“Existe y existirá, hasta nueva orden, la corona de espinas para todo frontal sobresaliente, y la esponja amarga para toda faringe irregular”
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César Vallejo |
Un físico contemporáneo puede leer los Princicpia mathematica de Isaac Newton por curiosidad, interés u otras razones; pero no es indispensable para su formación. Puede no leerlos porque sólo necesita estudiar la producción que le es contemporánea. Diferente es el caso de los psicoanalistas. Muchísimas publicaciones actuales son refritos sin gusto ni sustancia, que una y otra vez “rizan el rizo”. Creo que con los clásicos del psicoanálisis ocurre lo que dice I. Calvino: siempre tienen algo nuevo para decirnos.
Quizás el más vituperado psicoanalista de la primera generación haya sido Sandor Ferenczi, cuyo valor sólo sea comparable con el otro gran clásico, Karl Abraham. Uno y otro son los imprescindibles.
Ferenczi Sandor, como se dice en Hungría, nació el 7 de julio de 1873, el mismo año en que se unieron las ciudades de Buda y Pest, situadas en las orillas opuestas del Danubio. Era el octavo de doce hermanos nacidos en una familia de intelectuales. Su padre tenía una librería donde se organizaban reuniones culturales y conciertos de cámara. La madre, Rosa, era un persona distante y fría, que arrastraba una depresión clínica a causa de la muerte de una hija apenas menor que Sandor.
¿Cómo era, en pocas palabras? P. Roazen lo describe así: "muchos consideran que Ferenczi fue el más cordial, más humano, más sensible de los miembros del grupo psicoanalítico. Ferenczi era un hombre de baja estatura y de carácter expresivo, poético y nada egotista. Que se interesaba por las demás personas y siempre estaba dispuesto a ayudar. Era una persona encantadora e imaginativa, tenía la capacidad para concebir ideas nuevas sin estar seguro de creer en ellas realmente" (Roazen, 1978).
“Mi gran Visir secreto”
Después de haber leído, rechazado, releído y finalmente estudiado La Interpretación de los Sueños, conoce en 1908 a Freud, que queda cautivado desde el primer encuentro con el joven y talentoso médico, que desde 1902 tenía una producción propia en Psiquiatría (sobre paranoia y homosexualidad).
Para valorar la importancia de la relación que mantuvieron, podemos tomar en consideración el volumen de su intercambio epistolar: más de 1200 cartas entre los años 1908 a 1933 (mientras que Jones fue destinatario de 400 cartas y Jung de 350).
Un año después de haber tomado contacto con Freud, escribe Transferencia e introyección [1], trabajo que revela la rapidez de su apropiación de conocimientos en el campo del psicoanálisis.
Tres años después de que se creara la Asociación Psicoanalítica Internacional [2] a instancias de Ernest Jones se fundó un comité secreto compuesto por doce miembros, que incluyó a Ferenczi.
Escribió artículos muy simpáticos movido por el afán interpretativo de casi todo, verdadero furor interpretandis. Escribió acerca de esas cosas que me generaban curiosidad cuando era chico (a algún lector también le habrá ocurrido). Por ejemplo, sobre las causas de los escalofríos producidos por el rechinamiento del vidrio [3] (1923).
Freud discutía con su “Gran Visir secreto” los trabajos antes de su publicación. Un solo ejemplo que revela la afinidad de pensamiento entre ambos: uno de los siete trabajos de Metapsicología perdidos aparecieron cuando se recuperó un baúl de correspondencia y fue editado 1992 por Ilse Grubrich-Simitis (trad. esp. 1989).
Cuando en 1919 los bolcheviques toman el poder en Hungría, Ferenczi se hace cargo de la primera Cátedra universitaria de Psicoanálisis en el mundo.
Su apasionamiento por la clínica, su penetrante inteligencia, la riqueza de sus ideas, lo llevaron a hallazgos y a equivocaciones notables; pero no sólo por estas últimas Ernest Jones (quien fue primero paciente y posteriormente enemigo acérrimo) lo estigmatizó con diagnósticos y lo descalificó con un argumento que se volvió a utilizar muchas veces: el alejamiento de la IPA era equivalente al abandono del psicoanálisis (Azouri, 1984, p. 226). Tal vez por eso esta reseña tienda a acentuar sus virtudes. Nuestra posibilidad de leerlo hoy debería evitar “tirar el bebé con el agua de la bañera”.
En Historia del Movimiento Psicoanalítico, al describir la situación del Psicoanálisis en Hungría Freud dice que comenzó con un psicoanalista, y con el tiempo se desarrolló una Asociación y además una corriente de psicoanálisis liderada por Ferenczi, de quien dice: "aun solo vale por toda una Asociación".
Psicoanálisis para todos
Tenía el vehemente propósito de ir siempre más allá en la terapia psicoanalítica, tanto en la inclusión de pacientes graves como en la profundidad del análisis. Por esta razón conjugó la utilización de los instrumentos y del método establecido con innovaciones técnicas con el fin de adaptarla a situaciones y pacientes excepcionales.
Esa activa búsqueda comienza en 1918 y es dada a conocer en el V Congreso Internacional de Psicoanálisis, que se llevó a cabo en Budapest a fines de septiembre. Su denodado propósito de superar resistencias, elaborar las experiencias traumáticas, de evitar la sugestión, la seducción y la manipulación, de promover la libertad del paciente, lo llevaron a introducir sucesivas modificaciones técnicas pero con conciencia de los riesgos.
Además de su sagacidad clínica tenía una preocupación maternal por curar, a diferencia de Freud.
Ferenczi propugnó la necesidad del análisis completo para los psicoanalistas; no el análisis didáctico para que colegas presuntamente sanos se iniciaran en el método [4], porque estaba convencido que los analistas llegaban con sus pacientes hasta donde habían llegado en sus análisis personales. “Ante todo, tenemos que ser analizados a fondo, hasta ‘tocar roca’”, con el propósito de no obstaculizar con nuestras resistencias y rasgos de carácter el tratamiento exhaustivo [5]. A esta necesidad de un análisis a fondo de los analistas le dio el estatuto de segunda regla fundamental.
Ferenczi tenía el propósito de llevar el análisis hasta el final, hasta los enclaves del sufrimiento y las inhibiciones inalcanzables con la técnica clásica, como poseído por una suerte de furor curandis, no cabe duda. Dice: "me convertí poco a poco en especialista en análisis de niños con los adultos, me convertí poco a poco en especialista de casos particularmente difíciles de los que ahora me ocupo tras muchos años de ejercicios. Fórmulas tales como ‘la resistencia del paciente es insuperable‘, o ‘el narcisismo no permite profundizar más en este caso‘, o incluso ‘la resignación fatalista frente a la aparente estancamiento de un caso‘, ya no son admisibles para mí. Pienso que mientras el paciente vuelva, no se rompe el hilo de la esperanza. Debía pues plantearme siempre la misma cuestión: ¿es la resistencia del paciente quien provoca el fracaso, o se trata más bien de que nuestra comodidad se resiste a adaptarse a las particularidades de la persona en el plano de la aplicación del método?" (cursivas mías). Tenemos que considerar que trabajaba con pacientes que a partir de la década del ‘50 serán diagnosticados como borderline.
El psicoanálisis transgresivo”
Así llama Guy Rosolato (1981) al proceso analítico que viola deliberadamente las reglas del encuadre –especialmente la de abstinencia-, con el propósito de superar impasses en los tratamientos. Identifica tres modos de transgresión técnica: las transgresiones por medio de técnicas activas, de sustitución, y por técnicas liberadoras. Las tres variantes incluyen las transformaciones de la técnica promovidas por Ferenczi.
Entre 1918 y 1932 introdujo los cambios que se fueron sucediendo en cuatro etapas:
* “técnica activa” va de 1919 a 1926;
* técnica elástica”, desde 1926 hasta 1928;
* “técnica de relajación y la neocatarsis”, desde 1929 hasta 1932;
* del “análisis mutuo”, en los últimos años de su vida.
Estas modificaciones comienzan a ser fundamentadas en Dificultades técnicas de un análisis de histeria [6]: además de escuchar e interpretar (que consideraba pasivos),exige a los pacientes que se encuentran en un “punto muerto” resistencial que enfrenten la angustia y no eviten las situaciones críticas. También imparte órdenes y prohibiciones estratégicamente elegidas que extienden la abstinencia del analizando; por ejemplo, de la masturbación.
Pero en 1920, en Congreso de La Haya limita su utilización a determinadas situaciones clínicas concretas como recurso de excepción [7].
Era consciente de los riesgos que corría con sus innovaciones. Evaluaba los resultados de las experiencias y volvía a cambiar cuando se demostraban insuficientes o desembocaban en el fracaso [8].
Cuatro años después describe el uso de “fantasías provocadas” [9], que consistía en proponerle al paciente que fantasee con aquellas situaciones que trata de evitar.
En “Principio de relajación y neocatarsis” [10] propone “dejar hacer” a ciertos pacientes, alentar la espontaneidad y aceptarla con genuina benevolencia, porque empezó a cobrar fuerza la hipótesis de que la causa de las perturbaciones eran traumatismos realmente acontecidos.
En 1931 [11] plantea que la resistencia es producto de la contratransferencia y de la comodidad de los analistas. Promueve la emergencia de vivencias en las que pueda retornar el traumatismo experimentado en la infancia en la forma de recuerdos para ser elaborados por el “analizando”, como re-denomina al “paciente” (para acentuar la actividad que debe tener -expresión retomada y traducida por Lacan como “analizante”, con el mismo objetivo-).
El último período, el del “análisis mutuo”, es el resultado de su crítica a los efectos de la frialdad y la hipocresía del analista en el trato con su paciente. Propone que el analista manifieste de manera directa los sentimientos e impulsos surgidos al calor de la relación transferencial (no confesiones respecto de su vida) tal como en su momento le propuso a Freud que hicieran entre ellos. Esta época está testimoniada en su Diario clínico (que va desde el mes de enero hasta octubre de 1932).
El niño sufre horrores de traducción
En un trabajo que recomiendo enfáticamente llamó “confusión de lenguas entre los adultos y el niño”, al “malentendido” traumatizante que se produce cuando los niños se expresan con ternura, y los adultos responden de un manera que resulta violenta para aquéllos porque traducen las expresiones infantiles a su lengua, que es la de la pasión de la sexualidad adulta [12]. “El niño habla el lenguaje de la ternura y el adulto le responde en el lenguaje de la pasión” [13].
Describe tres tipos de traumatismos producidos por la pasión de los adultos: el de la “seducción incestuosa”, que no activa defensas en el niño sino “identificación con el agresor” (expresión de su cuño); en segundo lugar el “insufrible castigo”, que induce fijaciones y escisiones causadas por el miedo; y el “terrorismo del sufrimiento”, causado por adultos significativos, de quienes el niño aprende expresiones y experimenta vivencias que hacen, por ejemplo que “una madre sufriente pueda hacer de su hijo su niñera vitalicia”.
Ferenczi estaba muy atento a la capacidad extraordinaria que pueden desarrollar los chicos para asumir como tarea de su vida la “curación” de los padres. Esta hipótesis se encuentra en un breve trabajo llamado El Sueño del Bebé Sabio [14]. Allí cuenta cómo ciertos niños se fueron transformando en improvisados terapeutas de sus padres neuróticos, psicóticos o perversos, que de adultos padecen las consecuencias de aquel esfuerzo.
Análisis infinito y más allá
Desde un viaje por Italia que emprendieron al comienzo de su relación, el vínculo entre los dos S.F. tuvo épocas intensamente conflictivas. En parte por esta razón y en parte por su anhelo de que los análisis fueran completos, escribe en 1928 sobre El problema del fin de análisis [15]. Nueve años más tarde Freud publica Análisis Terminable e Interminable, cuando Ferenczi ya había muerto.
Al reproche de Ferenczi de no haber interpretado su transferencia negativa [16] (en rigor, ambivalente), Freud responde que no la percibió. Es un poco dudoso; quizás Freud estaba muy atento a la cohesión política del movimiento, y no les señalaba estos sentimientos enojosos a los discípulos si no se producía una ruptura (aunque sí podía aludir a ellos en cartas a terceros).
En Confusión de Lenguas, mucho años antes, y mucho antes todavía, en 1927 en El fin de Análisis [17], Ferenczi habla de la “terminación natural” de un análisis y de la necesidad de llevar el análisis a fondo. “Terminación natural” son los términos que va a utilizar Freud en 1937. En cuanto a la cuestión de los límites, ya vimos que en Confusión de Lenguas Ferenczi decía que se trata de llegar hasta “tocar roca”.
Pero también a modo de reproche le decía a Freud que “no todo es transferencial”. ¿Qué quería decirle –y decirnos-? Quería introducir el espinoso tema de los efectos que el analista como persona real, con su neurosis, sus fantasmas y sus rigideces provoca en el paciente.
Esta semblanza es breve pero nos permite preguntarnos si Ferenczi retornó al pre-freudismo o si no fue acaso el primer post-freudiano.
Murió el 22 de mayo de 1933, a los 66 años, de las complicaciones de una o anemia perniciosa (anemia de Biermer). Esta enfermedad hoy se cura simplemente con Vitamina B12 (30 comprimidos = 85 pesos).
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