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Caravaggio, c. 1609. David con la cabeza de Goliat
Caravaggio, c. 1609. David con la cabeza de Goliat 1960.
Imagen obtenida de: https://es.wikipedia.org/wiki/David_con_la_cabeza_de_Goliat
El fascismo y las sectas
Por María Cristina Oleaga
mcoleaga@elpsicoanalítico.com.ar
 

“(…)¿son sólo fenómenos ‘transitorios’ –como procuran hacernos creer los
incondicionales del capitalismo? (…) O bien (y ésta es mi tesis) ¿son síntomas de la
senilidad de un sistema que hoy se hace imperativo superar para asegurar la
supervivencia de la civilización humana?”

Samir Amin (*)


El peligro mayor de la historia de la Humanidad


Noam Chomsky ha señalado, alarmado, que Trump sedujo a gran parte de los fundamentalistas y que el Partido Republicano de EE.UU. es la organización más peligrosa de la Tierra y de la historia de la Humanidad. (1). Son apoyados por religiosos fanáticos, en su mayoría blancos con poca educación. Sostienen tradiciones patriarcales, fomentan la instrucción religiosa en las escuelas, la enseñanza del creacionismo, la segunda enmienda de los derechos privados de los ciudadanos para portar armas de fuego y se oponen al derecho de abortar y al derecho de legalizar uniones del mismo sexo. Están deseosos de exportar estas ideas fuera de sus fronteras, al tiempo que se protegen internamente de la inmigración, el multiculturalismo y el tan denostado comunismo ateo. Sin ser muy religioso, Trump ha sabido valerse de religiosos rígidos y de bajo nivel de educación para gobernar.

¿Cómo es que estas ideas retrógradas, incluso fascistas, que han dado el 46,26 por ciento de los votos a Bolsonaro en Brasil, ganan espacio? Sabemos del descrédito en que han caído los sistemas de representación y comprobamos que es un rasgo global. El sistema capitalista democrático representativo colapsa en descomposición y corrupción. Muchos comentadores vinculan este pasaje del descrédito al fascismo con el malestar creciente de las mayorías en el sistema capitalista. (2). Así, estos desposeídos terminan votando junto a la minoría que pertenece a la clase alta. Sin embargo, queda por explicar la particularidad del pasaje: no se cree en el sistema representativo ni en los que en su interior se postulan, el Rey está desnudo, pero se votan figuras grotescas que exhiben violentamente su autoritarismo al tiempo que se proponen luchar contra la corrupción y logran unir desposeídos y clases altas. ¿Cómo sucede?


El capitalismo siempre decepciona


Hemos asistido - tanto en Argentina como ahora en Brasil- más allá de las diferencias, a procesos en que los populismos llamados de izquierda alternan con gobiernos de derecha, defensores acérrimos del sistema capitalista, los así llamados gobiernos neoliberales. Los populismos abren - por su relato y por determinadas acciones en relación con las políticas distributivas- esperanzas que luego son defraudadas. Así lo dicen las urnas, el ascenso del descrédito, la caída de la apuesta por los relatos de liberación. Es que el populismo nace como herramienta de salvataje del capitalismo como sistema (3) y, desde ese lugar original, mantiene una dialéctica discursiva contra los abusos del capital sin nunca cuestionar sus fundamentos e incluso actuando en su favor en múltiples ocasiones. Está infiltrado por corruptelas varias para mantenerse en el poder, ajusta cuando le es necesario para perpetuarse, recorta favoreciendo a las empresas, al extractivismo y a otras prioridades por el estilo. No jugarse en otra dirección está en su naturaleza y no hay por qué reprochárselo salvo cuando se pretende anticapitalista. Pero esta observación sí tiene que servir para entender algo de las crisis en que se hunden los populismos y de las características de los gobiernos que los suceden, de este pasaje a los gobiernos de derecha franca. Tarde o temprano, unos y otros terminan acelerando procesos de crisis, sobre todo en relación a la credibilidad. Oponerlos entre sí no hace sino enturbiar la escena de la verdadera brecha o grieta, la que separa al capitalismo de cualquier opción que se le oponga. (4)

Asimismo, estos modos de la descomposición llevan a la derrota y la desconfianza y se materializan como rechazo a la política, entendida como todo aquello que concierne a cualquier nosotros solidario. Es muy importante no confundir, como lo hacen muchos, este rechazo con los movimientos que crecieron al compás del Argentinazo en 2001/02. Allí no se jugó, en absoluto, un rechazo a la política sino todo lo contrario. Creció un movimiento autónomo, asambleario, de debate y de discusión política. La consigna QSVT, Que se vayan todos, que no quede ni uno solo, estaba dirigida a los políticos partidistas y su actuación, prueba evidente del fracaso de la representatividad, tal cual se ejerce en la democracia burguesa.

Para retomar el tema del descrédito: hay críticas por izquierda al populismo, ya que se le reprocha no defender a los trabajadores y mantener componendas con el capital. La derecha, por su lado, lo desprecia por las mejoras que el populismo puede llegar a distribuir entre los pobres, lo que es sentido como ataque -en última instancia- a la propiedad privada, el máximo valor que ella sustenta. En esta dirección, y en referencia al PT brasilero, dice Eliane Brum en The Guardian: “Esta gente odia al PT (Partido de los Trabajadores) por muchas razones. Algunos porque bajo los anteriores presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, el partido redujo la pobreza, amplió el acceso a la universidad a los estudiantes negros y legalizó derechos para las mucamas, durante mucho tiempo el modo de la moderna esclavitud en Brasil. Otros, porque no pueden perdonar a un partido que subió al poder prometiendo cambio sólo para transformarse en corrupto y distante.” En la inteligente apreciación de esta periodista: “Jair Bolsonaro es el producto monstruoso del silencio del país respecto de los crímenes cometidos en la dictadura.” (5). Esta negligencia del PT sería buen tema para otro artículo.

Así, se termina denigrando, devaluando, a la política en general. Surge, al compás de este rechazo, el ascenso de los Macris o los Bolsonaros, supuestamente sujetos sin ideología, más allá de consignas banales como la de Revolución de la alegría, Se puede, Vamos BA y otras, tanto o más huecas, en el primer caso. El caso Bolsonaro, en particular, admite ya la violencia desembozada en las consignas. Es el proceso -que en Argentina se insinúa y en Brasil ya explotó- del fascismo explícito, con una relación privilegiada con la proliferación de las sectas en esta época. Este matrimonio es el que podría explicar la razón del pasaje desde el descrédito al fascismo.


Las sectas ¿nuevo salvataje del capitalismo fascista?


Hemos trabajado el tema de las sectas en otros números. (6). En este caso, entonces, no voy a reiterar las condiciones generales de época que contribuyen al crecimiento de estos grupos de riesgo. Quiero referirme estrictamente a lo que concierne a los grupos religiosos sectarios que albergan y redirigen el odio y la violencia que provocan los fracasos del capitalismo, los que hacen crecer el malestar objetivo e íntimo de los sujetos. Son grupos que pueden asemejarse al católico de Tradición, Familia y Propiedad, que actuó en América del Sur a favor de las dictaduras desde los 60, aunque en esta renovación se trate de evangélicos.

Hay, como vimos, violencia subjetiva generada por la realidad que golpea. Hay desintricación pulsional y liberación de la pulsión de muerte. El malestar social constituye su cultivo. (7). Asimismo, hay violencia entre los sujetos y surgimiento de chivos expiatorios sobre los que ella recae. El sistema tiene procedimientos para organizar esas violencias y también para lidiar con ellas.

Uno de los procedimientos es el fomento del aislamiento. Las propuestas de los grupos de riesgo orientalistas, en general, resultan muy apropiadas para estos fines; ellos usan la persuasión coercitiva para captar a sus adeptos. Así, vimos al macrismo desenvolverse dentro de y promocionar hacia afuera a uno de los grupos más rentables de la época, el de El Arte de Vivir. (8). En estos casos, se trata del privilegio dado a las soluciones íntimas, individuales: la Meditación, el tipo de respiración que llevaría a un mejor vivir, el Mindfulness etc. Son como drogas -ya que la pertenencia termina por ser adictiva- que permiten soportar los efectos demoledores del sistema. Constituyen una puerta de entrada para las propuestas emprendeduristas, del sujeto que crece solo, con sus recursos propios, sin depender de nadie y menos del Estado. Es una oferta dirigida a clases medias, mínimamente educadas, ávidas por consumir modas que les den un toque top y cool al que no accederían de otro modo debido al bajo nivel económico en el que cayeron. También suelen quedar atrapados jóvenes idealistas que descreen de las opciones políticas y buscan canalizar su resistencia al consumismo en opciones provenientes de la espiritualidad. Ambos sectores son esquilmados tanto en su buena fe como en sus bolsillos. La promoción de las salidas individuales e independientes termina frecuentemente en trabajos flexibilizados que carecen del amparo de derechos laborales.

Los evangélicos también captan mediante una maniobra que, en su caso, coincide con la prédica individualista, vinculada al hombre que se esfuerza, trabaja, ahorra, es un triunfador en lo material -prueba indudable de que Dios lo ha premiado por sus virtudes y por colaborar con la Iglesia-, prédica de gran coincidencia con la del capitalismo. La Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada en Brasil en 1977 por Edil Macedo -hoy multimillonario- es un ejemplo paradigmático. Sostiene una lucha sin cuartel contra el avance de los derechos, especialmente los de mujeres y miembros de la diversidad de género. Acompañó al PT durante el gobierno de Lula -pecado de amplitud populista-, actuó contra Dilma Rousseff, ahora gestiona con Temer y sostiene a Bolsonaro. Cuenta con medios de comunicación para difundir las famosas fake news y con recursos económicos cuantiosos para financiar a los partidos políticos del capitalismo. Está acusada de participar del narcotráfico. Mediante la recolección del diezmo, acopia dinero negro para crecer evadiendo. En Argentina, ya contamos con ellos y con su consigna, Pare de sufrir, así como con otras agrupaciones evangélicas (9) y con su participación violenta en cuanta campaña retrógrada surge. Es notable la operación sectaria evangélica y su calco en la de Cambiemos, el frente macrista. (10)

El segundo recurso, más afín aún al fascismo, con el que cuenta el sistema para canalizar el odio y la violencia que él mismo provoca es el de ofrecer chivos expiatorios. Este es el arma que hemos visto desplegar en Argentina, por ejemplo, a la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Así, hemos asistido a sus diatribas contra los “terroristas” de una supuesta RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), ante la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado o cuando la Prefectura fusiló por la espalda al joven Rafael Nahuel; a favor de la pena de muerte directa, al fomentar la así llamada Doctrina Chocobar o de Gatillo Fácil, que consiste en amparar y felicitar a las fuerzas de seguridad cuando actúan asesinando, incluso por la espalda; y -últimamente- al tildar de terroristas a las Organizaciones Sociales, que trabajan en los barrios excluidos, y acusarlas de tener lazos con el narcotráfico, así como de ser golpistas cuando concurren a manifestarse en la calle en defensa de sus derechos.

Se ofrecen, de este modo, blancos para que la violencia social se pueda volcar, sin que se genere ni la mínima conciencia sobre su verdadero origen: el malestar social genera violencia y los blancos sirven de descarga. Esas salidas extremas son avaladas por las sectas evangélicas, por ejemplo, -como lo vemos en Brasil- las que se erigen en defensoras de los valores fundamentales de las tradiciones, de la familia, de la vida y de la propiedad. Los negros, los homosexuales, los luchadores sociales, cualquiera puede transformarse en descartable, incluso asesinado, como Marielle Franco. Aquí se hizo muy evidente la actuación violenta de los evangelistas; hubo reacciones de mucha agresividad hacia mujeres feministas pro legalización del aborto por parte de los autodenominados defensores de las dos vidas, capaces incluso de amenazarlas, insultarlas y lastimarlas en plena calle. Han participado también contra la ESI (Educación Sexual Integral), como derecho que asiste a la infancia, bajo la consigna Con mis hijos no te metas, ejerciendo violencia contra docentes y padres. Son -como vimos en el caso de los votantes fanáticos de Trump- conservadores, patriarcales y homofóbicos. Asimismo, vimos desplegarse rasgos de poca instrucción/cultura y de mucha violencia cuando los vecinos de clases altas conformaron una marcha frente al Congreso, en agosto de este año, para pedir el encarcelamiento de la ex presidente Cristina Kirchner. (11) Sectas y clases altas poco instruidas coinciden, así, en sus reclamos. Es tan fuerte el peso de estas sectas que Haddad, el candidato del PT, que aspira a competir con Bolsonaro en el ballotage del 28 de octubre, ya ha iniciado su acercamiento a las mismas, con un discurso que enfatiza rasgos de su vida privada, como el de estar casado por más de 30 años con la misma mujer. El PT insiste en albergar al huevo de la serpiente en su seno.

Si hoy la cultura constituye subjetividades fragilizadas, si las salidas solidarias de lucha están debilitadas, el modo en que el poder interviene para sostener el sistema así instituido es tanto el fomento del individualismo como la oferta de congregarse a partir de grupos que catalizan la violencia que genera el sistema y la dirigen a los blancos que ese mismo poder designa. Entre los marginados reclutan al ofrecer una pertenencia y una promesa. En el caso de Brasil, acabamos de asistir al ascenso de Bolsonaro, exponente del fascismo más explícito, quien ha sido fogoneado por estos grupos sectarios: “El ascenso de los grupos evangélicos es políticamente inquietante porque están alimentando una nueva forma de populismo. A los partidos conservadores les están dando votantes que no pertenecen a la élite, lo cual es bueno para la democracia, pero estos electores suelen ser intransigentes en asuntos relacionados con la sexualidad, lo que genera polarización cultural. La inclusión intolerante, que constituye la fórmula populista clásica en América Latina, está siendo reinventada por los pastores protestantes.

Brasil es un buen ejemplo del aumento del poder evangélico en América Latina. La bancada evangélica, los noventa y tantos miembros evangélicos del congreso, han frustrado acciones legislativas a favor de la población LGBT, desempeñaron un papel importante en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y cerraron exposiciones en museos. Un alcalde evangélico fue electo en Río de Janeiro, una de las ciudades del mundo más abiertas con la comunidad homosexual. Sus éxitos han sido tan ambiciosos, que los obispos evangélicos de otros países dicen que quieren imitar el ‘modelo brasileño’.

Ese modelo se está esparciendo por la región. Con la ayuda de los católicos, los evangélicos también han organizado marchas en contra del movimiento LGBT en Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Perú y México. En Paraguay y Colombia pidieron que los ministerios de educación prohibieran los libros que abordan la sexualidad. En Colombia incluso se movilizaron para que se rechazara el acuerdo de paz con las FARC, el mayor grupo guerrillero en América Latina, con el argumento de que los acuerdos llevaban muy lejos los derechos feministas y de la comunidad LGBT.

(…) Hay una razón por la cual los políticos conservadores están abrazando el evangelicalismo. Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a las élites. Tal como señaló el politólogo Ed Gibson, los partidos de derecha obtenían su electorado principal entre las clases sociales altas. Esto los hacía débiles electoralmente.

Los evangélicos están cambiando ese escenario. Están consiguiendo votantes entre gente de todas las clases sociales, pero principalmente entre los menos favorecidos. Están logrando convertir a los partidos de derecha en partidos del pueblo.

(…) No es accidental que Estados Unidos y América Latina tengan experiencias similares en cuanto a la política evangélica. Los evangélicos estadounidenses instruyen a sus contrapartes latinoamericanos sobre cómo coquetear con los partidos, convertirse en cabilderos y combatir el matrimonio igualitario. Hay muy pocos grupos de la sociedad civil que tengan vínculos externos tan sólidos.” (12)

Hay una coincidencia, entonces, entre: planes continentales que responden a intereses globalizados, a corporaciones dominantes; gobernantes fascistas que asumen el relevo de sistemas en crisis y prometen venganza -y en este punto la declamada lucha contra la corrupción es quizás el caballito de batalla o el Caballo de Troya más eficaz-; clases sociales excluidas y frustradas y clases privilegiadas embrutecidas, incultas. Se encuentran, como vimos, salidas para la violencia que genera el sistema que no sólo no lo ponen en riesgo sino que lo fortalecen. Las sectas o grupos de riesgo tienen, en esta peligrosa intersección, un rol esencial. El futuro es, por lo menos, inquietante.

(*) “Más allá del capitalismo senil”.


Notas


(1) Noam Chomsky: "El Partido Republicano de EE.UU. es la organización más peligrosa de la historia de la humanidad"

(2) “Los brotes reaccionarios aparecen en las sociedades en contextos particulares. En el país vecino, la debacle económica y la falta de respuesta por parte del PT propiciaron una fantástica elección del candidato más de derecha del que se tenga memoria en ese país. Acá, podría ocurrir lo mismo.” Saglul, Carlos, Brasil y la República de Weimar.

(3) “En la década del 40, en Argentina, Perón comenzaba a entrever la emergencia de una nueva era, la de las masas, así como la necesidad de dar respuesta a esa realidad. De lo contrario, el pueblo trabajador librado a sí mismo, sin un líder ni organización, se convertiría en una amenaza para el orden social. Perón comprendía que si se mantenía la pasividad y se hacían oídos sordos a las necesidades de los trabajadores, el malestar de las masas sería explosivo y la lucha de clases destruiría a la Nación”. Por salvar al capitalismo, Perón da cabida a los reclamos insatisfechos y a la formación de la masa peronista. La autora (Nora Merlin) dice que, mediante una construcción política posterior, esa masa se transformó en populismo, con la mediación de su irrupción autoconvocada, el 17 de octubre del 45, para salvar a su líder. Tomado del comentario del libro Populismo y Psicoanálisis, en El Psicoanalítico número 33: “Historia, violencia y furia”.

(4) Oleaga, María Cristina, La manzana rodeada, Ibid (2).

(5) Brum, Eliane, Cómo una homofóbica, misógina, ‘cosa’ racista puede ser el próximo presidente de Brasil. (La traducción es mía).

(6) Oleaga, María Cristina, La secta, una respuesta posible al malestar del capitalismo globalizado, Revista El Psicoanalítico Número 1: “Avance de la insignificancia:todos somos Borderline”

(7) “Y en relación a la severidad superyoica diremos que desata lo más mortífero de esa instancia, lo cual se aprecia en la predominancia de los actos autodestructivos descritos previamente. Gozar en la muerte, tal vez ser alguien por única vez en ese preciso y fugaz momento de autoproducirla; ser alguien en ese acto delictivo suicida o en el cuerpo colgado: ser alguien para el Otro; o inmolarse y quitarse de encima de una vez el peso de su crueldad. Destruirse en defensa propia: excluirse de la vida para, por fin, hallar sosiego. O –por qué no- hacer un radical rechazo del Otro, “triunfar” sobre él…” Franco, Yago. Tomado de Población sobrante, en la Revista El Psicoanalítico número 27: “Quedarse afuera (Precarizados, excluidos y desempleados)” .

(8) Oleaga, María Cristina, La felicidad universal trastorna, en la Revista El Psicoanalítico número 32: “Y todos felices”

(9) Macri y Larreta reciben la palabra de Dios.

(10) Cambiemos y los evangelistas.

(11) Mujeres muy bien vestidas que gritaban, por ejemplo: “Quiero que le saquen el desafuero a la chorra”, manifestando así su total ignorancia sobre el proceso en cuestión, así como otros que repetían frases hechas -“Se robaron un PBI”- sin poder luego sustentarlas con argumentos, etc.

(12) Corrales, Javier, Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina.


 
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