“El indígena antepasado tenía conocimiento y sabiduría para cuidar todo, para criar la vida. Cuidaba y regulaba el monte, los lagos y ríos, el suelo, el agua, las plantas y los animalitos. No se debe coartar la valoración de las técnicas originarias de cuidar la naturaleza ya que ella equivale a la vida misma del pueblo. Esto es lo que tenemos: la sabiduría.” (Pág. 91. Timoteo Francia, qom. Comunidad Lote 68, Formosa. Francia y Tola, 2011: 117)
Toda la tierra es una sola alma recupera el discurso de la cultura indígena a través de sus propias voces: palabras que se hilvanan para expresar pensamientos, reflexiones, canciones y decires que nos permiten acercarnos a la cosmovisión y espiritualidad de la cultura de los distintos pueblos originarios que habitan el territorio argentino. Este rescate de la palabra de los hombres y mujeres de los pueblos indígenas lo realiza el autor, Carlos Martínez Sarasola, un antropólogo que se especializa en la etnohistoria, y donde la temática de los pueblos originarios le permite estudiar la construcción de la Argentina. Esta selección nos deja bien en claro que no se trata de una simple colección de frases, sino de la experiencia de su autor en su profunda vinculación con la cosmovisión y espiritualidad del mundo indígena. Desde adentro de dichas culturas, no como simple espectador.
Como se leerá y entreverá en todo el libro, cuando se habla de cosmovisión, se habla de historia, de tradición, de cultura; es decir, se habla de su específico modo de percibir el mundo y saber sobre él.
El autor ordena esta búsqueda dividiendo el libro en ocho capítulos, a saber: Cosmovisión, Lo sagrado, La naturaleza, Sentido comunitario de la vida, Chamanismo, Mundo invisible, Nosotros, los hombres y Caminar Juntos. Y vale aclarar que no nos transmitirá una religión o cualquier otro aspecto ya institucionalizado que encorsete la mirada; más bien nos transmite la visión que del mundo tienen estos pueblos, a la luz de la espiritualidad que los habita.
“Tengo cuatro hijos y ellos están educados dentro de las dos culturas. Hay que aceptar que dentro de los wichís hay muchas influencias. A veces ser wichí no es solamente llevar la cara de wichí, sino sentirse y tener conciencia de wichí con dignidad. Veo que mis hijos tienen conciencia de wichí, a pesar de tener contacto constantemente con la cultura occidental.” (Pág. 274. Octorina Zamora, Kajiamteya, wichí. Niyat de la Comunidad Honat le’les, Salta. Camjalli, 2007:36-37)
Con la lectura del libro podemos descubrir cómo, desde la diversidad como práctica, como real que atraviesa una sociedad, se enriquece la misma, y su mundo cultural.
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