Más que presentar los ensayos que forman este valioso y oportuno libro, deseo subrayar algunos puntos fundamentales que nuestra época poco informada en lo esencial, tiende a ver sólo a la luz de lo sucedido posteriormente en la victoriosa Unión Soviética o teniendo en cuenta los actuales datos demográficos, culturales, económicos y las técnicas de información.
No me referiré por consiguiente a los importantes ensayos que integran esta obra los cuales hablan por sí mismos y, en su pluralidad salvo en algunos detalles, presentan una poderosa y unitaria versión coral.
Recordemos: Rusia, coloso de pies de barro, con su zarismo, la Corte corrupta y despótica en la que reinara Rasputín hasta 1916 y el despotismo asiático de la dinastía de los Romanov, aparecía ante un mundo occidental conquistado por los ideales de la Revolución Francesa, como una supervivencia del anacrónico absolutismo monárquico que ésta había combatido, y los bolsheviks (o ala bolchevique de la Socialdemocracia rusa) eran escasamente conocidos fuera de los reducidos ámbitos de las direcciones socialistas.
La Revolución rusa de febrero fue por eso celebrada jubilosamente por socialistas, liberales y demócratas por igual mientras que la de octubre, para un mundo informado por las agencias Reuters (británica) y Havas (francesa) en guerra con Alemania, fue presentada como una maniobra del Kaiser contra los aliados.
Sólo más tarde los trabajadores de todo el mundo empezaron a reconocerse en lo que hacían y decían los revolucionarios rusos dirigidos por Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) y Lev Davidovich Bronstein (Trotsky).
Del Prólogo de Guillermo Almeyra
|