La vasta obra de Kusch evidenció de una vez y para siempre las distorsiones que se producían en el reflexionar sobre América en la medida en que se tenía como basamento indiscutible la idea de que existía una superioridad de la racionalidad occidental sobre las culturas nativas de América.
Entendemos que Kusch es, tal vez, quien por primera vez logra desprenderse de los caminos que habían ya transitado quienes quisieron pensar americanamente desde América; ni Sarmiento [1] y Alberdi, ni quienes escribieron “contra” ellos más tarde como Martínez Estrada o Murena [2] y tantos otros, nunca consiguieron situarse dentro de una cultura verdaderamente americana ni desprenderse de una intelectualidad siempre importada.
Kusch decidió que debía de vivir en primera persona el proceso que haría visible aquello negado por la cultura propia. Emprende un viaje que lo lleva por el nordeste argentino y por Bolivia después, lugares donde abrigaba esperanzas de poder captar el pensar nativo. Esto lo lleva a desarrollar sus primeras reflexiones utilizando al método de la antropología donde encuentra el pensar americano en su pureza. Es esta perspectiva la que habilita la posibilidad de desprenderse, en la medida de lo posible, de las categorías de análisis de occidente.
La gran intuición de Kusch estriba en encontrar la diferencia ontológica entre el “ser” occidental y el “estar” americano; distinción que marcó su filosofía, o para decirlo más claramente, establecer la posibilidad de mostrar una auténtica filosofía americana. Dice Kusch: “En suma existo, luego pienso yno al revés. Por eso la verdad matemática es sólo un episodio de la verdad ontológica. La pretensión occidental en ese momento, de encontrar una ciencia universal es falsa. En vez de ciencia se puede hablar apenas de una actitud metódica. Además como el existir es básico, lo único universal es el existir mismo.” [3]
Por ello creemos que es menester insistir en que la diferencia entre “ser” y “estar” o “mero estar” devela el encandilamiento occidental por los objetos, por ello la filosofía europea vivió presa de dar cuenta del ser de las cosas, de la posibilidad del conocimiento de lo en sí y de sus límites, o de la eventualidad de trascenderlos.
Al respecto Kusch es contundente: “Con todo esto, el hombre pierde la prolongación umbilical con la piedra y el árbol. Ha creado algo que suple al árbol, pero que no es árbol. Como simple sujeto lógico que examina objetos y los crea, quiere ser un hombre puro, pero no es más que medio hombre porque ha perdido su raíz vital y, entonces, suple la ira de dios por su propia ira”. [4]
Se trata de avanzar sobre el afán de ser alguien hacia el mero estar. Afirmar el existir es el comienzo de una filosofía ética que se establece con el presupuesto de “los Otros” por delante. Este doble movimiento que por un lado determina el pensamiento instituyendo límites a los cuales no es posible pasar, no se cierra sin embargo en el egocentrismo europeo. “Existo, luego pienso” no es una fórmula tautológica como el cogito-ergo-sum cartesiano ni es una institucionalización de un Ser ajeno. Es el pensar desde el estar, el aquí y ahora propio de nuestra realidad como piedra angular de nuestra filosofía.
De esta forma podemos entender a partir de una interpretación de la actividad humana que no quede determinada por el horizonte ontológico cosificante sino por el mero estar, donde no se busca ni que desaparezca el caos, instaurando un falso orden, ni se teme que el no-ser implique aniquilación, simplemente porque se está, se existe.
Geocultura americana
En Geocultura Kusch expone de qué forma el pensamiento occidental ha visto al hombre de América en su carencia, torpe e incapaz de comprender la tecnología y la lógica propia de la cultura occidental que se habría impuesto en América, es por eso que no ha sabido entender al campesino y su cultura. Kusch plantea que para comprender el pensamiento popular éste debe basarse en la negación.
El hombre americano resiste el pensamiento occidental, porque éste no sabe entender su cultura. La cultura indígena, tal como lo establece el trabajo de campo y la perspectiva antropológica, es una cultura completa en sí misma, con su propia perspectiva simbólica.
A propósito de lo simbólico nos dice Kusch: “La concepción del mundo de ellos [los campesinos indígenas] tiene una especial preferencia por los acontecimientos más que por los objetos y, además, todo lo conciben en términos seminales de crecimiento, ya que el hombre, las plantas y el ayllu (comunidad), todo esto, se vinculan con conceptos que hacen referencia a dicha seminalidad. Finalmente, concreté esta forma de ver el mundo con la expresión ucamau mundajja (el mundo así es) que me expresara cierta vez un yatiri (brujo) de Tiahuanaco.” [5]
El pensamiento americano debe entonces de partir de un proceso dialéctico de negación, no como mera negatividad, sino que es, al mismo tiempo, un movimiento de resistencia y autoafirmación del hombre americano.
Kusch muestra cómo la racionalidad occidental no admite otra lógica posible que la propia, es por ese motivo que Kusch se abocó a conocer a ese Otro en su derrotero y se propuso delinear un pensamiento emancipador que tuviera su centro no en el pensamiento colonizador sino partiendo del hombre de América, buscándolo en su propio hábitat e interpretando su vida cultural y espiritual. Entendía así Kusch que América soportaba por aquellas épocas un proceso de colonización cultural que, nos atrevemos a afirmar, no ha cesado y le impide expresar su propia cultura de manera autónoma.
Si occidente fue el creador de la técnica es porque su aplicación requiere de una actividad desenfrenada que posibilita lo que se conoce como progreso. En lugar de entregarnos a ella, Kusch aboga por enfrentar el miedo y usar la lógica de la negación. Si esa técnica de la cual no se sabe para qué la adquirimos es porque nos impone fines, o para decirlo con Hegel “necesidades contingentes” que no hacen más que soslayar nuestra propia cultura.
Aquello que, por ejemplo, hemos denominado cultura argentina no es otra cosa que la cultura urbana, burguesa y que tiene como fundamento replicar categorías intelectuales europeas pero ajenas a la experiencia vital que las engendró en Europa.
Para Kusch es importante denunciar que este tipo de pensamiento no aporta nada a América sobre su propio ser y, no solamente provoca eso que denominamos carencia sino que conforma una falsa imagen de sí mostrando a los americanos que es América quien se encuentra continuamente en minusvalía respecto de occidente, quien se inscribe siempre como estrella polar (ergo, inalcanzable) de sus descubridores.
Para Kusch, si al pensamiento sobre lo humano hubiera que limitarlo exclusivamente a lo económico, se reduciría el problema del hombre a un mero problema de objetos, que es lo que en realidad siempre se hace, y de esta forma se cae en un engaño que impide ver las raíces de la economía en sí.
Kusch entiende que “(…) lo que urge es no sólo la distribución de los bienes -porque ésta en sí misma no resuelve el problema en su totalidad, como lo demuestran los estados socialistas-, sino en volver a adecuar lo económico a lo humano, y remediar el desajuste que hay entre esto último y todo lo que se vino acarreando en occidente desde el siglo pasado hasta ahora.” [6]
Kusch opinaba que la ideología marxista reproducía la fe en la tecnología y en el progreso material que era propia de la burguesía y sólo establecía un cambio de signo: los proletarios como propietarios de los medios de producción.
Es América pues quien debe mostrarse a sí misma su cultura. Kusch llega a decir que América no tiene filosofía, este planteo, lejos de ser un inconveniente habilita la hasta entonces impensada posibilidad de construir una filosofía desde una nueva base. Esta base hace necesario partir de lo popular donde la lógica no es un elemento rector, su rol es secundario para el nativo. Si la lógica occidental es quien nos somete en nuestros modos de entendernos es porque el argentino ve en América lo ajeno; pone allí la barbarie a la que teme fundamentalmente porque no puede apresar qué es América dado que se le imponen categorías que la vuelven incomprensible. América se convierte de esta forma en lo hostil.
Para Kusch profundizar en esta intuición fundamental y formular una explicación filosófica convincente sobre cómo filosofar en América son condiciones necesarias para establecer una filosofía auténticamente americana.
Conclusiones
Que la filosofía parta del Otro oprimido como ha sido puesto de manifiesto es tal vez lo más novedoso de la tesis, toda vez que, como hemos visto, el inicio de la filosofía kuscheana tiene como uno de sus objetivos básicos construir una ética para la liberación de Latinoamérica que no se encuentra, sino en el final, en el ocaso del pensar europeo.
Aquí se ha intentado mostrar como llegar a aquello [el filosofar americano] que se nos presenta como anterior, pero que no se alcanza sino a través de entendernos como inevitablemente mediados por lo europeo. He aquí el gran desafío del pensar americano: no quedar absortos por la luminosidad del sol que emana el viejo continente, la filosofía debe ser pensada como medio para subvertir los valores adquiridos, moviéndonos a la esfera de la comprensión, toda vez que la mera tolerancia es insuficiente: “La razón profunda de ser de una cultura es la de brindarme un horizonte simbólico que me posibilita la realización de mi proyecto existencial. La cultura reglamenta mi totalización correcta, y es correcta aun cuando la totalización se dé a nivel de simple brujería. Además es tan correcta la totalización en la cultura aymara, como en la quechua o en la occidental.” [7]
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