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Título: Sin título, Tetsuya Ishida, 1998.
Título: Sin título, Tetsuya Ishida, 1998. Imagen obtenida de: http://aktuel.mynet.com/galeri/yasam/modern-dunyanin-karanlik-yuzu-tetsuya-Ishidanin-tablolari/13144/2226198/
¿Los hermanos sean unidos?
Cómo pensamos hoy la transmisión entre generaciones
Susana Matus
Lic. En Psicología, Psicoanalista vincular, miembro Titular AAPPG (www.aappg.org.ar)
Libros publicados: Entre Hermanos. Sentidos y efectos del vinculo fraterno; Conjeturas Psicopatológicas. Clínica Psicoanalítica de familia y pareja
smatus50@gmail.com
 
Introducción

¿De qué se trata la transmisión del mandato “los hermanos sean unidos”, es viable, qué sucede cuando no aparece en el discurso paterno?

“Los hermanos sean unidos” nos confronta no sólo con la paradoja del malestar en la cultura, con el permanente riesgo de las guerras y el fratricidio, sino que da cuenta de un imaginario donde lo paterno filial es pensado como el eje de la constitución subjetiva, vincular y social.

La caída  del Edipo de su lugar de centro único abre a  otros organizadores, a otros relatos que  junto con aquél son productores de marcas psíquicas, como el que remite a los Vínculos de Paridad, una de cuyas configuraciones son los Vínculos Fraternos.

En el armado de un vínculo se ponen en juego dos exigencias de trabajo vincular: una  proveniente de la cultura y otra  de los sujetos del vínculo. La primera se relaciona con el hacer recomenzar en cada generación los requisitos imprescindibles para la continuidad de la organización social, y la segunda con el velamiento de la ajenidad del otro, es decir, de la imposibilidad vincular. (Gomel, Matus, 2011)

Estas exigencias de trabajo suponen diferentes operatorias: una requiere de la transmisión generacional de las legalidades básicas de la cultura y de los imaginarios necesarios para la pertenencia social y cultural. La otra supone la instalación de un  pacto denegativo (Kaës, 1991) que posibilite el armado de un vínculo.

La operatoria edípica y la derivada de los vínculos de paridad muestran diferentes vicisitudes en el cumplimiento de estas exigencias. Edipo y Vínculos entre Pares son dos relatos de la trama sujeto-vínculo-cultura que se hallan atravesados por cada una de estas exigencias.  

Pensemos cuáles son las particularidades en la  transmisión generacional y  el velamiento  de la ajenidad en los vínculos de paridad, partiendo sobre todo, desde  las fallas en el procesamiento de dichas exigencias de trabajo.


Velamiento y transmisión 

El corpus psicoanalítico estuvo pensado fundamentalmente desde una verticalidad transgeneracional, y el mito que utiliza respecto de la fratría está centrado en los vínculos paterno-filiales.  Repensando la concepción de ley que estos modelos sostienen, surge  que hay otros modos de legalidad, como por ejemplo las que los chinos denominan: Fa y Li, la primera trascendente al grupo y la segunda producto de la auto-organización del mismo. Habría dos tipos de legalidades para lo fraterno: una vertical, ligada al mandato paterno, y otra horizontal, relacionada con el propio grupo de hermanos o de pares.

La alianza fraterna se fundamenta  en la puesta en juego de una ley representada por el padre muerto y el tótem; al mismo tiempo, remite a un vínculo entre pares, que funciona como contra-cara de la imposibilidad vincular. Si lo imposible se relaciona con el vacío, existirían diferentes modos de intentar su velamiento. El mito del padre de la horda y su consecuencia, la instalación de la prohibición del incesto como ley de la cultura, constituyen una de las maneras en que se realiza -desde una perspectiva paterno-filial- esta veladura.

¿Cuál será el modo en que se vela, desde una perspectiva de horizontalidad?

Si bien los hermanos se juntan para ir más allá del padre, por otro lado, los hermanos son juntos, esto es, son hermanos en tanto vinculados, y desde allí se crean  las distintas regulaciones que sostienen el vínculo. Casi podríamos decir que lo prototípico de lo vincular sería la paridad: todos somos navegantes del mismo barco en tanto prójimos. Desde el Edipo, lo paterno y lo fraterno se relacionan con la legalidad de la prohibición del incesto. Pero si pensamos lo fraterno como lo vincular por excelencia, la prohibición del incesto será sólo una manera, entre otras, de velar imaginariamente el vacío vincular.  El trabajo psíquico requerido por la pertenencia a los vínculos de paridad habilita a nuevas marcas  en la construcción subjetiva y vincular, abriendo caminos sobre todo, a  la construcción del otro como prójimo.

Ahora bien, ¿cómo pensamos la exigencia de trabajo psíquico de la transmisión de legalidades y significaciones desde la perspectiva de los vínculos entre pares?

Una vía posible para su investigación surge cuando la transmisión vía el eje paterno-filial falla y queda al descubierto esta otra dimensión de lo fraterno,  donde el hermano no es nombrado como tal por el mandato paterno, sino por elección mutua.


Desfraternización

¿Qué sucede cuando los padres “dividen para reinar”,  o cuando dificultan, se interponen y/o  no fomentan el vínculo entre los hermanos?

La falla en el mandato de “los hermanos sean unidos”, habilita a  que los hijos-hermanos se registren solo como hijos. Sin embargo nos encontramos con muchas situaciones clínicas donde, a pesar de este déficit, los hijos logran hermanarse y construir un vínculo por fuera del paterno-filial.

Se hace necesario diferenciar entonces, el hermanarse, en tanto ser nombrados como tales por los padres, de la fraternización: proceso de constitución y sostén auto-organizado del vínculo entre  hermanos. El ir adoptándose como hermanos implica un fraternizarse por deseo, elegirse como hermanos, aludiendo a una operatoria instituyente que hace hermanos más allá de la hermandad instituida por el proceso de filiación.  

Observamos dos deseos diferentes en juego: el de los padres de hermanar y el de los hijos de adoptarse como hermanos, que pueden o no entramarse, en cada situación particular. 

Así como el movimiento filiatorio hace hijos-hermanos, la fraternización  implica un movimiento afiliatorio, entendiendo por tal la acción  de adscribirse por decisión voluntaria a este colectivo, producto de una vinculación por deseo.  (Beramendi, Matus, 2006)

En este mismo sentido, Juana Droeven (2002) en su investigación sobre historias de vida, plantea tres dimensiones diferentes para pensar la hermandad al considerar la temática de la proscripción  de alguno/os de los hijos para armar el vínculo fraterno:

  1. Lo parento-filial,  que surge cuando un hijo no está habilitado para la fraternización y queda  fijado en el eje parental.  A veces se produce una desmentida de la proscripción, estimulando la unión de los hermanos, aunque proscribiéndola  en los hechos.
  2.  Lo fraterno-filial, que implica la posibilidad de circulación en el vínculo entre hermanos pero predominantemente dentro del marco propuesto por el eje parental.
  3. Lo fraterno-fraterno, que supone la posibilidad de adoptarse como hermanos, pero sin oponerse al mandato paterno,  creando auto-organizadamente sus propias marcas y legalidades  vinculares. 

Esta autora plantea  que la rivalidad extrema  entre Caín y Abel,  constituye  una metáfora de la proscripción de uno de los hijos, derivada del sistema parento-filial.  Antígona por el contrario sería  un paradigma de la elección fraterna. Define por ello, la figura del hermano anti-Antígona como aquella del  que no pudo tener acceso  a la experiencia de fraternidad.

Si las relaciones filial-fraternas no se sostienen, la posibilidad de la elección de lo fraterno-fraterno va a depender de cómo cada una de las configuraciones nuevas propicie lo fraterno, promoviendo la fraternización o  la desfraternización.  Que se logre una  fraternización o por el contrario, que aparezca una tendencia a la desfraternización,  será, entre otras cuestiones, producto del procesamiento logrado o fallido en relación a estas dos  exigencias básicas de trabajo psíquico vincular: transmisión generacional  y velamiento de la ajenidad.

Observamos en nuestra clínica el peso que tiene en la dirección de la cura la historización del vínculo entre hermanos, así como la de los vínculos de amistad y los vínculos entre pares en general, como modo de armar un imaginario que permita velar la imposibilidad vincular, tanto en su vertiente constitutiva como en la que se relaciona con lo traumático.

Otro indicador a tener en cuenta es la habilitación o no, que el imaginario familiar produce en relación a la auto-organización de estos vínculos. Poder construir reglas propias, muchas veces en diferencia con las legalidades paternas, permite la aparición de lo instituyente, de lo acontecimental y sobre todo del juego fraterno.


Transmisión entre pares en el imaginario social

Todas estas cuestiones pueden ser pensadas también en cuanto a la constitución y transformación permanente de los imaginarios sociales.

El agrupamiento es para los sujetos un recurso y una fuente de apuntalamiento, de defensa y de apoyo narcisista compartido, cuestión que queda al descubierto en las situaciones de trauma social. Las redes -sociales, familiares, institucionales, organizacionales, etc.- aparecen como un recurso que permite a los sujetos armar lazos horizontales, donde la legalidad se construye entre todos y  los líderes son aquellos a los que se les delega la autoridad pero solo situacionalmente.

Una legalidad que surge desde dentro del propio grupo, puede luego transformarse en una ley transcendente al grupo fraterno en otro momento; así como, por otra parte, siempre que estén en juego la creación de normas inmanentes al grupo de pares, otras leyes le estarán dando marco desde fuera en representación de un orden simbólico más amplio. Nos encontramos siempre con la transmisión de múltiples legalidades atravesadas por los ejes transgeneracional e intrageneracional, los cuales se hallan entramados, motorizándose y transformándose el uno en el otro permanentemente.

Finalmente, vuelvo a la pregunta del inicio: ¿es posible que los hermanos sean unidos?
A la luz de estas reflexiones, diré que tal vez este mandato social que intenta acotar la violencia fratricida, necesite a su vez ser recontratado en cada nueva situación por el grupo de pares desde el deseo mutuo, donde la renuncia pulsional habilite al juego y viceversa, el juego permita la sublimación.
Ambas dimensiones de la transmisión de legalidades: la del mandato y la de la elección, se fortalecen entre sí, y si se dan en simultaneidad, es probable que el reconocimiento del otro como prójimo tenga más posibilidades de ser logrado.


 
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Bibliografía
 
Beramendi, A.; Matus, S.: Adoptándose como hermanos.  Jornada AAPPG, Bs. As., 2006
Droeven, J.: Sangre o elección, construcción fraterna, Libros del Zorzal, Bs. As. 2002
Gomel, S.; Matus, S.: Conjeturas Psicopatológicas, Clínica Psicoanalítica de familia y pareja. Psicolibro ediciones, Bs. As, 2011
Kaës, R.: El pacto denegativo en los conjuntos trans-subjetivos, en Lo negativo, Figuras y modalidades, de Missenard. A. y otros,Amorrotu editores, Bs. As., 1991.
Matus, S.: Vínculo Fraterno: de la legalidad paterna a la multiplicidad de las legalidades, en Entre Hermanos, Sentidos y efectos del vínculo fraterno, de Czernikowski y otros, Lugar Editorial, Bs. As., 2003
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