2051 Migrantes, Alejandro Santiago, Oaxaca
2051 Migrantes, Alejandro Santiago, Oaxaca. Imagen obtenida de:
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La crisis de los refugiados inmortalizada para siempre en el fondo del mar (*)

Por Suzana Camargo (**)
Traducción de María Cristina Oleaga
 

Es a través del arte que muchos episodios tristes de la humanidad quedaron eternizados. Momentos que las próximas generaciones  deberán recordar constantemente, para que nunca más vuelvan a repetirse, fueron retratados en cuadros, pinturas o esculturas.

Pero, por desgracia, sabemos que no siempre sucede así. En 1816, la embarcación francesa Medusa naufragó poco antes de llegar a la costa de Senegal, en África. Como estaba superpoblada, fueron poco los pasajeros que consiguieron lugar en los botes salvavidas. Algunos quedaron a la deriva y otros intentaron sobrevivir en balsas hechas con los restos de la fragata. Pasaron hambre y desesperación. La tragedia, conocida como uno de los mayores desastres marítimos de la época, fue retratada por el pintor francés Thèodore Géricault en el cuadro La balsa de la Medusa.

Exactamente 200 años después, el artista británico Jason deCaires Taylor se inspiró en la obra de Géricault para retratar otra tragedia que viene sucediendo en nuestros días en el Mar Mediterráneo: la fuga -y muerte en el mar- de refugiados que proceden de zonas de conflicto y se dirigen a Europa.

La balsa de Lampedusa, nombre de la obra de Taylor que abre esta nota, es una de las instalaciones creadas por él para componer el acervo del primer museo submarino de Europa, o Museo Atlántico, localizado en Lanzarote, una de las islas del Archipiélago de las Canarias.



Lampedusa es el nombre de la isla italiana a la que intenta llegar la gran mayoría de los refugiados, que salen de África o de países como Siria, Líbano e Irak, para conseguir asilo en el continente europeo. Lo que viene sucediendo, sin embargo, es que centenares de personas -incluido niños-, en embarcaciones en pésimas condiciones o hasta en botes, mueren ya en el viaje. En 2015, la foto del cuerpo de un niño encontrado en la arena de una playa turca, luego del naufragio, shockeó al mundo entero.

Las esculturas del Museo Atlántico están a 14 metros de profundidad, en las aguas cristalinas de Lanzarote. “La obra no es un tributo ni un memorial para los cientos de vidas perdidas sino un recordatorio vehemente de nuestra responsabilidad colectiva como comunidad global”, enfatiza Taylor.

En la balsa hay diez personas. Todas tienen, en su rostro, una expresión del abandono. Entre ellas hay algunas criaturas. Una de ellas, una niña, apoyada sobre el borde del bote, mira sin esperanza hacia el horizonte. La imagen es tan fuerte que exime de cualquier palabra. Exactamente el papel del arte.

De acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, desde septiembre de 2015, dos criaturas mueren ahogadas diariamente en la tentativa de atravesar el Mediterráneo. En los últimos seis meses ocurrieron casi 350 muertes. La mayoría eran bebés menores de 3 años.

El trecho del Mar Egeo, que va desde Turquía a Grecia, es considerado actualmente como una de las rutas en las que más refugiados mueren en el mundo. Se estima que, en las primeras semanas de 2016, hubo allí aproximadamente 410 ahogados. Fueron 80.000 -sí, exactamente,  80.000- personas las que intentaron llegar hasta Europa. El número es un 35% mayor del registrado en el mismo período del año anterior.

Además de La balsa de Lampedusa, el Museo Atlántico alberga otra instalación del escultor del Reino Unido, llamada Rubicón. Ella muestra a 35 personas yendo en dirección a un mismo punto. Al mirar más atentamente las esculturas, se percibe la relación -casi enfermiza- del ser humano con la tecnología y el entorno ambiental. Son hombres y mujeres absortos en celulares y tablets. En algunos rostros, la apatía frente al planeta. Algunas de las estatuas tienen los ojos cerrados, por lo que no logran mirar el mundo a su alrededor.

El Museo de Lanzarote será inaugurado el jueves 25 de febrero. ¿Y cómo será la visita a un museo debajo del agua? Buceando, obviamente. Los visitantes pueden explorar las increíbles obras de Jason deCaires Taylor haciendo snorckeling o buceo libre.

Esculturas submarinas

Jason deCaires Taylor es un artista del agua. Buzo profesional, pasó su infancia explorando corales en Malasia. Su formación en escultura y cerámica vino del London Institute of Arts.
Sus esculturas acuáticas tienen siempre tamaño real y están hechas, generalmente, con moldes de personas verdaderas, habitantes del lugar donde será ubicada la instalación artística.

Las esculturas son producidas con cemento marino, que tiene ph neutro y es mucho más resistente que el tradicional. Las obras tienen como función convertirse en arrecifes artificiales de coral. El artista y su equipo fijan extractos de corales vivos en las esculturas, técnica que estimula su crecimiento, creando, así, nuevos parques marinos.

El Museo Atlántico no es el único de este tipo realizado por el británico. El primero, construido en 2009, en Cancún, en Méjico, fue el que lo hizo mundialmente conocido por las 500 estatuas impresionantes de la exposición La Evolución Silenciosa. Todo su trabajo es encargado por las ciudades en las que se instalan sus obras.

El Giro Humano, Lanzarote, España



22 de febrero, 2016

(*) Artículo originalmente publicado en el sitio Conexão Planeta: La crisis de los refugiados inmortalizada para siempre en el fondo del mar
(**) Suzana Camargo
Periodista, ha pasado por radio, TV, revistas e Internet. Fue editora de periodismo de la Red Globo, en Curitiba, donde trabajó 6 años. Entre 2007 y 2011 vivió en Suiza, desde donde colaboró para publicaciones brasileras, entre ellas Exeme, Claudia, Elle, Superinteressante y Planeta Sustentável. Desde 2008 escibre sobre temas tales como cambio climático, energías renovables y medio ambiente. Luego de dos años y medio en Londres, ahora vive en Washington DC.


Fotos tomadas de la página de Jason deCaire Taylor

 
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