Este artículo que les presentamos nace como producto de una verdadera construcción conjunta. Nace de una búsqueda, de inquietudes y preguntas balbuceadas, de un intercambio y el deseo de compartirlo.
No es más que la aproximación a un tema, una serie de rodeos siempre necesarios y capitales para la indagación que se pretenda crítica. Nos proponemos delinear ciertas preguntas, allanar algunos caminos y esbozar algunas de las ideas que venimos pensando en torno al entrecruzamiento entre política y psicoanálisis contemporáneo. Es decir, cómo se trama la política en la propia teoría y en la praxis del psicoanálisis actual. Estas ideas surgen necesariamente de experiencias transitadas, de prácticas que interpelan las teorías y varios de los supuestos con los que contamos.
Pensar esta relación que podríamos llamar en principio incómoda, nos ha conducido al recorte y elección de ciertos ejes de análisis que ordenan la lectura que nos proponemos.
Las ideas aportadas por Cornelius Castoriadis son una referencia importante para esta reflexión, y despiertan en nosotros una pregunta que deviene central a lo largo del intercambio: ¿puede hoy, tal como lo propone el autor, concebirse al psicoanálisis como parte del proyecto de autonomía?
Es bien sabido que para Castoriadis existe un psicoanálisis, de señalado origen freudiano, con capacidad de integrarse magmáticamente a su gran proyecto de autonomía (proyecto presentado formalmente en Institución Imaginaria de la Sociedad). Ahora bien, ¿puede el psicoanálisis hegemónico actual animar tal proyecto?; ¿cómo se resignifica la noción de autonomía a la luz de las experiencias políticas más importantes de los últimos años? ¿Es posible pararse sobre las vías conectoras abiertas por el concepto castorideano de autonomía para repensar desde la política el psicoanálisis y desde el psicoanálisis la política?
Adentrándonos en este peculiar recorrido, animado por nuestras praxis concretas, volveremos a las formulaciones castorideanas; y si encontráramos que para avanzar fuera necesario transformar categorías conceptuales ello nos conducirá, debido a las remisiones múltiples del pensamiento en cuestión, a revisar el psicoanálisis y su relación con el proyecto de autonomía.
Pensemos por ejemplo en el par instituido - instituyente. Es bien conocido el modo en que Castoriadis logra develar esta verdadera dinámica social e histórica sepultada por el pensamiento heredado, logrando visibilidad sobre aquello que irrumpe como imaginación radical, dándole temporalidad a la historia así constituida. Sin embargo podríamos proponernos avanzar en una crítica que se dedique a indagar las dificultades que parecen presentar estos desarrollos, para distinguir aquello que se instituye “desde arriba” respecto de aquello que lo hace “desde abajo”. ¿De qué modo, en sus múltiples remisiones, esta indagación repercutiría sobre la noción de autonomía y desde allí sobre el psicoanálisis como parte de un proyecto general?
Cuando pensamos en los orígenes del proyecto de autonomía, en el modo en que sus expresiones aparecen en la historia, nos vemos en parte obligados a dejar de lado la pregunta causalista debido a la hipótesis fuerte castoriadeana respecto de la creación ex nihilo como fuente de cualquier proceso histórico. Pero solo en parte, ya que el autor no cesa de señalar el hecho de que la creación se plasma en un socio histórico que presenta ciertas condiciones y que existen además fuerzas y modos de ser del histórico social capaces de inhibir o fomentar estos procesos. Conscientes de posarnos en un área borrosa de la obra del autor nos preguntamos: ¿los procesos de auto organización operan como condición necesaria para la aparición de la pregunta por la institución de la sociedad, pregunta inmanente a todo proyecto de autonomía? Si esto es así, ¿cuáles condiciones o fuerzas operan sobre estos procesos de auto organización social hoy? Nuevamente, en su remisión a la distinción del par Lo político/La política la indagación nos reenviaría a la revisión de nuestro tema general.
Al mismo tiempo decimos que Psicoanálisis, política y autonomía se cruzan, castorideanamente hablando, porque se desenvuelven en el campo de lo que los griegos clásicos llamaban doxa. En contraposición con episteme, el campo de la doxa impone sus condiciones tanto al psicoanálisis como a la política, y el rebasamiento de los límites doxa-episteme [1], que en parte es el mismo límite que se presenta entre imaginario y conjuntista identitario (como dos dimensiones indisociables en las que se despliegan las significaciones imaginarias sociales según Castoriadis) [2]; así su posible entrecruzamiento o, más típicamente, el avance de la episteme sobre la doxa (avance cuyo origen funda según Castoriadis el mismo Platón), podría repercutir en las formas en las que se desenvuelven cada una de las praxis.
Un escenario privilegiado para la observación de esta contienda tiene lugar en el modo de concebir el concepto de otro. Y es interesante en este punto subrayar la idea de cómo se concibe el “concepto” de otredad, de lo semejante, de lo ajeno; cómo se atrapa conceptualmente, qué categorías se utilizan, cómo se nomina la experiencia por la que efectivamente transitamos que es la del lazo social.
A partir de ciertas experiencias, de ciertas lecturas y un movimiento crítico dentro del campo del psicoanálisis actual, si se quiere hegemónico, es interesante advertir cómo el abordaje de algunas perspectivas psicoanalíticas lejos de trabajar a contrapelo de los sentidos producidos por el capitalismo, o incluso arremeter contra ellos, parecieran ser funcionales a sus principios, no sólo en la práctica sino en la propia construcción conceptual. Y no somos ingenuos en esto, nominar es un acto que posee dimensión política en tanto implica tomar posición y legitimar cierta modalidad de la práctica.
Podemos pensar que las voces instituidas que abogan: tenés que ser autónomo, tenés que ser libre, tenés que ser independiente, ilimitado; tenés que gozar y reconocer el goce de tu propio cuerpo que es Uno, de uno; tenés que responsabilizarte de tus actos concretos; pues, dichas voces, están animadas y a la vez instalan un modo particular de concebir al otro (aún en su solapamiento), al sujeto y su lazo.
En el contexto de la misma tendencia encontramos la idea de “El Otro que no existe”, supuesto que incluso da nombre a libros y artículos varios [3]. Si hiciéramos el esfuerzo de intentar defender este postulado, podríamos ir a algunos de los textos originales de Lacan (cuando decimos originales decimos previos a su traducción al castellano) para encontrarnos que efectivamente Lacan plantea que “no existe el Otro del Otro”, es decir, que no hay garantía última, que no hay verdad última. Es cierto, podríamos hacerlo, pero no es aquí lo que nos interesa. Más bien nos preguntamos ¿por qué se decide semejante recorte en dicho postulado? ¿Por qué ante la decisión teórico-clínica de existencia o no de la otredad en los avatares subjetivos, se opta por excluir al Otro?; ¿Qué implicaciones clínicas conlleva tal decisión política? ¿Qué sentidos animan esta decisión y están presentes más allá de ella? Acaso, si el “Otro no existe”, ¿no se borran las tramas de poder, de dominio, de explotación?; ¿no se solapa el Estado, lo público, el hacer con el otro? Es cierto que como analistas una función primordial que nos cabe es la de desidentificar, desinflar el enjambre imaginario y los sentidos coagulados en que se sume un sujeto cuando llega a la consulta, abatido por las condiciones del Otro que para él son determinaciones absolutas. Ahora bien, sostener que todo ello es una construcción sintomática del sujeto y que por lo tanto puede deconstruirse y crearse nuevos sentidos ¿es lo mismo que dar por inexistente a ese otro?
En una próxima entrega nos propondremos entonces comenzar por aquí: avanzar desde una genealogía respecto de los sentidos que metaboliza esta tendencia, desnudando los atravesamientos de poder que pesan sobre ella como producto socio-histórico, para dimensionar su cualidad política y así más adelante, aprovechando la vía regia castorideana, llegar a repensar desde esa linterna de significaciones la cuestión de la política en la realidad cotidiana de algunos movimientos sociales de nuestra época.
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