70 millones de desplazados en el mundo, consigna la ONU en junio de este año. Más del doble que hace una década. Más de 13 millones solo en 2018. Desde 1993 se ahogaron 33.293 personas en el Mediterráneo. “La lista de la vergüenza europea se remonta a 1993 y recopila nombres, edades, lugar de origen, ciudad de destino y la causa de la muerte de esas 32.293 personas. Este 9 noviembre, el diario berlinés Der Tagesspiegel –creado hace 72 años- ha publicado la lista completa en sus páginas, lista que fue presentada en el III Salón de Otoño de Berlín. “Se trata de un intento de identificar a decenas de miles de muertos como seres humanos, con un origen, un pasado, una vida”, escribe el director del diario en el texto que acompaña a la lista (lista que puede consultarse aquí: ListeENTIREBerlinCCBANU) “Fuera de nuestras fronteras hay millones de personas que deben vivir en tiempos sin límites. Huyen del terror en su país, del hambre, de la sequía y las bombas. Queremos honrarlos, por un lado, y al mismo tiempo dejar claro que cada línea también cuenta una historia. Tenemos que involucrarnos con ellos, especialmente los alemanes con nuestra historia, para actuar adecuadamente para el futuro” porque la lista crece día a día”. (1)
En algún momento se escribirá también la lista de los muertos en la frontera de EEUU, de aquellos que escapan del hambre y el oprobio caminando, como hemos visto en la foto que muestra a Óscar Alberto Martínez Ramírez y a Angie Valeria, su hijita de menos de dos años, quienes se ahogaron abrazados en el Río Grande luego de huir de El Salvador.
Hablamos en su momento de que hay una población sobrante (2) y explicitamos que ese término apunta a la pérdida de libertad de los sujetos debido a ser privados de los elementos simbólicos y materiales esenciales para la vida tanto física como psíquica. El orden sociocultural actual está basado en la exclusión, gente que no es necesaria, que puede dar con sus huesos en alguna playa europea o ahogarse en el Mediterráneo o hacer caminos de hormiga desde Venezuela o México hasta países vecinos. Huyendo de la guerra, empujados hacia las fronteras marítimas o terrestres, pauperizados y atormentados, huyendo de exterminios, de pobreza extrema… distintos caminos para perder un lugar en el mundo. También hay desplazamientos in situ: desocupación, pauperización (3)… Son todas distintas maneras de quedar fuera del mapa. ¿Fuera de qué mapa? Fuera del mapa del Otro: fuera de una existencia social, o quedando en el limbo de la misma, o en lugar de rechazo del colectivo o vividos como amenaza para éste. Invisibles: como quienes viven y duermen en la calles de Argentina y sobre los que surge el recuerdo una vez por año cuando el frío congela. Luego todo vuelve a la normalidad.
Morir en una playa, en el océano, en una calle, en una comunidad indígena por desnutrición, morir de muerte buscada en jóvenes: se incrementa la tasa de suicidios adolescentes que avizoran un horizonte vacío para ellos. Todos caen en ese agujero negro que genera el neoliberalismo en sus turbulencias.
Hay límites para la capacidad elaboradora del psiquismo. Para la vida psíquica es necesario un mundo simbólico investible. Un régimen simbólico no es investible si lo autoconservativo no está garantizado, o si se demanda un investimiento imposible. Alimento simbólico que no se sostiene sin comida, sin vestimenta, sin techo, sin cobertura de salud, sin agua potable…
Como podrá apreciarse en los diversos textos que componen este número, lo de migrantes es prácticamente un eufemismo: se trata de desplazados. O bien: migraciones forzadas. Los inmigrantes de antaño (fines siglo XIX y durante el siglo XX en varias oleadas) transponían fronteras para iniciar una nueva vida -en muchos casos era la búsqueda de nuevos horizontes vitales- . Pero no debe olvidarse que, al mismo tiempo, ese estado de cosas coexistía con otro tipo de situaciones: exiliados y desplazados. Es extensa la lista de poblaciones que a lo largo de la historia han sido sometidas a desplazamientos -sea geográficos, sea socioculturales - : como en el exterminio de los pueblos originarios de América. O la migración forzada de pueblos africanos enteros sometidos a la esclavitud. Pero también estaban quienes huían de la guerra o la hambruna. Muchos europeos llegaron así a América, que los recibió con “los brazos abiertos”, y terminaron constituyendo parte de su población y su descendencia se transformó en americana. Y en Argentina hemos conocido los exilios políticos en diversos momentos de su historia. (4)
Siempre hay fronteras geográficas y políticas; sean en una tribu o en una nación: la diferencia está en la artificiosidad de estas últimas, que suelen dividir en dos naciones a un mismo pueblo. Pero una vez consolidadas esas fronteras, en la mayoría de los casos, se produce una incorporación por parte de la psique que forma parte del proceso identificatorio de la misma. Piera Aulagnier designa al espacio sociocultural como espacio D de catectización al cual se dirigen demandas de placer (al igual que a los otros espacios). Veamos lo que dice: “Comprende el campo social donde se ubica el Yo. Excepto momentos o situaciones que lo ponen en peligro (un estado de guerra, una catástrofe natural), su catectización es demasiado débil, demasiado difusa como para que le plantee al Yo problemas reales. Ocurre de manera diferente en los casos – que por suerte siguen siendo excepciones – en que el deseo de un poder inscripto en un proyecto político apunta al conjunto del espacio social” (5).
¿Qué pasa cuando este espacio no es catectizable o se transforma en enemigo de la vida psíquica y física de un sujeto, cuando lejos de poder hallar ahí un destino para sus demandas de placer se encuentra con el tener que abandonarlo, sea de modo obligado por ser perseguido o sea para sobrevivir (incluyendo su supervivencia económica)?
Este es pensable como uno de los posibles modos en que el Yo del sujeto sufra violencia secundaria, es decir: que se vea atacado en su proyecto identificatorio, dañado en su Yo, en su ser sujeto. Lo familiar de un país se transforma en un objeto persecutorio, en un lugar en el cual lo siniestro campea. Las fronteras que oficiaban de contorno asegurador, o más o menos soportable, se han transformado en enemigas, el sujeto ya no es contenido en las mismas sino que o es expulsado o debe huir para preservar su vida. Por supuesto que el sujeto puede permanecer en el lugar, resistiendo, siendo muchas veces arrojado a las márgenes simbólicas y reales, en riesgo constante y - siempre en estos casos - siendo objeto de una precarización pautada y deseada o sencillamente como objeto de los “daños colaterales” de un modo de ser de la sociedad.
Así es como que hay una población que sobra, que está de más, que es un estorbo. Y eso que sobra es lo otro, no llega a ser un otro, no se reconoce su alteridad. Y a lo otro se lo deja a un lado, o se lo extermina, se lo deja ahogar en el mar o en las fronteras: el Poder (quienes se han apropiado del mismo) arroja toda la crueldad sobre él.
No se puede generalizar en los efectos que dicho estado de cosas puede producir en los sujetos; es decir: hay quienes pueden llevar a cabo lo que Enrique Pichón Rivière denominara adaptación activa a la realidad, lo cual depende de los recursos psíquicos del sujeto… y del azar. Pero es evidente que eso solo es aplicable a pocos casos.
Fronteras políticas, fronteras psíquicas: podemos hacer un paralelo con lo que hemos trabajado otros textos. (6) En los cuales hemos sostenido que el psiquismo está estructurado en estratos, separados estos por fronteras en las cuales se traduce lo producido en el estrato previo. Recurrimos a la Carta 52 de Freud, en la cual los signos perceptivos, las representaciones-cosa y las representaciones-palabra habitan en estratos diferenciados – cada uno de los cuales tiene su propio modo de funcionamiento - y el pasaje de uno a otro implica una traducción. En las fronteras de dichos estratos puede denegarse el paso de un contenido (represión) o un contenido puede irrumpir sin haber sido traducido (como en el sueño, los actos fallidos, los síntomas). Son la represión originaria y la secundaria las que hacen a la firmeza y flexbilidad de estas fronteras. Su debilidad nos acerca a lo borderline, tal como lo hemos definido. (7)
Ahora bien: ¿cuál es la función de esa espacio D descrito por Piera Aulagnier en relación a estas fronteras psíquicas? ¿Y cuáles pueden ser las consecuencias de su trasposición por migración forzada? La respuesta parece sencilla en una primera aproximación: hacen a la estabilidad del Yo, forman parte de su caudal identificatorio y de su proyecto. Pero en momentos excepcionales (los que lamentablemente hoy son más bien habituales) hay una dificultad del sujeto para orientarse en las mismas, que han pasado a ser parte de algo ominoso. Ser desplazados del Otro (del mundo simbólico al cual se pertenece y del cual la nacionalidad es una parte importante, por sus emblemas y señales, su modo cultural, costumbres, etc.) implica un dolor psíquico que ubica a los sujetos en un estado que se encuentra más allá del malestar en la cultura (8) y que bien puede acercarlos a lo borderline.
Perdido el patrimonio común de certeza, el preconsciente (lugar de las representaciones-palabra y de su ordenamiento simbólico) puede entrar en crisis. Tal como ocurrió con los pueblos originarios de América que se vieron privados hasta de su lengua y creencias religiosas, además del desmembramiento de sus grupos primarios. Sirva de ejemplo lo ocurrido con sus habitantes: alcoholismo, suicidio, enfermedades diversas… locura. ¿Suena conocido?
Lo borderline fue descrito como fragilidad en las fronteras de la psique, sea por condiciones de origen (falla en el objeto materno) como por condiciones actuales de la vida social que desestructuran a las mismas llevando a un fading del yo. Se expresa lo borderline en la afánisis, lo psicosomático, las anorexias, bulimias y adicciones y en el ataque de pánico. Este último es paradigmático de la época actual. Y hemos tomado al término actual no solo en su sentido temporal, sino como Freud lo denominara para las neurosis actuales: exceso de cantidad no ligada (pulsión de muerte) debido a una falla en el yo. Entonces, las fronteras que las migraciones forzadas hacen caer, que obligan a ser transpuestas, también son las psíquicas en muchos casos.
Todo acto de miramiento (9) sobre los seres que están en fuga, todo acto que les devuelva su subjetividad, todo acto que apunte a restituir lo autoconservativo que fue denegado por el lugar de origen -más si es acompañado de una mirada que registre al otro – es aquello a poner en juego ante lo que Franco Berardi ha denominado como Aushcwitz on the beach. Un genocidio no reconocido como tal y que en este momento tiene lugar tanto en Latinoamérica como en las orillas de Europa. El acto de Carola Rackete, de subir migrantes forzados a su nave, es un acto de miramiento desde el punto de vista intersubjetivo, algo que produce subjetividad. Acto de rescate que podría adquirir diversas formas en otras circunstancias, como por ejemplo de Latinoamérica. “A bordo hay 42 migrantes desesperados que se sienten abandonados por Europa de sus derechos humanos”, dijo por radio la capitana Carola Rackete. Con 43 personas rescatadas del mar, entre los que se contaban niños pequeños, enfermos y mujeres embarazadas, y el peor sol del verano pegando de lleno en una nave de no más de 50 metros, la joven capitana decidió que las cuestiones de humanidad están por encima de la ley, y de ella misma”. (10)
El miramiento – que forma parte de la ternura – va a contramano del avance irrefrenable que el capitalismo como forma de vida produce. Cuyos efectos hemos descrito numerosas veces en esta publicación, sobre todo en lo referido al ideal de lo ilimitado que lo habita. Como bien puede advertirse: falta de límites, trasposición obligada de las fronteras, lo borderline… la hybris que anida en esta forma de vida empuja a lo trágico, sea individual como colectivo. En realidad siempre es algo colectivo, ya que es en lo colectivo (que ha dejado de ser lo común para pasar a ser el espacio privado de cada sujeto en las actuales formas que han tomados las sociedades) que se produce ese más allá del malestar en la cultura. Y es solo colectivamente, reinstituyendo lo común, que esto podrá modificarse. Y lo común, en este momento, está presente en la toma de las calles como numerosas veces se ha observado en los últimos tiempos: experiencias asamblearias (lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito; rechazo a la ley del 2x1 para crímenes de lesa humanidad; movilización contra la reforma previsional; asambleas socio-ambientales; solo para citar las experiencias argentinas que continuaron con el gérmen de las asambleas de 2001/2; y a nivel mundial las experiencias son sumamente numerosas, siendo uno de los últimos ejemplos los chalecos amarillos en Francia y las manifestaciones a favor de los migrantes en Europa). Esa confluencia en las calles va a contracorriente de lo planteado por Freud en Psicología de las masas con el sometimiento al líder, y el poder es re-apropiado por el colectivo re-instituyendo lo común. Aporte fundamental para coadyuvar a la salida del laberinto que plantea la forma actual que ha tomado el capitalismo.
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