El capitalismo envenena el agua, la tierra y el aire, además del alma de la gente.
Eduardo Galeano
Imperialismo, etapa actual que nos conduce a la barbarie.
Impregnada y horrorizada con las noticias de cada día, empiezo a escribir estas líneas en momentos en que esa barbarie toma una dimensión significativa: imágenes del Amazonas ardiendo. Región amazónica considerada el pulmón del mundo por producir el 20% de oxígeno que hay en el planeta. Y no sólo arde el Amazonas; también arde Siberia y “si las selvas del mundo callan, dejaremos de respirar y ya sólo quedará la agonía de la asfixia”. (1)
Pero hay más. Cada día hay más y la crueldad toma dimensiones impensadas. Así escuchamos que los trabajadores de la fábrica Ran-Bat, que produce baterías, denuncian que fueron despedidos, pero no sólo eso, también denuncian que están envenenados, sus cuerpos tienen plomo. Despedidos y envenenados en una fábrica química.
La empresa Metrovías confirmó, tras un año negándolo, que varios trabajadores están contaminados con el cancerígeno asbesto en los túneles del subterráneo de Buenos Aires.
En palabras de Galeano, “el capitalismo nos envenena por todos lados”. Envenenan nuestra vida cotidiana, vivimos en una sociedad que no sólo no cobija, sino que nos expulsa de toda vida digna de vivirse. Y la vida merece vivirse, tal como dice el poeta Zito Lema, desde el “escándalo del amor y del optimismo”: ¿Cómo sobrevivir, si no, a la muerte que nos rodea? Despidos y más despidos, temor al despido, sin dinero, condiciones laborales cada vez más precarizadas, más gente viviendo en la intemperie, contaminación por todos lados, el veneno que nos mata en el agua, en la tierra, en el aire, en nuestras condiciones de trabajo, en la comida que comemos.
Me impactó profundamente Ataque de pánico, de Ernesto Ardito. Ardito, con sus imágenes contundentes, va allí donde los medios de comunicación nos invaden, nos penetran, nos desinforman, nos muestra el “ataque” de los medios de comunicación, la interconectividad, el estado de alerta en que vivimos. Ardito pone el acento en el pánico, en el terror. Diferencio miedo de pánico; el miedo es parte de lo humano, el pánico paraliza, nos deja sin capacidad de reacción. Dolor, miedo, pánico, desolación, dolor país, son apenas palabras para nombrar algo de lo innombrable.
¿Podemos pensar la relación que guardan entre sí los despidos, la precarización laboral, los asesinatos laborales, la destrucción de la educación y la salud, la megaminería, el fracking, los agrotóxicos, el glifosato, las zonas de sacrificio? ¿No son todos ellos expresión de la decadencia del capitalismo? ¿Cómo afecta nuestra vida cotidiana ese ataque feroz que día tras día, año tras año y década tras década el poder del capital concentrado lleva adelante? Son las multinacionales, que vaya a saber en qué parte del mundo deciden el destino de nuestro país bajo el cobijo de todos los gobiernos de turno.
La etapa imperialista da lugar a un ejército crónico de desocupados, es decir, de hombres que nunca van a encontrar trabajo.
En el documental Ingeniero White, un pueblo que están matando, intenté mostrar la transformación del pueblo a la luz de los cambios en cuanto a destrucción del trabajo, ya que miles de trabajadores, fundamentalmente ferroviarios y portuarios, quedaron fuera del circuito laboral. Un solo ejemplo. En el país fueron despedidos 60.000 trabajadores ferroviarios en la época de la dictadura militar del año 76 y 85.000 con el gobierno peronista de Carlos Menem al comienzo de los años 90. Y las preguntas: ¿Cuántos pueblos quedaron desmantelados? ¿Cómo pasa a ser la vida de un trabajador despedido y que ya no tiene posibilidades de volver al circuito laboral? ¿Cómo crece un hijo viendo un padre derrumbado? ¿Qué posibilidades tienen esas nuevas generaciones de conseguir trabajo?
El capitalismo a nivel mundial ha sufrido un cambio, cambio que implica el paso de la etapa del capitalismo industrial al capitalismo financiero, a la concentración de capitales, y con ello, avanza la destrucción de la fuerza de trabajo y la destrucción de su principal fuerza productiva: “la naturaleza”. Si uno va hacia atrás y hace la genealogía de la política del capital financiero y de la imposición de las nuevas condiciones, debería remontarse a la Segunda Guerra Mundial, pero en realidad no es algo evidente. En nuestro país es explícita y verificable a partir del 76.
Podemos decir que desde el gobierno de Frondizi en adelante hay expresiones de cómo avanza esta etapa, pero claramente la dictadura del 76 da un salto. Se necesitaba derrotar a toda resistencia para avanzar en sus propósitos y con ello 30.000 compañeros desaparecidos. En palabras de Galeano: “¿Puede acaso imponerse este programa neoliberal al movimiento obrero mejor organizado de América Latina sin pagar un precio de cinco cadáveres por día?”.(2)
La década del 90 implicó un nuevo salto, un salto claro en el avance de la barbarie, ya que nos hicieron creer que estaríamos mejor con todo privatizado. Nos privatizaron las tierras, los suelos, las vías, los puertos, la salud, la educación. Miles de hombres y mujeres quedaron fuera del circuito laboral, familias derrumbadas, a la deriva y el miedo a la desocupación como eje del sometimiento laboral.
Y la barbarie siguió su curso
Durante el 2018 hubo más de mil desocupados nuevos por día. En total la desocupación afecta a 1.750.00 personas (3), pero además el número de gente al que no le alcanzan sus ingresos es aún mayor. León Trotsky explicó que la desocupación, que alcanza a 200 millones de personas a nivel mundial según la Organización Mundial del Trabajo (OIT), no es un fenómeno coyuntural. Ya no se trata del ejército de reserva industrial que describió Marx, es decir, una legión de desocupados destinada a garantizar la mano de obra en los períodos de crecimiento económico del capitalismo, sino que estamos frente a un ejército crónico de desocupados: el capitalismo es incapaz, incluso en sus períodos de crecimiento, de garantizar el trabajo para todos. La desocupación se ha vuelto estructural: millones no sólo no tienen trabajo sino que nunca –mientras exista el capitalismo– lo tendrán. Al capital le sobra gente, le sobramos. Esos desocupados también les sirven al capital para abatir el salario de los ocupados y hacerlos trabajar jornadas extenuantes por encima de las 8 horas.
Destrucción de la educación y la salud pública
Recuerdo, ejerciendo la docencia en esos momentos, haber leído a finales de la década del 70 un informe escrito por el conocido Domingo Cavallo, que lideraba en ese momento la Fundación Mediterránea, en el que señalaba los pasos y las etapas de cómo se tenía que destruir la educación pública.
Ya que, si hay un ejército de desocupados... ¿para qué necesitan los poderosos que los obreros vayan a la escuela? Si la desocupación se ha vuelto estructural y millones no tienen trabajo ni lo tendrán –mientras exista el capitalismo–... ¿por qué los poderosos gastarían en educación y salud pública?
En la etapa del capitalismo industrial se necesitaban obreros que supieran leer: el obrero que sabe leer y escribir puede leer las instrucciones y usar una máquina, se necesitaban obreros instruidos, pero en la etapa de decadencia es un gasto excesivo. Y también es un gasto la salud: ¿para qué educación y salud para los desterrados de toda vida? A los desterrados mejor la muerte, ni salud ni educación, ni escuela pública ni hospital público.
Los docentes de la Capital Federal vienen denunciando desde las escuelas desde hace tiempo que las raciones de comida de los comedores escolares han bajado su calidad:
“... el gobierno porteño autorizó a reemplazar ingredientes por otros más baratos” y las concesionarias pueden bajar costos a expensas de la calidad alimentaria “pueden cambiar un cuarto de pollo por un medallón, una banana por una mandarina, un tomate por una zanahoria” (4)
Zonas de sacrificio
Megaminería/ Vaca Muerta/ Fracking/ Desmonte/ Soja/ Agronegocio/ Glifosato son los nombres o el rostro de la barbarie. ¿Qué es lo que comemos cuando comemos? ¿Quiénes somos los envenenados? ¿Quiénes los desterrados de toda vida? ¿Acaso los gerentes de estas empresas con sus familias viven al lado de los pozos petroleros donde se utiliza fracking, al lado de un pueblo fumigado o de un Polo Petroquímico?
La primera vez que escuché a la socióloga Maristella Svampa hablar de zonas de sacrificio quedé enmudecida y mucho más cuando agregó: “Ingeniero White, zona de sacrificio”. Zonas de sacrificio, así como leemos. Sacrificados, vidas sacrificadas, envenenados, todo tipo de enfermedades, y allí en su lucha, podemos recordar a Fabián Tomasiy a la docente Ana Zabaloy, envenenados con agrotóxicos que alzaron su voz, su grito, que denunciaron la complicidad política y al envenenamiento en masa porque son miles los que mueren. Con estupor e indignación escuchamos las palabras de Alberto Fernández, actual candidato a presidente, calificar de “desmedido” el fallo de un juez de Entre Ríos que limita la fumigación con glifosato a un kilómetro de escuelas rurales.
En nuestro país estas multinacionales, que tienen nombre y apellido, por decir sólo algunas, Monsanto/Bayer, Dow Chemical, Chevrón, la minera Barrick son las que imponen las formas de explotación de la naturaleza. ¿Podrían hacerlo en sus países de origen? ¿Son las mismas normas que tienen que cumplir acá que las de sus países de origen? Avanzan con la megaminería, con el fracking. Imponen sus condiciones, las multinacionales deciden el destino de millones de seres humanos, bajo el amparo de todos los gobiernos de turno.
Megaminería/ fracking/ Zonas de sacrificio
Dicen desde el Observatorio Petrolero Sur: “El reservorio de hidrocarburos no convencionales más importante de Argentina, llamado Vaca Muerta, será explotado con una técnica que viene viajando de país en país en un espiral de polémicas. En partes de Europa se ha prohibido, en EE.UU. acumula críticas y en nuestro país ya se han formado grupos activistas que buscan impedir su consolidación. En el medio, el Estado firmó un multimillonario contrato de asociación con Chevron” (5) Acuerdo YPF-Chevron, 2013, gobierno de Cristina Kirchner.
Todos conocemos la persecución a los pueblos originarios. Las comunidades indígenas son corridas de sus tierras desde hace muchos años, pero en este último tiempo el ataque ha sido feroz. ¿Podemos entender la persecución a los pueblos originarios porque quieren sus ancestrales tierras para la megaminería? Los mapuches de la zona de Neuquén son un estorbo para las multinacionales. Si bien no hay datos precisos, se habla de más de 100 asesinatos de originarios desde la década de los 90. En esa década es que comienza una importante lucha de estas comunidades que han visto cómo estas multinacionales avanzan en sus territorios y contaminan tierra y ríos. El poder concentrado los quiere muertos. Y allí están los originarios en una lucha por la subsistencia, por la vida, por los ríos, por la Pachamama, por la tierra.
Las provincias fumigadas, Zonas de sacrificio
Desmonte/ agrotóxicos/ soja/ glifosato y una gran extensión de tierras donde decidieron que se va a plantar soja y para mayor rendimiento fumigada con agrotóxicos. Nos envenenan con total impunidad. ¿Qué importancia tiene para estas multinacionales que haya una población fumigada, contaminada y envenenada? Incendian bosques, desmontan árboles, plantan soja, monocultivo y con la utilización de glifosato, envenenan con agrotóxicos.
Leí en estos días una nota que denunciaba que “…en el Hospital Garrahan como en el Hospital Italiano, ambos de Buenos Aires, el 55% de los niños y adultos internados con cáncer de piel, leucemia o malformaciones provienen de Entre Ríos, la provincia más contaminada con pesticidas, insecticidas y herbicidas del país, precisamente en el distrito de Urdinarrain, donde la concentración de glifosato constatada se encuentra entre las más altas a nivel mundial”. Y sigue: “Los especialistas también explicaron que los tipos más comunes de cáncer diagnosticados en niños de 0 a 14 años son las leucemias, seguidas por los tumores de cerebro y otros tumores del sistema nervioso central y tumores renales”. (6)
¿Zonas de sacrificio o ya toda la argentina sacrificada?
¿Podemos pensar que cada día que pasa tenemos más zonas de sacrificio? ¿O ya una Argentina como zona de sacrificio? Habituarse a la contaminación tiene sus costos, nos vamos enfermando y nos van matando. Nos contaminan con agrotóxicos, nos envenenan con metales pesados, ríos contaminados, la tierra que grita desde las entrañas. Trabajadores expuestos a contaminantes de manera directa durante largas y peligrosas horas de trabajo. Metales pesados como cobre, plomo, arsénico, mercurio que absorben durante años, envenenamiento silencioso y mortal. Nos alimentamos con productos contaminados.
Duele el país
Muchos recordamos el libro de Silvia Bleichmar con ese título tan apropiado “Dolor país”
Duele el país ¿Cómo pasa a ser la vida cotidiana de los desterrados de toda vida? Sin trabajo o en condiciones laborales precarias, bajos salarios, condiciones de vida cada vez más deficientes, nos han empobrecido, han desbastado al medio ambiente y están empujando a la mayor parte de las nuevas generaciones hacia el infierno de la precariedad, la impotencia, la frustración, el aislamiento, la soledad y la depresión.
Wilhem Reich, psicoanalista alemán, lleva al interior de la sociedad psicoanalítica en la década del 20 del siglo pasado los debates sobre subjetividad y política y la pregunta que se hacía en esos momentos era qué tipo de sujeto produce el capitalismo. Reich decía que ningún sistema de dominación puede sostenerse en el tiempo si no crea las estructuras subjetivas capaces de soportar y reproducir esa dominación.
En el año 1933, en pleno ascenso del fascismo en Alemania, en su conocido libro Psicología de masas del fascismo nos dice a los psicoanalistas: “Lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe o que el explotado se declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por qué la mayoría de los explotados no van a la huelga”.
Y, en esta línea, se impone insistir que ante las condiciones que vivimos, ante la barbarie que nos rodea por todos lados, hay que salir mayoritariamente a decir: ¡Basta, Basta a esta barbarie! Y denunciar cuáles son los mecanismos que los poderosos van poniendo en juego para que cada día avance el aislamiento, la soledad, la violencia en los vínculos, el maltrato, la crueldad. También, decir con claridad cómo intentan hacernos creer que es una responsabilidad individual el ser despedido, o que naturalicemos las deplorables condiciones laborales.
La crisis económica exacerba la violencia doméstica, descompone los vínculos, trasladando la violencia económica del capital, la impotencia y la frustración hacia los más cercanos, víctimas también de la ausencia y complicidad de sus organizaciones sindicales; es decir, de la capacidad para revelar el problema social y colectivo que se esconde detrás de la miseria individual. Organizaciones sindicales entregadas “al gran capital”, tal como vemos en Chubut al sindicato petrolero al servicio del gran capital y golpeando a los maestros en su histórica lucha.
Debemos salir del aislamiento a que nos llevan y romper la creencia de que las condiciones en que vivimos es producto de un fracaso individual.
Vivimos una época de patologías masivas, como la crisis de pánico, la depresión, la ansiedad. Vivimos la época del “sálvese quien pueda”. Los trabajadores han de competir entre ellos, competencia desenfrenada ante el temor al desempleo, el temor a la pérdida del trabajo y a la aceptación de condiciones laborales cada vez más paupérrimas. Estar precarizado en el trabajo implica estar precarizado en la vida y esa vida es especialmente la de los jóvenes, que son los que tienen que agarrar los peores trabajos, vivir de changas, arriesgar sus vidas en los Rappi o Globo, sin obra social, con el temor de quedar sin trabajo en cualquier momento.
Que el dolor se transforme en bronca, que la bronca se transforme en organización y lucha, producirnos junto a miles de otros dispuestos a la lucha, a la pelea, a decir Basta.
El capital concentrado avanza, las multinacionales deciden el destino de millones de seres humanos. Empresas trasnacionales de capital muy concentrado. Multinacionales que saquean, destruyen, contaminan y matan bajo el amparo y cobijo de los diferentes gobiernos de turno. No tenemos alternativa: es la lucha por la vida, la nuestra y de las nuevas generaciones o padeceremos. Es salir de nuestro aislamiento y encontrar en la dimensión colectiva la forma de decir ¡Basta!, ya que estamos padeciendo que nos dejan sin territorio, sin agua, sin aire y sin vida. Dar pelea y como dice Zito Lema “desde el escándalo del amor y el optimismo”. ¡Abajo el capitalismo que nos mata!
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