Dorothea Lange (de su obra La gran Depresión)
Dorothea Lange (de su obra La gran Depresión)
Imagen obtenida de: http://www.taringa.net/posts/arte/8767347/Fotografia-
Dorothea-Lange-El-reflejo-de-una-epoca-Edit.html
Curiosidades eróticas (*)
Selección Héctor J. Freire
hectorfreire@elpsicoanalitico.com.ar
 
Afrodisíacos

Hay uno que no pertenece al reino vegetal, sino animal, pero que es el más conocido y de mayor reputación, aunque sea muy peligroso. Me refiero a la cantárida. La Lytta vesicatoria** es un coleóptero de unos quince milímetros de longitud que se encuentra comúnmente en las riberas del Mediterráneo y en Rusia. En España es común en Andalucía. Los antiguos griegos y romanos lo usaban seco y pulverizado para excitar el apetito venéreo (libido) y como abortivo. En realidad no es un afrodisíaco propiamente dicho, sino un vesicatorio. Produce una inflamación de los órganos genitourinarios; es decir, que puede llevar a una excitación erótica, pero a costa de los riñones y el aparato digestivo, provocando a veces la muerte.

Lo que sigue sucedió en una orgía que el marqués de Sade organizó en Marsella a finales del siglo XVIII. Como el polvo de cantárida puede mezclarse fácilmente con la comida o bebida, así lo hizo él en el transcurso de una cena, rellenando con ella unos bombones de chocolate. El resultado fue, naturalmente, de una excitación erótica generalizada, pero acabó con varios muertos y muchos enfermos. Intervino la justicia y el marqués se salvó gracias a sus influencias; la dosis mortal de cantárida es de dos centigramos.


Zoofilia

Una de las primeras ejecuciones, si no la primera, que tuvo lugar en El Escorial fue la de un obrero de la construcción a quien se sorprendió haciendo el amor con una burra. Fue juzgado y quemado junto con el pobre animal, que no tenía ninguna culpa.

En Francia una muchacha fue acusada por los vecinos de que cohabitaba con un perro, y como ella lo negase repetidamente se la hizo desnudar, poner en cuatro patas y se hizo entrar a un perro grande, blanco, con manchas rojizas que, según decían, era el cómplice de su acto. Al ver a la muchacha en posición conveniente, el perro se lanzó sobre ella e intentó penetrarla, lo que fue impedido por los jueces.  A la vista de esto, la muchacha confesó y fue quemada junto al perro.

Lo anterior me recuerda un caso reciente. Existe en Barcelona un local especializado en espectáculos porno y que, según dicen, es el primero en Europa en su especialidad. Se presentó un número en que dos muchachas hacían el amor con un perro. El caso fue denunciado por la Sociedad protectora de Animales, que consiguió la supresión del espectáculo y el ingreso del animal en una perrera. Por supuesto, esta Sociedad Protectora no preguntó al perro si estaba contento o no con el papel que le hacían representar. Ignoro cómo terminó el asunto y si al final el perro fue devuelto a sus legítimas propietarias.

El “bestialismo”, frecuente en los medios rurales, hace que todos los culpables sean hombres solitarios y amargados por la soledad. En Valencia, en el siglo XVII, son generalmente franceses los culpables de este delito; así, por ejemplo, Jean Martel, criado de una viuda, o Francis Robert, marino originario de Marsella, sorprendidos ambos en compañía de una burra. Los animales son muy variados: burras, yeguas, perras y en algún caso excepcional gallinas u otros animales domésticos, como las cabras. Si los culpables eran sorprendidos, se los sometía a juicio ante un tribunal de la Inquisición, y la mayor parte de las veces condenados a la hoguera en compañía del animal.


“Sobre gustos…”

¿Sabe usted, amigo lector, en qué consistían las manías eróticas de Napoleón? Eran por demás curiosas, según se desprende de una carta que cuando el futuro emperador era general de las tropas de Italia, dirigió a su esposa Josefina, que no se había movido de París.

Dice así uno de sus párrafos: Dentro de quince días estaré en París, hasta entonces no laves tu delicioso bosquecillo.
Realmente no es precisamente un ejemplo de higiene y delicadeza olfativa.


 

[*] Fragmentos del libro Erotismo en la Historia, de Carlos Fisas. Ed. Plaza Janés, Barcelona 1999.

[**] La Lytta vesicatoria (más conocida como la mosca cantárida) es la misma que aparece en la famosa escena, en la que el chino le entrega la misteriosa cajita a la actriz Catherine Deneuve, antes de hacer el amor, en el famoso film de Luis Buñuel Belle de Jour.




 
Compartir
 
subir