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Dorothea Lange (de su obra La gran Depresión)
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Neoliberalismo: del medioevo feudal a la postmodernidad con apenas un poco de maquillaje
Por Esteban Benetto
estebanbenetto2003@hotmail.com
 
Introducción

Dentro del presente trabajo intentaremos dar cuenta de cómo, a través de las distintas configuraciones que adoptó el Estado moderno, pueden rastrearse las contradicciones inmanentes del capitalismo, así como también de qué modo a través de ellas son pasibles de ser esclarecidas las estrategias mediante las cuales se vale el capitalismo, en su constante intento de lograr su perpetuación.

Es evidente cuán diferentes son los tiempos históricos en los que vivimos, la aceleración de los últimos siglos es incomparable al desarrollo de los pueblos que habitaron nuestro planeta hace 20 o 30 siglos [1].

Para desarrollar nuestro planteo inicial proponemos comenzar examinando los derroteros del campesinado y el incipiente proletariado industrial francés y en especial, la gran revolución,  encabezada por el proletariado ruso para ver cómo esos elementos –o una buena parte de ellos- perviven en nuestra cultura y, a partir de los análisis hechos por Harvey en su texto La condición de la posmodernidad , veremos que los modos de producción característicos del neoliberalismo parecen tener claras reminiscencias de la organización económica feudal.

El Estado moderno tal y como terminó configurándose después del período de  revoluciones y contrarrevoluciones del siglo XVII  pasó a ser, según entendemos, una forma velada donde la sociedad participaba, aparentemente, de la res pública cuando, en definitiva, detrás del Estado se escondieron -astutamente- los intereses de las clases dominantes.

Creemos que es pertinente, en el presente histórico en el cual vivimos, repensar dicha cuestión en tanto desde la irrupción del neoliberalismo el Estado -al menos aquel que la filosofía política desde el siglo XVII a bien entrado el XIX había pensado- ha pasado a ser una figura que las clases dominantes se han empeñado en erosionar, dando por sentado que toda sociedad que adoptase el capitalismo (ergo, su idea de funcionamiento del mercado) tendería a ser regulada eficazmente por éste.

Dicha eficacia reguladora constituye un engaño notorio; el capitalismo, como veremos más adelante, ha logrado sus propósitos, sus intereses particulares, proponiendo siempre como sostén de sus postulados que este sistema es el único posible y su desarrollo tiene como necesaria consecuencia un beneficio que abarcaría a toda la sociedad.

Para atravesar el derrotero del Estado moderno hemos elegido describir tangencialmente las características de distintas etapas de esta institución histórica, poniendo énfasis en la última figura del capitalismo: el neoliberalismo.

Proponemos atravesar toda la espesura histórica de la modernidad siguiendo la noción de Estado a través de los momentos que creemos han determinado su forma con mayor especificidad.

1.-El Estado de los primeros tiempos posteriores a  la revolución francesa.
El rol de los primeros Estados capitalistas. Estado de laissez faire.
2.- Estado de bienestar.
3.- El Estado ruso ¿demolición o fortificación de la estatalidad?
4.- El neoliberalismo. ¿Muerte del Estado?
5.- Las últimas crisis ¿Vuelta al Estado benefactor?


El Estado en los primeros tiempos después de la revolución francesa

El proceso que lleva de la organización feudal al capitalismo pudo observarse en la Inglaterra del siglo XVIII como en Francia hacia fines de éste y tuvo como resultado la difusión de una nueva forma de organización económico-política que logró imponerse a nivel mundial. [2]

La emergencia de la burguesía como clase dominante es un fenómeno tributario de una de las revoluciones que, entendemos, produce un efecto dinamizador de todas las economías del planeta, esto es: la revolución industrial.

La burguesía había logrado un poder que no encontraría oponentes – ni los toleraría-. La República francesa terminó siendo una forma de imponerle a los trabajadores industriales y al campesinado las reglas de juego que favorecían a la burguesía, aunque era necesario cierto maquillaje para que el pueblo avalara las medidas tomadas por el Estado francés. Al respecto es palmaria la forma en que Marx vió los hechos que siguieron a la revolución: “mediante el sufragio universal, los propietarios nominales, que forman la gran mayoría de Francia, los campesinos, se erigieron en árbitros de los destinos del país. Finalmente, la República de Febrero, al derribar la corona, detrás de la que se escondía el capital, hizo que se manifestase en su forma pura la dominación de la burguesía.” [3]

Este periodo de inscripción del capitalismo como sistema se basó en parte en el reclamo engañoso de los postulados del liberalismo, es decir, so pretexto de postular una igualdad que sólo sería de derecho, pero jamás de hecho, se lograba configurar una sociedad en donde se pudiese, por una lado comerciar “libremente” las mercancías que se producían, como también “adquirir” obreros que las produjesen. Estas circunstancias fueron posibles a medida que la nueva clase social (el proletariado) fue llegando desde los campos a las urbes. Esto significó a su vez una revolución demográfica sin precedentes.

En las sociedades capitalistas se observa que, producto de niveles más altos de competencia -y por ende mayor explotación del proletariado-, el tejido social ha sido paulatinamente erosionado, naciendo de esta manera una nueva forma de subjetividad: el individuo. En la sociedad capitalista norteamericana es éste el hombre que se hace a sí mismo. Vemos que la impronta moderna ya ha enterrado desde hace tiempo al ciudadano ateniense, el πολίτης (políti̱s), aquel que en la asamblea o en el ágora tomaba la palabra y de cuyas decisiones dependía el destino de la polis misma.

Las democracias burguesas se caracterizan esencialmente por tres rasgos fundamentales: propiedad privada de los medios de producción, competencia electoral entre bandos políticos y las garantías ciudadanas. De estos tres elementos que acabamos de citar, el primero, relativo a la propiedad, es el más característico, el que le otorga su especificidad. Ejemplo de este tipo de organización política es el Estado norteamericano, quien se rige, en definitiva, por una constitución que otorga una serie importante de prebendas a una elite integrada por unas pocas familias.


Estado ruso y revolución

La situación de la Rusia zarista durante el período en que detentaba el poder el zar Alejandro II marcaría un punto de inflexión en la relación entre gobierno y pueblo (constituido mayormente por un campesinado en condiciones de semiesclavitud).

En 1860 el gobierno zarista intentó mediante un plan de modernización sacar al país del estancamiento en que se encontraba. Para ello decretó en 1861 la abolición de la servidumbre, si bien esta medida beneficiaba aparentemente al campesinado sólo dejó en evidencia que éstos habrían de luchar para conquistar unos derechos que en la práctica volvían a negárseles. De esta forma bajo la aparente liberación de los siervos no se hizo sino perpetuar el statu quo anterior, sólo que acarreó algunas consecuencias como el aumento demográfico en el “mir” [4]. De esta forma tan sólo una minoría logró enriquecerse: los kulaks, campesinos que habían adoptado métodos de explotación modernos. El resto del campesinado continuó en la miseria. Las reformas emprendidas por el zar incluían también una reforma jurídica (derechos civiles a la manera en que la venían planteando las democracias burguesas).

Por otro lado se permitió el ingreso de capital extranjero que invirtieron principalmente en grandes industrias, de esta forma, la burguesía rusa fue relegada del proceso de modernización emprendido por el Estado que tenía como sostén la entrada de divisas producto de la exportación de granos, esto implicaba mantener un mercado interno sumamente reducido de manera que el excedente se garantizaba a través del bajo consumo y de la pésimas condiciones de vida de la población rusa.

Estos factores fueron el fermento necesario para que una sociedad que aún no había desarrollado una burguesía vernácula se convirtiese en el suelo de una de las mayores revoluciones de la era moderna. El surgimiento de un partido que representaba al campesinado explotado (el Narodnik), como el de una organización política que hacía lo propio para con los intereses de la burguesía nacional (el Kadete), hizo que el poder del zar fuese discutido en diferentes grados. En 1881 el zar fue asesinado por una organización llamada “La Libertad del Pueblo” con la intención de liberar definitivamente al pueblo del yugo de la nobleza pero, paradójicamente, el campesinado atribuyó el atentado a los intereses de la nobleza de quienes Alejandro II los habría en su momento “liberado”. Después de la muerte del zar y siendo éste sucedido por Alejandro III, las reformas cesaron y el gobierno adoptó un matiz más férreo.

Si bien en 1902 se produjeron una serie de conflictos de los que participaron campesinos, estudiantes y obreros, la piedra de toque para el levantamiento popular podemos fecharla el 9 de enero de 1905 cuando un grupo de obreros en San Petersburgo entregaban un petitorio de carácter suplicante. Tuvieron como respuesta el fuego indiscriminado. Estaban ahora sí ya dadas las condiciones para lo que sería la revolución de 1905.

Así pues, con la consolidación del Iskra y sus dos vertientes (la menchevique y la bolchevique) Rusia se encaminó hacia un tipo de organización a través de los Soviets y no tomó el camino de una república burguesa. La revolución rusa puso en evidencia -y esto es digno de ser resaltado- que las elites liberales no son nada sino legimitan su hegemonía a través del apoyo de las masas. Esto en Rusia no sucedió. Pero lo que no pudo lograrse es llevar esa revolución a una escala planetaria. Implantar el socialismo en el mundo entero. Las palabras de Trotsky sonaban en aquellos tiempos optimistas: “La clase obrera de Rusia, al encabezar la emancipación política, se elevará a una altura desconocida en la Historia, reunirá en sus manos fuerzas y recursos colosales y se convertirá en la iniciadora de la liquidación del capitalismo en escala  global.” [5]


Estado de bienestar

A partir de la consolidación del fordismo como modo característico de producción  a comienzos del siglo XX es cuando el Estado pasa a tomar otra forma: el Estado de bienestar. La economía empezó a depender principalmente de una serie de factores que marcaron fuertemente la época. Por un lado los bajos costos del petróleo fueron condición de posibilidad de un desarrollo industrial que era, de manera no formal, financiado por los países productores de ese combustible. El estallido de los precios del crudo hizo patente en qué medida se dependía de mantener bajos esos valores dado que la subida terminó por desatar grandes crisis a nivel mundial. Este período se había caracterizado por la producción de bienes de gran durabilidad lo que agotaba al mediano plazo la continuidad productiva. Pese a los intentos, a través de la apertura de nuevos mercados y otras medidas, el llamado Estado de bienestar junto con el que fuera su modo de producción contemporáneo, es decir, el fordismo, fueron enterrados por el nacimiento de lo que llamará Harvey “acumulación  flexible”.


El estado neoliberal, hacia el modelo de acumulación flexible

Los problemas del fordismo se habían hecho evidentes ya en los años ’60 cuando la situación en los mercados internos en Europa occidental y el Japón buscaron en la creación de mercados externos un destino para sus excedentes. La salida que buscarían lo EEUU a la misma problemática sería bifronte: atacar la pobreza al interior de su territorio y lanzarse en una cruzada anticomunista de dimensiones inesperadas en Vietnam.

La creación de mercados no hacía más que poner en evidencia -anticipando el modelo de acumulación flexible- el desmoronamiento del modelo keynesiano-fordista: dado que esos mercados sólo pueden convertirse en tales siempre que allí las leyes “ya sean” flexibles. No en vano para la misma época el fordismo adopta por primera vez un matiz rígido; una rigidez que a posteriori acabaría con el modelo mismo.

Esta rigidez rompía con los fundamentos del programa fordista que se basaba fundamentalmente en: a) altos sueldos; b) buena relación con los sindicatos; c) poca diversificación de los bienes producidos.

El modelo de acumulación flexible puede ser entendido a través de sus principales características las que pueden ser encontradas en:
a) Flexibilización de la fuerza laboral que había sido ya debilitada por brotes de desocupación inédita (salvo en Japón). Se precarizan los contratos quedando abierta la posibilidad de que se trabaje más cuando mayor sea la demanda (lo que recuerda el modo de producción característico del feudalismo)
b) Apertura indiscriminada de mercados. El modelo de acumulación flexible ya puede penetrar sin problemas en un mundo (sobre todo en la periferia) flexibilizado.
c) Inserción a la mujer en el mercado laboral. Para hacerlo se vale de otorgarle pésimas condiciones.
d) Producción de bienes según las necesidades del mercado y no indiscriminadamente.
e) Llegada a mercados altamente especializados que el fordismo no podía alcanzar. Ecuación rotación en producción / rotación en consumo.
f) Utilización de tecnologías que son capaces de crear necesidades, esto conlleva la mercantilización de la cultura y concomitantemente el consumo efímero que beneficia al modo de producción de acumulación flexible.
g) Desarrollo de tecnologías de la información que se convierten en fundamentales para la toma de decisiones en un medio donde la competencia se ha vuelto feroz.
h) Conversión de la ciencia en una mercancía más. Es producida y vendida. Las corporaciones y monopolios crean universidades y centros de investigación.
i) Flexibilización de los mercados financieros. A partir del derrumbe del fordismo cae también el riguroso control que se había impuesto a los mercados en los años ’30. Nace la ilusión de que se puede ganar a través del dinero y no de la producción.  

En definitiva, tal como señala Harvey : “difícilmente podemos atribuir el éxito del neo-conservadurismo a sus logros económicos ya que sus cifras negativas en cuanto al empleo, el escaso crecimiento, la rápida dislocación y la deuda creciente sólo se ven compensadas con el control de la inflación”. [6]



 
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Notas
 
[1] “Es decir que a la especie le ha llevado ocho mil años de producción, cinco mil años de producción excedentaria y dos mil quinientos años de transformación del excedente de distribución estática según el orden de castas en distribución abstracta, flexible y dineraria según el orden de clases, por lo que resulta excesivo esperar que en doscientos años pudiera arribarse a un ordenamiento social y cultural que termine con castas y clases y realice un orden universal la igualdad y la organización enteramente orientada a la satisfacción de las necesidades.” Vazeilles, J.G., El presente histórico y la Historia universal, Manuel Suárez-Editor, Bs. As., 2005, pp.236
[2] Hobsbawm, Eric, La era de la revolución 1789-1848, Critica, Bs. As., 1997
[3] Marx, Karl Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Prometeo, Bs. As., 2003
[4] Suerte de comunidad aldeana que en definitiva debía encargarse de pagar un canon llamado “canon de redención”.
[5] Trotsky, Balance y Perspectivas, Red Vasca Roja, 2000
[6] Harvey David, La condición de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu Editores
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