La frase atribuida al escritor barcelonés Manuel Vázquez Montalbán expresa como pocas la notable densidad de la nostalgia. Circulaba en el imaginario de la Barcelona de finales de los años 70 en pleno destape español. El destape de la libertad, del arte, del sexo y de la política florecido después de que en 1975 la muerte del dictador (que no la política) terminara con la dictadura de las cuatro décadas de quien en vida se hizo llamar Generalísimo Francisco Franco. El sufijo “ísimo” transforma el grado de General en un adjetivo superlativo denotando el máximo poder no sólo del conductor de las tropas ganadoras de la guerra civil sino de la propia España a su mando.
Cuando el Generalísimo anunció quién sería su sucesor al llegarle la inevitable muerte, para todo el mundo pero no para él, lanzó dos mensajes: su sucesor sería el futuro Rey Juan Carlos I. A la vez pronunció su sentencia más famosa “Todo está atado y bien atado”. [1] Podía seguir dictando post mortem en una existencia sin límites.
Llegué a Barcelona justo en el primer aniversario de la muerte del dictador. El clima social era fantástico, entre la alegría y la euforia. Es lo que ocurre después de tantos años intentando lo imposible, cerrar un país absolutamente. Caído lo imposible todo parece posible en el vértigo de la euforia. La Barcelona en la que aterricé en la segunda mitad de los setenta se entusiasmaba respirando libertad aunque poco a poco los aires se fueron contaminando. Por una parte por la violencia independentista de la ETA, la organización terrorista vasca que si fue heroica contra Franco en cambio sembró el terror en la democracia. Por otra parte un sesgo de desencanto apenas visible impregnaba la visión de unos cuantos que empezaron a sentir que si esto era la democracia… quizás “contra Franco vivíamos mejor”. Este era el contexto de la Transición en aquella época con un acto en el centro mismo de la historia española: los célebres Pactos de la Moncloa [2]. Su sentido fundamental era dejar atrás el pasado para mirar sólo el futuro (no investigar ni la guerra civil ni la dictadura, algo no muy conveniente ni a derecha ni a izquierda).
En nuestra tierra el acuerdo de la Moncloa enamoró a la clase política que vio en ese espurio pacto un ejemplo de madurez política. Muy especialmente a los oráculos nativos del momento, Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, que se excitaban y excitaban con la sola mención del pacto. Es por entonces que un espécimen salido del vientre franquista se encargó de la Transición, se llamaba Adolfo Suárez, un desconocido nada ilustre, un ser más bien gris que contrastaba con la brillantez socialista del Felipe González de aquel entonces.
Dos sentencias significantes se juntarán de alguna manera para bailar una extraña e invisible danza determinando buena parte de un presente llegado del futuro, la democracia, pero con cierto sabor a pasado en aquella España. “Todo está atado y bien atado” y “Contra Franco vivíamos mejor”, bailan en el inconsciente colectivo de españoles y catalanes impregnando sus políticas y quizás hasta sus emociones.
No puedo menos que ver la agitación de mi abuela Faustina (entre navarra y vasca ella) con los paños fríos para sus célebres dolores de cabeza si fuera hoy testigo del enfrentamiento entre España y Catalunya. Faustina es parte de lo mejor de mi infancia. Me hablaba de su amada España y me leía las noticias políticas de diarios que no sé cómo conseguía. Me explicaba que la República había ganado las elecciones y quién era Franco, todo a pesar de los reproches críticos de sus hijas incluida mi madre. El exhorto de sus hijas exigía de mi abuela dejar atrás el sufrimiento por la República y el odio a Franco. El pasado pisado sentencia un estúpido refrán. Sin embargo Faustina siguió insistiendo con su relato. Ahí se arraigaba una parte importante del sentido de su vida de la cual ya había extirpado la religión. Por mi parte no sé muy bien que entendía pero la escuchaba fascinado.
Más de 60 años después del relato de mi abuela el mundo está lleno de grietas. Grietas entre los pueblos y grietas dentro de los pueblos. Un listado de grietas interminables: ricos, pobres, negros, blancos, jóvenes, viejos, hijos, padres, políticos, apolíticos, hombres, mujeres, y demás polaridades concebidas y por concebir. Habría que poder reconocer lo que ya se sabe, lo que todo el mundo de alguna manera sabe: las grietas no tienen solución. Ni siquiera las que todavía no han aparecido. Al menos en el sistema hegemónico imperante en el mundo regido por la voracidad financiera. Un orden de las cosas que se reitera año tras año siempre con el mismo resultado: la ampliación de la gran grieta entre la riqueza y la pobreza [3].
Desde hace tiempo hay una grieta política y económica entre Catalunya y España. ¿Cómo, Catalunya no es España? Por lo que se ve No. Por lo que parece No. ¿Históricamente? No es tan simple la respuesta. Mucho menos en los límites del presente artículo. Recuerdo a mis amigos catalanes diciéndome que tuviera en cuenta que Catalunya es anterior a España. Es decir hubo Catalunya antes de la existencia de España. Una compleja historia entre dos pueblos con diferencias, con razones opuestas y parte de una historia común. Si es que se puede compartir una historia. Pero lo cierto es que ambos pueblos han atravesado la terrible guerra civil y su no menos terrible secuela de 40 años de dictadura formando parte de un modo fundamental de las vicisitudes históricas españolas y catalanas. Dichas vicisitudes históricas tienen obviamente distintos momentos y distintos puntos de vista, en suma, diferentes análisis.
Tomaré para el análisis un momento de la historia de la llamada Transición Española por una parte y por otra, una profunda reflexión en la Catalunya de hoy. El momento histórico es el de la polémica entrada de España a la OTAN, la alianza militar comandada por los EE.UU. Dicha polémica transcurre en los días y en los caminos trazados por el Pacto de la Moncloa. Lo que se instala es una discusión en toda España con dos posiciones con la apariencia de ser opuestas. La que lideraba Adolfo Suárez vestido de presente y arropado en el pasado con el proyecto político de entrada a la OTAN. Pasado en el presente dado que en rigor hacía ya muchos años existían importantes bases militares de los EE.UU (por lo tanto ligadas a la OTAN) en suelo español.
Por su parte el PSOE, el partido socialista obrero español vestido de futuro por su líder Felipe González empapelando toda España con el cartel-eslogan rezando “De entrada No”. El pueblo leyó no. España no entró. Entró después de la mano obviamente de Felipe González y el PSOE en el colmo del oportunismo político en la consagración de un eslogan mentiroso al mismo tiempo portador de una verdad apenas oculta. Seguramente un hito político donde se insinuaba sin advertirse del todo la metamorfosis capitalista de Felipe González.
Con relación a la reflexión sobre la Catalunya actual servirán de referencia dos artículos de Jorge Carrión publicados en el New York Times: “Choque de narrativas: la cultura y el trauma en Barcelona” [4]. El trauma es un concepto de vieja data en la psiquiatría en un camino que va desde Kraepelin hasta Janet, pasando por Charcot para llegar a Freud vía las desconcertantes Neurosis Traumáticas o Neurosis de Guerra [5]. Los soldados vueltos a la normalidad no podían desprenderse de las imágenes del horror. Les retornaban en cualquier momento para constituir pesadillas reiteradas durante el sueño. El trauma es un choque que inunda la cabeza alterando la compleja relación del aparato psíquico entre el interior y exterior propio de la especie humana.
El primer artículo habla de un pueblo y de una capital de ese pueblo en el que la historia estructura tres narrativas a partir de la muerte del dictador. La Primera Narrativa resumida en la consigna “Libertad, amnistía, estatuto de autonomía” cantada en las calles a partir de febrero de 1976. Letra y espíritu apuntando a la normalización lingüística y cultural del país catalán para dejar atrás el nacionalismo franquista. La Segunda Narrativa situada a partir de 1992 con Barcelona nombrada ciudad olímpica. Un aura cosmopolita destila la ciudad al punto de recubrir la singularidad catalana aparentemente reemplazada por lo que comenzó a nombrarse como la “marca Barcelona”.
La Tercera Narrativa refiere a los sucesos actuales, lo que se conoce como el procés, la forma abreviada del Procés Constituent a Catalunya la nominación catalana del Proceso Constituyente en Catalunya fundado en el 2013 con el objetivo-proyecto de terminar con el capitalismo y formalizar la independencia de Catalunya.
Ahora bien, estas tres narrativas no recubren la totalidad de lo que Castoriadis llama el Histórico Social en tanto y en cuanto hay una suerte de mitad que o bien no integra o no participa de la dinámica de estas tres narrativas por lo demás distintas con relación a las marcas históricas y a la significación de la “marca Barcelona” como etiqueta. La mitad restante tampoco la reúne o la representa totalmente el nacionalismo franquista, y sin embargo en los momentos álgidos del enfrentamiento actual se presenta o se resume o todo se parcializa como el choque entre el nacionalismo español y el nacionalismo catalán independentista.
Sin duda que el linaje Aznar-Rajoy asume con nitidez el nacionalismo franquista la versión siglo XXI del todo está atado y bien atado del generalísimo. Por su parte las narrativas independentistas obviamente no son una sola ya que pueden coincidir en la normalización lingüística - cultural pero de ninguna manera es seguro que acuerden con el fin del capitalismo. Por ejemplo que lo acuerde el partido fundado en los comienzos de la Transición por Jordi Pujol (Convergencia) organizando la burguesía catalana hoy por hoy lastrada por la corrupción -precisamente- de la familia Pujol o por el escándalo Millet tal como se conoce el saqueo del emblemático Palau de la Música por parte de su presidente.
El caso es que en todo este largo conflicto la conciencia humana privatizada de este tiempo histórico ve un problema legal en lo que es una verdadera cuestión política. Esta es la visión de los ojos ciegos bien abiertos de Rajoy [6] y en los ojos no menos ciegos del ex presidente de la Generalitat catalana viajando por Europa montado en una legalidad sin un verdadero sustento político. Se sabe tanto como se olvida que ese muy complejo bicho llamado ser humano, al igual que sus sociedades, conforman un compuesto de tiempos distintos en cualquier tiempo. Como ejemplo una pequeña muestra del extraordinario discurso de Manuel Azaña bajo el sorprendente título “España ha dejado de ser católica” pronunciado en Madrid durante la República española el miércoles 14 de octubre de 1931 [7]:
A mí me parece, señores diputados, que nunca nos entenderíamos en esta cuestión si nos empeñásemos en tratarla rigurosamente por su hechura jurídica, si nos empeñásemos en construir un molde legal sin conocer bien a fondo lo que vamos a meter dentro y si perdiésemos el tiempo en discutir las perfecciones o las imperfecciones del molde legal sin estar antes bien seguros que dentro de él caben todas las realidades políticas españolas que pretendemos someter a su norma.
En España y no sólo en Catalunya hay un choque de narrativas y memorias. Pero las narrativas sin memoria chocan traumáticamente con lo que palabras e imágenes se inmiscuyen en el presente de todos, más allá de voluntades e intenciones. Razón por la cual el conflicto entre España y Catalunya importa en sí mismo y también más allá de sí mismo.
Volviendo a las dos sentencias atravesadas en el corazón y la mente de ambos pueblos, o naciones, o culturas es posible preguntarse ¿todo pueda estar atado y bien atado? El sueño máximo de todo dictador y de toda dictadura es regir el orden de las cosas [8]. Mucho más importante que poner las cosas en orden. No es restablecer el orden. Es instalarlo de un modo definitivo. Nada entra nada sale. Un dogma laico para detener el tiempo.
Por otro lado en la nostalgia del “Contra Franco vivíamos mejor” las cosas parecen mejores porque aparentan circular en tiempo y forma, aunque congeladas.
Para descongelar España seguramente Faustina propondría un referendo. No sólo en Catalunya. En toda España. No para decidir o no la independencia de Catalunya. Después de todo el planeta está lleno de países independientes aunque sin autonomía. El capitalismo de siempre y mucho más aún en su Modo Neo, admite, respeta y hasta festeja la independencia de países e individuos pero al mismo tiempo clausura la autonomía de individuos y países con efectos en la sociedad y en la psiquis de la gente. [9] Bien mirado ni siquiera las potencias son verdaderamente autónomas ni en su economía ni en su política interior ni en su política exterior [10].
Un referendo seguramente imposible para la mezquina visión conservadora de la política española. Sin embargo, semejante referendo podría - discutir – reflexionar, y en tal caso decidir si España debe sintonizar en Modo monarquía o en Modo república. Para que toda España funcione en Modo presente.
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