La que va es una mujer que no se ha detenido. También una escritura poética que se proyecta sobre la propia senda que ella traza. Cada poema se construye dentro de la lengua que fluye, de la lengua aprendida en la infancia y la aprendida en el viaje. Es en el acto original de la escritura que se recrea además el propio viaje.
La poesía se viaja escribiendo, se transita caminando como la mujer que va. Al leer La que va descubrimos que se ha viajado, transitado por el lenguaje y por el mundo. Cada título es una estación, cada epígrafe es el viaje que le robamos al robo, cada poema es una cartografía de imágenes, metáforas y versos impresa en el papel.
La que va transcribe la vida que ofrecen los caminos y el reflejo de la propia buscadora que, con audacia, nos orienta para que encontremos su propio tesoro.
Por Jorge Dubatti
La que va de Patricia Días Bialet no es un libro de poesía sino un conjunto de libros de poesía, una pequeña biblioteca poética. Dividido en seis secciones, totaliza –en el original que leo para escribir estas líneas- nada menos que 174 páginas en hojas grandes, tamaño oficio. Son casi 150 poemas.
No es frecuente esta extensión en los libros de poesía. Es una suma de libros. Una “biblia”, en minúscula, y sin pretensión de texto sagrado, una “biblia” existencial, dadora de sentido a la cotidianeidad y la realidad, con mucho de libro profano de rezos, de conexión de materialidad y metafísica a través, en, desde, para la escritura.
La poesía como “acto” vital, en hermandad con la gran herencia romántica resignificada por las vanguardias.
(Del prólogo del libro)
DERROTERO DE BOA (I)
Blanche: Y la Muerte estaba tan próxima como usted.
La Muerte. Lo opuesto es el deseo.
Tennessee Williams
Un tranvía llamado Deseo
A primera hora saco la garra
Afilo mi dolor de insecto
Vacío el brebaje en mi escote
Recorro el maldecir de tu axila en su olor a polvillo de verano
A primera hora me baño en espuma de felpa
Rozo la esponja y pensó:
El deseo es ese vibrar desesperado que no claudica
MI ETERNIDAD
¿La muerte?
Sólo un gran cansancio
A orillas del mar infatigable.
Alberto Szpunberg
Dos mirlos comen pan delante de mi silencio.
Así quisiera mi eternidad:
rodeada de pájaros hambrientos
a quienes pueda serles enteramente indispensable.
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