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Remedios Varo. Mujer saliendo del psicoanalista 1960.
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Imagen obtenida de: https://arthemira.wordpress.com/2015/03/24/remedios-varo-mujer-saliendo-del-psicoanalista/
Auschwitz on the Beach (*)
El arte, Europa, los migrantes: relato de una performance que no tuvo lugar y de una guerra que estamos destinados a perder
Por Franco "Bifo" Berardi
[email protected]
 

Lo que pueden leer aquí es un informe crítico del evento que se desarrolló alrededor de la (no)performance: Auschwitz on the Beach. En la prensa nordeuropea (en la alemana, pero también en la danesa, la holandesa y hasta en el New York Times) hubo un río de intervenciones, comentarios, polémicas. En Italia, nadie recibió noticias del hecho. No es que la cosa sea grave, pero impresiona el grado de ignorancia que caracteriza a la clase política y periodística de este país: solo Il Manifesto y Il Fatto Quiotidiano online, además de Artribune, se dieron cuenta de que era una historia que, tal vez, algún elemento de interés contenía (¿o quizás no?).

En agosto del 2016, Paul Preciado, director del Programa público de Documenta 14 [1], me invitó a participar en la manifestación que cada cinco años se desarrolla en Kassel, Alemania. En aquellos días seguía con consternación las noticias sobre el rechazo sistemático de los flujos migratorios de África y Asia. Miles de personas buscaban cada día atravesar el Mediterráneo para encontrar refugio en el continente europeo, pero sus demandas de asilo eran rechazadas por la mayoría de los países, con la excepción de Grecia e Italia -los más pobres de la Unión- que estaban obligados, voluntaria o involuntariamente, a recibir a aquellos que lograban desembarcar o a aquellos que venían salvados por las ONG o por otras entidades presentes en el Canal de Sicilia.

Cuanto más los migrantes se ahogaban en el mar, cuanto más se veían imágenes de balsas naufragando, más la población europea se volvía hostil frente a la migración y a la aceptación de la misma. El gobierno alemán, que en el 2015 había abierto la puerta a un millón de inmigrantes, fue golpeado por una oleada de protestas populares y es así que Angela Merkel fue obligada a retirarse y a firmar un acuerdo con el dictador turco Erdogan para que retenga en su territorio a millones de personas que huyen del Medio Oriente en llamas.

La gran migración, esperada desde fin de los años noventa, se estaba acercando a un pico y la población europea, empobrecida por diez años de saqueo financiero y enfurecida por la propia impotencia política y por la traición de los partidos de izquierda, se negó a aceptar el peso de aceptar a los migrantes y de afrontar la responsabilidad histórica de dos siglos de colonialismo.
Este era mi flujo de pensamientos en los días del verano del 2016 cuando Paul Preciado vino a encontrarme para invitarme a Kassel. “Sí”, respondí a su propuesta, “haré una performance que se llama Auschwitz on the Beach”. Paul me pareció desorientado y, por un segundo, su mirada se volvió interrogativa. Después, luego de ese segundo, comprendió y me dijo: “De acuerdo”.


En todo el Mediterráneo, sobre la costa y en su interior, los campos de concentración se multiplican

Tenía una idea muy vaga de la performance, pero el título era ambiguo, irónico y amargo. “Te mandaré el proyecto dentro de un par de meses” le dije concluyente; después comenzamos a discutir sobre lo que estaba sucediendo en la región, en la Unión Europea: las medidas restrictivas contra el movimiento de los migrantes, la construcción de redes y muros de parte de los gobiernos nacionales eran el efecto de un vasto sentimiento popular: incapaces de salir de la trampa financiera, los trabajadores europeos dirigían su deseo de venganza contra los migrantes, un fácil chivo expiatorio para la rabia impotente.
¿Cómo no ver en esto una similitud dolorosa con lo sucedido en Alemania después del Congreso de Versalles, como efecto del empobrecimiento dramático de los trabajadores alemanes?

En todo el Mediterráneo, en la costa y en el interior, los campos de concentración se multiplican. Miles de personas se han muerto ahogadas en el Mediterráneo en los últimos dos años, y otros tantos se están muriendo en los campamentos libios.

Pueden responder: de acuerdo, eso que sucede es feo, pero no es Auschwitz. No todavía. ¿Vamos a esperar mirando la televisión?

En aquellos días del verano de 2016 estaba escribiendo un poema que se titulaba justo así: Auschwitz on the Beach. Me encontré con mi hermano Fabio, que es un músico, y con un artista visual brasileño, que se llama Dim Sampaio. Les leí mi poema y les propuse imaginar una performance para Documenta 14. Mi hermano escribió tres minutos de música mezclando una marimba brasileña con un loop al estilo Philip Glass, creando un ritmo dulce y al mismo tiempo inquietante. Dim imaginó la escena de la performance: un cuadrado de sal de seis metros por seis, que brilla blanco bajo la luz fortísima de una lámpara y todo alrededor, la oscuridad.

La performance nunca tuvo lugar, y el poema no existe más porque borré el texto de mi computadora. En las líneas que siguen les explico el por qué.


Documenta en la tormenta

Que Documenta 14 haya sido objeto de controversias es lo menos que se puede decir. Al principio estaba la intención de Adam Szycmznyk de dividir la muestra en dos ciudades diferentes: Kassel, el lugar donde está la institución, y Atenas. La implicación obvia de esta elección consistía en decir que los artistas, además de una institución de arte alemana, expresaban su solidaridad con la población griega que, en el 2015, fue agredida financieramente y humillada culturalmente por las instituciones financieras europeas, por la troika y, en particular, por muchos periodistas y políticos alemanes.

La intención originaria era, entonces, de solidaridad. Pero las cosas se revelaron más complicadas de lo previsto, mostrando hasta qué punto ha penetrado la intolerancia, la falta de solidaridad, la soledad, la desesperación también en los ambientes de la izquierda y de la intelectualidad.

La intención de Smycznyk y Preciado fue la de convocar las energías artísticas del mundo para poner en movimiento un proceso de emancipación del dominio de la Abstracción. El deseo de reactivar el cuerpo sensible,de la abstracción del dinero, de la tecnología y del lenguaje automático, es la corriente profunda que corre a lo largo de la historia de los movimientos sociales en los últimos quince años. Occupy, Black Lives Matter, Acampada e Tahrir Square son los nombres de este intento que, hasta ahora, ha fallado.
Preciado declara esta intención convocando un “Parlamento de cuerpos” y comparando la muestra de Documenta con el Museo de Historia Natural: “Muchos de los artistas de esta muestra, con sus cuerpos y su lenguaje, con su tradición y sus prácticas, podrían estar tras las vitrinas del Museo, pero nosotros les dimos la posibilidad de destruir las vitrinas en las cuales se exhiben los humanos considerados menos que humanos… y volverse artistas y curadores. El colonial, el supremacista blanco y el heteronormativo han creado el museo moderno.”

La elección de mudar parte de la muestra a la ciudad de Atenas era generosa y peligrosa al mismo tiempo. De hecho, la acogida de parte de la ciudad fue, para usar un eufemismo, ambivalente.

En junio del 2017, iLiana Fokianaki entrevistó a Yanis Varoufakis para Art Agenda. El título de la entrevista es We come bearing gifts: “Venimos a traer regalos”. Varoufakis, que hoy es el animador de la red europea DIEM25, comienza con una referencia fuertísima a la colonización financiera de Grecia: “Para comenzar, está el lado de izquierda de la privatización. En el 2015 catorce aeropuertos regionales, los más lucrativos como Santorini, Mykonos, y así sucesivamente, fueron vendidos a una compañía controlada por el estado alemán (Fraport) como parte de la privatización deseada por la Troika. En efecto, los aeropuertos griegos fueron nacionalizados, ¡pero por otra nación! Demos una ojeada a quienes han pagado por la privatización/nacionalización: el precio inicial era de 1,2  mil millones de euros, que fueron presentados como una entrada de capitales a la pobre Grecia hambrienta de efectivo. Pero Fraport compró estos aeropuertos con los préstamos de los bancos griegos. Es como si yo viniera a comprar tu casa, pero tú debieras pagármela. O más bien, es como si tú fueras garante de las deudas, que yo contraigo con el banco, para poder pagar tu casa. Si yo no logro pagar esas deudas, tú actuarás como mi garante. Sería divertido si yo hiciera una propuesta similar. Y esto se presenta como evidencia de que Grecia se está normalizando. Claro, está siendo normalizada, pero como si fuera similar a una colonia o tal vez algo peor”.


Documenta 14 probablemente ha marcado el fin de una época confusa en la cual la búsqueda estética se movió entre el mercado, el turismo artístico y el trabajo precario subpagado

Hasta aquí, el ex Ministro de Finanzas griego golpea perfectamente en el blanco. Luego, hundirá el puñal en el pecho de Documenta 14: “Tomé el ejemplo de Fraport porque tenemos un fenómeno similar con Documenta. En teoría, Documenta viene a Grecia para desembolsar pero, de hecho, ha absorbido todos los recursos disponibles en la escena artística local… Y mientras que los sectores públicos y privados griegos sacan todos los recursos -normalmente disponibles para los artistas griegos- para darlos a Documenta, su director artístico tuvo el coraje de decir en voz alta que no está interesado en la escena artística local, que sólo está interesado en Atenas… Documenta trajo un poco de recursos de Alemania, pero en efecto funcionó como un proceso extractivo, ha tomado mucho más que lo que dio a Atenas. Agregar la pátina de una narrativa de izquierda contra el neoliberalismo a un proyecto neocolonial extractivo es como agregar escarnio al daño”.

Creo que acá Varoufakis, aun tomando un aspecto de lo que realmente surgió durante el evento en Atenas, ha exagerado: creo que está olvidando aquí el coraje político del proyecto y su intención original de provocación. Y sobre todo, la intención de aquellos artistas (griegos y no griegos) que han tomado parte en Documenta 14, con todas sus imperfecciones organizativas.

Sin embargo, más allá de todo esto, me parece que Documenta 14 ha marcado, probablemente, el final de una época confusa en la cual la búsqueda estética se movió entre el mercado, el turismo artístico y el trabajo precario subpagado.

De todos modos, para ser sincero, no me he centrado demasiado en las controvertidas aventuras de Documenta 14, porque esencialmente he pensado en la performance Auschwitz on the Beach: su mensaje, su significado, sus intenciones. Ahora, sin embargo, la cacofonía de malentendidos me lleva a una nueva pregunta sobre lo que significa hacer arte hoy.


No-performance

La performance estaba programada para el día 24 de Agosto, a las 8 de la noche, en el espacio central del Fridericianum. Pocos días antes de mi partida para Kassel, me llegaron mensajes de parte de la oficina de prensa de Documenta 14, seguidos de un llamado telefónico de Preciado. La prensa alemana estaba atacando la performance o, mejor dicho, el título de la performance. Nadie sabía exactamente en qué consistía Auschwitz on the  Beach, pero todos podían fácilmente interpretar el significado del título y asociar el horrible pasado con el horrible presente. La principal acusación de la prensa era: relativización del Holocausto.

Nombrar Auschwitz en el frívolo contexto de la playa provocaba sentimientos de disgusto, de culpa y de rechazo entre los periodistas alemanes y sus lectores. Esperaba, naturalmente, reacciones polémicas desde el momento en que ese título se me vino a la mente como una reminiscencia de Robert Wilson y de Philip Glass (Einstein on the Beachè es un espectáculo teatral de ellos dos, de 1976).  Esperaba una respuesta al título, intencionalmente provocativo, pero la reacción que estábamos obteniendo era mucho más amplia y más áspera que aquello que había previsto: las autoridades políticas de Hessen, algunos centros culturales hebreos y la entera prensa nacional me acusaban de ofender la memoria de la Shoah. Cuando recibí una segunda llamada de Paul Preciado y noté una ansiedad, ciertamente comprensible, en su voz, simplemente le dije: cancelamos la performance.

Algunos amigos piensan que yo me doblegué frente a un acto de censura. No es así. Cuando entendí que la performance estaba bajo ataque, me concentré en el mensaje que me interesaba difundir, no en la maestría estética de la acción teatral. Y el mensaje era este: “Atención, lo que los europeos están haciendo en el Mediterráneo será una mancha permanente para las generaciones venideras. Esta mancha marcará al pueblo europeo como el Holocausto ha marcado la memoria histórica alemana, admitiendo que en el futuro existan historiadores y que los humanos se despierten un día de la pesadilla en la cual hoy deambulamos con la mente obnubilada”.

En esto no estaba en juego mi libertad de expresión, sino la vida de millones de hombres y mujeres que el cinismo europeo está exponiendo a un peligro extremo. Por eso decidí renunciar voluntariamente a mi libertad de expresión, si esto me permitía llamar la atención sobre la infamia que estamos cometiendo. La oficina de prensa de Documenta 14 me mandó una lista impresionante de artículos; pero como no leo en alemán, me ví obligado a traducir con Google artículos de periodistas del Welt, del Zeit, y después HNA, FAZ, TAZ y así sucesivamente.

Como he dicho, también el New York Times publicó un artículo sobre el escándalo; no era una agresión como las otras, sin duda era un informe que se desprende de una obsesión. Los periodistas alemanes aparecían gravemente ofendidos por aquellas cuatro palabras. ¿Cuál era el reproche que la prensa hacía a la performance programada? La relativización del Holocausto.


Auschwitz es una palabra que no se puede decir porque intentamos no entender el significado de la construcción de campos de concentración a lo largo de las costas mediterráneas

Aquel título osa comparar el exterminio de los hebreos en los años cuarenta con la construcción de campamentos alrededor del Mediterráneo. Y bien: sí, aquel título intentaba justamente subrayar la analogía entre el racismo y exterminio en los años cuarenta del siglo XX, y el racismo y exterminio en la segunda década del siglo XXI. ¿Es una provocación? Sí, lo es. Recordemos la etimología de la palabra “provocar”: sacar afuera algo que está escondido, negado, oculto en la oscuridad. ¿Y entonces?

Entonces, sucede que aquellos que viven en un estado de falsa conciencia, quiero decir, la mayoría de los periodistas y de los políticos europeos, reaccionan con la rabia histérica de quien es obligado a ver en un espejo el lado inquietante de su propia cara. Sí, queridos amigos, estamos volviendo a ese punto: bajo la sombra de la torre del Eurobank de Frankfurt, la barbarie está creciendo por todos lados en Europa.

Auschwitz es una palabra que no se puede decir porque estamos intentando no entender el significado de la construcción de campos de concentración a lo largo de las costas mediterráneas. Es una palabra que no se puede decir, y es justamente por eso que he pronunciado ese nombre. La performance (música, imágenes y palabras), a esas alturas, era inútil: aquéllas cuatro palabras habían hecho su trabajo. ¿Había, entonces, renunciado a mi rol de artista, de poeta, para limitarme a la provocación?

¿Qué cosa es el arte? No lo sé, no he sabido nunca cuál es el significado del término. He estudiado el tema desde que tomaba las clases del profesor Luciano Anceschi en la Universidad de Bologna en 1968 y tampoco he podido, entonces, definir en modo estable esa palabra. En aquellos años, Harold Rosenberg publicó un libro sobre la s-definición del arte, y el sentido de las lecciones de Anceschi para mí era este: el arte es algo que no se puede definir, excepto desde el punto de vista del artista, y cuya función es provocar conciencia, rompiendo el vínculo entre el signo y el significado y obligándonos a ver algo que anteriormente era invisible.

Viktor Sklowskij, el pensador que creó los conceptos de la teoría formalista y la sensibilidad de la vanguardia rusa, escribe que nosotros perdemos la capacidad de ver la piedra, que está enfrente de nuestra casa, porque la vemos cada día. El arte es precisamente el acto que nos obliga a reconocer la singularidad de lo que está escondido en nuestro subconciente automático. El arte convierte a la piedra en un objeto brillante, oscuro, aterrador, sublime en nuestra atención emocional.

Obsesionados por el sentimiento de culpa (en el mejor de los casos) los periodistas alemanes no logran ver la piedra, pero la piedra está aquí. Auschwitz on the Beach era una provocación lingüística destinada a desencadenar una indignación hipócrita. Misión cumplida.


En el Centro de Estudios Judíos de Kassel

Algunos centros de cultura judía se declararon indignados por nuestro título. Lo entiendo, y lo siento por esta reacción no tan impredecible. Pero me tomo esto muy seriamente porque no acepto ser acusado de antisemitismo. Así, junto a Paul Preciado y Adam Szymczyk, decidí cancelar la performance y sustituirla por una discusión pública, cambiando el título de la noche por Shame on Us: “Qué vergüenza la nuestra”.

¿Quién debería avergonzarse? ¿Los performers arrepentidos de su provocación? ¿O los europeos que rechazan afrontar sus responsabilidades históricas y planifican un rechazo masivo y la detención de millones de personas en los campos de concentración libios y turcos?

La primera cosa que hice cuando llegué a Kassel fue ir al Sara Nussbaum Zentrum, el centro de cultura hebrea de la ciudad. Nos sentamos alrededor de una larga mesa rectangular: seis representantes del centro, Paul, Adam y yo. La discusión fue extremadamente significativa y amigable. Un samovar era el centro de la mesa.

Primero discutimos sobre la decisión de Documenta 14 de alojar la performance. “No queremos censurar obras de arte”, dijo de pronto uno de los representantes del centro, “pero la decisión de realizar esta performance es equivocada porque Auschwitz tiene un carácter de especificidad y unicidad que no puede ser relativizado”. En respuesta, Paul y Adam insistieron en que no era su intención banalizar la memoria, sino todo lo contrario: reafirmar esa memoria como algo que no pertenece sólo a los judíos, sino que pertenece al género humano.

Eva Schulz-Jander, coordinadora del Gessellschaften für Christlich-Jüdische Zusammenarbeit, dijo que era conciente del hecho de que no estábamos animados por motivaciones antisemitas, pero reafirmó que el nombre de Auschwitz pertenece a la memoria judía. Después, con el objetivo de aclarar su comprensión de nuestra crítica hacia las políticas migratorias europeas, recordó que en 1938 muchos miles de judíos alemanes intentaron emigrar hacia Inglaterra y Estados Unidos y se encontraron frente al rechazo, motivado por las mismas razones que hoy motivan el rechazo europeo de los migrantes sirios y africanos. Muchos de aquellos judíos rechazados por los ingleses y estadounidenses luego murieron en los campos de concentración.

En este punto dije que la elección de pronunciar esas palabras no tenía un significado frívolo por mi parte, sino un sentido dramático. Mi intención era provocar, dije, hacer visible algo que está escondido en la oscuridad. Mi intención era usar Auschwitz como un escudo, como una protección contra el peligro de que Auschwitz vuelva. Después, cité las palabras de Gunther Anders, quien en Nosotros, hijos de Eichmann escribe sobre la posibilidad de una vuelta del Nazismo en una sociedad en la cual la técnica toma el control de los seres humanos. Auschwitz fue el primer experimento de una gestión industrial del exterminio. Atención a las fuerzas combinadas de técnica y racismo hoy.

En este punto tomó la palabra la persona que se ocupa de la asistencia a los sobrevivientes de Auschwitz. Con la voz quebrada por la emoción, describió el sufrimiento que aquella palabra provoca en ellos. Yo le respondí así: “Admito no tener el derecho de provocar sufrimiento en personas que sufrieron tanto, sean cuales fueran mis razones. Si insistiera en pronunciar aquella palabra, podría tener razón desde el punto de vista político o filosófico, pero estaría equivocado desde el punto de vista psicoanalítico, desde el punto de vista de la sensibilidad. Es por eso que no leeré mi texto en la conferencia de esta noche, y cancelaré aquel texto de la memoria de mi computadora”.

El encuentro terminó así y dejamos la sala prometiéndonos mantenernos en contacto. Paul y Adam invitaron a todos a participar del evento de la noche, que era justamente Shameon Us. Tres de ellos vinieron y su presencia durante la discusión fue enormemente importante, de hecho, crucial.


¿Por qué pronuncié ese nombre?

A las ocho y media del 24 de agosto, la sala de la Rotonda del Fridericianum estaba llena. Adelante, había una multitud de personas que no podía entrar. Muchos, seguían la noche en streaming. Paul Preciado hizo una breve introducción hablando del “Parliament of Bodies”, el espacio en el que los cuerpos pueden expresarse a través de las imágenes y las palabras de los artistas. Después explicó el sentido de un título como Shame on Us. Primero dijo que esas palabras nos habían sido dirigidas en algunos mensajes y en algunos artículos periodísticos: “Shame on you!” nos habían dicho, que nos avergonzáramos, que la culpa era nuestra. Y, en efecto, nosotros sentimos vergüenza porque somos incapaces de frenar, al menos por el momento, la ola de fascismo que inunda Europa. Así finalizó Preciado.

Después habló yo. En primer término dí alguna información: Oficialmente, ¿cuántas personas han muerto ahogadas en el Mediterráneo? Treinta mil. ¿Cuántas habrán muerto extraoficialmente? ¿Cuántas personas estarán muriendo en los desiertos por el bloqueo decretado por los gobiernos europeos?

Reivindiqué el derecho de llamar exterminio a la política de rechazo sistemático, y observé que el proceso está sólo en sus inicios. Entonces, afirmé que la discriminación tiene características raciales: si yo quiero ir a Lagos o a Túnez, compro un pasaje aéreo y voy allá. ¿Por qué el viaje recíproco no es posible? ¿No se trata de una señal de discriminación? El exterminio y la discriminación racial, según mi modesto entender, corresponden a la esencia del Nazismo. ¿Me estoy equivocando?

Continué diciendo que la población europea decidió iniciar una guerra, una guerra contra la migración, como George Bush decidió lanzar una guerra contra el terrorismo en 2003. Esta guerra la perderemos, como los estadounidenses han perdido las guerras en Afghanistan y en Iraq.

Los blancos perderán sus guerras por dos simples razones. La primera es que, gracias a la desregularización del mercado, las armas de destrucción de masas no son más una prerrogativa de la raza blanca. Recientemente, Kim Jong Un dijo que “los occidentales deben despertarse de su sueño de que la muerte solo afecta a los demás”. Ahora, según Kim, “nosotros somos capaces de llevar la muerte a sus tierras”. Esto es técnicamente verdad desde el momento en que la tecnología nuclear escapó al control de las potencias blancas del mundo. En segundo lugar: desde que Bin Laden desencadenó el infierno en Manhattan y desencadenó una guerra que los estadounidense han perdido, un ejército de vengadores suicidas, periódicamente, aterroriza las ciudades europeas y no solo europeas, y continuará aterrorizándolas. Ese ejército es inmenso. Solo la paz, la solidaridad, una política de bienvenida y la redistribución de la riqueza, permitirá huir de una guerra que ya estamos perdiendo, una guerra que destruirá la vida cotidiana de nuestras ciudades y de las generaciones venideras.

Esto es lo que dije en Fridericianum.

Para terminar, hice referencia al encuentro que había tenido con los miembros del centro Sara Nussbaum, y concluí con estas palabras: “Pienso que la población y los jóvenes europeos están yendo por un camino que se parece al fascismo y que el arte, la ciencia y la sabiduría pueden ayudarnos a encontrar una vía de salida de la desgracia. Sin embargo hoy, en el Centro Sara Nussbuam, he comprendido que no tengo derecho a provocar sufrimiento a las personas que ya han sufrido tanto. Por eso renuncio a leer mi poema Auschwitz on the Beach, y me comprometo a no publicarlo”.
En este punto rompí las hojas en las que tenía impreso el poema y dije: “Les agradezco por su atención”.


¿Han olvidado el significado de las palabras “Nie Wieder Auschwitz”?

En algún lugar leí que en 1940, durante la ocupación alemana de París, un oficial nazi visitó el estudio de Picasso. Se cuenta que el oficial, parado frente a una réplica del Guernica, preguntó al pintor: “¿Lo hizo usted?”. “No”, respondió Picasso. “Lo han hecho ustedes”.

No tengo la intención de hacer un parangón entre Picasso y los autores de la (invisible) performance Auschwitz on the Beach: dios me guarde. Pero observo las reacciones de la prensa alemana. Además de algunos comentadores que se distinguen de la mayoría, como Philipp Ruch, veo que se empeñaron en un linchamiento contra mí y mis colaboradores porque hemos tenido la desfachatez de recordarles una frase: Nie Wieder Auschwitz, “Nunca más Auschwitz”.

Leyendo alguno de estos comentarios (por ejemplo Jens Jessen, del Zeit) se podría pensar que mis amigos y yo hemos cometido un crimen contra la humanidad. No, estimados periodistas alemanes, el crimen contra la humanidad lo han cometido ustedes, lo ha cometido el pueblo alemán, y ahora lo están volviendo a hacer junto a vuestros colegas franceses, italianos y españoles. En la Cumbre europea del 28 de agosto, los gobiernos europeos decidieron volver a poner en escena el horrible show de exterminio de masa basado en la discriminación étnica.

Reitero la palabra separando claramente las sílabas: ex-ter-mi-nio.


Aquello que la Unión Europea está llevando a cabo, aquello que los gobiernos y pueblos europeos están llevando a cabo, es un crimen contra la humanidad.

Treinta mil personas han muerto ahogadas en el canal de Sicilia en los últimos quince años, y al final el gobierno italiano ha denunciado y echado a las organizaciones no gubernamentales que han salvado miles de hombres, mujeres y niños. Aquellos que salvan a la gente de morir ahogada son acusados de favorecer la inmigración clandestina. Mientras tanto, alguien dice: “Ayudémoslos en sus casas”, como si ya no los estuviéramos ayudando, depredando sus recursos del continente africano, como lo hemos hecho por dos siglos, y proveyendo armas a quiénes en África tienen los medios para podérselas comprar. Médicos sin Fronteras abandonó el mar y denunció la imposibilidad de hacer su trabajo debido a la actitud de las autoridades europeas.

Pero eso que está sucediendo en el mar es sólo una parte de la historia: el proceso de exterminio se expande desde la costa hasta la frontera sur de Libia, a los desiertos del África occidental. Un millón de migrantes está detenido en los campos de concentración libios (¿puedo usar esta expresión, o parece excesiva para la sensibilidad urticante de los periodistas alemanes?). En el futuro próximo, un número creciente de migrantes deberá hacer cuentas con los ejércitos de Chad, de Mali, de Libia, armados por Europa. ¿Países donde el respeto a los derechos humanos está por encima de toda sospecha?

Aquello que la Unión Europea está llevando a cabo, aquello que los gobiernos y los pueblos europeos están llevando a cabo, es un crimen contra la humanidad. Este crimen contra la humanidad es cometido en base a una discriminación étnica: no son ciudadanos blancos y, entonces, no tienen el derecho de emigrar, mientras nosotros podemos ir a África como turistas y como hombres de negocios, y, si alguien no está de acuerdo, les mandamos nuestras tropas. ¿Puedo pedirles, periodistas alemanes, que recuerden que hace un tiempo decían todos Nie Wieder Auschwitz, y ahora se indignan con quiénes les recuerdan aquellas palabras?

Hace veinte años, cuando el fenómeno de la gran migración estaba en sus inicios, los gobiernos europeos deberían haber  invertido dinero y recursos en su recibimiento y su educación. En vez de ello, invirtieron su dinero en la consolidación de la fortaleza, rechazando gente que estaba huyendo de los efectos de siglos de colonialismo y de guerras. Decidieron privilegiar la expansión financiera y utilizar el dinero público en el salvataje de un sistema bancario moralmente corrupto. Fingimos no ver venir la ola que venía, y ahora la ola está sumergiendo aquello que queda de la democracia y de los sentimientos humanos.

Estamos ocupados en una guerra y esta guerra la perderemos, porque un ejército de vengadores suicidas está en el horizonte: de Pyongyang, en  Medio Oriente, a los suburbios de las metrópolis europeas.




[*] Auschwitz en la playa
Franco “Bifo” Berardi es un escritor, filósofo y agitador cultural. Entre los últimos libros publicados recordamos Heroes. Suicidio e omicidi di massa (2015), la novela Morte ai vecchi (2016, escrito con Massimiliano Geraci) y la antología Quarant’anni contro il lavoro (2017).


 
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Notas
 
[1] La documenta 14 (con d minúscula) es la decimocuarta edición de las exposiciones de arte contemporáneo documenta que tiene lugar por primera vez en 2017 en dos sedes de forma simultánea Kassel, Alemania su sede tradicional, y Atenas, Grecia. Se inaugura primero en Atenas del 8 de abril hasta el 16 de julio, ​ y en la ciudad alemana de Kassel desde el 10 de junio hasta el 17 de septiembre del 2017. Como parte del concepto del director artístico Adam Szymczyk la exposición se llevará a cabo en ambos países y los artistas trabajaran en ambos lugares.
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