El silencio no miente
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J.B. |
¿Se puede realizar la biografía de un autor a través de los textos de sus propios libros? El creador de esta posibilidad fue Roland Barthes, y el término usado, el neologismo biografema: una serie de destellos de sentido que conforman algo así como “una historia pulverizada” de un narrador, de un pintor, de un poeta.
Si la biografía es la diseminación del sentido de una vida, la bibliografía la preponderancia de las obras, de la ficción, el biografema es el privilegio real sobre la escritura y la letra del autor. Unas líneas de prosa, un verso, un fragmento de texto, declaraciones aisladas, gestos, unidades mínimas que pueden dar un indicio, una señal de la visión estética, de la concepción de vida de un creador. Articuladas en forma de collage, producto de la selección descentrada de un lector desinteresado y amistoso.
Maurice Blanchot escribió que un texto, incluso cuando es fragmentario, tiene siempre un centro que lo atrae: centro que no está fijo, sino que se mueve por la presión del texto y por las circunstancias de su composición. Centro fijo también, que se mueve, si es un verdadero centro, permaneciendo como es y siendo cada vez más central, más recóndito, más incierto e imperioso.
Lucidez crítica
Casi siempre tengo una idea más o menos vaga del comienzo y del final, pero nunca conozco el camino entre ambos. Otra cosa que sé, y que es muy difícil de describir, es que oigo una suerte de música que relaciono con una historia desprovista de palabras. Mientras escribo, una de las cosas que intento hacer es hacer confrontar aquello que escribí con esa tonalidad, esa reverberación propia de una música. No hablo de la musicalidad del lenguaje. Hablo de esa música que aparece cuando una persona que le ha hecho daño a otra es perdonada.
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Los animales no se admiran entre sí… La virtud es su propia recompensa.
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El hombre es único en cuanto que se compone de dos acontecimientos: el de su organismo biológico, y en esto es igual que la tortuga y la liebre, y el de su conciencia. Así, en el hombre coexisten dos tiempos, que corresponden a esos dos acontecimientos. El tiempo durante el cual es concebido, crece, madura, envejece, muere. Y el tiempo de su conciencia. El primer tiempo se comprende a sí mismo. Por eso, los animales no se plantean problemas filosóficos. El segundo tiempo ha sido comprendido de una manera o de otra en los diferentes períodos. La primera tarea de cualquier cultura es, en verdad, proponer una comprensión del tiempo de la conciencia, de las relaciones del pasado con el futuro entendidos ambos como tales.
En realidad, siempre estamos entre dos tiempos: el del cuerpo y el de la conciencia.
Lo que nos asombra no pueden ser
los vestigios de lo que ha sido.
El mañana, aún ciego,
avanza lentamente.
La luz y la visión
corren a encontrarse
y de su abrazo
nace el día
con los ojos abiertos…
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Borrar el pasado es la primera estrategia de la demagogia neoliberal.
Normalización significa que los diferentes sistemas políticos que comparten el control de casi todo el mundo pueden intercambiarse todo, con la única condición de que nada sea radicalmente cambiado en ninguna parte.
En un período de esperanza revolucionaria, vi una obra de arte que había sobrevivido y era una prueba de la desesperación del pasado; en una época que ha de ser sobrellevada como se pueda, veo que, milagrosamente, la misma obra nos ofrece un angosto paso a través de la desesperación.
Antonio Gramsci fue el menos dogmático de los pensadores revolucionarios de nuestro siglo… La ausencia en él de todo dogmatismo es el resultado de una especie de paciencia. Una paciencia que no tiene nada que ver con la pereza o con la complacencia. (El hecho de que escribiera lo fundamental de su obra en la cárcel –donde pasó ocho años prisionero del fascismo- es una prueba de su urgencia, de que la consideraba inaplazable. Gramsci fue liberado, ya moribundo, a los 46 años).
Esta peculiar paciencia suya se derivaba, a su vez, de su comprensión de una práctica que existirá siempre. Observó de cerca las luchas políticas de su tiempo e incluso a veces llegó a dirigirlas, pero nunca olvidó el drama de fondo, el drama que se desarrolla detrás de esas luchas y que abarca un tiempo inconmensurable.
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El tamaño de una bolsa
La bolsa en cuestión es una pequeña bolsa de resistentes. Una bolsa se forma cuando dos o más personas se ponen de acuerdo y se unen. Se unen para resistir contra un nuevo orden económico mundial que no puede ser más inhumano. Nos reunimos tú –el lector-, yo y todos aquellos de quienes se habla en los ensayos que contiene este libro: Rembrandt, los pintores de las cuevas rupestres, un campesino rumano, los antiguos egipcios, un experto en la soledad de ciertas habitaciones de hotel, unos perros en la media luz del crepúsculo, un locutor de radio. Y este intercambio refuerza inesperadamente nuestra convicción de que lo que está sucediendo hoy en el mundo es perverso y que las explicaciones que se nos suelen ofrecer al respecto son un montón de mentiras. Nunca he escrito un libro con mayor sensación de urgencia.
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El solo hecho de darle nombre a lo intolerable constituye en sí mismo toda la esperanza. Cuando se dice de algo que es intolerable, resulta inevitable la acción. Esta acción está sujeta a todas las vicisitudes de la vida. Pero la esperanza pura reside primera y misteriosamente en la capacidad para calificar lo intolerable como tal; y esta capacidad viene de lejos: del pasado y del futuro. Por eso, la política y el valor son inevitables.
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Hay muchos niveles de conocimiento y, muchas veces, el conocimiento en sus niveles más profundos no tiene cabida en las palabras o en los pensamientos.
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El cuero del amor
Curtidos como postes
por las partidas
y los fantasmas blancos
de los que se fueron,
envueltos en lonas
hablamos de pasión.
Nuestra pasión es la sal
en la que se cuelgan los pellejos
para hacer de una bisagra de piel
el cuero del amor.
Al contrario de lo que nos enseñan en la escuela, siempre he pensado que la palabra “poeta” es un adjetivo. Un adjetivo que no tiene nada que ver con el término “poético”. Cuando se dice “es poeta” se describe una cualidad que incluye, entre otras cosas, el valor y la sinceridad. Por eso no me parece apropiado autocalificarse “poeta”. Decir “soy poeta” equivale un poco a decir “soy inolvidable” o “soy sincero”. Mejor dejar que juzguen los otros. El lector y sólo el lector puede confirmar si un poema es un poema y un poeta, poeta. Esta convicción, o más bien obsesión, me impidió publicar o incluso pensar en publicar un libro de poemas, pues obviamente con ello me estaría autoproclamando poeta.
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Pañuelo
Por la mañana
doblado con sus flores silvestres
lavado y planchado
apenas ocupa espacio en el cajón.
Ella lo agita en el aire
Y se lo ata a la cabeza.
Por la noche se lo quita
Y lo deja caer
sin desatar en el suelo.
En un pañuelo de algodón
entre las flores estampadas
un día laborable
ha escrito su sueño.
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Si todos los hombres pintaran a sus mujeres, habría más mujeres bellas.
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Cuando nos despertábamos por las mañanas contemplábamos este azul como si fuera el rostro del día mirándonos de frente. Un espacio que nos invitaba a entrar.
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La poesía inquieta al lenguaje porque todo lo hace íntimo. Esta intimidad es el resultado de la labor realizada por el poema, el resultado de haber reunido en la intimidad todos los actos y nombres y hechos y perspectivas a los que hace referencia. Con frecuencia no hay nada más real, para enfrentar la crueldad y la indiferencia del mundo, que esta inquietud.
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La felicidad humana es algo escaso. No hay períodos felices, sólo momentos felices. Pero la felicidad es precisamente un placer generalizado. Y el estado de felicidad puede definirse mediante una ecuación, según la cual, en ese momento, el don del propio bienestar es igual al don de la existencia. Si el placer no superara a la gratificación funcional, no podría existir ese bienestar. La experiencia estética es la expresión más pura de esta ecuación.
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Lo opuesto a amar no es odiar, sino separarse. El que el amor y el odio tengan algo en común se debe a que la fuerza de ambos consiste en unir y mantener unido: la persona que ama con la amada, la persona que odia con la odiada. La separación es un medio de comprobar ambas pasiones.
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Modos de ver
En la televisión todo se mueve continuamente, y ese movimiento hace que la pintura deje de ser pintura. En la radio, sin embargo, no vemos nada, pero podemos escuchar el silencio. Y cada cuadro tiene su propio silencio. *
Yo creo que uno mira los cuadros con la esperanza de descubrir un secreto. No un secreto sobre el arte, sino sobre la vida. Y si lo descubre, seguirá siendo un secreto, porque, después de todo, no se puede traducir a palabras. Con las palabras lo único que se puede hacer es trazar, a mano, un tosco mapa para llegar al secreto.
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La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar.
Pero esto es cierto también en otro sentido. La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos ese mundo con palabras, pero las palabras nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por él. Nunca se ha establecido la relación entre lo que vemos y lo que sabemos. Todas las tardes vemos ponerse el sol. Sabemos que la tierra gira alrededor de él. Sin embargo, el conocimiento, la explicación, nunca se adecua completamente a la visión. El pintor surrealista Magritte comentaba esta brecha siempre presente entre las palabras y la visión en un cuadro titulado La clave de los sueños.
Lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas.
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Lengua materna
¿Qué puede crecer en el lugar de la pérdida?
La experiencia de los inmigrantes recién llegados es diferente de la del proletariado o subproletariado ya establecido, “autóctono”. Sin embargo, el desplazamiento, el desarraigo, el abandono vivido por el emigrante es la forma más extrema de una experiencia mucho más general y extendida. El término “alienación” lo dice todo.
¿Qué puede crecer en el lugar de la pérdida?
El cielo es azul oscuro
los estorninos despliegan sus alas
abandonan los frontones
para escribir una carta
devuelta.
El sol poniente
empasta las muelas con oro.
Como un jirón de carne
estoy alojado en esta ciudad.
Lo que más me reconcilia con mi propia muerte es la imagen de un lugar: un lugar en que tus huesos y los míos sean sepultados, tirados, desenterrados, pero juntos.
Déjame gritar, madre, / ni la imprenta / ni el télex / ni los boletines / de discurso inmaculado / anuncian el desastre / con impunidad; / sólo las páginas de la herida.
Déjame que diga, madre, / no adjetivos / para colorear / sus mapas de miseria / ni nombres para clasificar / las familias del dolor, / sino el verbo del sufrimiento.
Mi lengua materna pone la frase / en el muro de la prisión.
Déjame escribir, madre, / las voces / que aúllan en las cascadas.
En un puñado de tierra / he enterrado todos los acentos / de mi lengua materna / allí yacen / como agujas de pino / reunidas por las hormigas.
Puede que algún día el llanto balbuciente / de otro vagabundo / las incendie / entonces caliente y consolado / oirá toda la noche / una nana que es la verdad.
¿Qué puede crecer en el lugar de la pérdida?
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