cupo laboral trans, recientemente instituido en nuestro país. Esta transformación cultural afecta la totalidad del sistema de géneros vigente en la Modernidad, que se ha caracterizado por su binarismo, polaridad, y asimetría jerárquica (Fernández, 1993). La comprensión de que las identidades sexuadas son construidas social e históricamente, es objeto de una creciente aceptación académica, que descarta los remanentes del reduccionismo biologista característico de los primeros desarrollos psicoanalíticos.

La experimentación juvenil contemporánea atraviesa los límites convencionales: la preferencia por el otro sexo, la exclusividad sexual en las parejas, y el acotamiento del vínculo erótico a solo dos partenaires. Las identidades y los deseos atraviesan por un período de desregulación, que presenta innegables efectos democratizadores, en tanto instala el reconocimiento hacia la diversidad de las identidades asumidas por el Yo y por las preferencias eróticas, y las libera del corsé tradicional. Este es un proceso que reconoce matices y diferencias regionales, de etnia y de clase, pero que sin duda expresa una tendencia actual.

Como toda transformación cultural, también presenta su lado oscuro, en tanto promueve la anomia, y genera una mimesis que afecta a los sectores adolescentes, vulnerables a las mareas identificatorias grupales en un período en el que las identidades están en construcción.

También ha favorecido el surgimiento de una nueva intolerancia, esta vez por izquierda, una especie de Guardia Roja que vigila cualquier amago de discriminación y lo sanciona con la cancelación, una forma de ostracismo propia de la cultura digital.

Quienes estamos interesados en reflexionar acerca de estos cambios, navegamos entre dos escollos: el riesgo de la persistencia inadvertida de los prejuicios tradicionales y la censura de la nueva corrección política. Ambos pueden cercenar el pensamiento y limitar la indagación teórica y clínica.

El análisis de los factores determinantes de las identidades trans, es objeto de una sospecha de discriminación, cuando desde mi perspectiva, debiera extenderse al estudio de todas las subjetividades, incluyendo las normalizadas.

Superar el determinismo lineal y monocausal y reconocer las características idiosincrásicas de la metabolización personal de los eventos biográficos, no implica renunciar a la comprensión del origen de los desenlaces psíquicos. Es por eso que conviene sostener la pregunta acerca de por qué se advierte en la actualidad una presencia sociocultural significativa de los sujetos transidentitarios.

Adiós al binarismo

Los tiempos modernos cultivaron la uniformidad estética, ética y política. La Postmodernidad, en cambio, ha reemplazado la producción en masa por la atención de nichos diferenciados del mercado. El control de la población mediante la imposición de modelos e ideales, va siendo suplantado por una desregulación normativa, donde todo vale de un modo semejante. El poder es astuto, y también se traviste: ha abandonado el severo traje del censor, la estrategia de control, el cultivo de la represión como defensa prevaleciente, sobre todo para las mujeres, por una estrategia más eficaz; la seducción.

Las modas pediátricas son un ejemplo ilustrativo de esta tendencia: mientras que la pediatría setentista proclamaba el adiós a la mamadera al finalizar el primer año de vida y la renuncia a los pañales al terminar el segundo, hoy los infantes disfrutan del colecho -a expensas de la sexualidad de los adultos- y abandonan los pañales cuando ellos mismos lo deciden. Ese estilo de crianza permisiva promueve que el homo faber vaya dejando lugar al homo ludens (Byung Chul Han, 2022), cuyo reinado se evidencia en el enorme desarrollo que ha tenido la industria del entretenimiento.

Dany Robert Dufour (2007) ha denominado al sujeto actual de otro modo, como homo consumens, al referirse a la transformación del esforzado productor en el frívolo comprador, al que se le regalan ingresos para que su consumo reactive el mercado. La virtualización del trabajo, que se incrementó de modo abrupto y exponencial durante la pandemia, ha venido para quedarse, no sin crear remezones y nuevos conflictos, ya que el mercado laboral contiene hoy en sí a muchos desertores, o al menos, a trabajadores renuentes a sumarse al tradicional credo del trabajo como organizador de la existencia.

Pese a las transformaciones del contexto, siempre existieron personas cuya identidad subjetiva cruza géneros, tal como lo ilustra Winnicott (1965), cuando comunica a un paciente varón, que lo percibe como si fuera una mujer y decodifica su relato como una expresión de la envidia del pene. El paciente reconoció la agudeza de esa percepción de su analista, manifestando que si expresara públicamente esa sensación subjetiva de ser femenino, sería considerado como un loco. A lo que Winnicott respondió que en realidad, era él mismo quien debía estar loco, ya que sabiendo claramente que se encontraba ante un varón, sin embargo, lo percibía como femenino. De ese modo, destacó la importancia determinante que reconocía al ambiente temprano como factor plasmador de la subjetividad, al conjeturar que la madre del paciente debió haberlo tratado durante su infancia, como si fuera una niña.

Esta postura coincide con el pensamiento de Laplanche (2016), quien al referirse al concepto creado por John Money (1955) de “asignación de género”, reconoce su valor, en tanto que antes de identificarse con un modelo adulto, el infante es identificado por sus cuidadores. Money consideró que el recurso mediante el cual se produce la asignación de género, es la identificación proyectiva, estudiada por el escuela Inglesa como una defensa mediante la cual se depositan en el otro, deseos y fantasías propios, en muchos casos desmentidos.

Freud (1914) describió este proceso proyectivo al introducir en su teoría el concepto de narcisismo. En esa obra alude a la perfección anhelada para el propio ser que los padres, habiendo debido resignarla para sí mismos durante su desarrollo, vehiculizaban -sin embargo- a través de las aspiraciones grandiosas abrigadas respecto de sus hijos. Pero esas aspiraciones omnipotentes se ordenaban de modo rígido según el género, ya que ellos soñaban con que su hijo sería un gran hombre, mientras que su hija, ¡se casaría con un príncipe!

Hoy ese reparto moderno entre quienes son asignados a la expansión de su Yo para el logro de los ideales propuestos, y aquellas limitadas a asociarse con quienes están habilitados, y a la vez emplazados para obtener el éxito, está cuestionado. El sujeto masculino tambalea como modelo universal de la especie, y los deseos infantiles de depender y recibir protección mediante la fascinación del otro a través del atractivo erótico, antes permitidos solo para las mujeres, hoy pueden expresarse con mayor libertad, aún entre los varones.

Es así como los deseos “femeninos” que en realidad aluden al anhelo de ser el niño maravilloso y recibir dones por su mera existencia, pueden ser expresados por algunos varones, que desdeñan su pertenencia al género privilegiado para reclamar su inscripción en una feminidad que experimentan como su ser auténtico.

El psicoanálisis con perspectiva de género dispone de modelos teóricos para comprender estos desenlaces psíquicos, cuando se trata de mujeres trans, o sea de quienes han nacido varones, pero han configurado una subjetividad femenina. El reciente protagonismo de los varones trans o sea, de mujeres biológicas que afirman ser varones, plantea nuevos interrogantes.

Cómo se feminiza un varón

En los últimos años hemos comenzado a tener acceso a consultas clínicas de personas trans, que hicieron posible superar prejuicios derivados del desconocimiento y de la adhesión irreflexiva al orden sexual moderno. Como cualquier colectivo social, ellos y ellas presentan estilos diversos de personalidad, que abarcan desde algunos sujetos severamente perturbados hasta personas creativas, sensatas y reflexivas, cuya única particularidad notable se refiere a la expresión de género. Es decir que al igual que lo que se observa entre las personas homosexuales, la construcción de la identidad sexuada no implica por sí misma una patología. Conviene agregar, que la orientación heterosexual puede coexistir con severas alteraciones del Yo y con conductas antisociales, como es de público conocimiento.

El desarrollo psicosexual femenino fue considerado por Freud (1931) como más dificultoso en comparación con el masculino, en tanto las niñas, apegadas inicialmente a sus madres, debían realizar un cambio de objeto de amor, prefiriendo al padre, lo que sustentaría su futura heterosexualidad. Greenson (1995) cuestionó ese supuesto freudiano, al describir un proceso evolutivo habitual entre los varones, que denominó como “desidentificación con respecto de la madre”. La constitución del psiquismo humano comienza en un estado fusional con el objeto asistente del desamparo inicial -léase madre-, y, dado que la mayor parte de quienes ofician como madres presentan una subjetividad femenina, la condición psíquica de los infantes varones resulta inicialmente feminizada. Es por eso que a fines del primer año de vida, los varones subjetivados en la masculinidad moderna suelen desplegar un proceso de desidentificación de su modelo temprano, para pasar a subjetivarse de modo masculino, tomando como modelo a los varones de su entorno, que se ofrecen para ese fin.

Ese proceso, que hoy no es universal, dado que existen alternativas postmodernas, puede sufrir alteraciones o variaciones de diversa índole, que favorecen que algunos varones conserven la fusión temprana con sus madres, lo que feminiza su carácter y su deseo, a contracorriente de la asignación oficial de un género masculino. Las motivaciones de ese derrotero identificatorio atípico son diversas y, como resulta fácil comprender, dependen de modo estrecho del vínculo temprano, que no se establece solo con la madre, ya que la eficacia de la vinculación con el padre, ya esté presente o ausente, hoy se percibe de modo manifiesto.

La asignación de género que los cuidadores realizan cuando un niño nace, se ve afectada en algunos casos por duelos de difícil o imposible elaboración, que promueven que se invista al nuevo infante con el deseo omnipotente de que algún ser amado que ha muerto, vuelva a la vida. Si ese ser perdido fue de otro sexo que el neonato, la asignación inconsciente puede cruzar géneros, y la criatura será tratada como si perteneciera a otro sexo. Este tratamiento depende, por supuesto, de las representaciones colectivas vigentes acerca de la feminidad y la masculinidad.

Otra circunstancia favorecedora del cruce de géneros, se relaciona con que los nacimientos gemelares de dos niños varones idénticos promueven en algunos casos la feminización subjetiva de uno de ellos. Convergen en ese desenlace diversos factores:

Crecer con un doble, favorece un establecimiento más lábil de la frontera entre el sí mismo y el otro, lo que permite la persistencia de la fusión con la imagen materna.

Carencias tempranas derivadas de la mayor demanda que implica el nacimiento gemelar, unidas a la frecuente inmadurez neurobiológica de los gemelos, estimulan este recurso a “ser su propia madre”, que en ocasiones se manifiesta como un repliegue pseudo autístico.

Otro factor influyente, reside en que el niño que nace en segundo término es percibido en ocasiones como superfluo, como si fuera una copia del que ya ha nacido. Ese rechazo es más frecuente por parte de los padres varones, que se sienten agobiados por el incremento de las necesidades económicas a atender.

La asunción de una identidad femenina sirve entonces, al propósito inconsciente de tener algo diferente que ofrecer a los padres, en relación con el hermano, para obtener su aceptación.

También he observado transidentidades en niños criados por sus abuelas, lo que las vincula nuevamente con la carencia temprana de cuidados maternos, y el recurso a auto asistirse cuando la angustia se torna catastrófica.

Estas observaciones están lejos de agotar la comprensión de esta tendencia actual, y por otra parte, no explican el reciente incremento de varones trans.[efn_note]Se encontrará una exposición más pormenorizada de los hallazgos clínicos en el libro Géneros y deseos en el Siglo XXI, de la autora, en prensa.[/efn_note]

Existen ensayos de explicarlo haciendo referencia al carácter androcéntrico de la cultura occidental contemporánea, que ha incorporado a las mujeres al ámbito público, pero las fuerza a desempeñarse en un estilo masculinizado. Si la feminidad, como representación colectiva, está desvalorizada, se crea un caldo de cultivo propicio para que algunas adolescentes lesbianas opten por asumir una identidad totalmente masculina, con los costos consiguientes derivados de las transformaciones corporales que hoy promueve el sistema médico.

La oferta actual para asistir el malestar trans

Ante la evidencia de que, una vez establecida tempranamente una identidad subjetiva transidentitaria, resulta muy difícil revertir esa identificación nuclear, se opta con frecuencia por el recurso a los avances en las tecnologías médicas para promover una transformación corporal que adecue, hasta donde sea posible, los caracteres sexuales a la identidad asumida por el sujeto.

Es así como se realiza un proceso hormonal de detención del desarrollo puberal, con el propósito de aliviar el malestar psíquico experimentado ante los cambios madurativos que no se corresponden con la identidad asumida por el niño o la niña. Ese recurso suele ser continuado mediante una hormonación cruzada, que estimula el desarrollo de caracteres sexuales secundarios característicos del sexo subjetivo. Finalmente, mediante intervenciones quirúrgicas tales como la mastectomía, la histerectomía, la ooforectomía, los implantes mamarios, la condroplastia tiroidea, o sea, la reducción de la nuez de Adán y la construcción de neo vaginas o neo penes, se completa, en los casos que así lo solicitan, la reasignación de sexo. La atención fonoaudiológica colabora con la transformación de la identidad, mediante el entrenamiento en una modulación de la voz que no sea discordante con el género expresado.

Si bien algunos sujetos trans reportan un mayor bienestar subjetivo y un alivio de la angustia, obtenido mediante estos recursos médicos, ya existen casos de arrepentimiento, particularmente dolorosos cuando se han producido transformaciones irreversibles. En función de esa experiencia, Suecia, un país caracterizado por su democratización avanzada, ha prohibido realizar esos tratamientos antes de los 18 años de edad, para tratar de asegurar un consentimiento informado.

Una estrategia menos cruenta y normalizadora, podría implementarse mediante la promoción de un cambio cultural que favoreciera la aceptación creciente de expresiones de género discordantes con los caracteres sexuales secundarios, admitiendo así la diversidad subjetiva existente. Tal aceptación implica una renuncia a la omnipotencia característica de la cultura actual, una limitación de la ilusión de que todo deseo puede ser satisfecho (Franco, 2017 y 2022). Los deseos pueden ser interrogados y deconstruidos, si se sostiene la posición analítica.

Bibliografía

Dufour, Dany Robert: (2007) El arte de reducir cabezas, Buenos Aires, Paidós.

Fernández, Ana María: (1993) La mujer de la ilusión, Buenos Aires, Paidós.

Franco, Yago: (2017) Paradigma borderline, Buenos Aires, Lugar Editorial.

———–: (2022) Transfiguraciones, Buenos Aires, Magma.

Freud, Sigmund: (1914) “Introducción al Narcisismo”, en OC, Buenos Aires Amorrortu, 1979.

———-: (1931) “Sobre la sexualidad femenina”, en O.C:, Buenos Aires, Amorrortu, 1979.

Greenson, Ralph: (1995) “Desidentificarse de la madre. Su especial importancia para el niño varón” en Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, Nº 21, Buenos Aires, (trabajo original publicado en 1968).

Han, Byung Chul: (2022) No cosas. Quiebres del mundo de hoy, Buenos Aires, Taurus.

Laplanche, Jean: (2016) “El género, el sexo, lo sexual”, Madrid, Revista Alter Nº 2, septiembre.

Money, John. (1955) Desarrollo de la sexualidad humana, Madrid, Ediciones Morata, 1982.

Winnicott, Donald Woods: (1965) “Los elementos masculino y femenino escindidos que se encuentran en hombres y en mujeres” en Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1972.

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Irene Meler

Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, Universidad Argentina John F. Kennedy y Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Autora de Recomenzar. Amor y poder después del divorcio, Buenos Aires, Paidós, 2013 y coautora y compiladora de Psicoanálisis y Género. Escritos sobre el amor, el trabajo, la sexualidad y la violencia, Buenos Aires, Paidós, 2017.
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