En octubre del 2017 salió a la luz este documental que tiene la urgencia de la denuncia. Denunciar cómo están matando a mi pueblo de origen, Ingeniero White o Gaite o Güite como lo llamamos los whitenses, lugar para mí de los afectos tempranos, de las calles de tierra, del olor a mar, de entrañables amigos y familiares. La primera proyección en el pueblo fue de una intensidad emocional sin igual. Han pasado algunos meses desde esa primera proyección y la impronta de ese momento quedó grabada en mí.
Un whitense escribió:
“Un video para saber qué nos pasó. Un recorrido por el presente, recorriendo nuestra historia. Una historia real, relatada en primera persona por sus más caracterizados vecinos, apoyada en documentación irrefutable. El recuerdo de nuestros mártires.
Aquellos que resultaron - y resultan - víctimas del progreso que soñamos (o nos vendieron), cuando la ilusión se desvaneció y nos dejó el detrimento de vidas y enfermedades por doquier. Un video para reflexionar.
Tal vez para decir basta.”
Estas palabras me acompañan para seguir en la difusión, en el grito, en la denuncia. Una denuncia que se suma a la de tantos otros, como la de los pescadores ante la ría contaminada, la de las madres que gritan su dolor ante las muertes de sus seres queridos en “accidentes” laborales. ¿Cómo no decir que están matando a mi pueblo de origen? Además de querer decir, no podía no decir y así este documental/ homenaje a mi querido hermano muerto de un cáncer fulminante en el año 2000 aplaca mi dolor y tranquiliza mi conciencia.
En la clínica, día a día, escuchamos historias de dolor. El Dolor, de Marguerite Duras, es uno de los libros que tempranamente me conmovió. Duras conmueve y me conmueve, teje una trama de lo histórico social donde la vida cotidiana se desenvuelve entre dolores sociales. Entonces, cómo decir del dolor colectivo, del “dolor país”, del dolor de tanta destrucción, de tanta muerte.
A través de los años, los whitenses fuimos viendo cómo -tras la instalación de un Polo Petroquímico- las enfermedades y las muertes llegaron por doquier. Cánceres raros, muertes abruptas, enfermedades de todo tipo impregnan la vida cotidiana de White y plantean la pregunta: ¿se puede instalar un Polo Petroquímico en un lugar donde vive un pueblo?
El por qué de un documental o de cómo la escritura devino en documental
Recorriendo nuestra historia
Viaje tras viaje, encuentros con amigos de la infancia refrescando recuerdos. Y así, los ferroviarios, los pescadores, el puerto de aguas profundas, la playita y los cangrejos; los trabajadores de la Junta Nacional de Granos; los estibadores, la lucha de 1907 por la jornada de 8 horas de trabajo; la solidaridad que llega cuando la prefectura local mata a dos estibadores; las luchas obreras, aquellas históricas de ferroviarios y portuarios en la década del 60; Onganía y la DOW CHEMICAL y Lanusse en el 72, en ese helicóptero que sobrevuela y baja ante la mirada de tantos whitenses, y con él la ilusión de progreso, esa “piedra fundamental” que anuncia ese Polo Petroquímico diseñado vaya a saber en qué parte del mundo por esas Multinacionales que vieron que allí, en ese pueblito del sur de la provincia de Buenos Aires, las condiciones eran inmejorables para su sed de ganancias. La militancia de esos años contra los despidos y contra la instalación de ese Polo Petroquímico, el golpe del 76, los desaparecidos del pueblo, los exilios, las cárceles. El puerto, las vías del ferrocarril, las calles de tierra, el olor a mar, los adoquines, todo en la memoria, en la memoria colectiva. Los inmigrantes que llegan al comienzo del siglo pasado, los barcos, los perseguidos políticos o por hambrunas y los mapuches; esa matanza de los pueblos que habitaban esa zona y Roca y White. Ese lugar llamado “Puerto” transformado en 1899 en “White” donde Roca agasaja a su amigo el Ingeniero White.
Todo en la memoria, en la memoria colectiva
Memoria de muchos para encarar este proyecto, contar cómo están destruyendo y matando a su gente. Memoria para no olvidar, para recordar, para contar a las futuras generaciones, tal vez para decir: Basta. Basta de contaminación. Basta de muertes.
Charlas, actualización de datos que devino en escritura. Escritura que caminó el pueblo, que sumó voces, las voces de muchos para encarar este proyecto, cada uno con su pedacito de dolor, de broncas, de llantos ¿en qué momento la escritura devino documental?
En uno de mis viajes al pueblo decido grabar la charla con algunos amigos de mi infancia: Oscar, un despedido ferroviario; Mabel. cuyo padre trabajaba en la Junta Nacional de Granos; Graciela, que recordó a los desaparecidos del pueblo. En una charla con Vicente Zito Lema le comenté que había grabado y su comentario fue: “Ese material te puede servir para escribir el libro, pero también puede servir tanto para hacer una obra de teatro como para hacer un documental, un documental puede tener mayor difusión”. Palabras que produjeron en mí un impacto y fue el momento en que decidí que iba a contar esta historia en el lenguaje audiovisual. Un documental. Devenir. Devenir documentalista, para contar, para difundir, para gritar.
Comencé a imaginarme un comienzo con fotos de aquellos atardeceres mirando el mar, imágenes de las viejas casas de chapa y madera, las calles de tierra, las casillas ferroviarias. Un documental que se constituyera en una denuncia de la llamada “globalización” que no es otra cosa que la forma actual del capitalismo. Porque fue, justamente allí, en Ingeniero White, donde se estableció un Polo Petroquímico. Un Polo que modificó de raíz al pueblo. Un pueblo donde la vida giraba en torno al ferrocarril, el puerto y la junta Nacional de Granos. En todas las familias había empleados de esas empresas estatales. Y, tristemente, se suceden las muertes por cáncer de personas de todas las edades. Hay también trabajadores muertos por “accidentes” en las empresas. Hay muchos casos de enfermedades de la piel, problemas respiratorios. Hubo escapes de cloro y amoníaco. Nubes tóxicas que emanan de las chimeneas del Polo, fuertes olores. Grietas en las casas producto de las construcciones de los puertos de esas empresas. No es posible pescar en aguas contaminadas.
En Buenos Aires, muchos han sido los que alentaron y aportaron ideas y, también, los que me acompañaron en la soledad de las decisiones, del rumbo que iba tomando el documental, referentes en la historia construida, mis maestros, Freud, Ferenczi, Reich, los grupalistas argentinos, aquellos de los que aprendí que somos sujetos producidos históricamente, de aquellos como Reich que se preguntaba qué tipo de sujeto produce el capitalismo. Aquellos que describieron ese entramado de lo social/político/ emocional/corporal. Ulloa pensando la “cultura de la mortificación” y el maltrato de una sociedad que no ampara ni cobija.
Ingeniero White tiene una historia de lucha y es esa lucha la que quise reflejar en el documental: mostrar el caleidoscopio de acontecimientos que marcaron la vida de nuestro país y, en simultáneo, cómo fueron vividos por el pueblo, en la vida cotidiana de los whitenses y en lo singular de quien escribe.
Reflexión Final
Año tras año se difunde, en los noticieros y programas argentinos, en la fecha cercana a los 24 de marzo, una imagen de los militares argentinos entrando en una casa, símbolo del terror vivido, casa en Ingeniero White.
Símbolo del terror e instauración de un modelo, un modelo vigente. ¿Podemos pensar que esta destrucción es el estado actual del capitalismo y que la barbarie nos rodea por todos lados?
Desde su instalación e inauguración en 1981 por Martinez de Hoz todos los gobernantes, de todos los signos políticos, siguieron apoyando a las Multinacionales. Multinacionales a las cuales no les importa ni la contaminación ni las condiciones laborales de los trabajadores. Para ellos la “seguridad” es un costo laboral más, de ésos que nuestros gobernantes dicen que se pueden no pagar para “atraer inversiones”.
Esta destrucción en este pueblo no es un hecho aislado, es la voracidad del capitalismo a nivel mundial, es lo que hacen las multinacionales con lo que alguna vez fue llamado “el patio trasero” del imperialismo. Para ellos nuestros vidas no valen nada, allá bombardean y saquean y obligan a cientos de miles a migrar, acá instalan sus empresas para hacer cosas que no podrían en sus países de origen.
Un video para reflexionar, tal vez para decir basta
Los invito a ver este documental y también a difundirlo, a que unamos nuestros gritos para dejarles bien claro a los empresarios y a sus gobernantes que, aunque nos estén matando, todavía estamos vivos.