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Michel Tort por Michel Tort

¿Psicoanálisis sin el Padre?

Por Yago Franco
 
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Eugène Delacroix. La Libertad guiando al pueblo, 1830. Museo del Louvre.
Eugène Delacroix. La Libertad guiando al pueblo, 1830. Museo del Louvre.
Imagen obtenida de: https://es.wikipedia.org/wiki/Estilizaci%C3%B3n_de_la_
violencia#/media/File:Eug%C3%A8ne_Delacroix_-_La_libert%C3%A9_guidant_le_peuple.jpg
Sostiene Tort
Selección e introducción por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 

Fin del dogma paterno es el libro de Tort más recientemente publicado en Argentina. Libro crítico y profundo, cuestiona el lugar otorgado en la teoría y en la clínica a la figura del padre, así como sus efectos en la subjetivación. Indaga profundamente en las raíces y consecuencias de esta concepción introducida “ingenuamente” al interior de la doctrina, sobre todo por la corriente lacaniana pero generalizada a casi todo el pensamiento psicoanalítico (salvo en el mundo anglosajón), ubicándola como un intento de restitución de una figura aliada del poder político de los hombres –que les ha permitido dominar en la sociedad, sometiendo a las mujeres- restitución necesaria una vez que su decadencia se ha hecho visible. Lejos de toda mirada nostálgica sobre el Padre, se trata de estar atentos a nuevas formas de la parentalidad y de la subjetivación, que ya no necesitan del Padre para llevarse adelante.

Dicho Padre tiene raíces históricas –patriarcado- y alimenta creencias religiosas de las cuales ni Freud ni Lacan pudieron –o quisieron- apartarse, y que fueron incorporadas al interior del corpus teórico naturalizándose. Invirtiendo así el orden de causación: lejos de ver el poder del padre como algo perteneciente a un momento histórico, cuya internalización en el psiquismo vía el Complejo de Edipo llevaría a su perpetuación, vieron en él la satisfacción del inconsciente, un inconsciente a-histórico en el sentido de no ser afectado por –en este caso- las distintas formas que la figura del padre ha adquirido a lo largo de la historia. Esto implica que pueden por lo tanto haber otras formas del mismo, y por lo tanto otros modos de subjetivación.

Lo que sigue son extractos del libro citado, a los fines de facilitar al lector el encuentro con un autor indispensable, de pensamiento agudo y que no da tregua y que al mismo tiempo es de una claridad meridiana. Esto último no sería necesario ser consignado, de no ser por el culto a la escritura oscura, barroca, de secta, que desde Lacan y su gongorismo agota y pierde a lectores/autores (¿?) que hacen como que entienden y luego lo reproducen. Lamentablemente, el propio pensamiento de Lacan se pierde en sus laberintos y quedará para quienes se interesan en él el poder dejar a un lado la fascinación, la adoración, y producir una lectura crítica, y dar el paso que es necesario: incluir a Lacan como a alguien que forma parte de la interminable elucidación psicoanalítica y no a la inversa.

Damos paso entonces a la palabra de Tort, quien sostiene, en Fin del dogma paterno (entre paréntesis el número de página):

…en el discurso de las declinaciones, se trata más bien de mantener una inquietud permanente. Allí donde podríamos pensar dinámicamente un cambio de bases, primero hay que dramatizar un derrumbe, a la vez antiguo y siempre inminente, una catástrofe que se sitúa en un más allá metafísico de toda historia real. (12)

La categoría del padre aparece solidaria con la de “crisis”, no sólo de la autoridad (problemática que subyace a toda la historia política), sino también de las nuevas “instituciones” que se han convertido recientemente en “lo simbólico”, en “la diferencia sexual”, cuya suerte se presenta en lo sucesivo como relacionada con los infortunios del Padre. (12)

 

En lo que concierne a la teoría y a la clínica psicoanalíticas, se trata de saber qué rol conviene atribuir exactamente al padre en el complejo de Edipo y hasta dónde es conveniente vincular la autoridad –social y tradicionalmente atribuida a la figura del paterna- y la salida del complejo de Edipo. ¿Cuál es el estatuto psicoanalítico de la figura paterna como legisladora en la operación del Complejo de Edipo, y en qué sentido esta figura del padre sería universal? (14-15)

En efecto, en la “función universal” del padre se encuentra el esquema de la Sagrada Familia donde el Padre hace la Ley a la Madre. Se ve aquello que los psicoanalistas han identificado en el funcionamiento psíquico como una transitoria “primacía del falo”, transformada en primacía del “principio fálico”, la cual no tendría, según parece, ninguna relación con el dominio masculino y sería un puro dato inconsciente fuera de la historia. (15)

Digamos que el Padre es el nombre de una solución histórica que está siendo desplazada. Es un arreglo de las relaciones de sexo y de poder, que utiliza ciertos aspectos del funcionamiento  psíquico, arreglo que ha cumplido su ciclo. (15)

Es lícito pensar que la pérdida de los poderes reales del Padre está exactamente compensada por el alza en potencia de la “función paterna”, así como la Infalibilidad pontifical volvió al Santo Padre desde el momento en que perdió todos sus territorios y se encontró confinado en lo simbólico, en el Vaticano. De suerte que la invocación, hoy, de la función simbólica del padre, bien podría parecer como un medio para perpetuar nostálgicamente las competencias de las sociedades de antaño.
Desde este punto de vista, es muy importante llegar a esclarecer el alcance exacto del discurso sobre la declinación del padre, para juzgar si nuestras sociedades efectivamente están destruyendo desconsiderada y perversamente las condiciones de la subjetivación, como sostienen algunos, o si estas declaraciones son a la vez una reacción angustiada frente al cambio de relaciones entre los sexos y un medio retórico de intervenir para conservar las antiguas relaciones, blandiendo (como suelen hacer los profetas) la amenaza de catástrofes subjetivas. (16)

(según el discurso de la declinación del padre):

Si el padre impuso sus poderes durante milenios, no sería porque algunas organizaciones sociales han definido formas de poder desiguales entre los hombres y las mujeres, sino porque había que satisfacer la función paterna, de una u otra manera. (16-17)

(por medio de la función paterna) estaría garantizada desde siempre la transmisión de la prohibición fundadora entre las generaciones y la diferencia sexual, clara y distinta.
(esto estaría amenazado) por el irresponsable desarrollo de las ciencias y las técnicas, así como por las reivindicaciones anárquicas de los extremismos sexuales. (19)

Si … se puede entrever que la solución paterna no es la única relación que los sujetos pueden mantener con la ley, sino un momento totalmente particular, entonces se vuelve posible concebir una concepción de la subjetividad completamente diferente. El poder ejercido en forma de relaciones parentales, a su vez dominadas desde hace tanto tiempo por el poder paterno “natural”, sirvió como modelo al poder político. Tal vez ha llegado el momento de desnaturalizar las representaciones del poder psíquico mismo, que tradujeron en el desarrollo y en la subjetivación las relaciones de subordinación, de sumisión, que han predominado en lo que yo denomino la solución paterna.(20)

La esperanza que ha traído el psicoanálisis, explícitamente, en Freud, ha sido ciertamente la de analizar la base de las proyecciones religiosas pensando vincularlas con las fuentes infantiles del funcionamiento psíquico. No obstante, como se verá, esta operación dio un giro brusco, porque extrañamente “reencontró” en el funcionamiento psíquico la relación con el Padre dominante en las sociedades, sin examinar cómo éste era reproducido, agregando en consecuencia a la variante religiosa del culto al Pare, ya maltrecho, las buenas razones del inconsciente. (22)

El psicoanálisis ha vinculado desafortunadamente la suerte de sus construcciones más determinantes (Edipo) con formas históricas contingentes, al punto de que con todo derecho podemos preguntarnos si algunas construcciones no son un calco puro de las relaciones sociales del momento. (25-26)

Consideraré que existen varias figuras históricas de la paternidad, entre ellas la del Padre, figura provista de características particulares y reproducida hasta fines del siglo XX. Cada una de esas figuras reproduce sujetos a su manera, según maneras que declinan las posibilidades del Edipo. (26)

(si se logra salir del dogma paterno y su declinación) primero queda seguir los avatares de la deconstrucción de la solución paterna a la que asistimos y en la que participamos en directo, con la invención de nuevas formas de paternidad y de parentalidad. (27)

Así se dirá que la “dislocación de las imágenes fundadoras de la paternidad encuentra un eco (sic) en las violencias de los jóvenes, obligados a autofundarse”. Insidiosamente se está produciendo una inversión. En lugar de admitir que la violencia es primero simplemente la posición del padre tradicional y lo que hoy queda de él, aquella que genera más inquietud surgiría, por el contrario, de la falta de la referencia paterna. (460)


Otros libros de Michel Tort publicados en Argentina:

El deseo frío. Procreación artificial y crisis de las referencias simbólicas. Nueva visión.

El psicoanálisis en el materialismo histórico. Lumen, 1972

El cociente intelectual, Siglo XXI.-

 
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