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Pandora y Helena de Troya: figuras de lo femenino en la antigüedad clásica (1)
Por Ailen Franco
Prof. en Filosofía - Universidad de Buenos Aires
ailenfranco22@gmail.com
 

“Ny la ducepitié, ny le pleur lamentable
Ne t’ont baillé ton nom: ton nom Grec vient     d’oster.
De ravir, de tuer, de piller, d’emporter…” [2]

Pierre de Ronsard, Sonnnets pour Hélène (II,9)
“¡Atrás, hija de Babilonia! Por las mujeres
llegó el mal a este mundo. No me hables. No te escucharé.”
Oscar Wilde, Salomé.












Introducción

El presente trabajo se encuentra en el marco de nuestra investigación respecto de la figura de la mujer en la tragedia griega. En base al análisis de determinados ejes temáticos (la relación de la mujer con el suicidio, el saber o conocimiento propiamente femenino y su rol social prescripto), hemos buscado distinguir el imaginario de lo propiamente femenino, delimitando este lugar en base a la oposición con lo masculino presente ya en la épica. Buscaremos, ahora, continuar con dicho trabajo haciendo un análisis del poder de las mujeres sobre las decisiones de los hombres a través de la seducción, entendida como arma de poder en manos de las mujeres.

Nos han llamado particularmente la atención las figuras de Pandora y Helena de Troya, en quienes vemos la clara presencia de esta particularidad. Construimos, entonces, un trabajo en el cual partimos de la hipótesis de que hay cierto vínculo o punto en común entre las figuras de Helena y Pandora, que es representativo de lo que se entiende en el mundo griego como la esencia "peligrosa" de lo femenino. Partiremos de una búsqueda minuciosa en las fuentes de las apariciones de cada uno de estos personajes, así como su presencia en textos secundarios, para luego contraponerlos y buscar las consonancias entre ellos. En base al estudio de estos casos intentaremos distinguir, entonces, aquellos elementos constitutivos del imaginario de lo propiamente femenino, delimitando el rol de la mujer en la Tragedia en base a la oposición con lo masculino y con el hombre.


Pandora

En su Teogonía, Hesíodo relata, entre otros, el mito de Prometeo. Dotado de una maravillosa astucia, el hijo de Jápeto y Clímene, quiso engañar la inteligencia de Zeus no una sino varias veces. En venganza, el dios preparó un gran mal para la estirpe humana: Pandora. Modelada de tierra y dotada de una  gran belleza física, Pandora representa el origen de las desgracias, el origen de la mujer como ruina de los hombres. Zeus castiga la insensata sabiduría de Prometeo a través de su hermano Epimeteo (representante de la torpeza), a quien le ‘regala’ esta bella mujer portadora de una jarra que en su interior contenía todos los males. Al quitarle la tapa, Pandora los liberó y diseminó por todo el mundo humano.

Expresa, así, Hesíodo en su Teogonía:

  (…) y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres […) [3]
Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. [4]


(Hesíodo, Teogonía, vv. 588-594)


Y un poco más adelante:

  (…) así también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas.
(Hesíodo, Teogonía, vv. 600-602)

Vemos, entonces, cómo la mujer, esta primera mujer representativa del género femenino en su totalidad, es presentada como un “espinoso engaño”; es hecha para los hombres, para la desgracia de los hombres, que frente a su irresistible belleza no pueden más que ceder. Aparece ya cierta idea de lo peligroso de esta creación, de su poder de seducción  que condena a los hombres. Son seres que se ocupan de lo dañino, del mal.

Y en Trabajos y Días dirá:

 

Yo a cambio del fuego les daré un mal con el que todos
se alegren de corazón acariciando con cariño su propia
desgracia.
(Hesíodo, Trabajos y días, vv. 58-60)

(…) ordenó al muy ilustre Hefesto mezclar cuanto antes tierra con agua, infundirle voz y vida humana y hacer una linda y encantadora figura de doncella semejante en rostro a las diosas inmortales.
Luego encargó a Atenea que le enseñara sus labores, a tejer la tela de finos encajes. A la dorada Afrodita le mandó rodear su cabeza de gracia, irresistible sensualidad y halagos cautivadores; y a Hermes, el mensajero Argifonte,
le encargó dotarle de una mente cínica y un carácter
voluble.
(Hesíodo, Trabajos y días, vv. 60-69)

(…) y el mensajero Argifonte
configuró en su pecho mentiras, palabras seductoras y
un carácter voluble (…)
(Hesíodo, Trabajos y días, vv. 77-79)

Una vez más Pandora, en tanto mujer, es caracterizada como mentirosa; seductora, ahora no sólo en términos sexuales, sino desde el habla también. Impúdicas, no tienen vergüenza a la hora de mentir o realizar acciones vituperables. Se establece una clara distancia entre aquel exterior encantador, seductor, y el mal interior que albergan: son, al modelo de Pandora, engañosas incluso desde su aspecto [5]. Son graciosas y poderosas por la seducción que  su gracia y cuerpo generan. Sabias para halagar y ganar el amor de los hombres. La mujer es un mal, pero un mal engañoso, que genera el deleite de los hombres, que lo abrazan sin saber que abrazan a su enemigo.

¿Qué representa, entonces, Pandora? Esta hermosa creación es fruto de un castigo asignado por Zeus para los hombres, es aquella que romperá el estado de felicidad en que habitaban, trayendo consigo los males a la tierra. Siguiendo a  Adams (1963) podríamos preguntarnos si Pandora no es, en efecto, “el mal” sino que, más bien, está actuando como agente de Zeus. De cualquier modo la presentación de esta primera mujer, por parte de Hesíodo, parece buscar más bien establecer su status de dulce engaño, que con una apariencia seductora y una capacidad indudable de hacer uso de aquella seducción (no solo en términos de apariencia sino, también, en lo que hace a realizar discursos seductores, que convenzan) albergan dentro de sí, al menos la capacidad de generar un gran mal (impúdicas frente al mismo).


Helena

Esposa de Menelao, hija de Zeus y objeto de combate entre griegos y troyanos; Helena fue, sin duda, considerada la más bella entre todas las mortales. Desde niña (cuando fue raptada por Teseo) su sola belleza fue motivo suficiente de incontables pretendientes y, por ello, luchas.

Respecto de ella se dice en la Ilíada:

  No es extraño que troyanos y aqueos, de buenas grebas,
por una mujer tal estén padeciendo duraderos dolores:
tremendo es su parecido con las inmortales diosas al mirarla. [6]
(Homero, Ilíada, vv. 156)

Y en la Odisea:

 

 

Cuando Helena, nacida de Zeus, pensó en otra cosa
Y en el vino que estaban bebiendo les puso una droga,
Gran remedio de hiel y dolores, y alivio de males;
Beberíalo cualquiera disuelto en colmada vasija
Y quedara por todo aquel día curado de llantos
Aunque en él le acaeciera perder a su padre y a su madre
O cayera el hermano o el hijo querido delante
De sus ojos, herido de muerte por mano enemiga.
La nacida de Zeus guardaba estos sabios remedios. [7]
(Homero, Odisea, vv. 219-227)

Cuando Helena, nacida de Zeus, pensó en otra cosa
Y en el vino que estaban bebiendo les puso una droga,
Gran remedio de hiel y dolores, y alivio de males;
Beberíalo cualquiera disuelto en colmada vasija
Y quedara por todo aquel día curado de llantos
Aunque en él le acaeciera perder a su padre y a su madre
O cayera el hermano o el hijo querido delante
De sus ojos, herido de muerte por mano enemiga.
La nacida de Zeus guardaba estos sabios remedios. [7]
(Homero, Odisea, vv. 219-227)

Te acercaste tú, entonces, allá; te llevaba sin duda
Algún dios empeñado en dar gloria a los hombres de Troya;
Tras tus huellas marchaba Deifobo igual a los dioses
Y nos diste tres vueltas, palpabas el hueco escondite
Y empezaste a llamar por su nombre a los héroes argivos
imitando la voz de la voz de la esposa del uno y del otro.
Y hete aquí que yo mismo, el Tidida y el prócer Ulises,
En mitad de la turba sentados, oíamos tus gritos
Y Diomedes y yo nos alzamos con vivos anhelos
De salir del caballo o de dar desde dentro respuesta;
mas Ulises cogióse a los dos y cortó nuestro impulso.
(Homero, Odisea, vv. 274-284)

Eurípides tomará este personaje y en Las Troyanas hará decir de ella:

 

 

(…) Ella arrebata las miradas de los hombres,
destruye las ciudades, pone fuego a las casa.
Tal es su poder seductor.
Yo la conozco, y tú, y cuantos han sufrido.
(Eurípides, Las Troyanas, vv. 892-895)

En cambio, lo que hizo feliz a Grecia me perdió a
mí, que fui vendida por mi belleza. Y se me insulta por
algo por lo que deberíais coronar mi cabeza.
(Eurípides, Las Troyanas, vv. 935-937)

 (…) No trates de hacer de las diosas unas insensatas por adornar tu maldad; no vas a persuadir a personas juiciosas.
(Eurípides, Las Troyanas, vv. 981-983)

Cuando llegaste a Troya –los argivos siguiendo tus
pasos- y se trabó combate a lanza, si te anunciaban
las hazañas de Menelao lo elogiabas para que mi hijo
sufriera por tener tan gran competidor de su amor. Si
eran los troyanos quienes tenían éxito, éste ni existía.
(Eurípides, Las Troyanas, vv. 1002-1006)

Una vez más, como ocurrió en el caso de Pandora, la figura y acciones de Helena no la condenan sólo a ella sino que establecen un modelo de mujer del que sería necesario resguardarse. No sería el caso de que Helena haya cometido una falta sino que este estilo de acciones se corresponde con la naturaleza de lo femenino, que puede bien ser contenido y no expresarse. Al igual que en el caso de Pandora, se hace frecuente alusión a la belleza de su cuerpo, a la seducción  con la que cuenta Helena, atrayendo la mirada de cuanto hombre pasa por su camino. Y también se traslada esta seducción a sus palabras [8], al poder de sus palabras seductoras, palabras con las que intenta persuadir a Menelao (y convencerlo de que no merece morir) en Las Troyanas; palabras que, acompañadas de ciertas acciones engañosas, dan cuenta de su interés por crear ardides para los hombres (ya sea colocando phármakos en el vino como imitando las voces de las esposas de los soldados escondidos dentro del Caballo de Troya). Una vez más esta contraposición entre la apariencia y el contenido real:

 

 

The character of Helen in the Odyssey is not very different from that of the Iliad. Helen is wanton, self-centered, deceitful, bewitching and beguiling in both poems. But she is irresistibly beautiful and charming, and we perhaps forgive her everything. (RYAN, 1965, 117)

Y es imposible no hacer referencia a las palabras de Hécuba en Las Troyanas (véase vv. 1013; 1031; 1055) donde remarca la importancia que reside en el hecho de que sea mujer: señalando lo que correspondería a una mujer y que es necesario de que el comportamiento de Helena sea castigado para dar el ejemplo a las demás mujeres de lo que no deben hacer.


Conclusión

Tomando en consideración todo lo expuesto hasta aquí podemos comenzar por concluir que la mujer, lejos de cumplir un rol secundario, se presenta, en la tragedia griega e incluso en la épica y mitología, tejiendo destinos, desplegando ardides, tomando el control de diversas situaciones. Se la ha asociado, muy comúnmente, a la maldad y esto se ve no sólo en las figuras de Helena y Pandora sino que podemos rastrearlo incluso en Eva (a mujer que ha sido considerada también como origen de todos los males del hombres); y, una vez más, este engaño frente al cual la mujer se presenta desvergonzada, reaparece con Salomé: “¡Ah, la impúdica! ¡La ramera! ¡La hija de Babilonia con sus ojos de oro y sus párpados dorados!” (MARDIROSIAN, 2012: 16). Hemos establecido en común entonces, que ambas figuras (y podríamos, además, agregar estos nuevos ejemplos) presentan una belleza semejante a la de las diosas, belleza que en todos los casos será instrumento de seducción y objeto de perdición para los hombres. La seducción, que también aparece en lo que hace al discurso de las mujeres, será, así, su arma de poder, en la medida en que los hombres no logran resistirse a ella.

Ahora bien, hilando un poco más fino en este tejido de lo femenino, consideramos que no solo no es casual que en tantas historias sea la mujer aquella que trae el mal al mundo, sino que tampoco resulta casual que cada aparición del mal en manos de las mujeres sea acompañada por un hombre que comente hybris. Pandora por sí misma no conduce al mal si no hay un hombre que cometa el error de abrir la puerta a los males que antes estaban contenidos en una vasija. Helena no representa peligro si no hay un hombre (Menelao o Paris) que caiga bajo sus encantos. Eva muerde la manzana convencida por la serpiente, pero peca Adán consciente de su error. No habría tragedia si Herodes no hubiera quedado obnubilado por la sensualidad de Salomé. Cada una de estas mujeres no representa por sí misma el mal, aunque es aquella quien lo trae consigo, si no hay un hombre que lo active. Podríamos entenderlo en términos de agente activo y pasivo.

A su vez nos resulta imprescindible llamar la atención respecto a que esta figura de lo femenino se contrapone directamente con otra figura de lo femenino que se va a ir moldeando en contraposición a esta primera, y que consiste en lo que se espera de una buena mujer. Ya Hesíodo concluye el relato de la creación de Pandora abriendo la posibilidad de que se encuentre una mujer prudente y recatada, equiparando, así, el bien y el mal (Teogonía, vv. 608-609).

Finalmente, y siguiendo a Wolff (1973), podríamos preguntarnos hasta qué punto no son ambas juguetes del destino, en la medida en que el destino trágico de ambas ha sido establecido de antemano por las divinidades: en el caso de Pandora ella misma ha sido creada a los fines de cumplir con el cometido de Zeus de vengar el robo del fuego por parte de Prometeo y condenar, así, a toda la raza de los hombres. El destino de Helena, aunque un poco menos evidente, ha sido también trazado por las divinidades; ella ha sido prometida a Paris por Afrodita tras el juicio respecto de la belleza de las tres diosas que realiza este [9] ¿En qué punto son ellas o no responsables de lo que ocurre?



 
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Notas
 
[1] Ailen Franco, II Jornadas Interdisciplinarias de Jóvenes Investigadores de la Antigüedad Grecolatina (JIJIAG), evento nacional, 1, 2 y 3 de Agosto de 2013, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Argentina. Título de la ponencia: "Pandora y Helena de Troya: figuras de lo femenino en la antigüedad clásica".
[2] “Ni la dulce piedad, ni el llanto lamentable/ Te han dado tu nombre: tu nombre griego viene/ de quitar, de matar, de pillar, de sacar…”
[3] Y aquí incluso se cita como v.591: “pues de ella desciende la funesta estirpe y las tribus de mujeres”
[4] Trad. Pérez Jiménez, A. y Martínez Díaz, A. (2006) aquí y en citas siguientes de Teogonía, a menos que se indique lo contrario.
[5] En este sentido: This technique enables him to draw attention to the contrasts between the malicious intention behind the gift (made apparent when Zeus orders Aphrodite to make Pandora an object of painful, debilitating desire, and Hermes to give her a shameless and deceitful temper, 66-8), and the attractive façade behind which divine cunning succeeds in hiding it: the gods include all the required elements, good and bad, but in such a way that only what is (at least apparently) good is visible. (BROWN, 1997:6)
[6] Trad. Crespo, E. (2006) aquí y en citas siguientes de Ilíada, a menos que se indique lo contrario.
[7] Trad. Pabón, J. M. (2006) aquí y en citas siguientes de Odisea, a menos que se indique lo contrario.
[8] En esta línea: “She wishes Paris had died at the hands of Menelaus-urges him to go out and fight -but on second thought immediately retracts her words because of her love for Paris. Then a seductive speech by Paris (3.441): "Come, then, rather let us go to bed and turn to love-making." Helen complies, while Menelaus rages over the battle-field looking for Paris.  Here Helen is clearly a wanton.” (RYAN, 1965, 116)
[9] En Las Troyanas Helena relata un juicio de belleza, que Paris debió dirimir, entre Palas Atenea, Hera y Afrodita; cada una de las cuales le prometió a éste un premio en caso de ser elegida. Afrodita, ganadora, le habría prometido entregarle a Helena, si sobrepasaba a las otras diosas en belleza.
 
Bibliografía
 
Adams, S. M. (1932), “Hesiod's Pandora” en The Classical Review, Vol. 46, No. 5, pp. 193-196, Cambridge University Press.
Calvo, J. L., García Gual, C y De Cuenca, L. A.  (trad.) (2008a), Eurípides, Helena, Barcelona, Gredos.
(--------------------------) (2008b), Eurípides, Las troyanas, Barcelona, Gredos.
Crespo, E. (2006), Homero, Ilíada, Barcelona, Gredos.
Groten, F. G. Jr. (1968), “Homer's Helen” enGreece & Rome, Second Series, Vol. 15, No. 1 (Apr., 1968), pp. 33-39, Cambridge University Press on behalf of The Classical Association.
Mardirosian, J. (trad.) (2012), Wilde, O., Salomé, Buenos Aires, El Ser Primario.
Martínez Díaz, A. y Pérez Jiménez, A. (trad.) (2006), Hesíodo, Trabajos y Días, Barcelona, Gredos.
Medina, A., López Pérez, J. A. y Clavo, J. L. (trad.) (2008), Eurípides, Hécuba, Barcelona, Gredos.
Pabón, J. M. (2006), Homero, Odisea, Barcelona, Gredos.
Pérez Jiménez, A. y Martínez Díaz, A. (trad.) (2006), Hesíodo, Teogonía, Madrid, Gredos.
Ryan, G. J. (1965), “Helen in Homer” en  The Classical Journal, Vol. 61, No. 3, pp. 115-117, The Classical Association of the Middle West and South.
Wolff, C. (1973),  “On Euripides' Helen” en Harvard Studies in Classical Philology, Vol. 77 (1973), pp. 61-84, Department of the Classics, Harvard University.
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