Naturaleza muerta, Luis Egidio Meléndez (1716-1780)
Naturaleza muerta, Luis Egidio Meléndez (1716-1780)
Imagen obtenida de: https://mensulaediciones.wordpress.com/tag/luis-melendez/
Metamorfosis eróticas (*)
Selección Héctor J. Freire
hectorfreire@elpsicoanalitico.com.ar
 

Desde un punto de vista, el cubismo puede considerarse una reacción puritana contra los excesos y complicaciones del simbolismo, así como el neoclasicismo fue una rebelión contra la laxitud y el desasosiego del rococó.

Algunas veces todavía se etiqueta al cubismo sintético de “arte abstracto”; en realidad, la verdad es lo contrario. Sus practicantes estaban interesados en representar el objeto con absoluta perfección, en su totalidad, y eliminadas todas las alusiones literarias.

Por supuesto es verdad que Las señoritas de Aviñón de Picasso, que representa el primero y decisivo paso hacia el nuevo estilo, tiene un componente erótico. El tema del cuadro era una pizca adicional de travesura que pretendía reforzar la agresión de sus formas. Pero el contenido estaba totalmente subordinado a las intensiones estilísticas que la pintura expresaba.

El cubismo sintético y analítico totalmente desarrollado de Braque, Picasso y sus seguidores se confinó en un estrecho abanico de temas apartados del erotismo: naturalezas muertas, a menudo con instrumentos y músicos; retratos y otras composiciones de una sola figura, y paisajes con formas simplificadas y geometrizadas.

Paralelo al cubismo se desarrolló el arte de Matisse. Matisse es un hedonista antes que un artista erótico. La alegría de vivir, pintada en 1906, un año antes que Las señoritas de Aviñón, trata su tema de una manera muy general; pero es claro que Matisse debía mucho a Gauguin, y de hecho estaba tratando de transmitir su propia versión del sentimiento que Gauguin evocó en sus pinturas realizadas en los mares del Sur. En efecto, es importante comprender que Matisse, incluso más que Picasso, continúa la línea de Ingres: la larga serie de odaliscas pintadas por Matisse durante las décadas de 1920 y 1930 lo demuestran claramente, así como demuestran el continuado interés por las pinturas marroquíes de Delacroix.

Cuando representa un tema específicamente erótico –por ejemplo en sus ilustraciones al poema de Mallarmé La siesta de un fauno- Matisse recurre de manera totalmente deliberada a la convención neoclásica. Quiere recordarnos la simplicidad y vitalidad “paganas” de los dibujos en los vasos griegos y los murales eróticos de Pompeya y Herculano. Picasso, también, hace uso de una versión modernizada del estilo neoclásico, no sólo durante el breve período clásico de comienzos de la década de 1920, sino a lo largo de toda su carrera. Y en él, también, la encontramos usada como vehículo para el tema erótico.

Picasso también se sintió atraído por las ideas propuestas por los surrealistas, aunque en muchos aspectos lo que el movimiento surrealista predicó era una contradicción de todo lo que el cubismo había significado. El surrealismo representa un renacimiento de lo  literario y lo simbólico en un nuevo aspecto. El contenido era de nuevo importante, pero el contenido de una representación simbólica sería entonces una imagen de los trabajos del inconsciente del artista. Esto significó que se puso un énfasis especial en la idea de transformación, y también en la de asociación.

Los artistas surrealistas buscaban rehacer la realidad, de manera que ésta se convirtiera en la expresión perfecta de sus propias fantasías. En consecuencia, éste fue un movimiento artístico sin un estilo compartido. Un simple ejemplo de lo que podía esperarse que sucediera lo suministra un famoso cuadro de René Magritte, llamado La violación (1934), presenta una extraña cabeza de mujer, cuyas partes componentes resultan ser las porciones específicamente sexuales de un cuerpo de mujer. Así, sus ojos son también pechos, y su boca es una vulva. Otras obras de Magritte son igualmente específicas en su simbolismo sexual. En Los días titánicos, una mujer desnuda lucha con un hombre vestido que a su vez es, por alguna alquimia, parte de su propio cuerpo. El Océano muestra a una figura barbada desnuda, cuyo pene erecto se ha transformado en un diminuto desnudo femenino.

Las pinturas de Magritte nos suministran ejemplos materiales de transformación surrealista. El mismo proceso tiene lugar, pero de manera más compleja, en obras de Picasso, Max Ernst y Salvador Dalí. En una serie de dibujos realizados en 1927, Picasso toma un tema favorito del período clásico de unos pocos años antes y lo somete a un proceso de transformación radical: una figura, o un par de figuras, en la costa se convierten en una colección de formas tumescentes. Las figuras son femeninas, pero las propias formas sugieren falos en estado de erección.

De manera similar, la gran escultura de una cabeza femenina realizada por Picasso en la década de 1930, aparentemente bajo el estímulo de su aventura amorosa con Marie- Therèse Walter, simplifica las formas hasta que éstas sugieren los genitales masculinos, lo que proporciona un paralelo con las figurinas paleolíticas en las que una figura femenina también puede interpretarse como una representación del falo.

La atmósfera de las pinturas surrealistas a menudo es amenazadora, de manera especial cuando evocan directamente las ideas sexuales.

 

 

[*] Fragmento extraído del libro La sexualidad en el arte occidental, de Edward Lucie-Smith. Traducción de Hugo Mariani. Ediciones Destino, Barcelona 1992.


 
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