“(…)¿son sólo fenómenos ‘transitorios’ –como procuran hacernos creer los
incondicionales del capitalismo? (…) O bien (y ésta es mi tesis) ¿son síntomas de la
senilidad de un sistema que hoy se hace imperativo superar para asegurar la
supervivencia de la civilización humana?”
Samir Amin (*)
El peligro mayor de la historia de la Humanidad
Noam Chomsky ha señalado, alarmado, que Trump sedujo a gran parte de los fundamentalistas
y que el Partido Republicano de EE.UU. es la organización más peligrosa de la Tierra y de la
historia de la Humanidad. (1). Son apoyados por religiosos fanáticos, en su mayoría blancos con
poca educación. Sostienen tradiciones patriarcales, fomentan la instrucción religiosa en las
escuelas, la enseñanza del creacionismo, la segunda enmienda de los derechos privados de los
ciudadanos para portar armas de fuego y se oponen al derecho de abortar y al derecho de
legalizar uniones del mismo sexo. Están deseosos de exportar estas ideas fuera de sus fronteras,
al tiempo que se protegen internamente de la inmigración, el multiculturalismo y el tan denostado
comunismo ateo. Sin ser muy religioso, Trump ha sabido valerse de religiosos rígidos y de bajo
nivel de educación para gobernar.
¿Cómo es que estas ideas retrógradas, incluso fascistas, que han dado el 46,26 por ciento de los
votos a Bolsonaro en Brasil, ganan espacio? Sabemos del descrédito en que han caído los
sistemas de representación y comprobamos que es un rasgo global. El sistema capitalista
democrático representativo colapsa en descomposición y corrupción. Muchos comentadores
vinculan este pasaje del descrédito al fascismo con el malestar creciente de las mayorías en el
sistema capitalista. (2). Así, estos desposeídos terminan votando junto a la minoría que
pertenece a la clase alta. Sin embargo, queda por explicar la particularidad del pasaje: no se cree
en el sistema representativo ni en los que en su interior se postulan, el Rey está desnudo, pero se
votan figuras grotescas que exhiben violentamente su autoritarismo al tiempo que se proponen
luchar contra la corrupción y logran unir desposeídos y clases altas. ¿Cómo sucede?
El capitalismo siempre decepciona
Hemos asistido - tanto en Argentina como ahora en Brasil- más allá de las diferencias, a
procesos en que los populismos llamados de izquierda alternan con gobiernos de derecha,
defensores acérrimos del sistema capitalista, los así llamados gobiernos neoliberales. Los
populismos abren - por su relato y por determinadas acciones en relación con las políticas
distributivas- esperanzas que luego son defraudadas. Así lo dicen las urnas, el ascenso del
descrédito, la caída de la apuesta por los relatos de liberación. Es que el populismo nace como
herramienta de salvataje del capitalismo como sistema (3) y, desde ese lugar original, mantiene
una dialéctica discursiva contra los abusos del capital sin nunca cuestionar sus fundamentos e
incluso actuando en su favor en múltiples ocasiones. Está infiltrado por corruptelas varias para
mantenerse en el poder, ajusta cuando le es necesario para perpetuarse, recorta favoreciendo a
las empresas, al extractivismo y a otras prioridades por el estilo. No jugarse en otra dirección está
en su naturaleza y no hay por qué reprochárselo salvo cuando se pretende anticapitalista. Pero
esta observación sí tiene que servir para entender algo de las crisis en que se hunden los
populismos y de las características de los gobiernos que los suceden, de este pasaje a los
gobiernos de derecha franca. Tarde o temprano, unos y otros terminan acelerando procesos de
crisis, sobre todo en relación a la credibilidad. Oponerlos entre sí no hace sino enturbiar la escena
de la verdadera brecha o grieta, la que separa al capitalismo de cualquier opción que se le
oponga. (4)
Asimismo, estos modos de la descomposición llevan a la derrota y la desconfianza y se
materializan como rechazo a la política, entendida como todo aquello que concierne a cualquier
nosotros solidario. Es muy importante no confundir, como lo hacen muchos, este rechazo con los
movimientos que crecieron al compás del Argentinazo en 2001/02. Allí no se jugó, en absoluto, un
rechazo a la política sino todo lo contrario. Creció un movimiento autónomo, asambleario, de
debate y de discusión política. La consigna QSVT, Que se vayan todos, que no quede ni uno solo,
estaba dirigida a los políticos partidistas y su actuación, prueba evidente del fracaso de la
representatividad, tal cual se ejerce en la democracia burguesa.
Para retomar el tema del descrédito: hay críticas por izquierda al populismo, ya que se le
reprocha no defender a los trabajadores y mantener componendas con el capital. La derecha, por
su lado, lo desprecia por las mejoras que el populismo puede llegar a distribuir entre los pobres, lo
que es sentido como ataque -en última instancia- a la propiedad privada, el máximo valor que ella
sustenta. En esta dirección, y en referencia al PT brasilero, dice Eliane Brum en The Guardian:
“Esta gente odia al PT (Partido de los Trabajadores) por muchas razones. Algunos porque bajo
los anteriores presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, el partido redujo la pobreza, amplió el
acceso a la universidad a los estudiantes negros y legalizó derechos para las mucamas, durante
mucho tiempo el modo de la moderna esclavitud en Brasil. Otros, porque no pueden perdonar a
un partido que subió al poder prometiendo cambio sólo para transformarse en corrupto y
distante.” En la inteligente apreciación de esta periodista: “Jair Bolsonaro es el producto
monstruoso del silencio del país respecto de los crímenes cometidos en la dictadura.” (5). Esta
negligencia del PT sería buen tema para otro artículo.
Así, se termina denigrando, devaluando, a la política en general. Surge, al compás de este
rechazo, el ascenso de los Macris o los Bolsonaros, supuestamente sujetos sin ideología, más
allá de consignas banales como la de Revolución de la alegría, Se puede, Vamos BA y otras,
tanto o más huecas, en el primer caso. El caso Bolsonaro, en particular, admite ya la violencia
desembozada en las consignas. Es el proceso -que en Argentina se insinúa y en Brasil ya
explotó- del fascismo explícito, con una relación privilegiada con la proliferación de las sectas en
esta época. Este matrimonio es el que podría explicar la razón del pasaje desde el descrédito al
fascismo.
Las sectas ¿nuevo salvataje del capitalismo fascista?
Hemos trabajado el tema de las sectas en otros números. (6). En este caso, entonces, no voy a
reiterar las condiciones generales de época que contribuyen al crecimiento de estos grupos de
riesgo. Quiero referirme estrictamente a lo que concierne a los grupos religiosos sectarios que
albergan y redirigen el odio y la violencia que provocan los fracasos del capitalismo, los que
hacen crecer el malestar objetivo e íntimo de los sujetos. Son grupos que pueden asemejarse al
católico de Tradición, Familia y Propiedad, que actuó en América del Sur a favor de las dictaduras
desde los 60, aunque en esta renovación se trate de evangélicos.
Hay, como vimos, violencia subjetiva generada por la realidad que golpea. Hay desintricación
pulsional y liberación de la pulsión de muerte. El malestar social constituye su cultivo. (7).
Asimismo, hay violencia entre los sujetos y surgimiento de chivos expiatorios sobre los que ella
recae. El sistema tiene procedimientos para organizar esas violencias y también para lidiar con
ellas.
Uno de los procedimientos es el fomento del aislamiento. Las propuestas de los grupos de riesgo
orientalistas, en general, resultan muy apropiadas para estos fines; ellos usan la persuasión
coercitiva para captar a sus adeptos. Así, vimos al macrismo desenvolverse dentro de y
promocionar hacia afuera a uno de los grupos más rentables de la época, el de El Arte de Vivir.
(8). En estos casos, se trata del privilegio dado a las soluciones íntimas, individuales: la
Meditación, el tipo de respiración que llevaría a un mejor vivir, el Mindfulness etc. Son como
drogas -ya que la pertenencia termina por ser adictiva- que permiten soportar los efectos
demoledores del sistema. Constituyen una puerta de entrada para las propuestas
emprendeduristas, del sujeto que crece solo, con sus recursos propios, sin depender de nadie y
menos del Estado. Es una oferta dirigida a clases medias, mínimamente educadas, ávidas por
consumir modas que les den un toque top y cool al que no accederían de otro modo debido al
bajo nivel económico en el que cayeron. También suelen quedar atrapados jóvenes idealistas que
descreen de las opciones políticas y buscan canalizar su resistencia al consumismo en opciones
provenientes de la espiritualidad. Ambos sectores son esquilmados tanto en su buena fe como en
sus bolsillos. La promoción de las salidas individuales e independientes termina frecuentemente
en trabajos flexibilizados que carecen del amparo de derechos laborales.
Los evangélicos también captan mediante una maniobra que, en su caso, coincide con la prédica
individualista, vinculada al hombre que se esfuerza, trabaja, ahorra, es un triunfador en lo material
-prueba indudable de que Dios lo ha premiado por sus virtudes y por colaborar con la Iglesia-,
prédica de gran coincidencia con la del capitalismo. La Iglesia Universal del Reino de Dios,
fundada en Brasil en 1977 por Edil Macedo -hoy multimillonario- es un ejemplo paradigmático.
Sostiene una lucha sin cuartel contra el avance de los derechos, especialmente los de mujeres y
miembros de la diversidad de género. Acompañó al PT durante el gobierno de Lula -pecado de
amplitud populista-, actuó contra Dilma Rousseff, ahora gestiona con Temer y sostiene a
Bolsonaro. Cuenta con medios de comunicación para difundir las famosas fake news y con
recursos económicos cuantiosos para financiar a los partidos políticos del capitalismo. Está
acusada de participar del narcotráfico. Mediante la recolección del diezmo, acopia dinero negro
para crecer evadiendo. En Argentina, ya contamos con ellos y con su consigna, Pare de sufrir,
así como con otras agrupaciones evangélicas (9) y con su participación violenta en cuanta
campaña retrógrada surge. Es notable la operación sectaria evangélica y su calco en la de
Cambiemos, el frente macrista. (10)
El segundo recurso, más afín aún al fascismo, con el que cuenta el sistema para canalizar el odio
y la violencia que él mismo provoca es el de ofrecer chivos expiatorios. Este es el arma que
hemos visto desplegar en Argentina, por ejemplo, a la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Así, hemos asistido a sus diatribas contra los “terroristas” de una supuesta RAM (Resistencia
Ancestral Mapuche), ante la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado o cuando la
Prefectura fusiló por la espalda al joven Rafael Nahuel; a favor de la pena de muerte directa, al
fomentar la así llamada Doctrina Chocobar o de Gatillo Fácil, que consiste en amparar y felicitar a
las fuerzas de seguridad cuando actúan asesinando, incluso por la espalda; y -últimamente- al
tildar de terroristas a las Organizaciones Sociales, que trabajan en los barrios excluidos, y
acusarlas de tener lazos con el narcotráfico, así como de ser golpistas cuando concurren a
manifestarse en la calle en defensa de sus derechos.
Se ofrecen, de este modo, blancos para que la violencia social se pueda volcar, sin que se
genere ni la mínima conciencia sobre su verdadero origen: el malestar social genera violencia y
los blancos sirven de descarga. Esas salidas extremas son avaladas por las sectas evangélicas,
por ejemplo, -como lo vemos en Brasil- las que se erigen en defensoras de los valores
fundamentales de las tradiciones, de la familia, de la vida y de la propiedad. Los negros, los
homosexuales, los luchadores sociales, cualquiera puede transformarse en descartable, incluso
asesinado, como Marielle Franco. Aquí se hizo muy evidente la actuación violenta de los
evangelistas; hubo reacciones de mucha agresividad hacia mujeres feministas pro legalización
del aborto por parte de los autodenominados defensores de las dos vidas, capaces incluso de
amenazarlas, insultarlas y lastimarlas en plena calle. Han participado también contra la ESI
(Educación Sexual Integral), como derecho que asiste a la infancia, bajo la consigna Con mis
hijos no te metas, ejerciendo violencia contra docentes y padres. Son -como vimos en el caso de
los votantes fanáticos de Trump- conservadores, patriarcales y homofóbicos. Asimismo, vimos
desplegarse rasgos de poca instrucción/cultura y de mucha violencia cuando los vecinos de
clases altas conformaron una marcha frente al Congreso, en agosto de este año, para pedir el
encarcelamiento de la ex presidente Cristina Kirchner. (11) Sectas y clases altas poco instruidas
coinciden, así, en sus reclamos. Es tan fuerte el peso de estas sectas que Haddad, el candidato
del PT, que aspira a competir con Bolsonaro en el ballotage del 28 de octubre, ya ha iniciado su
acercamiento a las mismas, con un discurso que enfatiza rasgos de su vida privada, como el de
estar casado por más de 30 años con la misma mujer. El PT insiste en albergar al huevo de la
serpiente en su seno.
Si hoy la cultura constituye subjetividades fragilizadas, si las salidas solidarias de lucha están
debilitadas, el modo en que el poder interviene para sostener el sistema así instituido es tanto el
fomento del individualismo como la oferta de congregarse a partir de grupos que catalizan la
violencia que genera el sistema y la dirigen a los blancos que ese mismo poder designa. Entre los
marginados reclutan al ofrecer una pertenencia y una promesa. En el caso de Brasil, acabamos
de asistir al ascenso de Bolsonaro, exponente del fascismo más explícito, quien ha sido
fogoneado por estos grupos sectarios: “El ascenso de los grupos evangélicos es políticamente
inquietante porque están alimentando una nueva forma de populismo. A los partidos
conservadores les están dando votantes que no pertenecen a la élite, lo cual es bueno para la
democracia, pero estos electores suelen ser intransigentes en asuntos relacionados con la
sexualidad, lo que genera polarización cultural. La inclusión intolerante, que constituye la fórmula
populista clásica en América Latina, está siendo reinventada por los pastores protestantes.
Brasil es un buen ejemplo del aumento del poder evangélico en América Latina. La bancada
evangélica, los noventa y tantos miembros evangélicos del congreso, han frustrado acciones
legislativas a favor de la población LGBT, desempeñaron un papel importante en la destitución de
la presidenta Dilma Rousseff y cerraron exposiciones en museos. Un alcalde evangélico fue
electo en Río de Janeiro, una de las ciudades del mundo más abiertas con la comunidad
homosexual. Sus éxitos han sido tan ambiciosos, que los obispos evangélicos de otros países
dicen que quieren imitar el ‘modelo brasileño’.
Ese modelo se está esparciendo por la región. Con la ayuda de los católicos, los evangélicos
también han organizado marchas en contra del movimiento LGBT en Colombia, Costa Rica,
República Dominicana, Perú y México. En Paraguay y Colombia pidieron que los ministerios de
educación prohibieran los libros que abordan la sexualidad. En Colombia incluso se movilizaron
para que se rechazara el acuerdo de paz con las FARC, el mayor grupo guerrillero en América
Latina, con el argumento de que los acuerdos llevaban muy lejos los derechos feministas y de la
comunidad LGBT.
(…) Hay una razón por la cual los políticos conservadores están abrazando el evangelicalismo.
Los grupos evangélicos están resolviendo la desventaja política más importante que los partidos
de derecha tienen en América Latina: su falta de arrastre entre los votantes que no pertenecen a
las élites. Tal como señaló el politólogo Ed Gibson, los partidos de derecha obtenían su
electorado principal entre las clases sociales altas. Esto los hacía débiles electoralmente.
Los evangélicos están cambiando ese escenario. Están consiguiendo votantes entre gente de
todas las clases sociales, pero principalmente entre los menos favorecidos. Están logrando
convertir a los partidos de derecha en partidos del pueblo.
(…) No es accidental que Estados Unidos y América Latina tengan experiencias similares en
cuanto a la política evangélica. Los evangélicos estadounidenses instruyen a sus contrapartes
latinoamericanos sobre cómo coquetear con los partidos, convertirse en cabilderos y combatir el
matrimonio igualitario. Hay muy pocos grupos de la sociedad civil que tengan vínculos externos
tan sólidos.” (12)
Hay una coincidencia, entonces, entre: planes continentales que responden a intereses
globalizados, a corporaciones dominantes; gobernantes fascistas que asumen el relevo de
sistemas en crisis y prometen venganza -y en este punto la declamada lucha contra la corrupción
es quizás el caballito de batalla o el Caballo de Troya más eficaz-; clases sociales excluidas y
frustradas y clases privilegiadas embrutecidas, incultas. Se encuentran, como vimos, salidas para
la violencia que genera el sistema que no sólo no lo ponen en riesgo sino que lo fortalecen. Las
sectas o grupos de riesgo tienen, en esta peligrosa intersección, un rol esencial. El futuro es, por
lo menos, inquietante.
(*) “Más allá del capitalismo senil”.
Notas
(1) Noam Chomsky: "El Partido Republicano de EE.UU. es la organización más peligrosa de la
historia de la humanidad"
(2) “Los brotes reaccionarios aparecen en las sociedades en contextos particulares. En el país
vecino, la debacle económica y la falta de respuesta por parte del PT propiciaron una fantástica
elección del candidato más de derecha del que se tenga memoria en ese país. Acá, podría ocurrir
lo mismo.” Saglul, Carlos, Brasil y la República de Weimar.
(3) “En la década del 40, en Argentina, Perón comenzaba a entrever la emergencia de una nueva
era, la de las masas, así como la necesidad de dar respuesta a esa realidad. De lo contrario, el
pueblo trabajador librado a sí mismo, sin un líder ni organización, se convertiría en una amenaza
para el orden social. Perón comprendía que si se mantenía la pasividad y se hacían oídos sordos
a las necesidades de los trabajadores, el malestar de las masas sería explosivo y la lucha de
clases destruiría a la Nación”. Por salvar al capitalismo, Perón da cabida a los reclamos
insatisfechos y a la formación de la masa peronista. La autora (Nora Merlin) dice que, mediante
una construcción política posterior, esa masa se transformó en populismo, con la mediación de su
irrupción autoconvocada, el 17 de octubre del 45, para salvar a su líder.
Tomado del comentario del libro Populismo y Psicoanálisis, en El Psicoanalítico número 33:
“Historia, violencia y furia”.
(4) Oleaga, María Cristina, La manzana rodeada, Ibid (2).
(5) Brum, Eliane, Cómo una homofóbica, misógina, ‘cosa’ racista puede ser el próximo presidente
de Brasil. (La traducción es mía).
(6) Oleaga, María Cristina, La secta, una respuesta posible al malestar del capitalismo
globalizado, Revista El Psicoanalítico Número 1: “Avance de la insignificancia:todos somos
Borderline”
(7) “Y en relación a la severidad superyoica diremos que desata lo más mortífero de esa
instancia, lo cual se aprecia en la predominancia de los actos autodestructivos descritos
previamente. Gozar en la muerte, tal vez ser alguien por única vez en ese preciso y fugaz
momento de autoproducirla; ser alguien en ese acto delictivo suicida o en el cuerpo colgado: ser
alguien para el Otro; o inmolarse y quitarse de encima de una vez el peso de su crueldad.
Destruirse en defensa propia: excluirse de la vida para, por fin, hallar sosiego. O –por qué no-
hacer un radical rechazo del Otro, “triunfar” sobre él…” Franco, Yago.
Tomado de Población sobrante, en la Revista El Psicoanalítico número 27: “Quedarse afuera
(Precarizados, excluidos y desempleados)” .
(8) Oleaga, María Cristina, La felicidad universal trastorna, en la Revista El Psicoanalítico número
32: “Y todos felices”
(9) Macri y Larreta reciben la palabra de Dios.
(10) Cambiemos y los evangelistas.
(11) Mujeres muy bien vestidas que gritaban, por ejemplo: “Quiero que le saquen el desafuero a
la chorra”, manifestando así su total ignorancia sobre el proceso en cuestión, así como otros que
repetían frases hechas -“Se robaron un PBI”- sin poder luego sustentarlas con argumentos, etc.
(12) Corrales, Javier, Un matrimonio perfecto: evangélicos y conservadores en América Latina.
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