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Itaca
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Cuando yo era chica las migraciones se las dejábamos a los pájaros o los peces. A las personas les decíamos Inmigrantes o Emigrantes. Ahora no hay inmigrantes y emigrantes, solo 'migrantes'.

Un emigrante, era alguien que dejaba su casa, su terruño, su patria. Se convertía en inmigrante cuando encontraba otra casa, otra patria. Pues bien, parece que eso ya no está más dado, y quienes dejan su casa están condenados al movimiento permanente. Personas sin hogar, sin un pedazo de mundo que quiera recibirlos

De las 2.262 personas que murieron en el mediterráneo en el 2018 se habla sólo cuando alguien informa la cifra. Se tornó tan común que no nos escandalizamos cuando nos enteramos que naves de ONGs como el Aquarius han desistido de su labor de salvataje porque no los dejan atracar en ningún puerto.

En la primera semana de un Mediterráneo sin naves de rescate se vivieron las consecuencias de la medida: un barco libanés en dificultad fue detenido por los mismos libios de los que huían. Murieron 8 personas. Habían lanzado una alarma 15 horas antes de ser atrapados: “Si no llegamos a Italia moriremos todos en Libia, nos matarán”, fue el grito de ayuda. El grito no fue escuchado, veinte personas, entre ellos niños, fueron llevadas al país del que huían. Matteo Salvini declaró: “Excelente el salvataje realizado por los libios”. Centenares de miles de italianos se estremecieron. El mundo permaneció indiferente.

Pero el tema de los migrantes, de los parias del mundo, no se reduce al Mediterráneo. Es cierto que hay miles que mueren, pero también decenas de miles que sobreviven en condiciones indecentes en todos los países. Vaya un breve repaso de lo que encontramos en el infinito mundo de noticias que corren por internet y no llegamos a ver en medio de esa catarata informativa que nos nubla los ojos.

El miércoles 10 de abril, dos organizaciones humanitarias denunciaron las trabas que se le ponen en Madrid a las inmigrantes que quieren abortar. Vivir como inmigrante, en un país que no te quiere porque sos pobre, comprende miles de trabas y obstáculos. Discriminación y angustia. En hospitales, escuelas, trabajos.

Ese mismo miércoles, abandonaban el pueblo hondureño San Pedro Lula más de un millar de habitantes. Iniciaban de madrugada una nueva caravana para llegar a Estados Unidos, la tierra prometida. México anunció que 'no abrirá las fronteras de par en par'.

Entre tanto, Víktor Orbán, primer ministro de Hungría del que ya hemos hablado y seguiremos haciéndolo porque representa lo más rancio del neofascismo europeo, recuerden ese nombre: Viktor Orban, dijo: "Europa elige su futuro entre los líderes que defienden la inmigración y los que están en contra". El hombre no tiene dudas, la mayor amenaza para Europa es la 'cuestión migratoria', así la llama. Y así lo expresó al presentar su campaña para las elecciones europeas.

Y si de huir se trata, no solo hay que hacerlo de reconocidos ultranacionalistas, también de falsos revolucionarios. Amnisty Internacional acaba de denunciar la situación en la que viven los refugiados nicaragüenses en Costa Rica. Campesinos, estudiantes, periodistas, defensores de derechos humanos exiliados del régimen pseudosandinista de Ortega y Rosario Murillo. La Carpio se llama el asentamiento sitiado por dos ríos y un basurero gigante, allí los refugiados pagan 150 dólares para vivir en habitaciones sin ventanas donde duermen hasta 11 personas a la vez.

Los ejemplos se repiten, pueden ser en Siria, Libia, Venezuela o Mauritania. Millones de personas huyen del hambre o de la muerte. Son emigrantes que sueñan alguna vez armar un hogar y siempre, siempre, tendrán la fantasía de volver a casa.

Ignoro qué es la Patria. Muchos somos hijos o nietos de viajeros -refugiados políticos o exploradores o hambrientos-, todos en busca de un hogar, de sentar raíces. Parece que fue Rainer Maria Rilke el primero en decir que la verdadera patria era la infancia. Infancia como lenguaje en común, perfumes compartidos, aromas, sabores, afectos. La Patria puede ser apenas un barrio, dentro de un país trazado por fronteras antojadizas.

'Patria es la infancia' es una frase atribuida a muchos literatos, desde Baudelaire a Juan José Saer, atraviesa toda la literatura. Y la necesidad de regreso, de volver a sentir esos perfumes y sabores, no es pura nostalgia, es la imperativa necesidad de volver a casa (hasta ET quería volver).

El regreso a Itaca. Por algo, la obra de Homero es un clásico que superó todas las fronteras y sigue impactando después de unos 2.500 años. Narra la historia de Odiseo -conocido como Ulises- que tras combatir durante 10 años en la guerra de Troya, inicia el viaje de regreso. Salta de isla en isla, pelea con Cíclopes, atraviesa la isla de las sirenas, se enfrenta a dioses temerarios. Todo por un objetivo: volver a casa, a Itaca.

Tardó diez años más, pero llegó. Y allí estaba Penélope, rodeada de hombres voraces que querían desposarla y ella los detenía con el truco de tejer de día y destejer de noche. Se casaría, claro, el día en que terminara su tejido.

Los llamados migrantes no han nacido para dar vueltas por el mundo, no son pájaros libres. Todos sueñan, algún día, con volver a Itaca, porque saben que siempre quedó allí alguien que los espera. Ese es el desgarro de los despatriados.

(*) Itaca, publicado en La Columna Vertebral

 
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