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Título: La invención colectiva (1934) Autor: Renè Magritte
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Fábula del falo (*)
(Fragmentos)
Selección de Héctor Freire
hectorfreire@elpsicoanalítico.com.ar
 
El falo no es una bandera que se iza cuando la autoridad lo dispone.
Francisco Umbral





El falo es fabuloso, en la literatura, en el arte, en la religión, pero nadie había escrito una fábula del falo, que se sepa. Qué serafín de llamas busco y soy, dice Federico García Lorca en uno de sus momentos líricos más exaltados. La llama que arde permanentemente (o intermitentemente, tampoco empecemos exagerando), en el alma del hombre, es el falo, que puede incendiar una familia del pajar a los cimientos.

Lo que pasa es que el hombre con falo comienza por no tener falo. El falo es una cosa de la que nunca se habla, ni siquiera en aquellos momentos en que ha tenido actuación decisiva –un embarazo, un parto. Es lo que llamo falo ausente.

Falo ausente es el falo que la sociedad convencional, por tenerlo tan presente, decide ignorar. El niño, cuando comienza a reflexionar, encuentra que nadie tiene falo, puesto que nadie habla de eso, entre los adultos, excepto él, con lo que empieza a experimentar, a vivir su falo como monstruosidad y culpa.

En la pubertad descubrimos que el falo tiene carácter de icono. El falo ha sido un símbolo de la fecundidad, entre los paganos, y, a la inversa, todos los iconos cristianos y no cristianos tienen hechura y facultades de falo.

Con la literatura (que no es exactamente la cultura, sino quizá todo lo contrario), el púber se reconoce en el falo/Baudelaire, más mental que original, dota al hombre de un falo fálico, de un arma con la que agredir a la sociedad, a las mujeres, y con la que ser él mismo, seguro/inseguro de su falo, que es ya pivote de su personalidad.

Frente al tópico de la mujer felina - ¿Lauren Bacal? -, encontramos que la felinidad del hombre está en el falo. El falo tiene una conducta silenciosa y traicionera, mucho más sutil que la de su propietario.  (Traicionera incluso para el propietario.)

Casi todos los mamíferos disfrutan o viven oralmente su falo, menos el hombre, por su posición erecta……De este distanciamiento trágico (uno de los precios que pagamos por la evolución), quizá vengan todas las homosexualidades: el hombre y la mujer disfrutan del sexo de otra persona como vicario del propio.

Lo que pasa es que el falo es falible. Esta falibilidad del falo – fiasco, lo llamaba Stendhal - , engendra toda la inseguridad del hombre y, por tanto, toda su seguridad: fascismos. Hitler era ciclán, que es como se llama en castellano al hombre de un solo testículo. El falo, falible o no falible, siempre compensa y remedia su falibilidad mediante la fantasía.

El falo imagina por sí mismo. El falo tiene imaginaciones que la imaginación (racional) ignora.

El falo se rebela contra el mito cultural –Marañón fue su introductor en España- del falo unánime, que es una idea religiosa, concepcional, que tiende a suprimir los juegos eróticos, a convertir la cópula en un Pan de los Ángeles –la mujer comulga castamente el falo engendrador  por su boca/otra-, y a sacralizar el único acto no sacral de la especie: la copulación sin reproducción.

El falo de la postmodernidad es un falo azaroso, e incluso delincuente, no ya ritual, como durante siglos, según el rito fecundante y macho de tantas culturas, según el rito sabatino de los matrimonios burgueses.

El falo sagrado como símbolo en tantas culturas, hoy ya no vive una sacralizad simbólica, sino metafórica. ……El falo metafórico es el falo de la postmodernidad, el que alude a todo y por todo es aludido.

De día, el falo está más despierto. Aparte de que el falo debe desafiar la luz y no guarecerse en la nocturnidad, como un delincuente: éste es el sentido de las múltiples aventuras nocturnas de hombres y mujeres, que jamás harían lo mismo “de día”.

Falo museal es el falo artístico, estético, que la sociedad cultural exhibe hipócritamente como objeto de arte.

Los museos son los grandes frigoríficos del arte. El falo egipcio, hindú, griego o romano, ya no es un falo, sino un objeto cultural. De ahí que los falos perdidos –otro caso de falo ausente/presente- de dioses y atletas, mutilado por el tiempo o por la “eficacia” moral a escoplo de algunos obispos, venga a convertirse, paradójicamente, en el falo vivo que nunca fue.

El falo, icono vivo del subconsciente macho, nos permitirá hablar del falo surreal, con especial énfasis en Dalí y su imagen recurrente del Gran Masturbador. Casi toda la pintura surrealista, tan erótica, es un ejemplo máximo de falo ausente…..el surrealismo, que no es sino una lectura lírica de
Freud, en literatura y pintura, ignora el falo.

El postmarxismo nos lleva, en fin, a una consideración del falo/mercancía. Diremos, con permiso de las feministas, como Azorín “con permiso de los cervantinos”, que en la educación que nos ha dado la vida (más decisiva que la de las monjas hipócritas), el falo, como mercadería, ha sido un desastre. En las casas de lenocinio donde debutó mi generación, el falo no valía nada y había que pagar por meterlo en algún sitio.

De aquellas casas salíamos con el convencimiento inverso de que toda la carga erótica del mundo estaba en la mujer, de que el hombre era un despojo sexual  a quien la hembra sólo admitía en sí mediante compensación extra sexual.

El falo/consumo podría ser la consideración opuesta y complementaria del falo/mercancía. El macho se realiza mediante el gasto (ya lo vio Bataille), porque el falo mismo es derroche en todos los sentidos que, por obvios, no vamos a enumerar ahora. Lo que la era del consumo añade a esto es una tautología: el hecho de consumir ya es, en sí, fálico, el hecho de gastar –una mujer, un coche, un viaje-, pero la industria del consumo, (entendiendo por consumo, modernamente, lo innecesario y ocioso), subraya esto llegando hasta la obscenidad, porque en el acto fálico del gasto se ha de traficar, además, con cosas fálicas: porno, erotismo, regalos “íntimos”, etc,

El capitalismo subraya así, con la rudeza que le es propia, lo fálico del gasto mediante lo fálico del objeto compra-vendido.

El hombre tuvo falo a partir del Renacimiento, como las mujeres tuvieron cuerpo y desnudo…..Toda la humanidad macho vuelve a tener falo, desde la Antigüedad, y es cuando el mundo conoce las grandes hazañas fálicas: descubrimiento de América, circunvalación del planeta, surgimiento de las nacionalidades en Europa, como falos erectos del colectivo, del hecho diferencial, etc.
Eso es lo renacentista. Lo moderno es el cuerpo como conciencia.

Desde que el falo no engendra (anticonceptivos femeninos), desde que la mujer controla su cuerpo, el falo se ha tornado irónico/ pornográfico. De la mujer como juguete del hombre hemos pasado al falo como juguete de la mujer. El falo hedonista supera simultáneamente al plaiboismo y el feminismo.
 

[*] Fragmentos de la Introducción a Fábula del falo, de Francisco Umbral. Editorial Kairós , Barcelona 1985.

 

 
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