Fundamentos
El presente escrito pretende sintetizar las ideas expresadas por Yves Lacoste en su libro «La geografía: un arma para la guerra». Se trata de un manifiesto acerca del compromiso del geógrafo, al tiempo que denuncia el papel de la geografía académica a la que estamos acostumbrados, y nos introduce en lo que entiendo es la discusión de fondo: la función de la geografía.
La motivación de la transcripción y difusión de las ideas aquí desarrolladas radica en torno a la conciencia que los involucrados y el público en general debemos tomar respecto de esta disciplina.
No obstante el autor hace referencia a cuestiones no desarrolladas aquí, pero no por eso de menor importancia, tales como ciertas propuestas metodológico-epistemológicas, el tratamiento de las escalas, la cuestión del marxismo y la geografía, la falta de análisis filosófico dentro de la propia disciplina, la inculcación de las idolologías nacionales, etc. Solo desarrollaremos las que consideramos oportunas en función del objetivo arriba expresado.
Introducción
La geografía no es en realidad la disciplina que se nos presenta: un discurso inútil, neutro e inocente. No sirve solamente para enriquecer nuestra «cultura general». No se trata de memorizar una lista de lecciones acerca de los países, las regiones, la población, vegetación, clima, relieve, ríos, agricultura, ciudades, industria; forma que adquiere en las aulas de los distintos niveles de enseñanza.
En el ámbito académico se inculca que la auténtica geografía, la geografía científica (aquel saber por el saber), como enumeración descriptiva y parcialización arbitraria del espacio y sus componentes, no aparece hasta finales del siglo XIX con los trabajos de A. Von Humboldt. Pero mal que les pese a los defensores del discurso academicista, la geografía existe desde que existen los aparatos de Estado. Ya Heródoto en el año 446 a.C. se embarca en verdaderas investigaciones en función de los objetivos del imperialismo ateniense. Lo nuevo a partir de Humboldt, Ritter y sobre todo Vidal de la Blache, es el discurso académico, con su sabia culminación: la geografía en tanto que saber “desinteresado”, la geografía de los profesores, aquella «única geografía» de la que conviene hablar.
Sin embargo la geografía es un saber estratégico de práctica milenaria, una visión, un arsenal al servicio del poder, cuyos inconvenientes académicamente disfrazados conciernen a todo ciudadano del mundo. En definitiva “la geografía sirve, antes que nada, para hacer la guerra”.
La región vidaliana como concepto obstáculo
La obra de Vidal de la Blache, y en particular su idea de descripciones regionales profundas y horizontales, ha sido considerada por mucho tiempo como la forma más sutil del razonamiento geográfico. De esta manera se muestra que los paisajes de una región son el resultado del encabalgamiento a lo largo de la historia de las influencias humanas y de los datos naturales. Como mérito podríamos otorgarle el haber combatido la tesis del determinismo geográfico y conferirle a la disciplina un papel preponderante en la historia de los pueblos y las sociedades humanas. Sin embargo su discurso impuso una fuerte despolitización del análisis geográfico, a partir de dejar de considerar la acción social en toda su amplitud. Su frase «la geografía es la ciencia de los lugares y no de los hombres» es un reflejo de ello. Según su lógica, la descripción geográfica de cualquier país consistiría en presentar las diferentes regiones que lo componen una a una; en este método se cimenta la escuela tradicional francesa, el método de la geografía regional, imponiéndola como la «“geografía por excelencia”» que solo asocia estrechamente la geografía física con la geografía humana, impidiendo plantear una espacialidad diferencial (distintos puntos de vista en términos de escala espacial y temporal).
Los elementos del paisaje elegidos por Vidal de la Blache, que pretende incluir todo lo que es importante, no solo impone una única manera de dividir el espacio sino que es resultado de una estricta y arbitraria, aunque discreta selección de los hechos, remitiéndose a la historia, pero de antiguos fenómenos considerados como herencia por su evidente dependencia geológica o climática, es decir, estrictamente naturales. Desestima lo esencial de los fenómenos económicos, sociales y políticos de un pasado reciente. Fue Federico Daus, por ejemplo, quien introdujo en la Argentina este enfoque y nos impuso la noción de región pampeana, chaqueña, patagónica, etc., como algo dado, independiente una de otra.
La región vidaliana se ha convertido de esta manera en un concepto obstáculo que impide la toma de consideración de otras representaciones espaciales. Esa conceptualización espacial única evita la discusión que plantea la espacialidad diferencial al tiempo que nos mantiene en la incapacidad de aprehender los fenómenos económicos y sociales que se representan en otras conceptualizaciones que pueden ser discutidas en términos políticos. De esta manera se afianzó la geografía del saber por el saber, funcional a una geografía academicista y cientificista cuyo objetivo, más o menos consciente, fue el de fragmentar el objeto de estudio y ocultar la relación entre la geografía y el poder.
Geografía y poder
La geografía, en verdad, es un instrumento de fuerzas y poder inconmensurables, arbitrariamente disimulado por los profesores –por su inconsciente o deliberada complicidad– y los medios masivos de comunicación. Su procedimiento científico es histórico: está histórica y socialmente determinado y, por lo tanto, debe ser visualizado en el marco de las ideologías, como práctica y como poder.
La geografía es un saber ligado a prácticas políticas y militares que exigen recopilación de datos e información articulada, heterogénea, extremadamente variada, cuya razón de ser no es visualizable en el marco de una perspectiva que legitima la división y segmentación del saber.
La geografía es un instrumento de dominación, estratégico para librar una batalla en el extranjero o ejercer el poder doméstico. La guerra es planificación y dominación. Así, la pregunta: ¿la geografía es una ciencia? carece de importancia esencial a partir del momento en que tomamos conciencia que la articulación de saberes referentes al espacio —la geografía— es un saber estratégico, un poder.
La división de saberes, en tanto descripción metódica, debe situarse en el marco de las funciones que ejerce el aparato de Estado para ejercer el control sobre los hombres que pueblan su territorio y para la guerra. De esta manera, el mapa, la forma de representación geográfica por excelencia, es donde se vuelca la información necesaria para la elaboración de tácticas y estrategias de dominación y de guerra, y también al servicio del poder económico. Elaborado en primer lugar por militares y para militares, el mapa no es ni barato ni desinteresado, por el contrario, es una tarea ardua, larga y costosa solo realizable por el Estado y para él, eficaz instrumento de dominio del espacio en él representado; no es casual que muchos mapas —los de gran escala, muy detallados, llamados «mapas de Estado Mayor»— caigan en la órbita del secreto militar de un gran número de países.
Pero la geografía, además de servir a la guerra y al poder de los estados, tiene considerables funciones políticas e ideológicas. El concepto ratzeliano de lebensraum (espacio vital), los aportes de geógrafos militares norteamericanos y británicos como H. J. Mackinder y A. T. Mahan, el general alemán K. Hausshofer (afiliado al partido nazi) o el jurista sueco germanófilo R. Kjelen, imprimieron gran impulso a la “geopolítica” (análisis geográficos al servicio del Estado) luego de la Primera Guerra Mundial, cuyo objetivo era inculcar el nacionalismo desde las «escuelas nacionales». La geografía era una materia fundamental en la educación de los jóvenes, principalmente en Alemania donde la geopolítica hitleriana fue la expresión más exacerbada de la función política ideológica que puede tener la geografía. El modelo educativo se reproduce desde entonces en todo el mundo.
La geografía apuntala una tesis política y legitima el nacionalismo con la ambigüedad y heterogeneidad de los conceptos que maneja, pero la función ideológica esencial del discurso de la geografía escolar y universitaria ha sido y es el de enmascarar su utilidad práctica; el análisis espacial para el ejercicio del poder, el expansionismo imperial y la dominación de los pueblos: la guerra. Evidenciando su aparente «inutilidad» y «neutralidad», encubriendo un saber estratégico militar tras un discurso pedagógico o científico superfluo (en apariencia) e inocente.
A pesar de su discreción, la otra geografía, la «de los Estados Mayores», no ha dejado de existir ni mucho menos, sigue siendo un instrumento de poder, claramente percibido y utilizado estratégicamente por una minoría dirigente: militares que deciden sus estrategias. Dirigentes de Estado que estructuran los espacios nacionales en provincias, estados, departamentos, distritos, condados; imponiendo fronteras territoriales arbitrarias, constituyendo «ciudadanos soldados”», los hombres de las nacionalidades (naciones?) inmersos en una suerte de panoptismo, un espacio de encierro y de control; exploradores (militares) que han preparado la conquista colonial y la valorización de los «nuevos territorios»; grupos económicos, corporaciones y entidades financieras que deciden donde colocar sus inversiones a nivel nacional e internacional.
Diferentes análisis vinculados en prácticas militares, políticas y financieras son llevados a cabo tanto por ejércitos como por los grandes aparatos capitalistas.
Hoy en día, militares y corporaciones recurren a la geografía constantemente, a los dispares conocimientos que reúne con el fin de establecer sus estrategias en un espacio dinámico y en constante modificación a ritmos antes impensados, lo cual implica la recurrente elaboración cartográfica. Los nuevos métodos bélicos implican un análisis más preciso de las combinaciones geográficas que se pretenden destruir, dominar o modificar para iniciar un genocidio o ejercer el control de un sector de la población de un país. Un ejemplo de ello fue la guerra de Vietnam en donde sistemáticamente se bombardearon determinados lugares de la red de diques para que las consecuencias fueran lo mas desastrosas posibles para la población civil, pero a la vez recurriendo a un alto grado de discreción para que dichas maniobras no fuesen consideradas como un genocidio por la opinión pública internacional, lo cual tornaba esencial un minucioso razonamiento geográfico para precisar las áreas a destruir. La intervención norteamericana en Irak y Afganistán se basó en un mismo tipo de análisis. Pensemos un momento en el uso de la tecnología militar más avanzada: el drone.
La geografía, como arma para la guerra, no solo implica el movimiento de tropas y armamentos una vez iniciada esta, sino también prepararla en las fronteras y en el interior, los emplazamientos, la organización de las vías de circulación y las líneas de defensa. El territorio con su espacio y su población no solo es fuente de fuerza militar, sino que forma parte de los factores que actúan en la guerra aun cuando solo constituye el teatro de operaciones.
Vauban (1633-1707), uno de los primeros teóricos franceses del ordenamiento territorial, fue uno de los mejores geógrafos de su época; concebía los saberes geográficos para el ordenamiento como los rectores con el fin de la preparación para la guerra contra otros aparatos de Estado o para la lucha interior contra aquellos que cuestionaban el poder. Los actuales discursos sobre ordenamiento concebidos en términos de armonía y equilibrio, nuevamente ocultan las medidas que utilizan las empresas capitalistas para aumentar sus beneficios y más aún, el ordenamiento no solo deberá tener como objetivo la obtención del máximo beneficio económico por parte de las corporaciones económicas, sino también deberá dotar al aparato de Estado de una firme disposición estratégica para sofocar los movimientos populares.
Por lo expuesto, resulta imperante estar atento a la función político-militar de la geografía, propia desde el principio, que en nuestros días adquiere unas formas nuevas debido al desarrollo tecnológico de los medios de destrucción y de información, a los progresos del conocimiento y a la extensión de los intereses capitalistas, sobre todo americanos, en todo el planeta.
La geografía cuantitativa como enajenación del geógrafo
La geografía cuantitativa fue presentada por sus partidarios como el resultado de una ruptura epistemológica respecto al discurso literario y subjetivo de la geografía tradicional (historicista). Sin embargo esta búsqueda de objetividad esconde un ingrediente ideológico y muy relativo: el deseo de conocer el espacio y poder elaborar en él estrategias de mercado y un control más eficaz de la sociedad civil. En los Estados Unidos tuvo su mayor desarrollo con medios económicos y técnicos considerables tanto en el ámbito universitario como de otras instituciones y organismos. El objeto de esta geografía, si bien no se relaciona con una máquina de fabricar profesores como la geografía tradicional, parece cada vez más útil para el aparto de estado y las grandes firmas.
Son estos órganos (estados y empresas) quienes proponen los contratos de investigación y conceden los medios y el acceso a información confidencial. Pero también imponen su utilización en función de unos objetivos que no determina el geógrafo y en la mayoría de los casos no alcanza a conocer. El geógrafo sólo reúne conocimientos para elaborar planes de ordenación y estrategias de acción pero es el político o el empresario quien se las apropia y ejecuta en su favor. No es la geografía quién se pregunta el qué, el cómo, y el para qué de la intervención en tal o cual momento o situación, sino quien contrata sus servicios.
Aun disponiendo de un mejor acceso a medios y materiales que los que ofrece la investigación puramente universitaria, pierden la libertad de llevar la investigación a su gusto, quizá con objetivos sociales, como también la libertad de dar a conocer los resultados. Estos pertenecen por contrato al organismo que financia, al administrador, a la oficina de estudio, al organismo internacional o empresa, en tanto que los geógrafos que participan en estas investigaciones se desconocen entre sí y no pueden intercambiar resultados. El geógrafo investigador se convierten así en un asalariado que pierde todo derecho sobre el fruto de su trabajo tan ponto como ha sido pagado. Esto se extiende a los estudiantes más o menos avanzados que son utilizados por el patrón–profesor que ha firmado el contrato. El sistema jerárquico universitario, construido sobre la base de relación de dominación y dependencia en el plano del saber, comienza a combinarse con las autenticas relaciones de explotación capitalista. Por tal motivo los geógrafos somos también trabajadores asalariados que asistimos al mercado para ofrecer nuestra mano de obra a cambio de una suma de dinero (salario) convirtiendo la disciplina geográfica en un producto o servicio de mercado (mercantilización de la geografía).
Por tanto la geografía cuantitativa está vedada para los investigadores que no son del gusto de los detentadores del poder.
Geografía de los profesores y espectacularización de la geografía
La geografía de los Estados Mayores, cuya elite ejerce un monopolio del saber, se vuelve tanto más eficaz gracias al discurso de la geografía de los profesores, que disimula a los ojos de la mayoría la eficacia del instrumento de poder, del saber estratégico que constituye el análisis espacial. Así aquel discurso que torna inofensiva a la geografía influye en los futuros profesores, los estudiantes universitarios quienes no piensan en preguntarse el para qué y el para quién puede servir una tesis de geografía, en el plano de la reproducción de elementos del conocimiento y en el de la producción de ideas científicas y de información que en casi todos los casos ni sus propios autores imaginan la utilización que se les dará a la mayoría de ellas. De manera tal que no solo debemos prestar atención a la función ideológica de las producciones académicas más brillantes o elaboradas, sino también a las de carácter elemental o caricaturesco que serán las que contribuirán a lo largo del tiempo en la formación de miles de jóvenes estudiantes de geografía.
La geografía escolar y universitaria socialmente aceptada y dominante enuncia una nomenclatura e inculca uno elementos del conocimiento enumerados sin vinculación entre sí (vegetación, clima, población) y de esta forma oculta la importancia política del conocimiento de los elementos del espacio e impone la idea de que en geografía no hay nada que entender, solo recordar, lo que a su vez torna a la disciplina como un saber sin aplicación práctica; nada más lejos de la realidad.
La geografía de los profesores como una pantalla de humo, permite disimular a los ojos de todos, la eficacia de las estrategias políticas y militares, económicas y sociales que la geografía permite que se pongan en práctica. La diferencia de ambas geografías no radica en sus métodos o elementos de análisis, sino en que el poder político, económico y militar sabe perfectamente para que sirven esos elementos, mientras que alumnos y profesores no tiene la menor idea y si lo saben poco pueden hacer al respecto.
La cortina de humo que constituye la geografía de los profesores es fuertemente apuntalada por la espectacularización de la geografía: se trata de la masividad de la representación de los paisajes, las películas, los carteles publicitarios, las revistas ilustradas, las tarjetas postales y la masificación de la ideología del turismo que convierte a la geografía en un elemento más del consumo de masas. El mapa, representación geográfica por excelencia y que solo unos pocos saben leer y utilizar, es eclipsado por la fotografía paisajística. Pero no solo el turismo difunde aquel mensaje, aquel discurso mudo, también el cine impregna la cultura de la imagen-mensaje geográfica impuesta que nos sitúan en una posición de pasividad y contemplación estética que nos aleja aún más de la idea de que algunos puedan analizar el paisaje en función de establecer una estrategia para dominar y vencer al enemigo.
La geografía escolar y ahora la geografía espectáculo disimulan con gran efectividad la idea de que la geografía puede ser un poder, de que determinadas representaciones espaciales pueden ser un medio de acción y un instrumento político; también imponen la idea de que lo que está relacionado con la geografía no procede de un razonamiento y menos aún de un razonamiento estratégico llevado adelante en función de una acción política; el paisaje es algo para contemplar y admirar junto al mapa, la imagen de la agencia de turismo o el trazado de nuestro itinerario en las próximas vacaciones.
Sin ir más lejos, un ejemplo de la acción intencionada por espectacularizar la geografía lo constituye la creación de la “National Geographic Society”, dirigida por presidentes de grande firmas y almirantes jubilados que se encargan de difundir imágenes muy bien ilustradas que expresan los gustos y las preocupaciones del momento de una elite política y militar.
Algunas propuestas de Lacoste
Si bien Lacoste desarrolla una amplia e interesante propuesta metodológica, pero a la vez política, nuestra intención es presentar aquí las más relevantes en función del objetivo del presente trabajo.
El desarrollo de la crisis y la elaboración del concepto de espacio propuesta por Lacoste no tiene motivaciones estrictamente «científicas», la preocupación de los problemas de nuestro tiempo —crisis del capitalismo global— va estrechamente unida a una preocupación política que se consideran indispensable la elaboración metódica conceptual que permita captar las múltiples contradicciones expresadas en el espacio que origina la crisis. Se trata más bien de una investigación científico-militante.
La crisis dialéctica global con sus tensiones, enfrentamientos, conflictos, desequilibrios y sus múltiples contradicciones que van unidas al desarrollo del sistema capitalista, nos llevan a la elección de un análisis del tipo materialista-histórico que se impone, guste o no, como la mejor y más clara explicación tanto en el plano global como en el regional, siendo el único que propone y plantea pautas claras y concretas para la transformación.
Cuando el objeto de investigación corresponde a tensiones políticas son los geógrafos críticos-radicales-marxistas (sociólogos, urbanistas, etc.) que obtienen el contrato de investigación, pues su exposición del problema y del programa de investigación resulta muy eficaz; más aún, la encuesta del investigador crítico causa la simpatía de la población estudiada gracias a lo cual se obtienen mejores resultados.
Lacoste hace al respecto un llamado de atención: estos estudios, marginados en los medios universitarios constituyen información de considerable interés para los aparatos económicos, político y militar de las grandes potencias. Esto afecta al conjunto de actividades de investigación de las ciencias sociales, pero para la geografía, a la cual la parte politizada de la opinión vigilante no le concibe importancia estratégica, el problema es todavía más grave. Esto favorece el proceso tecnocrático y el acaparamiento del saber por unos pocos.
En cuanto al objeto de estudio —las mujeres y los hombres que habitan el espacio geográfico— Lacoste afirma: «Es preciso que las personas sepan el motivo de la investigación de que son objeto». De esta manera se podría lograr que la población afectada disponga también del saber estratégico a fin de que pueda organizarse mejor y contribuir a solucionar sus propios problemas. Aunque parezca utópica, ingenua o ineficaz esta manera de actuar, “implica considerar a las personas con quienes se ha vivido como hombres y mujeres reales y no como meros objetos de conocimiento”.
Consideraciones finales
Para Lacoste socializar el saber geográfico significa «entender el espacio, para organizarse y para luchar en él».
Creemos oportuno citar el último párrafo del texto analizado en el que se expresa claramente esta idea: «La tragedia del Che ha demostrado que no todas las montañas boscosas de América Latina eran el equivalente estratégico al de la Sierra Maestra; ¿cabe decir que quienes lo creyeron han muerto por esta falta de análisis geográfico, de este error estratégico, mientras que en otros lugares, quizás incluso en las montañas próximas a aquellas en las que fracasaron, acaso habrían conocido la victoria?».
Pero aun hay más: Lacoste y unos estudiantes de historia y geografía plantean una serie de profundos interrogantes; ¿para qué sirve la geografía?; ¿qué es la geografía: una ciencia o una ideología, ¿un discurso literario parásito de las demás disciplinas?; ¿qué estatus epistemológico posee?; ¿qué posición ocupa en el campo del saber?; ¿encrucijada entre las ciencias sociales y las ciencias naturales?; ¿condenada a desaparecer a favor de la refundación de las ciencias sociales?; ¿es víctima de haber ignorado o rechazado el marxismo?; ¿es reaccionaria?; ¿hay que destruirla?
Lo que está en juego no es tanto su estatus científico o su fragilidad conceptual, sino sus funciones estratégicas e ideológicas, su utilización; por lo cual las cuestiones epistemológicas pasan a un segundo plano. A pesar de la arbitrariedad de la división disciplinar, Lacoste y sus seguidores, prefieren tácticamente desarrollar una geografía radical y combativa. El proyecto: reapropiarse de la geografía para utilizarla con otros fines, ponerla al servicio de otros intereses, los de los hombres y las mujeres que habitan el espacio. No se trata de reformar la geografía, sino dirigirla contra nuestros enemigos, los estados mayores y las corporaciones capitalistas. La «guerrilla epistemológica», confrontaciones ideológicas y teóricas, perdería su razón de ser sino surgiera de ella una geografía alternativa, crítica y combativa.
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