“Ya no estamos dispuestos a contener nuestra rabia ni a aceptar lo inaceptable en nombre de un realismo vuelto criminal. Ni a seguir combinando lucidez crítica con resignación práctica.” [1]
“El sujeto agente propiamente moderno nace y se estructura a partir del influjo de excitación que provoca el oro -lo que éste constituye y representa para la estructura de la vida social-. Quienes no sienten esa excitación aun hoy no serian auténticamente modernos.” [2]
¿Por que presentar estos textos en conjunto? Se trata de trabajos recientemente publicados de dos autores jóvenes pero que han alcanzado un grado de madurez suficiente como para decir cosas importantes. Ambos coinciden tanto en lo abultado del recorrido académico [3] como en una saludable y nutrida militancia: Jérome Baschet en el movimiento Zapatista y Horacio Machado Aráoz en el movimiento socio-ambiental argentino. Los dos trabajos son el producto de una floreciente tradición que comienza a consolidarse y que se sostiene sobre una potente critica militante nacida de las mismas trincheras, y se destaca por combinar una notable lucidez para reconstruir puentes con tradiciones pasadas (históricas, políticas, epistemológicas) con una irreverente elocuencia para, llegado el caso, quemarlos.
En ambos trabajos puede encontrase, como punto de partida, la convicción de que solo con el texto heredado no es posible construir alternativas y la apuesta desatada desde allí de construir lo nuevo, o incluso de resaltarlo en los casos en los que ello ya existe, alejándose de tradiciones políticas que parece encerrada en una u otra forma de Capitulismo. [4]
“Adiós al Capitalismo”
“Adiós al capitalismo” es la búsqueda de pensar la construcción de alternativas al capitalismo desde una perspectiva inspirada en la experiencia zapatista y no en las interpretaciones post modernas que de ella se hacen. He aquí un primer gran acierto: el autor rechaza la tentación de hacer del zapatismo un modelo para pensarlo, incluso en sus contradicciones, como una fuente genuina de inspiración, asumiendo así una complejidad que le permitirá hablar más allá del territorio de origen para trazar una perspectiva que emerge de la selva Lacandona pero que dialoga, como Buen Vivir, con el sur del continente.
Respecto de la vigencia del capitalismo “No hay alternativas” [5] es el mensaje que baja desde el poder y busca su consolidación global. Apuesta que, en nuestra región, Baschet identifica como expuesta desde los gobiernos que impulsan un keynesianismo “sin condiciones de existencia” [6], impulsado desde los mismo centros de poder que otrora impulsaran el neoliberalismo y que, acompañado de una extendida confusión para entender el mundo multipolar en que vivimos, amenaza con disolver incluso la lucidez para realizar lecturas anti imperialistas.
Teniendo al Zapatismo como “fuente de inspiración” [7] señala algunas claves a partir de las cuales irá tejiendo su perspectiva política. Baschet se fija centralmente en la experiencia de gobierno de los Caracoles zapatistas para destacar que la rotación en los cargos resulta vital para consolidar una distancia óptima entre política y sociedad; entre la toma de decisiones y la vida en una comunidad. Rescata una política de “No especialistas” [8], que no perciben ningún salario por su trabajo y que construyen al andar, experimentando y a la medida de cada comunidad.
Rechazando “… la toma del poder en beneficio de la organización de la sociedad” [9] no abandona una mirada respecto del modo de construir poder mediante formas no estatales que acoten la brecha gobernantes /gobernados. Observa que se produce una articulación entre horizontalidad y verticalidad, esta última impulsada por el peso social que, para las y los zapatistas, tiene la “experiencia, rectitud y sabiduría” [10] en los que mandan. Deja así de lado lecturas fetichizantes de la horizontalidad y tampoco renuncia a pensar la complejidad que introduce el EZLN en la estructuración de la política zapatista. Para el autor, el zapatismo no se caracteriza por eliminar el problema del poder o siquiera el de la representación en política sino por “mantener el poder bajo control” [11] , por la búsqueda de “dispersar el poder” [12] contra la tendencia a concentrarlo y por la construcción de autonomía entendida como experimentación y como esfuerzo que no tiene fin. [13]
Retomando la enseñanza zapatista como experiencia de las autonomías, para las cuales indica relevantes referencias históricas y teóricas incluso en Marx [14], el autor señala: No hay Gran Acontecimiento. “El Estado, como encarnación de lo universal (y) el partido, como expresión del proletariado”, [15] resumido en el binomio partido de vanguardia/poder del Estado, conducen indefectiblemente al fracaso. Pero, al mismo tiempo, señala “…tampoco podemos limitarnos a auspiciar la proliferación presente de micro-iniciativas y gestos singulares.” [16]
De ese modo, Baschet abre las puertas para uno de los pasajes más interesantes del texto, que fundado en el “Más allá de los dos guiones” [17] (a este tema dedico una crítica en la parte final del texto) va a permitirle imaginar una propuesta política en la que se trata de “hacer crecer nuestros espacios liberados” [18], siendo concientes de que “la base material de una sociedad post capitalista ya existe” [19], de que debemos dejar de pensar que “…no tenemos imaginario alternativo que oponer al presente capitalista” [20] y de que, en definitiva, la experiencia zapatista nos invita a redescubrir que “…somos capaces de gobernarnos a nosotros mismos”. [21]
Cuando Baschet toma distancia respecto de “los dos guiones” en realidad nos invita a abandonar el Capitulismo: “No se puede seguir denunciando los crímenes de este sistema para terminar inclinándose frente a su aparente invencibilidad o aplazar su hipotético fin hasta un futuro tan lejano, que en la práctica, significa lo mismo.” [22]
Potosí, el origen
Observamos en Baschet la búsqueda de consolidar un imaginario alternativo libre de Capitulismo: Horacio Machado Aráoz en “Potosí, el origen” hace justamente eso. Nutrido, como indica el prólogo de Maristella Svampa, de las nuevas luchas colectivas latinoamericanas, el libro impulsa “conceptos e hipótesis por momentos audaces y polémicas” [23] que conducen al lector a repensar temas como el colonialismo en los gobiernos progresistas latino americanos, el pasaje del consenso de Washington al consenso de Beijin, la minería fundida genealógicamente a la modernidad o el origen mismo de lo moderno. En el recorrido que se nos ofrece, modernidad, estado, mercado, capitalismo, desarrollo, conquista y valor de cambio se amalgaman como en las fundiciones lo hicieran los metales salidos de las minas americanas para consolidar el suelo epistemológico que hoy pisamos: “El suelo de lo colonial”. [24]
El despliegue de esta verdadera arqueología nos muestra el carácter intacto del estado de cosas creado por la expoliación del cerro rico de Potosí: a partir de él se “ha creado hambre y lujo, el par dialéctico de la pedagogía del terror…” [25]; se ha consolidado “El ascenso del criterio de superioridad entre los pueblos sobre la base de la eficacia en el arte de matar (que) es la verdadera arqueología del mito civilizatorio de la modernidad eurocéntrica” [26], llegando a nuestros días en que la minería continua siendo “…la fuente y la base de los dos principales recursos y formas de poder del orden social moderno: la guerra y las finanzas…” [27] advirtiéndonos, entonces, sobre la perennidad del ojo del “ego conqueror” [28] que continúa aún hoy reduciendo la diversidad americana a la homogeneidad de sus apetitos criminales.
En un texto breve, sencillo y fácil de leer Machado Aráoz logra hacernos redescubrir una historia conocida, la de la conquista, avanzando en la destrucción de las mitologías enajenantes que sobre el relato de ella se posaban, para alterar el orden de las cosas: creyéndonos siempre casi afuera del mundo los periféricos descubrimos, en pleno siglo XXI, que la cuna de la civilización occidental se encuentra en el mismísimo corazón de nuestra América del sur. El texto tiene este enorme mérito político: esfumar la letanía de la historia universal para ubicarla muy concretamente en frente de nuestras narices.
En el origen: Adiós al Capitulismo
Las propuestas que realizan los autores pueden resultar aventuradas, y es porque en realidad lo son. ¿Podremos de otro modo que aventurándonos construir alternativas al capitalismo hoy? En todo caso, la aventura de forjar una sociedad diversa conlleva la asunción de una complejidad en principio insondable, que impone la opción aventura o resignación (Capitulismo) e introduce así una importancia crítica a la precisión y lucidez con que se aborden las posibilidades de consolidar los cambios. Es en la búsqueda de hacer honor a esta impronta, omnipresente en ambos trabajos, que me gustaría aportar una reflexión respecto al modo en que se vinculan (Y/o no se vinculan) dos pasajes del texto de Baschet, “¿Qué hacer (con el Estado)?” y en general el capítulo 5 “Ya estamos en camino”.
En el primero el autor revisa el zapatismo y construye sus nociones desde allí. Afirma que:
“Consiste sobre todo en reconocer a las comunidades elementales de vida y producción la facultad de auto organizarse. La comuna (o municipio), unidad local en la cual varias comunidades de vida y producción se encuentran asociadas, es la que puede construir el núcleo esencial de coordinación colectiva y, por lo tanto, el marco de un gobierno radicalmente democrático.” [29]
“En resumen, se trata de concebir una forma de organización política basada en las autonomías locales y su capacidad para federarse…” [30]
“Ese mundo que deseamos supone la conjunción de un régimen de autonomía local, entendido como base de una vida social autogobernada…” [31]
Tanto en los pasajes aquí citados como en su recorte sobre el movimiento zapatista el autor muestra una clara preocupación -¡que saludamos!- por echar luz sobre lo que entiendo es uno de los nudos problemáticos para la construcción de alternativas: la vocación de poder en las autonomías. Este eje nodal tan ricamente presente en los capítulos anteriores desaparece por completo en el capítulo 5 [32], justo en el momento en que el autor se explaya respecto de su perspectiva de transformación social: la expansión de los espacios liberados.
No pretendo afirmar que el autor retrocede para quedar fijado en aquello que critica es decir, justo entre los dos guiones. Pero la omisión de esta cuestión conlleva inevitables dificultades para la construcción de alternativas e incluso para la articulación del zapatismo como inspiración. Los problemas para asumir vocación de poder, la fetichización de los mecanismos horizontales y el escollo que implica asumir formas burocráticas para des-burocratizarlas, han sido históricamente -y son en la actualidad- moneda corriente entre las autonomías.
Por otra parte:
¿Sería imposible caracolizar o asamblear un municipio?
¿Es posible o aconsejable impulsar la transformación de la sociedad dejando completamente de lado toda forma de Estado en territorios en que éste se encuentra de modo omnipresente y dando cuenta -más o menos- de las “necesidades” de la población?
¿Negar en estos territorios toda forma de “hacer Estado”, incluso en sus expresiones más localizadas como podrían ser las administraciones municipales, no implica acaso una resignación demasiado pesada que terminaría por hacerle el juego a la “impotencia política” de la que hablan los detractores del autonomismo? [33]
¿Es posible o aconsejable abandonar toda dimensión estatal (Municipio, Justicia, Escuela, Medios de comunicación estatal, etc.) cuando se asume la titánica tarea de generar cambios civilizatorios o la alteración de patrones culturales?
Resulta evidente que el zapatismo ha inventado su propia vocación de poder: Caracoles, Justicia, Registro civil, Escuela, Ejército!. También es claro que no se trata de la misma concepción del poder que tenían por caso, las burocracias de los llamados “socialismos reales”. Pero la diferencia no anula la existencia de esta vocación. Al contrario, las y los zapatistas se toman el trabajo cotidiano de inventar las formas institucionales que logren metabolizar “su poder”. ¿Acaso no es este punto uno central incluso para entender al zapatismo como inspiración?
Tengo la sensación de que el autor, cuando busca construir un puente entre Chiapas y los vastos territorios “occidentalizados” no tiene suficientemente en cuenta esta circunstancia: las formas más genuinas de autonomía han proliferado en territorios en los que el Estado era débil. Recurriendo a las referencias que nos proporciona Baschet: Consejos obreros en Europa a principios del Siglo XX, los Soviets Rusos de 1905 o 1917, formas de autogobierno en Alemania, Hungría, Italia 1918-1923, Cataluña y Aragón 1936-1937, la Comuna de Paris 1871. Agreguemos los Ronderos del Perú, los Ayllus y Marcas de la CONAMAQ en Bolivia, el MTD Aníbal Verón en el conurbano bonaerense durante los “90” o el propio zapatismo. En cambio, cuando el Estado crece o se encuentra de modo omnipresente, compite por los sentidos que animan al autonomismo y socava la base de su poder: expansión de la Unión Soviética, Keynesianismo post guerra en Europa, avance de los “Gobiernos Progresistas” en América Latina, etc. El Estado -y el Mercado- se expanden ocupando el territorio, los sentidos y las significaciones, las “necesidades” de la población, los imaginarios colectivos, las fuentes de trabajo, las soluciones a los problemas. El Estado avanza sobre la sociedad dejándole al autonomismo justo un margen tan acotado como para sepultarlo en la impotencia, y produce reajustes llegado el caso para mantenerlo así. [34] Es por ello que -al menos en territorios estatalizados- expandir espacios liberados significa también liberar espacios burocráticos. [35]
Estado y estados no significan lo mismo. Las brechas que pueden abrirse a partir de la des-burocratización de instituciones burocráticas no son comparables con las que pueden generarse por fuera de ellas y viceversa. El abandono de cualquiera de las dos vías denuncia el hecho de que no se ha salido de esta verdadera “encerrona trágica” [36] operada desde “los dos guiones”.
En definitiva, expandir espacios liberados requerirá abrir el dialogo entre guiones como condición para avanzar en nuestra lucha contra las múltiples formas que hoy asume el Capitulismo.
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