ARTE
OTROS ARTÍCULOS
Malcolm de Chazal. “El gran cuerpo espiritual”
Por Héctor Freire
 
 
 
Figura en movimiento (1978) de Francis Bacon.
Título: Figura en movimiento (1978) de Francis Bacon. Imagen obtenida de: http://sitiosenelcorazon.blogspot.com.ar/2013/03/bruce-lee-sobre-el-movimiento.html
Arte y cura psicoanalítica.
Lo originario y la música (*)
Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 

Vimos hasta aquí –partiendo de aquello del múltiple interés del arte para el psicoanálisis – cómo pensar la creación y su relación con la indeterminación; que la creación es inseparable de la imaginación; que la imaginación hace al ser de la psique, y que esto le da primacía a lo imaginario y cuestiona el pensamiento relativo a un sujeto de la falta como aquello central de la subjetividad humana, para pasar a relativizarlo, al acentuar el carácter positivo, creador del inconsciente; también que el históricosocial actúa en desmedro del ejercicio de la imaginación, generando importantes consecuencias clínicas. Que considerar a la creación y a la imaginación en el lugar que aquí proponemos implica otro modo de pensar a la cura, más en sintonía con el estado actual de nuestra cultura, que hace necesario pensar en la ampliación de la tríada del recuerdo, la repetición y la elaboración para incluir a la creación. Y vimos, finalmente, ciertas cuestiones – simplemente aperturas – para pensar las consecuencias para la cura de la aparición del arte en el curso de los tratamientos.

Me dirijo ahora hacia la última parte de esta presentación.
Pienso que el arte ilumina aspectos de la teorización sobre lo originario, específicamente lo pictográfico, su reactivación a partir de la experiencia tanto de creación como por las resonancias que produce en el espectador. No hay sociedad sin arte: el arte cumple – entre otras cosas - una función de alimentar, mantener vivo, el mundo afectivo y representacional originario, las primeras puestas en relación de la psique, ese fondo representativo. Lo originario se hace presente también en las psicosis (Aulagnier, 1984), en las llamadas experiencias místicas, también como producto del consumo de sustancias alucinógenas. Así, entre los múltiples intereses que el arte implica para el psicoanálisis, está tanto lo que puede enseñarnos sobre un modo de ser de la psique, como su presencia en la cura, y también los efectos en la psique de su presencia en lo histórico-social.

Elegí entonces a la música para realizar algunas apreciaciones sobre lo originario y su lazo con el arte, y lo que puede aportarle al psicoanálisis. Voy a tomar reflexiones a partir del trabajo realizado durante varios años en talleres de música con pacientes psicóticos y graves en general, una práctica en la cual confluyeron mi formación musical con la psicoanalítica.
Y las voy a entrecruzar con desarrollos de Pascal Quignard en El odio a la música (Quignard, 2012). Autor que me interesa entre otras cuestiones porque es músico, escritor, y fue autista en su infancia.

Quignard intenta llegar a los fundamentos, a los orígenes de la música en el humano, desde la vida intrauterina, y los efectos que en él produce, sobre todo el estado de obediencia que genera: la imposibilidad de no escuchar.

Hay un sonido originario, visceral tanto como ambiental, que tiene lugar en el vientre materno. Es un sonido previo al sonido del nombre. El oído, careciendo de párpados es la más arcaica percepción del ser humano.
La audición intrauterina es más bien distante, porque la placenta amortigua los sonidos viscerales, el líquido amniótico hace que reine un ruido de fondo que es grave, constante, al cual los especialistas en acústica denominan como un “suspiro sordo". Mientras que el ruido del exterior es un "ronroneo sordo, dulce y grave" “sobre el cual se eleva el melos de la voz de la madre repitiendo el acento tónico, la prosodia, el fraseo que agrega a la lengua que habla” (Quignard, 2012, pág. 135). Esta es  la base individual de la tonada. Todos tenemos una tonada, un sonido musicalizado que nos es propio, un ritmo, una nota fundamental, un modo de los silencios, un volumen, un modo de escandir.

Así, el lazo entre el infans y la madre contiene y es contenido por una suerte de incubadora sonora que precede y prosigue al parto. De esta van a formar parte “gritos y vocalizaciones, luego cancioncillas y estribillos, nombres y sobrenombres, frases recurrentes, apremiantes, que se convierten en órdenes” (Quignard, 2012, pág. 134). Así lo sonoro, para Quignard, queda ligado a la obediencia.
Esto es fundamental en su planteo: obedecer a la música, no poder dejar de escucharla, someterse a ella.

Así, para Quignard, la pasividad humana está fundada en la audición. Esto es muy interesante a mi entender, y puede extenderse a lo literario en general: que desciende de la voz materna que obliga a escuchar y obedecer, un obligar ligado al poder de seducción que tiene esa voz. Lo maravilloso y lo siniestro anidan en ella. ¿Nos encontramos así ante algo que podría señalarnos la existencia de una pulsión auditiva? ¿Pulsión creada en el estado de encuentro con la madre? ¿Y al mismo tiempo modos de sublimación de la misma?

Volviendo a Quignard – lo cito textualmente -: “Cuando todavía estamos en el fondo del sexo de nuestras madres, no podemos amasar la cera que se obtiene de las colmenas de las abejas para hacer tapones para los oídos... No podemos no escuchar. Estamos atados de pies y manos al mástil, parados en la cubierta, minúsculos Ulises perdidos en el océano del vientre de nuestras madres" (…) “Ulises nunca dijo que el canto de las Sirenas fuera hermoso. Ulises, el único humano que escuchó el canto que hace morir sin morir, dice, para caracterizar el canto de las Sirenas, que ese canto "llena el corazón del deseo de escuchar" (Quignard, 2012, págs. 41, 42). No es una exclusividad de los analistas. El humano está poseído por un deseo de escuchar.
Las Sirenas generan ese deseo de escuchar, producen obediencia: Sirenas han sido denominadas las que ordenaban el inicio y finalización de las tareas de los obreros en las fábricas de principios del siglo pasado, también las de las ambulancias, bomberos y policía. Las Sirenas producen obediencia.

Me detengo en este punto. Hasta aquí tenemos un señalamiento hacia lo materno, lo previo al lenguaje y lo contemporáneo al mismo, subsumido en el canturreo y la sonoridad previa. El canturreo materno es un para-fantasma (Aulagnier, 1991)), tanto como lo es la palabra. Es un tope a los fantasmas y ruidos de lo esquizoparanoide. Es un tope al ser una modulación que instituye pulsión y destinos para la misma. Esto me recuerda señalamientos de Julia Kristeva, quien se ocupará del terreno de lo semiótico. Mientras para Lacan el ingreso en lo simbólico implica una ruptura radical y desasimiento del orden imaginario, para Kristeva el ingreso en el orden simbólico no implica que lo imaginario quede afuera, sino que sigue presente, realimentado por lo semiótico.
Hay así una dimensión semiótica de la subjetividad humana, relacionada con los aspectos somáticos del lenguaje, que no tienen representación: el tono, los silencios, lo rítmico, la respiración.

La música hace impacto en lo semiótico, en el fondo representativo. Un fondo de figuraciones pictográficas de ruidos y sonidos transformados en pulsión por la presencia materna –que no puede impedir introducir ruidos e instituye la obediencia a lo oído, siendo así la primera Sirena para el humano, que no puede sustraerse a su presencia pulsante-. Los ruidos serán transformados en música, y también ingresan en la palabra que los modula. Dos destinos sublimados para la pulsión auditiva y sonora. Así, la música nos protege de esos sonidos, del ruido. Pero estos son su materia prima, son traducidos, tomados primero por el discurso materno, ingresados al mundo simbólico pero sin pertenecer a él. Alimentan y disrumpen el mundo simbólico por pertenecer a lo semiótico. Los ruidos, determinados sonidos – musicales o no – también activan ese fondo representativo pictográfico.

Es en la Odisea donde por primera vez  el término "análisis" aparece en un texto griego. Eurilocos y Perimedes son quienes desatan (anelysan) a Ulises.
Nosotros tenemos como tarea ayudar a los sujetos a desatarse de sus servidumbres: también permitir que se desate lo imaginario y que enriquezca el mundo representativo y afectivo.

Metáfora quiere decir transporte en griego. El chamán es un acelerador del transporte, del tiempo, es decir, de la metáfora, de la metamorfosis. Los psicoanalistas historizamos y desatamos, liberamos imaginación, y favorecemos su metaforización.

Quiero terminar con lo siguiente: la música deja abolido el mundo, el mundo del sentido (Castoriadis, 2008). En realidad – digo - es un volver a ese mundo que está antes del sentido: lo trae ante nosotros. Eso previo a lo simbólico. Hablamos – recuerdo - de lo semiótico y su pertenencia al campo de lo materno, al estado de encuentro originario. Recordando – con Kristeva  y Aulagnier – que ese mundo semiótico, ese estrato/océano pictográfico siempre está activo enriqueciendo la vida psíquica de los sujetos. No tiene sentido, pero alimenta el sentido.
Es entonces que me parece fundamental reconocer que en lo que el arte produce (al artista y al espectador), no todo puede explicarse, porque hay creación e indeterminación. Eso también le enseña al psicoanálisis algo fundamental: el riesgo del interpretacionismo, de la causalidad a ultranza, de eso que siempre suena a “por algo será”. Puede ser por nada. Y no puede explicarse (de modo total, completo). Sería como querer explicar una cantata de Bach. Se puede hacerlo desde un nivel de análisis conjuntista, desde la lógica formal: armonía, contrapunto, forma, ritmo, etc.- Pero hay un punto en el cual la creación se hunde en lo desconocido: es el ombligo de la creación.

Hay una suerte de misterio en la creación. Es ese entréme donde no supe de San Juan de La cruz. Recordemos lo que dice:

Entréme donde no supe:
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

(....)

Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

¿Qué es eso que trasciende todo conocimiento (toda ciencia)? Lo conocemos como lo real, eso que no cesamos de intentar simbolizar, historizar, traducir, y que se resiste, al mismo tiempo que es fuerza de trabajo. En ese misterioso “lugar” el sueño, la realidad, los pensamientos, las fantasías coexisten embatiendo contra todo principio de realidad, contra los postulados de la lógica formal, tal como Murakami lo escribe magistralmente en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Allí habita lo pictográfico, está el sentido perdido, creído y creado como tal en un a posteriori en el cual el sujeto se resiste a aceptar el fundamento de sin sentido sobre el cual se ha creado. Esa primera puesta en relación es el intento de poner en sentido algo que siempre escapará al mismo.

Y en ese entrar donde no sabemos, nos encontramos con algo que también tiene lugar en un psicoanálisis. El sujeto en análisis entra en un lugar donde no sabe, junto con su analista. Paradójica experiencia la del análisis, en cual se conjugan el anudamiento y el desanudamiento. Llegar a la conclusión de que no sabemos, que hay un fondo del ser en el que habita lo desconocido, y que ese caos, ese vacío de forma es nuestra más profunda verdad. También es lo que nos abre el camino a la libertad.

Somos sujetos de un sentido perdido (un pseudo sentido, porque es el sinsentido, e imposible de haber sido perdido por lo tanto), somos sujetos de una presencia pulsante y misteriosa que nos compele a figurar lo in-figurable.

Así lo dice Paul Auster:

Decir no más
que la verdad: los hombres mueren, el mundo falla,
las palabras
carecen de sentido. Y por tanto, pedir tan sólo
palabras.



* Segunda parte del texto “Múltiple interés del arte para el psicoanálisis”, leído en el Colegio de Psicoanalistas, marzo de 2013. Versión completa.

       

 
Compartir
Bibliografía
 
Aulagnier, Piera
- La violencia de la interpretación, Amorrortu, Buenos Aires, 1977.
- “Nacimiento de un cuerpo, origen de una historia”, en Cuerpo, historia e interpretación, Paidós, Buenos Aires, 1991.
Auster, Paul, Poesía completa, Seix Barral, Buenos Aires, 2012.
Bergmann, Martin S., “Science and Art in Freud´s Life and Work”, en Sigmund Freud and Arte. His personal collection or Antiquities, Ed. State University of New York and Freud Museum, London, 1989, New York. La traducción de la cita es mía (YF).
Cabrera, Daniel. “Nistagmus”, en Fragmentos del caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis, Biblos, Buenos Aires,  2008.
Castoriadis, Cornelius
- Ventana al caos, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
- La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets, Buenos Aires, 1983.
Franco, Yago
- Magma. Cornelius Castoriadis. Psicoanálisis, filosofía y política, Biblos, Buenos Aires, 2003.
- Más allá del malestar en la cultura. Psicoanálisis, sociedad y subjetividad, Biblos, Buenos Aires, 2011.
- “Desafíos clínicos más allá del malestar en la cultura”, en Revista de la Asociación Argentina de Psicodiagnóstico Rorschach, Buenos Aires, diciembre 2012.
Quignard, Pascal, El odio a la música, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2012.
subir