Por Leticia Glocer Fiorini
lglocerf@intramed.net
Vivimos tiempos de incertidumbre, caos, turbulencias variadas. Por un lado, el cambio climático, desastres naturales, guerras, crisis financieras, enfrentamientos geopolíticos, raciales, étnicos y religiosos que impactan en las subjetividades. Por el otro, transformaciones en las subjetividades que desafían las normas vigentes relativas a la sexualidad y al género.
El individualismo crece junto con el desconocimiento del otro, la violencia acecha promovida por las relaciones de poder en juego e impulsada por Thanatos. Existe una falla de anclajes subjetivos y sociales que genera vivencias de desamparo, en un contexto en el que los tiempos vertiginosos del neoliberalismo y los mandatos de los mundos virtuales impregnan los tiempos actuales. Esto afecta a la población en general, a las personas que consultan por sus conflictos y a los propios analistas.
Por cierto, tiempos inciertos existieron siempre con distintas características. Son epocales, y afectan a la subjetividad, los ideales tambalean y las certezas se difuminan. Estos son tiempos en que se interrogan ideales y se juegan valores, en que aparecen o reaparecen angustias y temores. Cae un imaginario proveedor de seguridad y puede aparecer la amenaza de fragmentación y desintegración subjetiva.
En este marco, puede haber experiencias de desubjetivación o bien se pueden abrir otros caminos, otros proyectos. Esta apertura también depende de que las condiciones externas lo permitan. En otras palabras, si encaramos estos ‘torbellinos’ en términos de crisis podemos pensar dos opciones: hay crisis de carácter prospectivo, de cuestionamiento, de afianzamiento o replanteo de proyectos, pero también las crisis pueden anular proyectos alternativos. En este caso, se pueden presentar como experiencias de vacío, de fracaso, de decadencia, que pueden adoptar las formas de somatizaciones, hipomanías, estados de pánico, o depresiones.
También hay una confrontación ineludible con las leyes biológicas, con el envejecimiento y la afrenta narcisista consecutiva y con la seguridad de la propia muerte porque el momento de la vida también puede condicionar el cómo se enfrentan las crisis internas o externas. Está en juego un lado oscuro del psiquismo.
Estos movimientos turbulentos pueden configurarse como momentos de impacto traumático que tanto pueden disparar mecanismos de repetición como abrir la posibilidad de cambios y transformaciones. Se constituye un espacio entre la ruptura y la continuidad (Glocer Fiorini, 2020/2001).
También es un momento de intersecciones temporales entre la historia pasada -y la resolución más o menos exitosa de crisis anteriores- con el presente y con las posibilidades de proyectar un futuro.
Como señalamos los tiempos actuales nos muestran dos facetas: por un lado, violencia y momentos de caos que afectan a las subjetividades; por el otro, la emergencia de transformaciones subjetivas referidas a la sexualidad y al género que demandan diferenciarse del punto anterior. A estas transformaciones subjetivas nos vamos a referir.
El dualismo femenino-masculino en crisis
Las variables mencionadas no están desligadas de los ideales que la cultura propone y sostiene en cuanto a los géneros y a la elección de objeto. Entran en crisis los ideales individuales referidos a la sexualidad y al género. Pero también están juego inevitablemente los ideales colectivos, el imaginario social, con sus concepciones sobre el dualismo femenino-masculino. El entrecruzamiento entre ambos campos crea tensiones por la existencia de eventuales oposiciones entre los ideales colectivos e individuales, que pueden derivar en conflictos identificatorios y deseantes.
A esto se agrega que tanto los ideales de género históricos como los individuales se van reformulando continuamente, pero, simultáneamente, persisten por inercia concepciones anteriores, que pueden entrar en oposición.
La movilidad y la inercia coexistentes crean un campo propio y específico. Entre los ideales individuales y colectivos, por un lado, y entre los ideales actuales y pasados, por el otro, se constituyen complejas redes de articulaciones y oposiciones. Son zonas de intermediación entre un interior y un exterior, entre los discursos sociales y el psiquismo individual. Se trata de zonas de cruce como lugar y evidencia de las contradicciones, de las paradojas que la diferencia sexual y de géneros revelan en la teoría.
Estas zonas de intermediación toman cuerpo en el psiquismo a través del eje yo ideal-ideal del yo, que encarna identificaciones de género, entre otras. En este eje se incluyen desde los ideales absolutos, omnipotentes, de la primera infancia hasta los ideales acotados, limitados por una tramitación simbólica.
Recordemos el concepto de significante enigmático (Laplanche, 1989), como parte de la transmisión de deseos, expectativas, ideales y mandatos sobre la sexualidad y el género, que el recién nacido deberá descifrar en el curso de la vida.
Sabemos que los ideales sobre la femineidad y también sobre la masculinidad forman parte de un imaginario compartido tanto por hombres como por mujeres. Estos ideales imaginarios constituyen sistemas de creencias y estereotipos que tienen un poder estructurante extraordinario a lo que se agrega que el campo deseante no es independiente de los mandatos que los ideales de género proponen e imponen. Hay relaciones paradojales entre el género y el deseo. Los mandatos de género tienden a limitar el campo deseante, pero, a la vez, el deseo siempre excede los mandatos de género. El psicoanálisis no es inmune a estas poderosas influencias.
En este contexto, voy a enfocar los cambios en las subjetividades referidos a las sexualidades y géneros migrantes que generan incertidumbre y angustia en muchas personas que se reflejan en las consultas y cómo estas turbulencias subjetivas se entrecruzan y potencian con las turbulencias generadas en el campo trans- subjetivo y social. En otras palabras, las incertidumbres que provocan pueden generar violencias de distinto tipo, implícitas o explícitas, contra estas expresiones subjetivas.
Turbulencias subjetivas redobladas por turbulencias trans-subjetivas
Podemos pensar que estos son tiempos de crisis. Pero no son los primeros en la historia de la humanidad ni tampoco los últimos. Actualmente es necesario añadir que la globalización nos ofrece una mirada más amplia y extendida sobre las transformaciones subjetivas y los eventos traumáticos que permanentemente se suceden en distintas culturas y subculturas.
Como señalamos los anclajes subjetivos vacilan, pero al mismo tiempo muchas subjetividades se configuran obedientemente de acuerdo al algoritmo que las incluye mientras que otras manifiestan cambios no convencionales en su género o en los recorridos del deseo. Esto es propio de esta época y tienen un efecto fuerte en todas las subjetividades, pero más aún, en aquellas que ya venían atravesando sus propias turbulencias internas, así como sus conflictos con la cultura circundante.
En esta línea, nos referimos a las diversidades sexuales y de género y a los cambios en la condición femenina, subrayando que en las últimas décadas hubo transformaciones significativas que se hicieron visibles en muchas sociedades, especialmente occidentales. Estas transformaciones generaron incertidumbre y confrontaciones en la sociedad, así como en el campo psicoanalítico.
A la vez, muchos avances recientes referidos al reconocimiento de las minorías que constituyen los eslabones más débiles de la cadena social, han sufrido retrocesos en los avances ya adquiridos incluso en países del denominado primer mundo. Sin embargo, aunque nunca se vuelve al pasado en una repetición total y absoluta, es necesario tener esto en cuenta.
Como destacamos, es necesario enfocar y analizar estas transformaciones subjetivas y de género y agregar la influencia de los desarrollos tecnológicos y de los mundos virtuales que se constata en la actualidad ya que confluyen en las concepciones sobre la diferencia sexual y de géneros vigentes, tanto desde el punto de vista individual como cultural, incluyendo el lenguaje.
Sin embargo, reiteramos que sería un error equiparar estos cambios en las subjetividades con otro tipo de turbulencias sociales, en su gran mayoría de extrema violencia y discriminación, que en forma implícita o/y explícita, se proponen destruir esas subjetividades.
Turbulencias teóricas. El paradigma freudiano
Pensemos que cuando Freud escribió su obra, que implicó un cambio paradigmático en su concepción del sujeto, el concepto de género estaba implícito, pero no existía tal como luego se desarrolló desde una perspectiva académica y lo conocemos ahora.
En otras palabras, no es que no existía ya que su teoría sobre la diferencia sexual está enfocada desde una perspectiva de género que era la de su época.
Abordemos el complejo de Edipo freudiano. Cuando el niño varón inicia el complejo de Edipo, podemos preguntarnos: ¿por qué se habla de un niño quien es designado como varón antes de atravesar el Edipo? (Freud, 1923). Lo mismo ocurre con la niña. Como ya lo había planteado Laplanche (1980) la asignación de género antecede al Edipo y a su resolución heterosexual.
Más aun, el recorrido edípico marca muy claramente que el pene y la fase fálica para Freud (Freud, 1908) o el falo como significante para Lacan (1966), son ejes que determinan el desarrollo psicosexual del niño y de la niña. Hay aquí un punto de vista sobre la diferencia sexual que parte de los dualismos fálico-castrado y masculino-femenino, y que implica valores determinados, así como relaciones de poder que se intrincan con la trama histórica y socio-cultural desde los inicios de la civilización. Esto ocurre aun cuando se considere al falo como un significante maestro, neutro, que alude a la falta y que no tendría ninguna relación ni connotación con los ideales colectivos androcéntricos.
El punto a subrayar es que los cambios actuales ponen en debate algunas propuestas del psicoanálisis.
Estas son turbulencias teóricas que es necesario pensar y debatir ya que inevitablemente tienen efectos en la clínica. Esto nos conduce a repensar cuáles son los cimientos que nos permitan imaginar un psicoanálisis del futuro y cuáles son las insistencias en mantener nociones difíciles de sostener frente a los cambios en las subjetividades que se constatan en las sociedades contemporáneas.
Recordemos que la obra de Freud se gestó en momentos turbulentos de la historia en una sociedad que estaba instalada en la creencia de parámetros y normatividades sobre la diferencia sexual y de géneros inamovibles en el tiempo. Pero, a la vez, hay que remarcar que ya existían en ese momento debates culturales generados en el ámbito de la República de Weimar y que el movimiento de la Secesión generó y expandió con inevitables confrontaciones que Freud no ignoraba. Esta mixtura también impregna las teorías.
A nuestro criterio, el psicoanálisis se sostiene fundamentalmente en el cambio paradigmático que Freud propuso al introducir la noción de inconsciente, sexualidad infantil perverso-polimorfa, pulsiones, transferencia, aunque sabemos que cada teoría psicoanalítica tiene su propia versión de estos conceptos.
Sin embargo, en relación con lo femenino y las diversidades sexuales y de género reiteramos que se trata de subjetividades en cambio, transgresivas, no solo desde el punto de vista individual sino cultural, social y discursivo, que demandan otra mirada. En este contexto, recordamos que los cambios nunca son progresivos y sufren frenos y retrocesos. Por este motivo, la mirada androcéntrica que siempre persiste hasta en las sociedades más avanzadas, provoca confrontaciones diversas. Así es que a las turbulencias y ansiedades propias de los cambios individuales se superponen las turbulencias impregnadas de violencias de distinto tipo propias del rechazo social. Esto es fuente de incertidumbre y angustia en las búsquedas de construcción subjetiva.
Entonces, avances y retrocesos en la vida psíquica y social, que requieren refundaciones constantes. Estas refundaciones apuntan, a nuestro juicio, a revisar el papel de los dualismos que se presentan como la única vía ‘verdadera’ para abordar el concepto de diferencia sexual, y que son insuficientes para abarcar la totalidad y complejidad de la construcción subjetiva que siempre demanda a su vez deconstrucciones a la búsqueda de nuevas construcciones.
Siguiendo esta línea de desarrollos, remarcamos que los dualismos no se pueden eliminar porque son parte de la cultura y atraviesan a todo sujeto, pero es necesario incluirlos en complejidades mayores, en el marco de lógicas post-binarias.
Sexualidad y género: orden y desorden en psicoanálisis
La posición del analista
El concepto de género en sus desarrollos académicos es relativamente reciente, aunque las lógicas de género impregnaron e impregnan distintas culturas y subculturas en la historia de la humanidad. Es objeto de muchas controversias en el campo psicoanalítico. Hay distintas corrientes teóricas cuyas perspectivas difieren entre sí sobre la noción de género.
Como señalamos, la obra de Freud responde a una perspectiva de género en sus concepciones sobre la diferencia sexual, el dualismo masculino/femenino, el complejo de Edipo y su resolución heterosexual, así como en los tres finales del complejo de Edipo que ofrece para la niña (Glocer Fiorini, 2015). Desde sus inicios esto fue motivo de polémica con muchas psicoanalistas mujeres discípulas suyas y también con representantes de la escuela inglesa, Klein, Jones, entre otros.
Indudablemente, como ya señalamos, las turbulencias de su época marcada por la violencia, las guerras, la discriminación, marcaron una línea de desarrollos. Su obra fue un anclaje en el entendimiento de los sufrimientos humanos, así como en la comprensión de la estructuración psíquica para lo que Freud nunca dejó de iluminar el contexto.
Pero también ese anclaje teórico se centró en la diferencia sexual y lo que le correspondía a cada género de acuerdo a los parámetros epocales. Si bien la época actual también está plagada de violencia y turbulencias, la comprensión de las subjetividades contemporáneas demanda otras miradas que enfoquen las relaciones paradojales y contradictorias, entre el campo deseante y las prescripciones de género.
En la línea de desarrollo que hemos seguido no puede estar ausente la posición del analista. ¿Cómo impactan en cada analista estas vorágines tanto sociales como intra- subjetivas, especialmente cuando atañen a las diversidades sexuales y de género? Es indudable que hay un impacto que frecuentemente genera incertidumbre. Como ya señalamos esto puede conducir a aperturas en la escucha o bien generar movimientos, en ocasiones defensivos, que se manifiestan en un refugio en la teoría establecida. Esta última posición se expresa en las interpretaciones y también en movimientos contratransferenciales que pueden detener o interrumpir el curso de la cura.
Como señaló Balandier (1988) las sociedades circulan entre el desorden y el orden en movimientos constantes. El desorden es parte de un ordenamiento que siempre está en devenir y a la inversa también. Podemos decir que estos movimientos también atañen al psicoanálisis y se aplican a la comprensión de las sexualidades y géneros migrantes, a la condición femenina y masculina, y los podemos extender a toda subjetividad.
En otras palabras, nuestra propuesta es que el orden y el desorden no son dos situaciones opuestas y diferentes, sino que se entrelazan y conviven en sus intersecciones, de tal manera que sus relaciones aun en contradicción pueden conducir a nuevos anclajes, otras perspectivas y ampliaciones teóricas que permitan una mejor comprensión de los movimientos vertiginosos que se dan en las sociedades actuales.
En este marco, surge la necesidad de ampliar la mirada teórica con la perspectiva de expandir la escucha en la clínica y particularizarla. Una de estas propuestas es poder trascender los dualismos estrictos (masculino-femenino y fálico-castrado) con otras lógicas post-binarias, enfocando sus intersecciones y lo nuevo que puede surgir en esos espacios (Glocer Fiorini, 2020/2001, y 2015).
Finalmente, relacionamos estos movimientos vertiginosos, estas turbulencias, con el concepto de “proceso en espiral” de Pichón Rivière (Baranger W., 1979), que apunta a incluir la complejidad de los fenómenos progresivos y regresivos que se dan en el proceso analítico y que implica poder abarcar las dimensiones del pasado que se repite, del presente y del futuro a imaginar. Este enfoque nos permitirá aproximarnos a lo nuevo que se puede generar, más allá de normativas que tienden a repeticiones de lo ya dado.
Referencias
Balandier, G. (1988). El desorden. Barcelona: Gedisa, 1990.
Baranger, W. (1979). Proceso en espiral y campo dinámico. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 50, 17-32.
Freud, S. (1908). Sobre las teorías sexuales infantiles. Vol. IX. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 1976
Glocer Fiorini, L. (2020). Lo Femenino y el Pensamiento Complejo. Buenos Aires: Lugar Editorial. (1ª edición 2001).
Glocer Fiorini, L. (2015). La diferencia sexual en debate. Cuerpos, deseos y ficciones. Buenos Aires: Lugar Editorial.
Lacan, J. (1966). La significación del falo. En: Lectura estructuralista de Freud. México: Siglo Veintiuno, 1971.
Laplanche J. (1980). Castración. Simbolizaciones. Problemáticas II. Buenos Aires: Amorrortu, 1988.
Laplanche, J. (1989). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu Editores.