“Cuando te reúnas con las personas más amigables que hayas conocido, quienes te presenten al más amoroso grupo de gente que jamás hayas encontrado, y descubras que el líder es la persona más inspirada, cuidadosa, compasiva y comprensiva que hasta ahora has conocido … y todo esto suene demasiado bueno para ser cierto, ¡es probablemente demasiado bueno para ser cierto! No renuncies a tu educación, tus esperanzas y tus ambiciones para seguir un arcoiris.” |
Jeanne Mills, ex miembro de la secta Templo del Pueblo, 1978 [1] |
Introducción
En otros trabajos hemos abordado diferentes aspectos de las sectas [2], más allá de habernos ocupado de su proliferación actual en varios artículos más. Definirlas no es sencillo, pero intentaremos cercar, una vez más, algunos de sus rasgos distintivos Asimismo, queremos retomar lo que –en aquel primer abordaje- quedó pendiente: cómo puede intervenir el Psicoanálisis en estos casos. Por su extensión, esa segunda parte la publicaremos en el número 14 de la Revista.
Primera parte
La secta
La palabra secta proviene del verbo seguir, en latín, y se aplica tanto a un grupo de seguidores de una parcialidad religiosa como a una doctrina que se independiza de otra. Asimismo, el Diccionario de la Real Academia incluye que el que así se refiere a una creencia o religión la considera falsa. También se ha definido esta palabra a partir de sector que se separa de un ámbito mayor. Hay una connotación despectiva en la palabra secta que creemos no debe aplicarse a los grupos que se apartan, por diferencias doctrinarias, de las religiones tradicionales y es por ello que preferimos nombrarlos, como se viene haciendo ya desde hace algunos años, como nuevos movimientos religiosos. No nos ocuparemos de ellos dado que nuestra preocupación no se refiere a las creencias, aunque veremos que sí se relaciona con La creencia. Usaremos aquí la palabra secta como sinónimo de grupo de riesgo.
La masa y su riesgo mayor
Todo grupo que albergue la verticalidad está vinculado, constitucionalmente, a lo que Freud definió como masa, respecto de la cual advirtió “(…) el principal fenómeno de la psicología de las masas: la falta de libertad del individuo dentro de ellas.” Fundamentó esta falta en la doble ligazón afectiva del sujeto, tanto con el conductor como con los otros individuos que la componen [3].
En el artículo sobre las sectas que ya hemos mencionado decíamos que la secta es la masa en su aspecto más cruel. Nos referíamos entonces a la intervención sectaria sobre el sujeto -pedirle el ser-; a su atrapamiento por un líder que, al modo de la perversión, opera sobre la división subjetiva, y también al modo paradojal en que funcionan los supuestos lazos fraternales en su interior. Por todo ello, las sectas son el máximo exponente de esa pérdida de libertad a la que se refería Freud y son el modo de agrupamiento que produce aplanamiento subjetivo, pérdida de todo espíritu crítico y que apunta, por consiguiente, al borramiento de toda particularidad.
Este despojo subjetivo es más propio de la horda primitiva que de las masas artificiales que estudió Freud, Ejército o Iglesia. Hay un predominio, entonces, de los lazos verticales a un Padre autoritario en una organización piramidal, en quien se depositan todas las ansias de protección provenientes de la angustia de castración.
Como se ve, nuestro abordaje se desprende completamente, para definirlas, tanto de la investigación como de la definición de las creencias que sostienen dichas organizaciones. Nos referimos a sus rasgos de estructura, los que son válidos tanto para un grupo religioso como para una empresa piramidal de ventas. La creencia en el Padre, desde luego, el amor por Él, están en su base.
La horizontalidad como resistencia
Los lazos horizontales, en los grupos humanos, normalmente pueden ejercer resistencia a la tendencia espontánea a erigir y seguir ciegamente a un Padre. Lacan, consciente de los rasgos de su propio lugar, en este sentido, inventó una forma de agrupamiento para los psicoanalistas y pensó muy especialmente una Escuela como “refugio”, “base de operaciones contra el malestar de la cultura” [4]. Los mecanismos prácticos que aplicó –sin que esta breve descripción pretenda dar cuenta ni de su enorme complejidad ni del lugar que le dio al discurso analítico y al deseo - apuntan a rescatar la horizontalidad, la rotación permanente en lugares significativos y su ejercicio en forma plural, así como a un intento de resistir a lo que del discurso del Amo pudiera tener allí lugar. Esas precauciones no son ociosas: el peligro de la dinámica de grupo, de la masificación, incluso de la sectarización de un conjunto humano es de estructura.
No es imposible imaginar que Lacan, de haber vivido lo suficiente para ver su desarrollo, habría podido intervenir nueva y drásticamente sobre su creación. Incluso, es mi opinión, sobre su sofisticada, delicada invención: el dispositivo de Pase. De hecho, el estar advertidos no fue suficiente como prevención y la dificultad para la convivencia de las diferencias ya ha costado una fractura en la Escuela que se quiere Una. Sopesar las combinaciones entre lo Múltiple y lo Uno probablemente sea clave para pensar una Institución que se pretenda advertida, aunque ello no resulte antídoto suficiente contra la posibilidad de que se instalen efectos de la dinámica de grupos o, incluso, rasgos de sectarismo.
Los grupos de riesgo
Lo que definimos aquí como secta o grupo de riesgo, es un conjunto humano creado, desde su origen, con el fin de ejercer un poder absoluto sobre sus miembros. Lo diferencial es que el grupo se constituye así y que –desde su inicio- incluye una promesa que, sea cual sea, satisface la aspiración de abolir la castración, así como implica la estafa, desde luego, que la misma supone.
Otro modo de conformación se da cuando un grupo horizontal, inicialmente abocado a cualquier tema, va absorbiendo -más y más- a sus miembros en cuanto a su dedicación en exclusividad así como en cuanto a la merma de sus vinculaciones con el exterior. Sus miembros, progresivamente, se ven absorbidos por un tema, una ocupación, una idea. Faltaría, sin embargo, que alguno/s se beneficie/n con el trabajo del resto, lucren, se regodeen narcisísticamente, lleven adelante la manipulación psicológica para reclutar, homogeneizar y aglutinar a los miembros y tendremos ya lo que llamamos secta o grupo de riesgo.
Métodos de manipulación y sus efectos
Hay numerosos estudios dedicados a precisar los métodos y los mecanismos concretos, básicamente los de manipulación psicológica, que nos autorizan a caracterizar al grupo en el que se los ejerce como de riesgo. A formularlos se dedicaron tanto Robert Lifton (Los ocho criterios de reforma del pensamiento) como Margaret Singer (Condiciones de la reforma del pensamiento), así como Michael Langone y muchos otros. Hay, de hecho, abundante material que describe lo que tiene lugar en dichos grupos. Por razones de espacio no nos ocuparemos de esos aspectos ya que pueden ser rastreados en múltiples publicaciones. Se aprovechan del amor y de la creencia en un Padre y están al servicio de lograr, mediante métodos cuasi hipnóticos, el mayor sometimiento posible. En la Bibliografía sugerimos materiales representativos. Recomendamos, sin embargo, su lectura detenida, pues en la clínica encontraremos de gran utilidad, para ayudar a los que nos consultan, los datos que allí se detallan.
Por qué proliferan ahora las sectas
Podemos decir que la posibilidad de caer en sometimiento está en la constitución misma del sujeto, en su relación con el Otro primordial, pero queremos retomar lo ya trabajado acerca de los factores de riesgo específicos de esta época. Dos aspectos de la cultura contemporánea sostienen el crecimiento del número de grupos de riesgo y el aumento de la captación de sujetos por dichos grupos. Por un lado, los velos y las promesas de los ideales han caído y, entonces, el empuje a gozar que caracteriza al Superyó adquiere hoy un sesgo directo, absoluto, concreto, que alienta la satisfacción inmediata, el goce sin postergación, el imposible. Por otro, la globalización, el Dios Mercado -que amenaza con la exclusión- y el avance de la Ciencia, son todos datos que apuntan a una masificación, a un desconocimiento del sujeto en su particularidad.
Si antes el Ideal singular, vinculado a valores, decía: Serás lo que debas ser o si no no serás nada, hoy es la voz obscena del Superyó -en su ensamblado con el mercado- la que dicta los mandamientos para ser como todos y para gozar del mismo modo que todos y ya: Just do it! El apartamiento de ese mandato, sin embargo, está sancionado también con la pérdida del ser, con la exclusión más feroz, con el encasillamiento -obra de la Ciencia- en la patología , todo lo cual deja escaso margen a la singularidad y arroja al sujeto en el desamparo.
Las sectas, por su parte, en sus variadas ofertas, prometen un rescate. Muy frecuentemente lo hacen ya sea apuntando a un crecimiento espiritual, un apartamiento del materialismo deshumanizante –son las religiosas de cualquier tipo-; ya sea promoviendo un crecimiento material, – son los grupos de desarrollo empresarial, de coaching, de entrenamientos varios, de venta piramidal, etc.- y, en ambos casos, sirven de albergue a los muchos desolados por los efectos de época. La soledad, la muerte y la incompletud son diferentes nombres de la castración, lo que intentan evitar los sujetos que viven la era de denegación de la castración. Entonces, no es extraño que estos grupos crezcan y se reproduzcan.
Es importante tener en cuenta que muchos, en estas condiciones de presión y tomados por mecanismos de manipulación, pueden verse envueltos en estos grupos de riesgo. Desde luego, situaciones críticas vitales, como los duelos de cualquier orden, facilitan –por el grado de vulnerabilidad en que queda el sujeto- la captación. No olvidemos que las ofertas son seductoras –si consideramos las condiciones de época mencionadas- y que los encargados de encarnarlas se muestran, como dice la cita del acápite, como salvadores amables prestos a socorrer al que sufre o está desorientado, buscando. Los adolescentes son, en este sentido, presa fácil. Algunos ricos, asimismo, pueden ver en el desprendimiento que se les propone una forma de expiación, de operación sobre los sentimientos de culpa. Los excluidos, trabajo esclavo para las sectas, también encuentran un lugar, en un mundo que los rechaza. Otros, idealistas aún, simplemente encuentran canalización para lidiar con aquello de la sociedad que los interpela y problematiza, pues se les dice que al ocuparse de su crecimiento lograrán mejorar un mundo en crisis.
Legislación restrictiva
Prohibir ha sido una de las respuestas de los estados (Parlamento Europeo, Gobiernos de Francia y de Bélgica) ante el avance de los grupos de riesgo. Sabemos de la dimensión de empuje que se abre con la prohibición y tenemos reservas, por lo tanto, frente a estas legislaciones. Sin embargo, vale la pena conocer sus fundamentos y su alcance. Para ello, podemos recurrir a una abundante Bibliografía.
Las consideraciones respecto de legislar en este tema abarcan tanto el obstáculo de poner un límite a las libertades individuales como la tarea de hallar precisiones necesarias para diferenciar, muchas veces, movimientos religiosos que se separan de las religiones oficiales de sectas destructivas; grupos de afinidad o de trabajo de grupos de riesgo, etc. Sin embargo, si se valora el estado de indefensión en que las sectas dejan al sujeto, bien se lo podría considerar al menos ante ciertos casos problemáticos [5].
La prevención, otro recurso posible, es limitada. Desde el Psicoanálisis somos conscientes de que el saber, la divulgación de los peligros, no siempre garantiza su evitación, cuando no estimula su búsqueda. Entonces, si no se puede por estos medios minimizar los daños, sí se puede –sin embargo- divulgar y desnudar algunos de los recursos que funcionan como anzuelos, con la esperanza de que dichos atractivos no lo sean tanto, o –al menos- enciendan ciertas luces de alarma en algunos desprevenidos.
De cualquier modo, crianzas amorosas que –no obstante- incluyan la dificultad, la contrariedad, la frustración, los límites, así como todos los recursos posibles de la creatividad, serían –en cierto modo- una forma de resistencia a la grupo dependencia, así como un modo de autorizar e impulsar la autonomía.
Dejaremos para la segunda parte, en el próximo número, las respuestas tanto del entorno del adepto como las que se proponen terapéuticas, y daremos especial atención a lo que el Psicoanálisis puede ofrecer en este campo.
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